Cómo hacer una descripción que no mate de aburrimiento a tus lectores

Primero veamos los tipos de descripción:

Descripción estática.

Detienes el avance de la narración para describir. Significa pararlo todo para observar el entorno y contar lo que percibe el personaje.

Te ponemos un ejemplo y después comparamos con otros tipos de descripción:

«Se dirigió a la ventana, la entreabrió y encendió su cigarrillo. Contempló el paisaje: los rosales estaban en flor y el césped recién regado era de un verde intenso, como una esmeralda refulgiendo al sol. Más allá de la tapia, la ciudad se veía a la perfección desde aquella atalaya privilegiada. A lo lejos se podía ver el mar. Era un día caluroso de verano y se imaginó la playa llena de gente, disfrutando de sus vacaciones. Miramar siempre había sido observada desde abajo, por la gente común, como un castillo de fantasía donde los ricos les contemplaban con desdén. No les faltaba algo de razón, pensó mientras aspiraba el humo y notaba el áspero picor del tabaco negro en la garganta».

Aunque el avance de la historia se ha detenido, el narrador ofrece detalles que ayudan a penetrar en la ficción, utilizando elementos sensoriales que sumerjen al lector en la escena descrita.

Es el método clásico que menos te recomiendo emplear pero que no debes descartar, ni mucho menos. Al final del post te diré cuándo conviene introducir este tipo de descripción en su justa medida.

Descripción dinámica.

Describes a los personajes a medida que interactúan con el entorno. Te lo mostramos con otro ejemplo:

Aparcó el coche unas manzanas más abajo y subió la leve cuesta hasta llegar a la casa. Le abrieron enseguida y cruzó el jardín, cuidándose de no pisar el césped recién regado. El jardinero, que estaba cortando rosas, le saludó con la cabeza al verle. Al hacerlo se quitó la gorra y pudo ver su reluciente calva. Se secó el sudor con la misma gorra, siguiéndole con la mirada. Cuando llegó a la puerta principal, el hombre regresó a su trabajo con unos movimientos pausados y metódicos».

Al mismo tiempo que la historia avanza, el narrador ha dado detalles del entorno y ha descrito a otro personaje. De esta manera, puedes dar tantos detalles como te parezca sin necesidad de detener la acción.

Descripción integrada.

Los detalles que describes no solo no detienen la historia: también ayudan a que la acción avance...

«El jardinero se quitó la gorra al saludarle y pudo ver su reluciente calva. Le miró con esos ojos azules e inexpresivos que le ponían el vello de punta. En el interrogatorio no se había mostrado muy colaborador, con su parquedad de palabras y su desdén por la autoridad. Tras unos segundos, se secó el sudor con la misma gorra y le dio la espalda, volviendo a su trabajo con esos movimientos pausados, metódicos. Entonces, cayó en la cuenta: su constitución fornida, la frialdad de su mirada, la calma calculada con la que hacía todo, le convertían en sospechoso, no en un simple testigo».

Es decir, la descripción ayuda a despertar una sospecha, al mismo tiempo que da información del entorno y los personajes. De esta manera economizas recursos, aportando más información en menos espacio. El relato gana dinamismo ¿verdad?

Entonces,

¿Cómo hacer una descripción dinámica e integrada?

Lo ideal es que una descripción sea completa, que ofrezca el mayor número posible de detalles y elementos sensoriales, al mismo tiempo que ayude al avance de la historia.

Ejemplo:

«Hacía un calor de mil demonios y el sudor le pegaba la camisa a la espalda. Aparcó el coche unas manzanas más abajo. Subió, resollando, la leve cuesta que conducía hasta el palacete de Miramar. Iba a conocer por dentro la atalaya de los poderosos locales, el lugar desde donde los ricos observaban a los de abajo. No le hacía ninguna gracia aquella visita. Maldijo su mala suerte y se imaginó en la playa disfrutando ya de sus vacaciones. Tosió un par de veces antes de llamar al timbre y escupió. Notó el áspero picor del tabaco en su garganta. El zumbido del portero automático le sobresaltó un poco. Era extraño que abrieran sin preguntarle nada. Levantó la mirada y vio una discreta cámara de vigilancia incrustada en la tapia.

Cruzó el jardín, cuidándose de no pisar el césped. Sentía la humedad en la cara, olía a tierra recién mojada. El jardinero, que estaba cortando unas rosas de un rojo tan intenso que casi dolía a la vista, le saludó con la cabeza. Al hacerlo se quitó la gorra y pudo ver su calva refulgiendo al sol. Le miró con esos ojos grises e impenetrables y un escalofrío le recorrió la espalda. Recordó el interrogatorio como una sucesión de "sí, no, no lo vi, no me acuerdo" con su voz grave y profunda. Siempre con esa mirada de acero bien templado.

Tras unos segundos, el jardinero se secó el sudor con la misma gorra y le dio la espalda, volviendo a su trabajo con unos movimientos lentos, calculados y seguros, como de elefante viejo. Entonces, cayó en la cuenta: su constitución fornida, la frialdad de su mirada, la calma calculada con la que hacía todo... encajaba con el informe del forense. Se fijó un par de segundos más en él. Un monótono «chac chac» de las tijeras de podar cortaba el silencio de aquella hora primera de la tarde. El jardinero había dejado de ser un simple testigo».

De esta manera, puedes deducir que SIEMPRE es necesario estar describiendo, no hace falta que detengas la acción para hacerlo: cualquier excusa es buena para ir dando información del entorno y las sensaciones más inmediatas.

Algunas conclusiones

Aprovecha cualquier ocasión para dar información valiosa sobre el mundo que pretendes transmitir al lector y aprovecha los detalles para apoyar el avance de la historia, sin detener la acción.

En ciertos momentos te puede interesar hacer una descripción estática. Como por ejemplo después de un episodio de mucha tensión o una escena trepidante, para dar la sensación al lector de parar y «tomar aire». O cuando un personaje se enamora a primera vista de otro: parando la descripción puedes transmitir mejor que, desde su perspectiva, es como si el tiempo se detuviera.

¡Esperamos que te haya servido el artículo!

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