15. Llamada a Rosse

El padre de Yoyo había terminado de pedirle declaraciones a Andrea y le dijo que, una vez que terminasen de "devolver las constelaciones" (aunque, después de ver cómo la piedra se fundía y las heridas de Andrea desaparecían, empezaba a creer las palabras de su hija y de sus amigas) podría — es más, debía — dormir en la casa de Yoyo. Andrea aceptó al instante.

Las chicas, mientras tanto, seguían mirando el cielo maravilladas, ya solo quedaban pocas constelaciones por devolver al maravilloso cielo de aquella mágica noche.

— Bueno chicas, antes de que todo este lío pasará, yo estaba a punto de llamar a mi abuela...

— Pero... ¿No creéis que se asustará un poco si la llamas a estás horas de la noche?

— No te preocupes, el otro día me llamó a mi a las cinco de la mañana para preguntarme qué tal llevaba el examen que teníamos ese día en el instituto....

Todas se rieron por el comentario de Zoe, ya tenían ganas de conocer a su abuela.

— Bueno, pues entonces, adelante...

— A la orden señora Fiona... — dijo Cloe mientras imitaba a un soldado y todas se reían. Después, marcó el número de su abuela.

— Hola, cielo.

— Hola, abu.

— ¿Qué tal tesoro? ¿Has visto la lluvia de estrellas? Yo la he visto desde la televisión, pero ahora no soy capaz de poner mi serie turca, ¿Me ayudas?

— Claro, abu, tienes que darle al botón izquierdo y luego al círculo grande.

— Ahh, vale, gracias mi amor... ¿Por qué me has llamado, por cierto?

— Ah, bueno, es que he estado pensando que... Zoe y yo somos muy parecidas y... Hay veces en las que te confundes y bueno...

— Ay mi vida, era eso... Lo siento mucho cielo, no sabía que te daba coraje, es que esta vieja cabeza mía... ¿Sabes que podemos hacer?

— ¿Qué?

— Os voy a hacer una pulsera a cada una y así, cuando vea la de cada una, sabré quién es... ¿Qué te parece?

— Me parece genial, abu...

— Bueno, pues mientras veo mi serie, empiezo a haceroslas, así ya tenéis excusa para venir mañana a verme.

— Jaja, me parece genial... Mañana nos vemos abu, te quiero mucho...

— Y yo a tí cielo, hasta mañana.

Cloe miró a sus amigas y, antes de poner decir nada, las manos de las chicas empezaron a brillar y, ambas se separaron, dejaron de ser siameses.

— ¡Toma! — grito Zoe.

— ¿Qué te ha dicho tú abuela? — preguntó Nora.

— Pues que, para poder diferenciarnos, nos va a hacer una pulsera a cada una y, cuando la vea, sabrá quién es.

Las chicas se rieron cuando Cloe les comentó que las haría mientras veía su serie turca y que, me tuvo que explicar cómo ponerla.

— Bueno chicas... Solo quedamos Nora, Fiona y yo, ¡Qué bien vamos!

Todas se rieron mientras cada chica observaba a sus contelaciones en el cielo, cada una sonreía a la que había sido su portadora. Las tres que faltaban miraban los espacios en el brillante cielo y sonreían, impacientes por devolverlas a su lugar.

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