Capítulo 22: Nuevo Proyecto

—Queremos incluirte en el equipo de arquitectos para el proyecto de construcción del nuevo Hotel Accor aquí en Toronto —me dijo el director de operaciones—. Creo que sería bueno que tuviéramos a alguien con ascendencia francesa y que manejara bien el idioma para ponerse de acuerdo con los clientes.

—Sí, estaría encantada —le dije.

—Bueno, mañana tendremos la reunión del equipo para que se conozcan —me informó—. Y pasado mañana será la reunión con el cliente para que comience la planeación del proyecto.

Sabía que eso podía pasar. Al ser una arquitecta dentro de una empresa con solo un proyecto en curso en la fase de obra, era lógico que me terminarían por asignar a un nuevo proyecto, lo que también significaría más tiempo en Canadá.

En el peor de los casos, no me quedaría más que decepcionar a una prestigiosa empresa y retirarme en pleno proyecto para volver a donde pertenecía porque sí, yo no pensaba terminar mi vida en Canadá. No me importaba si era Toronto, Ottawa o Vancouver; yo no me quedaría ahí para siempre.

Lo bueno sería que quizás, esta vez, tenía un mejor equipo de trabajo.

[...]

¡Otra mujer! Eso era lo que necesitaba.

No había nada mejor que tener una compañera mujer con la que compartir las molestias que implicaba trabajar en ese ambiente lleno de hombres matemáticos y constructores. Diferente hubiera sido estar rodeada de bailarines de ballet con algo de sensibilidad, esos que estaban ahí para calcular estructuras y materiales solo eran un dolor de cabeza y, lo peor, no solían simpatizar con las mujeres... Bueno, así sonaba a que todos eran homosexuales reprimidos.

Lo importante de la situación era que ya no estaría solo rodeada de hombres con aires de grandeza por ser inteligentes y que tenían la sensibilidad de una pared de concreto. Por fin habría alguien con quien podría llevar una buena relación.

—En mi generación éramos unas diez mujeres apenas —me contó—. Y en todos los trabajos que he estado, siempre soy la única mujer del equipo.

—Sí, me ha pasado lo mismo.

—Y Dios, los ingenieros... técnicamente siempre quieren decir que eres idiota —me dijo.

—No pueden hacer su trabajo en silencio.

Ambas seguimos comentando cosas del trabajo y de nuestros estudios, hasta que todo se fue al diablo.

Nicholas Wilson entró a la sala y no pude evitar sentir nauseas.

«No otra vez...».

—Caroline, Olivia —nos llamó el jefe de operaciones, llevando a Nicholas junto a él—. Asignamos a Nicholas al equipo porque creo que ambos han trabajado bien con el proyecto del aeropuerto. Confío en que nuevamente sean un gran equipo.

¿De dónde había sacado esa mentira? De todo el equipo del proyecto del aeropuerto, Nicholas era con quien peor había trabajado y lograr ponernos de acuerdo había sido un completo infierno.

—Ahora, yo los voy a tener que dejar. Tengo una reunión con el departamento de finanzas —nos dijo—. Con permiso.

Una vez que él salió de la sala, le puse una mano en el hombro a mi nueva compañera arquitecta.

—Olivia, te presento a Nicholas Wilson, el ingeniero estructural que se dedica a destruir diseños ajenos —le dije, dándole una mirada y una sonrisa cínica a él.

Nicholas me devolvió la misma clase de sonrisa.

—Solo cuando los arquitectos olvidan ser realistas —me dijo—. Pero lo entiendo, después de todo, no son buenos calculando estructuras.

—Ustedes no saben hacer edificios estéticamente adecuados.

—Los edificios bonitos y no funcionales, ni resistentes, ¿de qué sirven?

Me giré para ver a Olivia.

—¿Nos disculpas un momento?

—Sí, claro...

Tomé a Nicholas del brazo derecho y lo jalé conmigo a una de las esquinas de la sala.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Resulta que yo también soy parte de esta empresa y me asignan a proyectos distintos, donde creen que puedo servir y veo que hubo alguna razón por la que creyeron que tú y yo hacíamos un gran equipo.

—Sí, ya me di cuenta —mascullé—. Tienes que dejar el proyecto.

Nicholas me miró con los ojos muy abiertos.

—¿Qué?

—A mí me eligieron porque puedo comunicarme bien con clientes franceses, a ti seguramente te trajeron porque creyeron que éramos buenos trabajando juntos... Yo llegué primero y...

—No puedes ser así de egoísta —me dijo, indignado—. Dios, Caroline, no me había dado cuenta de lo narcisista que eras. Solo te importa tu comodidad y tus sentimientos —hizo una pausa y luego soltó un resoplido—. Por eso hablaste con la prometida de tu ex, por eso quieres volver a Alemania dejando tirados tus proyectos si es necesario y por eso ahora quieres que yo me salga de un proyecto como si no necesitara trabajar... Y así tienes el descaro de decir que tu madre lo es... ten algo de autocrítica, por favor.

Sin dejarme responder algo, Nicholas se alejó de mí y yo me quedé de pie en el mismo lugar por varios segundos, aunque se habían sentido como varios minutos.

Una vez que reaccioné, no tuve de otra que salir de la sala para ir a encerrarme en un baño a llorar.

Nunca nadie me había hablado así y a diferencia de las cosas que decía mi madre a veces, lo que decía Nicholas tenía mucho sentido. Ya me había dado cuenta de que lo que había hecho con Diane y Nate era mayormente por mi beneficio y todo lo demás... bueno, ahora veía que si eran decisiones un tanto egoístas e infantiles.

Quizás por eso estaba tan sola. No podía ser que la sociedad estuviera en mi contra, así no funcionaban las cosas. Yo era la que estaba mal y por eso ahora me encontraba en una ciudad, alejada de todos y cada vez más triste y sola.

[...]

Llevábamos ya un mes en el nuevo proyecto, trabajando en el diseño conceptual y, si bien, nada estaba fuera de lo normal, había algo que me estaba molestando.

Olivia parecía lograr entenderse mucho mejor con los ingenieros civiles que yo, en particular con Nicholas, quien era, nuevamente, el que más aparecía en el estudio para revisar que nuestras ideas concordaran con los requisitos estructurales.

En ese momento ambos de pie frente a una de las mesas grandes donde dibujábamos los planos.

—¿Demasiadas curvas? Estás loco —le dijo Olivia—. Se verá increíble.

—Increíble será que se pueda levantar...

Claro, esos comentarios se parecían a los que me hacía a mí, excepto porque iban acompañados de una risa al final. A mi jamás me alivianó sus criticas con una risa...

Giré mi cabeza de vuelta a los planos que yo estaba modificando, antes de que notaran que los estaba mirando y decidí omitir sus existencias por ahí.

Al menos me alegraba que una de nosotras pudiera mantener una relación pacífica y cordial con los malditos ingenieros civiles. Era como ver a una leona conversando con una cebra... era tan antinatural.

De pronto, un mensaje de mi madre llegó a mi celular. No le iba a contestar, por más que supiera que estaba siendo orgullosa y egoísta. Si había algo que jamás podría soportar sería que mi madre me echara la culpa de lo que me había hecho Nate.

Sí había mantenido contacto con mi papá, por supuesto, y de vez en cuando con mis hermanos, pero no quería que se acostumbraran tanto a mi presencia, después de todo, aun no quitaba de mis planes el irme en algún momento y entonces nos veríamos apenas una vez al año.

Gracias a mi padre me había enterado de que Nate definitivamente no se casaría con Diane y que se había mudado de vuelta a la casa de sus padres. Parecía que no la estaba pasando nada bien y aún tenía planes de recuperar a Diane, pero, siendo sincera, no sabía que tan factible fuera eso. Diane era buena y comprensiva, pero parecía haberse tomado el asunto con una especial seriedad y dureza.

Me había quedado hasta tarde trabajando, no tenía muchas ganas de volver a mi frio y triste departamento, el que cada día parecía más deprimente.

Estaba revisando unos detalles de unos planos, cuando alguien entró a la sala, llamando mi atención. A esa hora no quedaba casi nadie en la empresa.

—¿Nate?

Bueno, podía ser que fuera su gemelo perdido y desaliñado porque se veía terrible.

—Necesito hablar contigo, Caroline —me dijo, acercándose a donde estaba sentada.

Yo me levanté de la silla asustada por la forma en la que estaba actuando. Parecía estar muy desesperado. Tenía la respiración acelerada y podía ver algo de sudor en su rostro.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes que yo...?

—Fui a buscarte al departamento y me dijeron que no estabas y hace un tiempo tú papá nos dijo el nombre de la empresa para la que trabajabas... no fue difícil encontrarla —me explicó, para luego tomarme por los hombros—. Necesito que hables con Diane y le digas que lo que le dijiste no fue tan así como le dijiste... dile que fue una cosa de una vez y que de inmediato te deje...

Yo lo miré horrorizada.

—¿Qué? ¿Estás jugando? —cuestioné—. No puedes seguir mintiéndole, ten las pelotas para ser sincero con ella... ¿Se lo sigues negando?

—No puedo decirle la verdad, Line, jamás volverá a confiar en mí...

—Yo tampoco lo haría, Nate. Me fuiste infiel muchas veces y da igual si fue con la misma tipa —le dije—. Estuviste un mes mirándome a los ojos y mintiéndome, diciendo que me amabas y planeando un futuro a largo plazo... si no te hubieras emborrachado ese día, jamás me lo hubieras dicho. Podrías haber estado de pie junto a mí en un altar, ocultándomelo.

—No quería lastimarte, Line... De verdad te amaba y no sabes cómo me dolió todo lo que paso —me dijo, aun sin soltarme.

—¿A ti? —pregunté con un nudo en la garganta—. Imagínate a mí. Yo no le dije a nadie para no dejarte mal, nuestros amigos oyeron tu versión y me culparon, tuve que verte la cara y fingir que te había perdonado durante meses, y la única forma que encontré para mejorar fue irme a otro continente, muy lejos de mi familia... Tuve que rehacer mi vida por tu culpa y tú seguiste como si nada.

—No es fue así, Caroline, tú no estuviste aquí durante diez años... No sabes lo mucho que te extrañaba —dijo—. Ignoraste todas mis llamadas, mis mensajes...

—Claro que lo hice, no te quería más en mi vida, Nate... y todavía es así, así que déjame en paz.

—Está bien, lo haré, pero con una condición.

Yo rodé los ojos y solté su agarré para luego tomar mi mochila e intentar salir de la sala, pero él se interpuso en mi camino.

—Line...

—Déjame, Nate...

Intenté rodearlo, pero entonces me jaló de la muñeca y me tomó por los brazos para ponerme contra una de las paredes.

—¡Suéltame!

—Háblale a Diane y dile que...

—¡Te dije que no! ¡Ya déjala ir!

—¡Tú no lo entiendes, Caroline! ¡Y no es mi culpa que tú estes sola y dolida, no por eso me vas a cagar la vida!

—¡Vete al diablo, Nate! —le grité, intentando zafarme de su agarré, pero él volvió a golpearme contra la pared.

—¡Nunca has podido perdonarme! ¡Y ahora estás celosa de que haya alguien en mi vida a quien amo y a quien jamás le sería infiel!

Lo que me faltaba. Otra conversación dolorosa para mí y esta vez no había algo de cierto en ella. Bien, sí era cierto que nunca lo había podido perdonar del todo, pero había seguido adelante como para estar celosa de sus sentimientos por otra mujer. Mi problema realmente era que me parecía injusto que una mujer tan buena como Diane estuviera con un idiota como Nathan, en especial porque no lo conocía del todo. Además, si le había podido ocultar su relación conmigo, quizás cuantas cosas más era capaz de ocultarle.

—¡Eres un imbécil! ¡Y ya suéltame!

Nate pareció querer decirme algo, pero no pudo porque alguien apareció en la sala.

—Creo haber oído que te dijo que la soltaras —le dijo Nicholas.

Oh, no, eso estaba por ponerse peor.

Nate me soltó, pero miró amenazante a Nicholas.

—Estamos ocupados aquí.

—No creo que ella quiera estar aquí contigo, realmente —le dijo Nicholas—. Ahora, a menos de que quieras que llame a seguridad, vas a tener que salir de aquí.

Nate le sostuvo la mirada un momento, para luego mirarme a mí.

—Esto aún no se termina, Line...

Al decir eso, se dirigió a la puerta y empujó levemente a Nicholas de paso, quien ni siquiera se inmuto por ello.

Una vez que Nate no estuvo a la vista, solté todo el aire que había contenido a causa del nerviosismo. El cuerpo me estaba temblando e incluso sentía como mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza.

—¿Cómo llegó él aquí?

Yo negué.

—No sé, y-yo... Tengo que irme a casa —dije, intentando llegar a la puerta.

Nicholas me detuvo, tomándome del antebrazo.

—Espera un poco a que se vaya, no quiero que te pueda encontrar en el primer piso o en la calle... —me dijo—. Mejor, te voy a acompañar abajo.

—No, no tienes que hacer eso —negué con la cabeza—. No me lo merezco.

Él había sido demasiado atento conmigo en ese último tiempo y no tenía por qué, menos después de nuestra última verdadera interacción en la que, tal como él había dicho, yo me había comportado como una egoísta.

Nicholas negó.

—Eso no tiene que ver, no quiero que te pase nada y parece que tu ex perdió la cabeza —me dijo.

—Así parece...

—Vamos, te acompaño abajo.

Así lo hizo y yo no intenté convencerlo de lo contrario. Por una parte, me hacía sentir segura y, por otra, extrañaba estar con él. Sí, tenía que admitirlo.

No hablamos durante todo el camino e incluso cuando me acompañó en la parada del autobús, no cruzamos más de cinco palabras.

No sabía cuanto tiempo más podría mantener mi orgullo en esa situación.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top