¿Qué es el humor?


¿Qué es el humor? ¿Quién lo tiene? ¿Se puede aprender?

Para contestar estas preguntas vamos a comenzar por analizar el concepto Humor. ¿Qué es exactamente?

Se define así al tipo de expresión que exalta el lado cómico o risueño de las situaciones. Es un modo de presentar la realidad, buscando el ridículo o lo gracioso de cada circunstancia, de las vivencias y de lo que se nos presenta a diario en nuestra vida.

Su uso deriva tanto en una forma de entretenimiento como en una de las muchas maneras que existen de comunicación y que intenta aliviar las cargas propias de la existencia, a fin de volverla algo más amena.

Existen varios tipos de humor, adaptados a diferentes sensibilidades y grupos humanos. Por ejemplo, los niños suelen reírse más de las caídas y los tropiezos porque aún no comprenden la sutileza de la sátira o de la ironía, que es algo de lo que sí pueden reírse los adultos y que puede utilizarse para distender a un anciano, a un enfermo, o simplemente, para hacer reír a un auditorio ávido de una cucharada de felicidad instantánea.

El uso del humor como forma de comunicación, está asociado al cariño y a la empatía. A esta forma, podremos llamarla «humor blanco». Ya nos ocuparemos de los tipos de humor en otras entradas.

Mientras tanto, podemos considerar que la alegría y los chistes desempeñan una función catártica parecida a la de las lágrimas, aunque el humor difiere del llanto porque mientras que este se identifica con el soporte que lo ocasiona, el humor toma distancia de él. ¿Qué significa esto?  Que el humor separa al dolor, lo desprecia, lo aleja. Mientras que el llanto se lo apropia, lo acapara, se compadece de él.

¿Quiénes tienen humor?

El término humor se origina con la teoría de los cuatro humores del cuerpo de la medicina griega, cuyo equilibrio regula el estado de ánimo: la bilis, la flema, la sangre y la llamada bilis negra. A su vez, estos eran asociados con los cuatro elementos de la naturaleza; agua, fuego, aire y tierra. De esta relación se establecía que cuando alguien estaba de buen humor, significaba que se encontraba en perfecto estado de salud. Lo cual tiene mucho de cierto, ya que está comprobado médicamente que la risa disminuye el estrés, incrementa la producción de anticuerpos y activa ciertas células protectoras, entre muchos otros beneficios para nuestro buen estado de salud física y mental.

Por esto concluimos que el humor es inherente al ser humano. Nacemos con él. Un bebé sano ríe. Un niño sano (entendiendo por esto no solo al buen estado de su organismo sino al entorno) también ríe cuando juega, cuando hace alguna travesura o incluso, cuando inventa historias.

Un adulto con buena predisposición para las tareas diarias, también se ríe a menudo de las eventualidades con las que se cruza en su día a día.

Quien tiene la capacidad de reírse de sí mismo, sin desvalorizar su propia esencia es alguien que puede ser considerado portador de buen humor.

¿Se puede aprender?

El humor es una actitud frente a la vida. Tenerlo, trabajarlo, mantenerlo, nos permite apartar un poco las preocupaciones y los problemas.

Y por supuesto que se puede aprender. Solo hay que estar dispuesto. Aunque, más importante aún, es aprehenderlo. Esto es, incorporarlo en nuestro sistema como una forma más de expresión, como se incorpora un nuevo idioma, un nuevo lenguaje o un hábito.

¿Y cómo lo hacemos?

En principio, queriendo. Una persona propensa al mal humor, a la crítica constante, a la visión negativa de las cosas, tiene que querer adoptar la risa como algo cotidiano y seguramente le costará un poco más de esfuerzo que a aquel que, aunque sea a veces, logra ver el medio vaso lleno de las cosas.

Aprender a reír no es tan fácil como parece.

Cuando sentimos que el entorno nos es hostil, cuando perdemos un ser querido, no logramos aprobar una materia o no encontramos trabajo, la risa cuesta. Por eso, amigos, hay que ejercitarla.

Y para ello, qué mejor que comenzar por el principio, por las cosas pequeñas, por lo más cercano que tenemos: nosotros mismos.

Ya lo dijimos anteriormente, quien no sabe reírse de sí mismo, o no posee empatía hacia los demás, no es alguien con buen humor y al tratar de expresarse con gracia, puede caer en la burla, en lo soez, en la denigración del otro. Y eso no es sano.

Lo primero es aprender a reírnos de nosotros mismos, siempre con el respeto que nos merecemos, por supuesto.

¿Estás dispuesta/o?

¿No tenés nada de humor? ¿Te considerás absolutamente malhumorada/o? ¿Tenés ganas de aprehender el humor?

Comencemos por un ejercicio muy sencillo. Colocate frente a un espejo. Sola/o, sin nadie que enturbie tu momento, sin celular, sin selfies. Solos vos y el espejo.  Mirate bien y poné caras raras. Las más locas que se te ocurran. Atate el pelo de diferentes formas, sacate la lengua, torcé los ojos. Tal vez no te rías a carcajadas en un primer momento,  pero seguro te saldrá una sonrisa. Y si no es así, no te preocupes, intentalo cada día. En algún punto, algo hará «click»  y te vas a reír.

Tal vez cuando ni siquiera lo pienses, cuando estés concentrada/o en otra cosa te  vas a acordar de esas caras que ponías frente al espejo y te vas a reír. Con que solo sonrías habrás dado el primer paso a una nueva forma de comunicación que seguramente te acercará a muchas buenas personas. Porque el humor atrae, asocia, empatiza y vincula.





Ejercicio:

Nos gustaría saber si hiciste el ejercicio del espejo o si pensás que no lo necesitás. Si lo hiciste, ¿cómo te salió? ¿te reíste?

¿Podrías contarnos alguna anécdota graciosa que hayas vivido, en no más de 50 palabras? Puedes dejarla en la caja de comentarios. Intenta que no sea una burla hacia otra persona, sino de algo que te haya pasado a tí misma/o.

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