Capítulo 21: Beso

—¿Qué pasa si ahora, por mi culpa, no se casan?

Nicholas me miró como si no pudiera creer lo que oía.

—¿Realmente te parece correcto que se casen? —preguntó—. Si yo fuera ella, no querría casarme con él y no porque le fuera infiel a su novia a los diecisiete, sino porque no me lo comentó y tuvo el descaro de presentarte a ti como una amiga... Quizás no le ha sido infiel, pero es un mentiroso.

—Pero... ¿y si la ama?

Recordé cuando Nathan me había dicho que la amaba y que no la lastimaría, y sentía que lo decía con sinceridad. El problema era que él jamás pensó que su pasado saldría a la luz y eso terminaría por lastimar a Diane.

—Si la amara, hubiera sido sincero por completo.

—Pero así podía perderla.

—Sí, pero es egoísta retener a alguien mediante mentiras. Eso no es amor, Caroline.

—Entiendo eso, pero...

—No me digas que así mismo lo justificaste cuando te engaño a ti porque...

Mi ceño se frunció de inmediato.

—Yo no lo justifiqué —dije con seguridad—. Y por más que aún lo amara, nunca se me ocurrió perdonarlo y volver con él porque no soy una idiota.

—Pues no me está quedando tan claro en esta conversación.

—No estás entendiendo el punto, Nicholas.

De pronto la puerta de la sala de reuniones se abrió y John entró junto a otros de los ingenieros que trabajaban en el proyecto.

Nicholas y yo nos quedamos en silencio, mientras ellos parecían estar discutiendo algunos asuntos eléctricos de una de las partes del edificio.

—Bien, esto tiene que estar a la hora, le prometí a mi esposa que llegaría temprano hoy —dijo quien sabía que era el ingeniero mecánico.

—Te tienen bien controlado, eh —le dijo John, tomando asiento en una de las sillas que rodeaban la mesa.

—Sí, bueno..., pero ya sabes, las mujeres son un mal necesario —entonces se giró a mirarme—. Sin ofender, Caroline.

Yo hice una expresión restándole importancia.

—Me sentiría más ofendida si fuera ustedes —dije—. Los hombres son un mal innecesario.

La mayoría rio por mi comentario.

Quizás, mi yo de veinticuatro se hubiera sentido ofendida con tal comentario, en especial porque no era yo contra uno, sino que era todo un grupo contra mí, pero con el tiempo había aprendido a lidiar con los hombres del rubro de la construcción.

Trabajando ahí, rodeada de hombres, no podía ser dulce y tierna, debía tener el suficiente carácter para hacerles creer que, si me fastidiaban, era capaz de castrarlos uno por uno.

—Innecesarios seremos, pero veo que aun así no puedes soltar a Nick —me dijo el ingeniero mecánico.

—¿Qué yo qué?

Todos comenzaron a reírse, lo que me dejó en claro que todos pensaban que algo pasaba entre Nicholas y yo.

—Un ingeniero civil estructural y una arquitecta... Es como el Romeo y Julieta de la construcción —bromeó John.

Incluso el único hombre de ese lugar por el que sentía algo de respeto me estaba molestando.

Miré a Nicholas como pidiéndole ayuda y él soltó un suspiro.

—El que no la suelta soy yo —dijo, provocando que mis mejillas se sonrojaran—. Aunque debo decir que no creo que funcione. A ella siguen sin gustarle las columnas.

—Son horribles, Nick —le dijo John—. Y si sabes hacer tu trabajo, entonces no las necesitas.

—Claro que sé hacer mi trabajo y, por eso, sé que se necesitan —siguió Nicholas.

Para mi suerte, el tema del amor imposible entre Nicholas y yo quedó a un lado y todos comenzaron a discutir sobre temas estructurales de los edificios.

No podía creer que Nicholas hubiera dicho tal estupidez de que él no me soltaba... nada pasaba entre nosotros, solo éramos compañeros que no congeniaban, pero que de alguna forma se divertían juntos. Dios, era muy extraño.

Desde mi primer trabajo como arquitecta en una empresa alemana me había dado cuenta de que los ingenieros civiles eran un dolor en el trasero. No importaba el diseño que hiciera el arquitecto, el ingeniero tenía que verle un error o una imposibilidad: "no alcanza el presupuesto", "necesita una columna aquí", "no se puede hacer esto en un desnivel", entre otras más.

Sí, definitivamente todos eran un fastidio, también lo era Nick, pero de alguna forma... de alguna forma me gustaba pasar tiempo con él más que con cualquier persona en Canadá.

«Oh, no, no, no...».

No me podía atraer un ingeniero civil estructural, era una traición a mis principios y a mi especie (la especie de los arquitectos).

—Voy a...

Al notar que ninguno estaba muy pendiente de mí, decidí no dar ninguna explicación y simplemente salir de la sala para ir a tomar aire.

—No, no puede ser —me dije a mi misma, comenzando a caminar dando vueltas por entre el terreno terroso—. Es un idiota, como todos los ingenieros...

—Es bueno saber que me rompí la espalda estudiando tantos años para que una compañera me llame "idiota".

Di un respingo al oír la voz de Nicholas a mis espaldas y, con lentitud, me giré para verlo.

—No es lo que... o sea...

—No te tomes en serio lo que dicen ellos —me interrumpió—. Solo les gusta molestar.

—Ah, sí, sí...

—Además, decir que somos como Romeo y Julieta me parece exagerado —siguió—. No veo porque una relación entre tú y yo sería algo imposible... lo de las columnas era una broma.

—Sí, bueno... espera, ¿qué? —pregunté, abriendo más los ojos—. ¿Tú y yo? ¿Una relación?

—Es una situación hipotética, Blanc.

—Ah, c-claro... porque tú a mí no me gustas —aclaré con nerviosismo.

Nicholas sonrió divertido y dio un paso hacía a mí para acortar un poco la distancia que nos separaba.

—¿No?

«No lo mires a los ojos, no lo mires a los ojos, no lo mires... ¡Corre!».

Correr no sonaba como una mala idea, pero tampoco quería parecer una desquiciada y, peor, una cobarde.

—No, me pareces un idiota.

—Olvídate de la parte en la que trabajamos juntos y yo critico todo lo que haces —me pidió—. ¿No te gusto ni un poco?

«Miente rápido».

—No sé...

«No, así no, imbécil».

—Digo, no. Ni un poco.

Nicholas tomó mi mentón con su mano izquierda y me obligó a mirar hacia arriba para verlo a los ojos y en el pánico, cerré mis ojos con fuerza.

Comencé a sentir su respiración cada vez más cerca y cuando ya estaba a punto de llevar a cabo mi plan de correr despavorida, sentí sus labios tocar los míos.

«Es un idiota, pero que suaves labios tiene».

La mano de Nicholas se movió hacia mi nuca y su mano de derecha la apoyó en mi cintura para atraerme más cerca de su cuerpo.

«Están en la obra, los pueden ver... Suéltalo. Ahora... Ahora... Ahora...».

Decidí hacerle caso a mi conciencia al sexto "ahora" y me separé de Nicholas, quien me quedó mirando como si esperara algo.

—Me tengo que ir. Adiós.

Sin esperar alguna palabra de su parte, lo rodeé y fui de vuelta a la sala de reuniones para tomar mis cosas.

—Me surgió un asunto —le dije a John.

—Tranquila, ve con cuidado —me dijo—. Nos vemos mañana.

Yo asentí y fui hacia la puerta. Al abrirla, me encontré de frente con Nicholas, quien no parecía nada feliz, de hecho, ni siquiera se molestó en despedirse o decirme algo, solo volvió a entrar en la sala.

Quizás me merecía eso.

[...]

Me podía merecer su indiferencia, pero me estaba fastidiando.

Nicholas llevaba ya más de una semana ignorándome y evitándome, y entendía que yo había sido algo estúpida con mis reacciones, pero tenía que ponerse de mi lado y entender que yo... bueno, no tenía idea de que me complicaba tanto, pero suponía que era una mezcla de cosas.

Primero, no me gustaban los romances en el trabajo, eso solo traía problemas. Segundo, éramos enemigos naturales. Tercero, tenía graves problemas de confianza aun y, a pesar de que también los estábamos hablando en mi terapia, aun no me sentía segura. Y por último hasta el momento, aún tenía planes de volver a Berlín y, por lo tanto, una relación con alguien en Canadá no podría durar.

Justo en ese momento, Nicholas entró en la sala de reuniones para dejar unos planos. Ni siquiera giró su cabeza para mirarme unos segundos, era como si no estuviera ahí para él.

—Wilson, podrías dejar de ser tan infantil y mirarme un momento —pedí, poniéndome de pie.

Nicholas se giró a verme y me sonrió burlescamente.

—Así que ahora eres valiente, Blanc.

—¿Vas a dejar de actuar como si no existiera?

—Preferiría seguir así —respondió.

Me levanté de la silla y me acerqué hacía él, molesta, para quedar frente a frente.

—No puedes ser tan infantil —le dije—. Hace diez días me besaste y ahora me ignoras deliberadamente...

Nicholas soltó una risa.

—¿Tienes contados los días? —cuestionó.

—Yo...

Sí, bueno, no se me había hecho tan fácil dejar de pensar en él y de revivir el momento una y otra vez antes de quedarme dormida.

—Blanc, no tienes ningún derecho a reclamarme nada porque fuiste tú la que huyo primero —me dijo.

—Sí, bueno, pero...

—Pero nada —me detuvo—. Simplemente será mejor que no convivamos más que para lo que sea necesario, ya sabes, como cuando tú y John estén aquí en la obra e intenten modificar algo de lo que yo dije que debíamos hacer.

—Nadie va a quitar tus tontas columnas, Nicholas —le aseguré—. Y si lo que quieres es poner distancia, entonces eso haremos.

—No esperaba menos de ti, Blanc.

Nicholas me dio una sonrisa bastante cínica y salió por la puerta de la sala para ir de nuevo a vigilar el desarrollo de la obra.

¿Qué tan difícil podría ser mantener nuestra relación lo más profesional posible?

[...]

Llegué a mi departamento unas horas después del almuerzo. Ese día había estado solo yo en la obra, de los arquitectos, obviamente; pero parecía que todo estaba bastante bajo control.

Ya estaban comenzando a llenar los moldes de las columnas del edificio, las cuales consistían en concreto reforzado con barras de acero dentro, las que ayudaban a darles una mayor resistencia. Por su puesto, estas serían el principal problema entre los arquitectos y los ingenieros, lo que, como consecuencia, le causaría problemas al contratista y los albañiles. No había peor parte de la obra que cuando teníamos desacuerdos con la construcción.

Por eso y para que los ingenieros no intentaran cambiar de planes, nos estábamos asegurando de que al menos uno de los arquitectos estuviera en la obra unas horas. Por su lado, los ingenieros civiles estaban haciendo lo mismo, pero, para mi suerte, yo no había tenido el agrado de encontrarme con ninguno de los dos que eran parte del equipo.

Cuando estaba metiendo las llaves en la cerradura, pude oír unos gritos que provenían del departamento de enfrente.

Ya había pasado bastante tiempo desde que yo había hablado con Diane y cuando pensé que Nate se atrevería a reclamarme algo, no lo había hecho. Ahora, tampoco tenía idea de lo que había pasado. ¿Se habían tomado un tiempo? ¿Se iban a separar? ¿Se iban a casar igual?

No sabía si era buena o mala suerte no haberme topado con ninguno de los dos en ese tiempo. Podía ser buena porque me evitaba problemas, pero mala porque no podía saber el desenlace de la historia.

Me quedé un momento más en el pasillo intentando oír algo, pero las voces se acallaron. Ni siquiera pude saber si eran ellos dos discutiendo o si había alguien más.

Justo en el momento en que cerré mi puerta pude escuchar como salían personas al pasillo desde el departamento de enfrente.

—Ya te lo dije, papá, no me voy a casar con él —oí decir a Diane—. No me importa lo que hemos gastado hasta ahora. Intentaré que me devuelvan lo más posible y lo demás será lo que tendré que pagar por ser una idiota.

—Todo esto se solucionaría más fácil si...

—No, papá.

—Diane, creo que estás exagerando.

—Por favor, ya déjame sola —pidió Diane—. Necesito descansar.

En resumen, ya no había boda y todo gracias a mis impulsos de venganza y egoísmo.

«El mundo no gira alrededor tuyo, Caroline, el gran culpable de todo esto fue Nate y su capacidad para omitir información a sus parejas».

Sí, pensándolo mejor, mi conciencia tenía razón.

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