Capítulo 19: Malos Invitados
Estaba en el baño del departamento de Nicholas, lavándome las manos, mientras me miraba en el espejo. Cada vez sentía que se me marcaban más las arrugas de los ojos y eso que aún no cumplía los treinta.
Yo no me consideraba alguien superficial, pero era difícil no preocuparte de ciertas cosas, en especial cuando veías en la televisión o en internet esos comerciales de productos de belleza como las cremas antiarrugas.
Cuando salí del baño, fui a tomar mi bolso que había dejado colgado en una de las sillas del comedor y cuando noté que Nicholas no estaba por ahí, decidí hablar:
—¡Ya me voy!
En el momento en que me crucé el bolso, Nicholas salió del que sabía que era su cuarto y caminó por el pasillo.
—Te voy a dejar —me dijo, yendo por las llaves del auto que estaban en el colgador de llaves pegado junto a la puerta.
—No, no es necesario.
—Es tarde, Blanc, no te voy a dejar ir sola —me dijo—. No me cuesta nada llevarte.
—Pero queda lejos...
—Con mayor razón.
La verdad era que no quedaba tan lejos, pero esperaba que eso lo convenciera de que no era una buena idea. Claro, debí considerar que Nicholas, dentro de todo, era un hombre decente y caballeroso, el que mi destino estuviera lejos, solo le daría razones para insistir.
—En realidad, no queda lejos, así que...
—Caroline Blanc, ¿hay alguna razón por la que no quieres que te lleve?
Yo apreté los labios un momento.
—¿Mis padres? —dije, algo insegura—. No quiero que te vean...
—¿Y eso por qué? No somos novios o algo así, solo somos compañeros.
—Ajá, sí —dije—. ¿Y cómo les explicó a mis padres que mi compañero me está llevando un sábado?
—No sé, tendrás que averiguarlo en el camino porque no te voy a dejar ir sola —me respondió.
Nicholas abrió la puerta y salió del departamento, sin dejarme más opción que seguirlo. En momentos como ese me hubiera gustado que Nicholas fuera esa clase de hombre que porque existía el feminismo pensaba que ya no tenía que ser atento con una mujer.
[...]
—Déjame aquí —pedí, comenzando a encogerme en el asiento para que nadie me viera a través de la ventanilla.
—Te dejaré frente a tu casa y te veré entrar a tu casa sana y salva, entonces me iré.
—Nicholas, estamos a unos metros —le dije—. Nada me va a pasar.
Hizo caso omiso a mis argumentos y siguió avanzando hasta llegar a la dirección que le decía el mapa. En ese momento me di cuenta de que pude darle una dirección de algún vecino, aunque se quedaría esperando a que entrara y no estaba tan desquiciada como para entrar a la casa de un vecino y allanar propiedad privada solo para evitar que mis padres lo vieran.
Una vez que se detuvo, levanté la cabeza un poco para ver por la ventana. Las luces de la sala estaban encendidas, por lo que asuste un poco. Si alguien se asomaba por la ventana, cavaria mi tumba.
«Casi una treintañera y tienes que estar escondiéndote de tus padres, que patética», me dijo mi conciencia.
No hubiera tenido que tomar esas medidas si mi madre no hubiera sido una desquiciada controladora.
—Okey, adiós.
Sin detenerme a pensar, me bajé del auto y cerré la puerta para ponerme en marcha a la entrada de la casa.
Todo parecía ir bien hasta que oí la voz de Nicholas.
—¡Caroline, tu bolso!
Justo cuando menos me convenia se le ocurría llamarme por mi nombre.
Me giré para devolverme, mientras Nicholas también caminaba hacia mí con mi bolso en su mano.
—Gracias, buen viaje —le dije, arrebatándole el bolso.
—Caroline —oí la voz de mi madre a mis espaldas.
«Por un demonio».
Cuando creía que Nicholas ya no era tan insoportable, entonces venía algo que lo arruinaba todo y estaba segura de que eso empeoraría.
[...]
—Así que compañero de trabajo —dijo mi madre, obviamente incrédula.
Ambos asentimos. Estábamos sentados en uno de los sofás de la casa, mientras mamá, papá, mis hermanos y cuñada estaban en los otros. Justo ese día tenía que haber reunión familiar completa.
—Bueno, dime que...
El timbre sonó, interrumpiendo a mamá y dándonos algo de tiempo.
—Ah, nuestros invitados.
Mamá corrió a la puerta y yo miré a los demás con curiosidad.
Mi papá modulo algo con la boca y quise creer que no había leído bien sus labios y que no había dicho "Campbell" porque los únicos seres cercanos a nosotros con ese apellido eran Nate y su familia.
Entonces, mamá apareció con precisamente Nate y sus padres detrás.
—Caroline —me dijo mamá—. ¿No vas a saludar a tu mejor amigo de toda la vida?
No sabía si mamá había logrado notar la tensión de mi rostro, pero si no lo había hecho, era pésima leyendo expresiones. Estaba segura de que mi cara indicaba la más pura incomodidad.
Me levanté del sofá sintiendo que el cuerpo me pesaba más de lo normal y sin pensarlo demasiado fui a abrazar a Nate, como si me alegrara de verlo. No me quedaba de otra que disimular frente a todos, ya que el único presente que conocía mis sentimientos de desprecio y rencor hacía Nathan, era Nicholas.
—Que gusto verte.
—Igualmente —respondió él, siguiéndome el juego.
Luego de que todos los conocidos nos saludáramos, mamá decidió que era buena idea presentar a Nicholas.
—Ah, sí, lo conozco —dijo Nate—. Es la nueva pareja de Caroline, ¿no?
Entonces mi odio hacia Nathan creció un diez por ciento. Ya iba como en cuatrocientos treinta si no contaba mal.
Mi mamá me miró como si se sintiera ofendida por mi "mentira" anterior.
—No, es que creo que Nate...
—¿Así que compañero de trabajo?
—Sí, es eso, él trabaja en la empresa conmigo.
—Sí, es verdad —me apoyó Nicholas—. Yo soy ingeniero civil estructural en la empresa.
Toda mi familia me miró extrañada.
—¿Un ingeniero civil? —preguntó mi hermano—. ¿No dices que son tus enemigos naturales y todos son idiotas?
Nicholas me miró con fastidio.
—La primera parte es verdad, la segunda creo que es una generalización —se defendió Nicholas.
—Sí, por eso creo que aquí todo se ha malentendido —dije yo—. No somos pareja, somos compañeros de trabajo y desde que nos conocimos solo tenemos problemas porque él quiere ponerle columnas a todo y...
—Y tú quieres que yo haga magia y levante un edificio imposible.
—Pero bonito.
—Sí, pero se caerá.
—¿Te suena el nombre de Zaha Hadid?
—¿Te suena que no tenemos el presupuesto para conseguir parar esa clase de edificios?
—Serán la peor pareja que exista —dijo mi madre—. Y no es hora de trabajo, así que dejen esas cosas de lado y pasemos a la mesa.
—¿Pasemos?
—Sí, le pondré un plato a Nicholas.
—Pero somos muchos, n-no hay tanto espacio —dije.
—Ah, sí, tu papá compro una nueva mesa que se expande, ¿no te parece increíble? Siempre quise una como esa.
Entonces mi exsuegra comenzó a hablar con mi mamá de lo geniales que eran las mesas expandibles y sí, no lo negaba, pero en ese momento no me convenia, ni me interesaba.
—No creo que hagan una mala pareja —me dijo Nate, una vez que toda mi familia se había ido al comedor.
Ya solo quedamos Nicholas, él y yo en la sala.
—Nadie pidió tu opinión —le dije—. De hecho, no entiendo que haces aquí.
—Tú mamá nos invitó y yo...
—Nate, no me gusta esto —le dije con sinceridad—. Ya tengo suficiente con que seamos vecinos, no quiero tenerte en casa de mis padres como si nada malo hubiera pasado entre los dos.
—Line, eso pasó hace años y entiendo que aun te moleste, pero fuimos buenos amigos y...
—Exacto, lo fuimos. Tiempo pasado —dije.
—No entiendo que pasa ahora —dijo, algo extrañado—. Antes de irte estábamos bien. Dijiste que me habías perdonado y entendía que quizás no quisieras mantener nuestra relación amistosa estando tan lejos, pero no creí que te molestara mi simple existencia...
—Sí, Nathan, me molesta. Y si te dije que te había perdonado fue porque no quería hacer un escándalo de eso y que todo el mundo se enterara de que yo era una idiota —le dije.
—Lo entiendo, Line, pero ya pasó tiempo y es hora de que sigamos adelante —siguió Nate—. Nuestras familias son amigas, somos vecinos y compartimos circulo social.
¿Circulo social? No, yo ya no me relacionaba, ni me interesaba relacionarme con los amigos que compartía con Nate porque sabía que aun después de que supieran lo que había pasado, estaban con él y ni siquiera parecían juzgarlo, por el contrario, a mí me juzgaban. Por eso, yo ni siquiera me había molestado en mantener contacto con esas personas.
—¿En serio me estás pidiendo que ignore el hecho de que me estuviste siendo infiel por tres meses sin importarte nuestra relación y mis sentimientos?
—Blanc... —oí que masculló Nicholas a mi lado. Por un momento había olvidado que seguía ahí.
Entonces, me di cuenta de que no era el único que estaba en la sala.
—¿Qué? —preguntó mi madre.
«Mierda, mierda, mierda...».
Nate se giró, asustado, a ver a mi madre.
—Caroline Blanc, explícame de inmediato que está pasando aquí —dijo como una exigencia.
Eso sí que sería malo.
[...]
—¡No entiendo por qué pareciera que me culpas a mí si yo no fui la infiel! ¡Tu querido Nate me estuvo engañando por tres meses sin importarle nada! ¡Me miraba a los ojos y me seguía diciendo te amo como si nada!
—¡No puedo creer que te fueras a Alemania por esa estupidez, Caroline! ¡Eres tan inconsecuente e inmadura! —me gritó, furiosa—. ¡Y tuviste la cara para mentirme a mí y a tu padre!
—¡Tenía como dieciocho años, mamá! —dije, muy molesta—. ¡Obviamente era inmadura, pero no me arrepiento de nada, todo lo contrario, desearía nunca haber vuelto a Canadá! ¡Y apenas pueda, me voy a devolver!
Dicho eso, fui hacía la puerta principal y salí de la casa. No pensaba cenar con ellos nunca más y como lo sentía por mi padre.
Estaba caminando hacía la acerca, cuando alguien me tocó el hombre.
—Caroline —me llamó Nicholas, haciendo que me volteara a verlo—. Te voy a llevar a tu casa.
—No, yo quiero...
—Caroline, sube al auto.
De alguna forma, había sonado algo autoritario, pero al mismo tiempo preocupado.
El problema ahora era que tenía un nudo en la garganta y no sabía cuánto podría aguantar las lágrimas. Yo, por supuesto, no me sentía cómoda llorando en público, aunque fuera frente a una sola persona.
Decidí subir solo porque no quería discutir con él y porque temía que alguien de mi familia fuera a buscarme y me pudiera alcanzar.
Una vez que subimos, Nicholas se puso en marcha.
Fuimos en silencio durante todo el camino, hasta que nos detuvimos frente a mi edificio.
—Sí, tu mamá no es la mejor madre del mundo, pero...
—No sigas... —pedí, apenas audible. Estaba a punto de explotar.
—Pero no por eso te vas a ir de nuevo.
—Nicholas, mi hogar no está aquí, ya te lo he explicado —le dije, con la voz temblando—. Nate arruinó mi vida en Toronto y lo sigue haciendo... incluso mi mamá cree que exageré. Mis propios amigos lo excusaron diciéndome que yo era demasiado fría y desapegada con él como si eso pudiera justificar una infidelidad... ¿Y si todos tienen razón? ¿Y si Nate no es tan malo como lo pinto?
—¿Estás loca? Ese idiota te fue infiel más de una vez, no importa que fuera un adolescente, ni que tu fueras fría o exagerada —me apoyó—. Confiaste en él, fue tu mejor amigo y tu novio... y por su culpa perdiste muchas cosas. Además, tu decisión de irte te ayudó a crecer y a ser la grandiosa y exitosa mujer que eres hoy. Estoy seguro de que fue la mejor decisión que pudiste tomar en ese momento.
Solté una risa amarga y desganada.
—No soy exitosa, ni grandiosa.
—Caroline, eres una persona que trabaja haciendo lo que ama, ha conocido casi un continente entero y...
—Y estoy sola —terminé—. Hay una brecha con mi familia, no tengo pareja, ni amigos verdaderos, ni siquiera una mascota... y me voy a morir así.
Entonces exploté. Me agaché un poco y metí mi rostro entre mis manos para cubrir mis lágrimas, apoyando mis codos en mis piernas, pero no pude evitar soltar sollozos.
Sentí como Nicholas posaba su mano en mi espalda y me daba pequeñas caricias.
—Bueno, si te sirve de algo, aunque sea un poco, me tienes a mí —me dijo, a un volumen bastante bajo.
Decidí no responder nada a eso porque tampoco sabía qué responder. En parte, sabía que lo decía como consuelo porque no había otra persona en mi vida que realmente sirviera.
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