Capítulo 25: Oportunidad Laboral

Debía decir que estaba un poco insegura de lo que estaba haciendo con Nicholas, no porque él tuviera un problema o algo así, sino porque yo no quería lastimarlo.

Llevábamos dos meses saliendo o algo así, no le habíamos puesto ningún nombre a lo que teníamos, lo que no me molestaba para nada, todo lo contrario, a lo que le temía era que él quisiera formalizar lo que teníamos... porque yo no estaba segura de querer hacerlo.

Sí, me gustaba y mucho, omitiendo la parte en que seguíamos sin llegar a un fácil consenso en el trabajo, pero no estaba segura de querer llegar a algo más con él porque mis planes de vida no se llevaban a cabo en Toronto.

Durante un mes y medio había evitado sacar el tema de Alemania a la mesa y creía sentir que Nicholas también lo hacía, quizás quería pensar y quedarse con la idea de que yo ya había descartado mis planes de mudarme porque, de otra forma, ¿por qué me estaría involucrando con él?

Gracias a esa pregunta, me di cuenta de que era egoísta de mi parte omitir el tema y en las últimas dos semanas había estado intentando encontrar el momento correcto para comentarle que aun existían posibilidades de que yo no me quedara mucho tiempo y entonces, él podría decidir si quería seguir en eso o irse.

El problema era que no encontraba ningún momento que me pareciera correcto o quizás eso me pasaba porque estaba dudando aun sobre hablar del tema. En el fondo, me daba miedo que Nicholas decidiera que lo mejor sería separarnos.

«No puedes hacerle perder tu tiempo contigo en algo que nunca llegara a nada real... no seas egoísta, déjalo ser libre y encontrar a alguien que le pueda ofrecer algo mejor», me dijo mi conciencia mientras estábamos en su departamento, acostados en la cama viendo una película.

Yo estaba acostada sobre su brazo, mirando su rostro de reojo de vez en cuando, solo ayudándome a sentir más culpa en mi interior.

De pronto, mi teléfono comenzó a sonar, por lo que debí sentarme en la cama y tomarlo de la mesa de noche. Cuando vi que era Leyna quien me estaba llamando, decidí que lo mejor sería contestar.

—Dame un momento —le dije a Nicholas.

—Sí, claro.

Me levanté de la cama y salí del cuarto para ir a la sala contestar.

—Hola, Leyna, ¿qué pasa?

Normalmente ella jamás me llamaba, de hecho, era la primera vez que me llamaba desde que estaba en Toronto, por lo que supuse que era algo importante.

—Caroline, ¡te tengo muy buenas noticias!

—¿En serio?

Se me hacía un poco difícil creer que me había llamado para darme buenas noticias, al principio incluso había pensado que quizás alguien conocido se había muerto. Sí, yo era un poco fatalista a veces.

Claro, ¿por qué te mentiría con eso? —me cuestionó—. ¿Recuerdas lo que me hablaste cuando viniste?

—¿Qué de todo?

¿Lo de que odiabas Canadá y que necesitabas volver?

—Sí, creo haberlo mencionado...

La verdad era que no había dicho que "odiaba" a Canadá, solo que no me gustaba mucho y que no me sentía bien allí.

Bueno, en la empresa necesitan un arquitecto nuevo y, de hecho, me preguntaron por ti —me dijo—. Te ofrecerían más sueldo que el de antes...

La verdad era que no sabía que decir. En realidad, si Leyna me hubiera dicho tal cosa unos meses atrás me hubiera puesto a saltar de felicidad porque no solo podría volver a mi antigua empresa donde era feliz, sino que podría ganar un mejor sueldo; pero en ese momento...

—Ah, no sé qué decir...

No tienes que aceptar de inmediato, si quieres puedes venir a conversar con los jefes en persona y ver lo de tu sueldo y luego decidir...

—Veré lo que puedo hacer... eh, ¿te hablaron de algún plazo?

Dijeron que lo necesitaban de aquí a un mes, así que será mejor que te pongas en contacto con ellos lo antes posible —me dijo mi amiga.

—Okey, les enviaré un correo. Gracias, Leyna.

De nada, Line.

—Adiós.

Adiós.

Luego de colgar, me quedé unos segundos mirando por la ventana de la sala, específicamente la CN Tower. Creía que había encontrado el momento perfecto para hablar con Nicholas.

[...]

—Sé que debí haber sacado el tema antes, pero no sabía cómo hacerlo y creo que tampoco quería hacerlo por miedo —le confesé a Nicholas.

Ambos estábamos sentados en el borde de la cama de él, uno junto al otro.

—Sí, bueno, yo tampoco quise hacerlo... en parte quería pensar que te quedarías, pero también sabía que no querrías hacerlo. Estaba mentalmente preparado para llegaras un día y me dijeras que te irías de vuelta a Berlín —me dijo él—. Me sorprende todo lo que te quedaste, en realidad.

—Sí, a mí también... mis planes de irme están hace mucho tiempo.

Ambos nos quedamos en silencio un momento, cada uno mirando sus pies.

—Me gustaría decirte que sigamos juntos, pero... no creo que sea lo mejor —me dijo, de pronto.

Yo asentí, ya me imaginaba que eso pasaría porque era la reacción más lógica. Nicholas tendría que haber sido demasiado masoquista para seguir conmigo en algo que no llegaría a ningún lado, más masoquista de lo que ya era por si quiera involucrarse conmigo.

—¿Te puedo pedir un favor?

Nicholas asintió.

—¿Podemos pasar esta última noche juntos?

Al menos necesitaba una despedida decente.

Nicholas asintió con una pequeña sonrisa y luego tomó mi rostro para poder darme un beso.

El beso comenzó a escalar de nivel con el paso de los segundos, de pronto, pude sentir las manos frías de Nicholas debajo de mi blusa, lo que me causó un escalofrío y algo de cosquillas.

Nicholas soltó una pequeña risa ante mi reacción.

—Perdón...

Yo negué con una risa también.

—La verdad, se siente bien.

Me recosté sobre la cama y Nicholas comenzó a besar mi cuello, causando que pequeños suspiros salieran de mi boca.

Me gustaba como se sentía el calor de su cuerpo sobre mí, igual que los toques de sus manos un poco ásperas y frías.

Volvió a dejar un beso en mis labios para luego quitarse la camisa que traía encima y luego ayudarme a mí a quitarme la mía.

No pasó demasiado tiempo para que el resto de la ropa que teníamos puesta terminara en el suelo de la habitación.

—¿Te vas a dejar los lentes puestos? —me preguntó Nicholas, entremedio de un beso.

Mierda. Había olvidado por un momento que estaba con mis lentes ópticos, ya que estando en casa o en su casa, prefería descansar mis ojos de los lentes de contacto.

—No, supongo que no...

Ya que en ese momento era yo quien estaba sobre él, me erguí, sin bajarme de encima de él y me quité los lentes.

Genial, no veía nada. A penas podía saber dónde terminaba el cuerpo de Nicholas y empezaba la cama, y solo lo hacía porque las sábanas eran de un azul bastante oscuro. Si hubieran sido de un color beige, hubiera tenido un grave problema.

—No veo nada —le confesé, dejando los lentes en una de las mesas de noche.

Nicholas me agarró de la cintura y nos volteó para dejarme debajo de él.

—No tienes que ver, solo sentir...

Yo solté una risa.

—No estoy segura de que puede diferenciar tu pene de una de tus manos.

Nicholas no pudo evitar reír.

—Tranquila, yo te ayudaré un poco —me dijo, para luego darme un beso en los labios.

Por suerte, el que estuviera tan ciega me hacía tener un poco más desarrollado otros sentidos, entre ellos, el tacto, por lo que podía diferenciar bien que era qué.

Durante varios minutos estuve tan concentrada en Nicholas y en lo bien que se sentía estar con él que había olvidado que eso, técnicamente, era una despedida.

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