Los límites del humor

Límites del humor. Lo políticamente correcto.

Tú sientes cuando puedes decir algo, pero también cuando has metido la pata, incluso antes de terminar la frase.

La comedia es un arte porque tiene esos límites, no todo vale.

Desde la antigua Grecia, eran los bufones los encargados de entretener a la corte contando cuentos, anécdotas y diciendo todo tipo de cosas, muchas de las cuales, nadie se atrevía a decir en voz alta porque se referían a los problemas, debilidades y secretismos de los poderosos, gente de de alta estirpe y nobles.

Armados solo con su ingenio, fueron de los pocos capaces de desvelar, por ejemplo, que el rey iba desnudo o sugerir ciertos deslices de alcoba y salir indemnes, en algunas ocasiones.

¿Qué tiene el humor que permite que se pueda hablar de ciertos temas sin que cause problemas? Primero, que es ficción. Y la ficción está ahí para que podamos enfrentarnos a distintas situaciones en un contexto imaginario.

El humor es el espejo que deforma la realidad para comprenderla desde una perspectiva absurda y entretenida, porque a veces la realidad es demasiado dura para afrontarla seriamente. Mark Twain decía que el secreto del humor no era la alegría, sino el dolor. Freud decía que el humor sólo es bueno cuando nos permite construir un relato sorprendente y liberador de nuestros traumas individuales y colectivos. Esta catarsis es la que se da en el humor negro, ya sea en chistes sobre terrorismo o sobre el holocausto. No se trata de hacer burla de estos hechos, sino de la liberación que provoca la risa ante semejantes acontecimientos.

¿Tiene límites el humor, o es una entidad que con su potestad liberadora puede hacer lo que se le da la gana?

Bueno, en parte sí, puede. Pero hay que tener siempre en cuenta el contexto, para no caer en la humillación del otro o en la burla.

Cualquier tipo de humor es un pacto tácito entre cómico y oyente. No se deben contar chistes racistas a un racista, porque entonces no son chistes, es burla. El humor es un juego entre dos partes y, aunque una tercera no logre entenderlo o no lo comparta, ambos participantes deben obtener placer. Si a uno no le provoca placer, deja de ser broma.

Algo que solemos olvidar del humor es que nadie nos obliga a escucharlo, o verlo, o leerlo; si no te gusta puedes ignorarlo que nadie va a ir detrás tuyo a ponerte en un sillón al estilo La Naranja Mecánica a leer After unas mil veces. El buen humorista es el que practica este ejercicio con tacto y es capaz de adecuar sus chistes a cada momento y lugar.

El humor negro es cruel; pero es que este tipo sólo puede ser cruel, porque es su forma de ser, su esencia. Hay otros tipos de humor que no son crueles, pero no son humor negro.

Por otro lado, el humor debe enfocarse hacia arriba, hacia el poder, para desmitificarlo y humanizarlo. La parodia del débil nunca es cómica. Si va hacia abajo, hacia el débil, es abuso, es convertirse en un simple matón de escuela.

El humor absurdo, por su parte, para ser cómico, debe crear un relato sorprendente y liberador de nuestros traumas, individuales y colectivos.

Pero siempre, lo importante es el contexto.

Si no tenemos contexto, el pacto tácito entre cómico y oyente desaparece y el mensaje se malinterpreta.

Por eso son tan peligrosas las redes sociales. No es lo mismo una actuación en directo que una conversación privada o un tuit. El contexto es, pues, una palabra clave en el territorio de la comedia o lo gracioso, que se ampara en el vínculo que se crea con el público. El mismo chiste hecho en circunstancias diferentes puede pasar de hacer gracia a ser desagradable. En una serie, en una película o en un espectáculo teatral, el espectador hizo un esfuerzo por acudir y sabe qué va a ver, es decir, se hizo previamente, un pacto tácito.

Mientras que hacer un par de clics desde tu casa, te hace llegar a chistes descontextualizados que no entiendes y que muchos prefieren obviar porque no hubo con ellos un acuerdo tácito. Aparecen en la pantalla sin permiso. Pero las redes son así ¿verdad?

En esta época de comunicación global instantánea debemos tener mucho cuidado porque: ¿dónde están los límites? ¿En el buen gusto? ¿Qué es buen gusto? ¿Es tu buen gusto igual al mío? ¿O al de la persona que tienes al lado? ¿Tenemos el mismo gusto que hace cinco años? ¿O diez? ¿Cómo medimos la ofensa? ¿Hay un ofensómetro oficial en algún lado? ¿Cómo podemos trabajar los humoristas con fronteras tan volubles? ¿Y podemos traspasar esas fronteras? Ricky Gervais dice que un humorista debe llevarte a esas zonas prohibidas en las que no has estado antes, debe sacarte de tu zona de confort para hacerte pensar sobre ello y conocerte mejor a ti mismo. Claro, pero sólo si aceptas ponerte en ese lugar. Si no lo aceptas, solo debes alejarte, pero no caer en la  crítica hacia quienes sí les gusta integrarlo a sus vidas. No censurar, porque eso caería con forma de intolerancia.

Quizá haya que educar más a la sociedad para que se dé cuenta de que si algo de lo que ve, escucha o lee no le gusta, puede dejar de hacerlo de inmediato, sin mayor prejuicio, porque si vamos demonizando todo lo que no le gusta a uno o a otro, acabaremos cayendo en una falsa sensación de libertad, donde entraremos en la espiral del silencio para no molestar a nadie (porque no se puede conformar a todos) y entonces no cumpliríamos con la función primordial del humor que es divertir.

Los chistes, con frecuencia irreverentes, se mueven en los límites de lo que es políticamente correcto. En el territorio de la comedia, el contexto es clave, sobre todo con temas tabú como la religión y el terrorismo.

Tampoco hay que tomar al público por tonto y dejar de hacer una broma porque se piense que no la van a comprender: una persona que pertenece a una minoría puede entender que no existe mala intención en un chiste y reírse con él. Muchas veces la risa tiene efecto conciliador.

Cada cierto tiempo el debate de los límites del humor regresa a las redes sociales y a los medios. Se trata de un terreno resbaladizo, plagado de matices.

Los límites deben existir siempre, en todos los planos. Una sociedad sin límites es una sociedad anárquica. Aunque se vean difusos a veces. En esta época en que nos ha tocado nacer, con una sociedad más empática, los límites se han vuelto más amplios, más tolerantes. Pero el respeto al otro siempre marcará donde comienza su espacio y termina el nuestro.

No se puede intentar hacer reír con la muerte de alguien si entre el público hay un familiar de la persona fallecida y, mucho menos, si la muerte es cercana. Sin embargo la muerte es uno de los grandes temas del humor. Hacer un chiste sobre carnes puede no ser gracioso para un vegano. Se puede bromear sobre terrorismo siempre que se centre la burla en el criminal y no en las víctimas.

Si ahora vemos el humor que se hacía en los años ochenta nos parecerá muy burdo. Y tan absurdo sería seguir haciendo el humor de entonces, como castrar el de ahora y no poder tocar ningún tema sensible. La ofensa es algo con lo que todo cómico acaba lidiando, porque el humor está condenado a molestar o al menos, reflejar a alguien. Si un chiste le gusta a todo el mundo, seguro que no es tan gracioso.

El límite está entonces en el contexto, en las personas hacia quienes se dirigen las bromas, en la habilidad del cómico para no herir susceptibilidades ajenas. Y es en ese acuerdo tácito en el que yo sé qué voy a leer o qué voy a escuchar, y tú, humorista, no vas a salirte de tu rango habitual, donde todos somos felices.

Una sociedad sin límites es una sociedad sin sentido del humor. 

Ahora,  ¿te animas a responder este pequeño cuestionario con sinceridad? (Es sólo a fines de divertirnos un poco).

1). ¿Cuáles son los límites del humor para ti?

a- No quiero que nadie se ofenda, por eso siempre hago chistes blancos o naif que apenas sacan una sonrisa.

b- Me importa un pito quién se sienta ofendido, a mí me hace gracia y si a alguien le molesta que se levante y se vaya.

c- Miro a quienes tengo alrededor y si veo a un señor con muletas, lo único que se me ocurre son chistes de personas tullidas, pero no los digo por respeto, aunque me tiento por dentro y me río de cada tontería que dicen los otros.

d-El límite depende de cómo me levanté hoy.

2). ¿Qué es el humor para ti?

a)- Un invento diabólico que deforma las facciones y hace que las personas parezcan monos. Culos de monos, incluso.

b)- Una cosa sana y necesaria, siempre y cuando sea respetuosa con todas y cada una de las minorías y mayorías de personas humanas que forman el mundo.

c)-Una de las mejores cosas de la vida, como el pan o la cerveza.

d)-Lo que diferencia a las personas de los/las gilipollas.

3). ¿Qué tipo de chistes te gustan más?

a)- Los que no se cuentan.

b)- Los que hacen gala de un humor inteligente y tienen la capacidad de llegar a todas las personas, sean oscuras o claras, ricas o pobres, guapas o feas. Todos somos preciosos/as <3

c)- ¡Los que me causan gracia! ¡Jajaja!

d)- Los que contienen un humor más negro que chupetín de brea.

4)- Vas caminando por la calle y un niño gordito se cae de su bicicleta, se da un flor de golpe  y pega la cara sobre una caca de perro. ¿Cómo reaccionas?

a)- Le gritas que algo habrá hecho para recibir ese castigo —como reírse demasiado, por ejemplo—. Le pisas la cabeza y te vas indignado/a.

b)- Te da muchísima pena y te acercas a ayudarlo, a pesar de que es un gordo con la cara untada de caca de perro. A ti no hay prejuicio que te impida tender una mano.

c)- Te ríes por lo bajo y te acercas a preocuparte por el mocoso. Te gustaría hacerle una foto sin que se dé cuenta, pero te sientes un poco mal y te alejas.

d)- Te mueres de risa, le pides que vuelva a hacerlo para grabarlo con el móvil e incluyes la anécdota en tu próxima entrada.

5). Estás con tus amigos y uno cuenta un chiste sobre una enfermedad muy dura. ¿Qué haces?

a)-  Sacas el crucifijo, maldices a tu colega y le prendes fuego. Así aprenderá.

b)- Le dices que se nota que en su familia nadie ha sufrido esta enfermedad, te levantas y te vas. No puedes con la gente insensible que se ríe de las cosas serias.

c)- Te hace gracia, así que te ríes, pero no muy fuerte. No quieres que otros/as te acusen de ser mala persona, fascista o algo.

d)- Te ríes como un/una energúmeno/a y procedes a contar un chiste sobre refugiados sirios que haría llorar a Hitler.

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