El padre de Yoyo ya había terminado de curar a Andrea y le había pedido que le hiciera una descripción de sus padres, esta se había negado.

- Lo siento señor pero... No me veo capaz, por lo menos ahora no...

- Eh, lo entiendo pero lo único que quiero es ayudarte. Cuando estés lista se lo dices a Yoyo y hablaré contigo - dijo mientras le ponía la mano en el hombro -. Pero lo que sí me gustaría es que me dijeras alguna de las cosas que te ha hecho, para saber a quienes nos enfrentamos.

La cara de Andrea volvió a oscurecerse, no le gustaba hablar de lo que le habían hecho.

Mientras sus amigas estaban sentadas en la acera, Yoyo estaba nerviosa y feliz, había conseguido ayudar a su amiga.

- Verá, un día que quedé con su hija se enfadaron mucho. Me pegaron una torta y una patada en la barriga. Otro día mis padres estaban borrachos, suelen estarlo con mucha frecuencia, me encerraron en mi habitación sin comer durante un fin de semana... Esas son algunas de las muchas cosas que hacen, perdón por robarle su tiempo... - Andrea estaba avergonzada de no haberlo contado antes, nunca se había atrevido.

El padre de Yoyo le dió las gracias y se dirigió a su hija.

- Muchas gracias, has salvado una vida.

Yoyo se puso colorada, solo se había asustado y había reaccionado como mejor había pensado...

- Papá, ¿se puede quedar a dormir hoy en casa?

- Puede y debe, ya no volverá a pisar esa casa hasta que se decida a contarnos la descripción de sus padres - luego se dirigió a Andrea que seguía sentada en el capo del coche -, ¿te importa dormir en casa de Yoyo?

- Para nada, tengo todo lo necesario... Siempre suelo tenerlo en la mochila.

Andrea estaba contenta y tenía miedo. No tendría que ir a su casa, tenía miedo de ir; pero a su vez tenía miedo de que sus padres se presentarán en la casa de su amiga o que se topara con ellos por la calle.

- Bien - dijo el padre de Yoyo a su hija -, ¿hay algo más que queráis contarme?

A Yoyo se le encendió una bombilla en el cerebro, debía contarle su deseo.