El consejero amoroso II




Este capítulo tiene contenido vulgar, con violencia verbal y situaciones sexuales agresivas que quizá no sean del agrado de muchos, por favor, léelo bajo tu propio riesgo, y recuerda firmar el pase VIP al inframundo, con tinta morada, por favor :D

Segunda pasiva desesperada: Feliciano Vargas Edad: 25 Tiempo de relación: 6 años (casado) Edad de la pareja: 27 Ocupación: Chef de medio tiempo Fetiche: la pasta Miedo: *sin suficiente espacio para escribir*

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⭐️Consejo número dos: Un poco de agresividad no le hace daño a nadie

–Ve~ cariño, llegaste muy tarde–con su tono usualmente chiquiado trata de picar la consciencia del mayor– me sentí muy solo hoy–el joven castaño recarga melosamente su cabeza en el hombro de su esposo, que está sentado comiendo su cena–Ha pasado tanto tiempo desde que-

–Estoy muy ocupado, lo siento–le responde rápido, con la mirada más que cansada, parece que en cualquier momento va a desplomar su cabeza en el plato con la lasagna que cariñosamente Feliciano le preparó–Te quedó muy bueno, gracias por la comida–le dedica un rápido y tosco beso en la frente antes de pararse e irse directo a su estudio, a trabajar.

Realmente no ha pasado tanto tiempo desde que tuvieron sexo –de hecho ayer lo habían hecho en la madrugada– sin embargo esas sesiones parecen ser sólo un medio por el cual Ludwig, su esposo, descarga su frustración laboral y sacia su necesidad biológica. En esas ocasiones Feliciano nunca podía llegar al orgasmo pues de inmediato que su esposo terminaba, caía tieso sobre la cama y dormía. ¿No se daba cuenta del daño que le hacía a Feliciano? ¿Que perece que sólo lo utiliza como artilugio en el cual sólo introduce su pene y se corre como si de un contenedor se tratase?

El joven e inocente italiano se desvive por su esposo, lo ama, lo adora. Es su mundo, no se imagina una vida si él, una mañana sin esos fuertes brazos rodeando su cuerpo, un día sin decirle "Ve con cuidado, ti amo" o una noche en la que lo esperaba hasta tarde para recibirlo con un "Bienvenido a casa" para luego servirle la cena y verlo comer. Adora las reacciones de Ludwig cuando prueba la comida que le cocina, que a pesar del cansancio puede notar un brillo en esos ojos cristalinos y profundos.

–Ve...–se levanta la silla y se dirige al cuarto de baño, un baño muy caliente tal vez remplace esa falta de fogosidad sobre su cuerpo, ¡hasta se hizo un pearcing provocativo en el ombligo con la esperanza de prender a su hombre!–Eso dolió mucho–recuerda al ver la argolla atravesando la piel de su ombligo y luego de suspirar se mete a la bañera con agua espumosa–¿Y si ya no me ama?–se dice con tristeza y no pasan más de dos segundos para que sus brillantes ojos avellana se aguaden y dejen correr grandes gotas saladas que caen sin parar a la tina–Lud...

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El día es cálido, a la mitad del verano la temperatura suele ser elevada, aunque esto no parece molestarle ya que permanece tapado completamente con las cobijas pero su esposo se encuentra a su lado sólo con los bóxeres puestos y sin una sábana sobre él, es obvio que el clima sí es un problema para su cuerpo, no está tan acostumbrado al calor.

Feliciano no recuerda en qué momento su pareja fue a dormir, debió haber sido muy tarde porque pasan de las diez de la mañana y es muy raro que Ludwig siga durmiendo tan profundo. Raro en verdad.

Pero no hará nada al respecto, quiere abrazarlo pero sabe que es muy posible despertarlo debido a la fricción calurosa que esta provocaría, basta con verlo dormir, con sus rubias pestañas y cabellos desordenados  reflejando la luz del sol, respirando profundamente, con sus delgados y rosados labios unidos, su nariz recta y perfilada, sus pectorales grandes y fuertes, subiendo y bajando en movimientos lentos, su abdomen tan marcado que pareciese que aquellos contornos duros fueron pintados, simétricos, perfectos.
Su vista ya no siguió observando tan intensamente el cuerpo de adonis que poseía su esposo, presentía, no, estaba seguro de que si seguía embelesado en ese pedazo de hombre terminaría más que excitado y eso, sería algo triste y molesto pero más que nada, triste, ya que un acostón matutino no sería una opción, lamentablemente.

Se quita las cobijas de encima y se levanta, repentinamente le dio hambre, aunque la verdadera hambre no era respecto a la comida, por supuesto. ¿Pero qué podía hacer? ¿Aprovecharse de su esposo durmiente y amarrarlo para que no escape y obligarlo a tener sexo como el que antes solían practicar? No sonaba tan mal...

Diiing, Dooong

Genial, estupendamente genial. Una visita justo antes de llevar a cabo su plan, y no es que le molestara tener visitas, le encantaba tener gente a su alrededor, de hecho, pero no ahora, no ahora por favor.

Y como era de esperarse, Ludwig despertó, algo confuso al principio pero luego de mirar hacia la ventana y ver que el sol estaba tan rebosante, salió disparado y en menos de cinco minutos ya estaba vestido con su fino y prominente traje negro lleno de insignias, bien planchado y acomodado en su escultural cuerpo.

Baja las escaleras a paso veloz, abre la puerta y recibe a un hombre de cabellos cenizos y alto. Vestido con su uniforme, boina en brazo y de postura firme.

–Señor, buen día. Se preocuparon en el cuartel y fui enviado a su casa. Disculpe la molestia, señor–suelta tan rápido y claro como puede mientras su mano derecha posa perfilada en su frente.

¿Mencionamos que el esposo de Feliciano es el ministro de defensa?

–A lugar, sargento–le responde con dureza en la voz, como se esperaría de alguien en su puesto–No perdamos más tiempo–advierte y sale por completo de su casa, seguido del joven.

La puerta se cierra y una vez más, Feliciano se queda solo en esa gran y solitaria casa, su esposo tenía tres perros pero actualmente estos están en un viaje con su hermano mayor, Gilbert. Con un espacio tan grande se siente  tan pequeño como un guisante. Nunca le ha gustado estar solo, se abruma e incluso llega a llorar. Ir a casa de su hermano no era opción, seguramente estaría trabajando en el viñedo que les fue heredado hacía algunos años, Feliciano era el encargado de llevar en cuenta los ingresos y esos asuntos administrativos.

Pero volvamos, como chef de medio tiempo su labor comenzaba al medio día y concluía antes del atardecer, su esposo no volvía hasta entrada la noche o incluso más tarde, tanto, que en muchas ocasiones no aguantaba despierto y se quedaba dormido.

¿Por qué su amado tenía que ser tan estricto y autoexplotador laboralmente? Seguro se debe a la sangre alemana corriendo por sus venas. Debe ser eso, sin duda. Aunque puede que también se deba al consumo descontrolado de patatas.

Bueno, una hora más y por lo menos, podría distraerse haciendo algo de lo que más le gusta.

Cocinar.

~En un rústico restaurante citadino~

–Feliciano, alguien te busca–un joven mesero interrumpe con timidez la labor del italiano.

– ¿Ve?–ilusionado espera que se trate del amor de su vida, aunque de que hubiera un terremoto a que Ludwig abandonara su trabajo, seguro sería un terremoto catastrófico. Claro, dependiendo de las razones, las cuales Feliciano no logra encontrar– ¿Dijo quién era?

–No, pero dice que es tu amigo. Es bajito, cabello negro y bastante se-

– ¿Serio?, ¡debe ser Kiku!–completa emocionado y sale de la cocina, con su traje blanco y el mandil, nunca le había gustado usar el incómodo sombrero y por eso sus cabellos están atrapados por una rejilla.

–Oh, Feliciano–como supuso, se trataba de su amigo Kiku–Espero no haber molestado ni interrumpir tu trabajo pero–suspira y ve con seriedad a su amigo–hay algo importante que tengo que decirte–en sus ojos pardos, se puede apreciar un toque de lástima, preocupación.

– ¿Qué pasa, Kiku?

–Verás, el joven Ludwig no tuvo la oportunidad de decírtelo–se detuvo unos segundos–se fue a un viaje urgente y no sabe cuándo regresará.

~Dos horas después~

Luego de aquella noticia no pudo rendir muy bien en su trabajo, es reconocido en la ciudad por lo buen chef que es y este día, parece que un inglés soberbio poseyó su cuerpo, por decir poco.
Su jefe le recomendó terminar por hoy y que descansara un poco, a esto su amigo Kiku, que no abandonó el lugar ya que se sentía preocupado, lo esperó afuera y lo interceptó en el camino.

–Feliciano, de verdad lamento esa noticia y veo que es mala para ti pero, siento que no es lo único que te está aquejando– guardando su distancia, le pregunta directamente.

–Kiku, ¿crees que el amor puede durar para siempre?–suelta con un suspiro cargado de tristeza y temor, su mirada acuosa.

"Oh, así que es eso" piensa el pelinegro al comprobar sus sospechas. Tiene un agudísimo instinto en cuanto a relaciones amorosas se refiere, las homosexuales, en específico.

–Recuerdo que el día de su boda fue la primera vez que vi a Ludwig llorar, y hoy cuando me topé con él en el aeropuerto lo noté a punto de un ataque, lucía tan triste y preocupado que no lo pude reconocer al momento...disculpa mi atrevimiento pero yo creo que el problema no radica en lo él que sienta por ti.

–No creo entenderte mucho, ve~

–No te preocupes–sonríe cómplice bajo su delgada mano– ¿Crees poder acompañarme por un rato?

~Una semana después en una tienda sospechosamente decorada~

–Ve... ¿Qué lugar es este?–pregunta el italiano mirando confundido el lugar.

–Una tienda muy especial y sólo para adultos–le responde su amigo.

– ¿Una tienda?–hace una mueca y examina más rápido su alrededor– ¿y por qué no hay comida?

–Claro que hay comida, mon petit~

Detrás de ellos aparece el famosísimo hermano mayor libidinoso, con su sonrisa coqueta y su ropa de moda, arreglado y despidiendo una desconcertante fragancia a perfume, vaselina y ajo.
Ambos jóvenes voltean para prestarle atención, sorprendidos de su repentina presencia.

–Y aquí ofrecen unos manjares tan exquisitos que te hacen querer-

– ¡Ejem!–lo interrumpe apresurado el pelinegro–Dudo que a mi joven amigo le vayan a gustar esas cosas, aún– susurra lo último con malicia–sólo venimos por lo esencial, y si no mal recuerdo–entrecierra ligeramente sus rasgados ojos–Usted debería estar trabajando, señor Francis.

–Ohohon~ nada se te escapa ¿verdad? Y que te he dicho sobre esa forma tan formal de hablarme, ¡me haces sentir viejo!–el rubio hace uno de sus improvisados dramas–No te preocupes por eso, dejé a Antois a cargo, sé qué ese rey de la pasión podrá hacerlo~

–Muy bien, pero gracias a nuestra conversación, he perdido de vista a Feliciano–voltea a sus costados y suspira–seguro fue a buscar esos manjares que mencionó.

–Oh, pues no sería tan malo si los encuentra, ¿o sí?

–Iré a buscarlo–declara ignorando lo que su Francis le dice– ¿Me ayudará?

–Sí, por qué no~

~En un cuartito oscuro~

Feliciano está sentado en un sillón negro y aterciopelado, con una chica rubia y semidesnuda sobre su regazo, él mastica algo mientras ella le hace mimos. En frente hay tres mujeres más, bailando seductoramente con escasos atuendos atrevidos y las luces neón jugando con los contornos de sus cuerpos.

–No es tan rico después de todo...–murmura para sí mismo luego de tragar el bocado en su boca, sin embargo la mujer sobre él logra escuchar algo.

– ¿Ya te aburriste? Tal vez deberíamos hacer otra cosa...–le susurra al oído con una sonrisa traviesa, comienza a mover sus manos sugestivamente  sobre el cuerpo del italiano.

Feliciano, como fiel italiano, era amante de las mujeres, alguna vez, viviendo en Italia y luego en Estados Unidos, fue conocido en la facultad como un casanova, pero luego de conocer a Ludwig, y casarse con él había perdido ese deseo carnal hacia alguna, sólo las veía como algo digno de apreciar y siempre procuraba protegerlas, cuidarlas y quererlas, en realidad, ellas eran una de sus debilidades.

– ¿Eres travieso o tal vez...rudo?–la rubia otra vez le susurró, pero esta vez rozando sus labios.

Necesita llenar ese hueco tan hondo que lleva meses tratando de aguantar, ese deseo sexual que no ha podido descargar, y qué mejor que dejarse llevar por esa candente situación, nadie lo sabría, qué importaba si ni siquiera conocía a esa bella mujer, qué importaba si...

–Vamos a averiguarlo, bella–entra en la atmósfera y coloca sus manos en las caderas de la rubia.

La joven sonríe satisfecha de haber prendido a ese apuesto hombre extranjero, había comenzado a pensar que no lo lograría ya que no había rastros de interés hacia todos los mimos que le hacía, pero ahora que sentía esas manos calientes sobre su cadera y subiendo a su cintura, estaba contenta, nadie le rechazaba nunca.

–Eres muy hermosa–le aprecia las finas facciones, nariz respingada, ojos azules, blanca, rubia...

–Y tú eres muy guapo–dijo para después besarlo en los labios, un beso tan caliente, erótico, húmedo, sucio...Feliciano lo corresponde sin dudar, es un experto en cuanto al trabajo labial se trata.

Sus manos acarician ese contorneado cuerpo, a diestra y siniestra toca puntos especiales, sabe cómo excitar a una mujer. La joven mujer reacciona con suspiros y gemidos exagerados, lleva su mano al pene del castaño, cuela su mano bajo la ropa y comienza a estimular. El ambiente ya ha cambiado a uno muy ardiente, la música distorsiona ligeramente las pruebas de sus actos y cubiertos por una discreta oscuridad se sumergen en el placer.

Oh lalá, Creo que encontramos un pequeño gigolo–desde la parte trasera, junto a una cortina de tela roja observa acompañado del pelinegro. Alejados de tal manera que no perciban su presencia.

– ¿Po-porqué hace que esas señoritas vistan tan poca ropa?–apenado, trata de evitar el contacto visual con los senos de las mujeres que bailan.

–Pues si no entonces ¿qué mostrarían?–sonríe burlón–Kiku, no me digas que te avergüenza eso, después de todo ese porno que has visto no debería-

– ¿¡Quién le dijo que yo veía porno!?–encara a Francia ligeramente alterado, visiblemente nervioso.

–Oh, ¿olvidas quién soy yo?–dice con pose presuntuosa pero luego recuerda algo–Creo que debemos detener a ese chiquillo, si no se arruinará el plan y entonces...

–No, creo que en realidad esto nos puede servir mucho–saca una cámara de vídeo de un bolso que misteriosamente sacó de la nada–Los celos son la clave y yo sé que el joven Ludwig, es muy posesivo.

–Eres un malvado, ¿de dónde sale tanto espíritu maquiavélico?–se toma de la frente, de nuevo en pose dramática–he creado un monstruo.

Y la cámara comenzó a grabar.

~En casa de Feliciano~

–Hoy llega su vuelo antes de la media noche, un contacto me lo ha confirmado –le dice su amigo pelinegro desde la sala–Te ayudaré a preparar las cosas

–Kiku, creo que hice algo malo–Feliciano llega y le dice triste–Tú crees que... ¿acostarte con una mujer, aunque tu pareja sea hombre, cuenta como infidelidad?

–Eso depende de si tú lo hiciste con esa intención.

–Ve, pues creo que no...

–Entonces no lo es–toma una caja de cartón–vayamos a preparar la habitación.

– ¡Ve!

Subiendo las escaleras de la gran casa, llegaron a la habitación de la joven pareja, entre sus manos llevan cajas con misteriosos artefactos dentro, cosas de las que la mayoría Feliciano no tiene menor idea de su funcionamiento, aunque realmente no importa porque él no va a usarlos.

Tienen exactamente dos horas para preparar todo el escenario, no es algo de lo que el asiático no pueda encargarse pero con un "cliente" tan inquieto y curioso, las cosas se complican exponencialmente.

–¿Para qué es esto?– pregunta con un artilugio de piel, negro y con varias tiras planas, como un mechudo para limpiar los estantes sucios– No me explicaste muy bien lo que tenía que hacer, ¡no entiendo la mitad de lo que Francis dijo!

– No es necesario que lo entiendas, por ahora– le pide el objeto misterioso y poniendo una mano sobre su hombro, trata de usar su persuasión japonesa para calmar las cosas– Te dolerá, pero dicen que se siente aún más placentero mientras aumenta la tortura de-

– ¿¡DOLER!?¿¡TORTURA!?–toma a su amigo por los hombros, visiblemente asustado– Nadie dijo nada de dolor, odio el dolor, ¡nada bueno viene del dolor!– lo agita con desesperación, está a punto de comenzar a llorar, como siempre que algo lo asusta. Nada nuevo, en realidad.

– Cálmate por favor– hace que se siente en la orilla de la cama, con cuidado de no parecer brusco– Aceptaste a hacer esto sin importar qué, y como buen hombre de honor, debes cumplir ¿entiendes?

– ¡Pero yo no soy un hombre de honor, ni siquiera parezco un hombre la mayoría de las veces!

– ¡Feliciano!– y como escasas, y verdaderamente intimidantes veces, el pelinegro le alzó la voz– Estoy aquí para ayudarte, pero si no dejas que lo haga no puedo hacer más por ti, ¡así que deja esa actitud de niño virgen y ve ahora mismo a ponerte el traje de látex que con tanto esfuerzo, sudor y lágrimas hice para ti!

– Pe-pero-

– ¡Ahora!– dijo por último para que su amigo castaño saliera despavorido hacia el cuarto de baño con la dicha prenda mencionada– Cielos, hacía tanto que no me portaba como un salvaje...pero funcionó– sonrió y con su tan discreta mirada pervertidamente peligrosa, sacó de su bolsillo una diminuta cámara– veamos...dónde será bueno esconderte, Camarita-san.


  ~Después de preparar el tugurio casero y esconder las cámaras~

– Todo listo, ha quedado muy bien ¿no crees, Feliciano?

– ¿Con bien te refieres a que esto me aprieta mucho la entrepierna y que siento que me orinaré del miedo?– con una diminuta lágrima en su ojo derecho trata de convencer a su amigo de que no es necesario tanto indumentario sexual, pero claramente nada podrá hacer que se quite algo, a menos de que quiera arrancarse la piel en el proceso– Eres muy cruel, ¿no hubiera sido más fácil cubrir mi cuerpo de dulces y ya?

– No, eso ya fue usado en el capítulo anterior– hace como que restara importancia al asunto con un elegante movimiento manual– además a tu esposo no le agradan los dulces, ¿no es cierto?

– ¿Capítulo anterior?– pregunta muy confundido, si no era suficiente con revolver su pequeño cerebro con todas esa cosas raras para él, ahora se sentía como un indefenso niño en su primer día de escuela.

– No importa, olvídalo– se sonroja de repente y saca despacio una cámara de su maletín profesional–Feliciano...te importaría si...bueno si–respira profundamente, ¡debe ser firme si quiere conseguir lo que quiere!– ¿Posaras para algunas fotos?

–Kiku...– sonríe esplédidamente. Hace unos segundos se moría de miedo y ahora le brinca feliz a su amigo, pero no es de sorprenderse, es italiano, después de todo– ¡Claro que sí!–lo abraza de frente–Pero no vayas a hacer cosas tan pervertidas, ¿de acuerdo?

  – Yo-yo no haría tales cosas...

– Y bien, ¿quieres que pose en la cama, o en la azotea?, ¡o tal vez en el jardín!

– No seas indecente, no vamos a salir, aquí está el ambiente correcto, pero debemos apresurarnos, ya sólo nos quedan treinta minutos– observa su reloj de Miku edición especial y prepara profesionalmente su cámara– Ponte boca arriba de la cama y levanta tu rodilla, con tu mano en...

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El tiempo casi se acaba, sólo quedan unos minutos para que el imponente y sensual ministro de defensa llegue a su acogedora mansión en los suburbios, junto a su adorable e inocente esposo italiano para beber algo de cerveza y dormir tranquilamente en su mullida y cálida cama...

¡Patrañas!

Y es que este hombre, tan varonil y regio, estaba hirviendo en bilis pura y concentrada, a punto de estallar en cualquier instante y sus escoltas estaban seguros de que si se atrevían a hablarle no dudaría en darles un tiro entre los ojos.

Pero, se preguntarán, ¿por qué el estúpido y sensual Ludwig Beilchmidt está tan alterado?

Pues porque ha recibido en la mañana un mensaje anónimo con un video pornográfico. Oh, pero no era cualquier video pornográfico, este, tan burdo y soez era protagonizado por SU esposo, por SU Feliciano, poniendo SU polla en una MUJER cuyos pechos rebotaban tan irritantemente como SANDÍAS PUTREFACTAS COLGANDO DE UN PALO DE ESCOBA.

"Cálmate, debes comportarte como el adulto que eres, no dejes que algo así te haga desvariar"

Se dice asimismo en su mente. Va de camino a su casa encontrándose inquieto y ansioso por llegar lo antes posible y hablar seriamente con su esposo sobre...

– ¿Se-señor, se encuentra bien?– el más estúpido de la escolta se atrevió a preguntar, es un novato pero hasta los más retrasados sabrían leer el ambiente, el pobre no sabe de la vida, claramente. Sus compañeros, misteriosamente ampliaron su distancia dejándolo solo, detrás del fornido cuerpo de su superior.

– Cabo, ¿eres soltero?– le pregunta mientras sigue de espalda, su voz no muestra enojo o irritación pero su aura no le inspira nada bueno al pequeño cabo virgen.

– Sí señor, ¿pero a qué viene su pregunta?

– Eso significa que nadie te espera hoy en casa, ¿cierto?– ignora la pregunta del otro y se gira sobre sus pies, con sus ojos azules tan opacos y su mirada tan vacía que el pobre hombre se encoge en su lugar y comienza a temblar, sus compañeros rezan desde lejos– Tengo un trabajo para ti, ya que te preocupas tanto por tu jefe.


~En la mansión pervertida Beilchmidt~

– Nos vemos luego, Feliciano– En la puerta de la casa, con todas sus cosas guardadas en su maleta, se despide con una emocionada mueca– No olvides poner solamente dos gotas, o podrías hacer que durmiera un día entero– le estira la mano con un pequeño frasco marrón– suerte y que todo se resuelva.

– Sí, muchas gracias, Kiku– como gesto de agradecimiento, le dedica una cariñosa sonrisa y un abrazo que el asiático no pudo esquivar– Cuida muy bien esas fotos, tal vez pueda publicarme en una revista, jeje~

– No sería mala idea...– sigue la pequeña broma y luego de separarse del contacto, se da la vuelta y sale de la casa, dejado a Feliciano solo.

Una vez que cerrada la puerta, el italiano va a la cocina, saca una botella de cerveza de la nevera y la sirve en un elegante tarro de cristal. "Dios mío, tengo tanto miedo" piensa y sacando un gotero junto con el frasco marrón que antes le dio su amigo, decide dar inicio a la función. Su mano temblorosa, vierte las gotas del líquido somnífero en el líquido burbujeante amarillento, y es que esa era la única manera de hacer que el ministro de defensa quedara indefenso y a la merced de él, no era una mala forma de hacerlo ceder al plan tan bien elaborado de Kiku, sin embargo hacer algo así era demasiado para su delicado y altruista espíritu.

El sonido de un auto estacionándose en el garaje lo alerta de la repentina llegada de su esposo, casi tira el tarro de los nervios pero luego de respirar profundo tres veces y cerrar su ojos, se tranquiliza y se viste la bata de dormir encima del traje ajustado de látex; va a la puerta para recibir, como usualmente hace, a Ludwig, aunque siente que no podrá ocultar sus nervios de pollo a punto de ser convertido en nuget.

"Vamos Feliciano, imagina que es como la vez que le escondiste las galletas a Lovino"

– ¡Bienvenido!– sale y se abalanza para abrazarlo, aunque, sorprendentemente el alemán lo separó rápido– ¿Ve, qué pasa?– pregunta desconcertado.

– Nada, sólo estoy cansado, fue un viaje ajetreado...– contesta tajante– ¿Qué hay de cenar?

"¡Merde, no hice la cena!"

– ¿De...cenar?– repite, distraído y a punto de abortar la misión, siente una temible presión sobre su cabeza– Jeje, pues es gracioso que preguntes por la cena, ¿sabes?

– Feliciano, ¿qué tratas de decir?– y como por arte de magia, se activó su sensor de mentiras y análisis de italianos miedosos– ¿no hiciste la cena?– "seguro fue de nuevo a DIVERTIRSE y por eso no lo hizo"

– Emm, mira, mejor entremos que hace mucho frío aquí afuera– entró apresurado– ¿Quieres tomar algo? compré tu cerveza favorita.

– Feliciano, algo te está pasando y no nos iremos a dormir hasta que me expliques varias cosas– en la entrada de la cocina, se recargó en el umbral y quitándose el sombrero militar, se cruzó de brazos– ¿y bien?

Qué giro tan favorable dieron la cosas, ¿verdad? Y Feliciano ya está temblando porque cree que Ludwig sabe lo de la cerveza adulterada y del plan sexualmente peligroso de Kiku.

– ¿Puedo explicártelo después de que te tomes tu cerveza?,  así me dejas pensar un poco, ve...– Feliciano es un asco mintiendo, y eso lo sabe hasta el cartero y el perro callejero de la esquina. Es por eso que evade como puede el momento, aunque la mirada que el otro le está dedicando no es nada tranquilizante– per favore~

Ludwig tiene un muy buen instinto de peligro, y en ese momento lo está sintiendo pero es imposible que su manso italiano (con esa expresión tan follable) pueda hacer algo en su contra, así que se acerca para tomar el tarro de cerveza, pues es cierto que llevaba un buen rato deseando un trago placentero de su deliciosa bebida alemana. Bebe un trago, bajo la tensa mirada del italiano que se relaja después de ver y escuchar que el líquido había pasado exitosamente al interior del adonis en cuestión. Pudo soltar el oxígeno que estaba reteniendo y esto no pasó desapercibido por el alemán quisquilloso.

– Estás actuando muy raro– dio otro trago, saboreó el líquido frío y ahí se dio cuenta, algo en el sabor andaba mal– Oye, Feliciano– dejó el tarro medio vacío en la barra de la cocina, se estaba comenzando a sentir mareado y con los párpados pesados– ¿Qué fue lo que le pusiste a la cerveza?

– Una medicina especial, para que te relajes– suspiró y se sostuvo de una silla, se había puesto demasiado nervioso que sus piernas se contrajeron tanto y no pudo sostenerse, su corazón estaba muy acelerado, pero pudo completar la primera fase, eso era un avance. Ahora sólo debe ponerse serio– Lud, te has portado muy mal conmigo~


~Unos muebles rotos más tarde~

Amarrado a una silla, con las manos restringidas y la vista tapada, el temible ministro de defensa yace indefenso y a merced de un italiano urgido. Está a punto de despertar, siente frío en su cuerpo, está casi desnudo y siente sobre una pequeña parte de su piel una incomodidad friccionando contra su ingle.

Una vez medio consiente, se sacude para intentar zafarse de su aprisionamiento, pero al percatarse de su situación y del sonido de algunas cosas siendo movidas detrás de él, desiste momentáneamente.

– Questo è pazzo...–susurra en su idioma natal, ignorando que su hombre cautivo ya ha despertado– È meglio fermarsi.

– D'accordo con te– su gruesa voz hizo que Feliciano tirara lo que llevaba entre las manos. Ludwig había aprendido a hablar italiano por el tiempo que pasó viviendo ahí, eso lo odiaba el castaño pues él no comprendía ni una pizca de alemán–¿Puedes explicarme qué es todo este juego?

– Si así lo quieres ver...–intenta poner su semblante serio, necesita de ese lado enterrado suyo para poder seguir adelante con todo–Pero si quieres respuestas, primero debes pagar ¿no crees que es justo?

– Feliciano, para con esto y desátame de una buena vez– volvió a removerse en la silla– si esto es parte de alguna broma infantil, puedes terminar ya porque no voy a-

Una fuerte presión en su entrepierna provocó que callara de inmediato, le había dolido ese repentino acto, aunque no tanto como para exteriorizarlo con algún sonido.

– Esto es en serio, Lud– era el italiano que con su bota negra y entubada ejercía presión sobre esa delicada área de su esposo– Si quieres saber algo, primero tienes que saldar algunas cuentas conmigo– presionó más fuerte y esta vez sí obtuvo una queja a cambio.

– Entonces así van a ser las cosas– sonrió maliciosamente, era cierto que aquella actitud lo desconcierta pero no es del todo desagradable para él– Mira que drogarme de esa manera tan cobarde...

Otro apretón, y como respuesta, un fuerte gruñido. El castaño quitó su pie y desató la corbata que restringía la vista de su pareja. Una vez que éste pudo ver su alrededor, quedó estupefacto al observar el lugar; todo lleno de velas rojas y negras, la cama con sábanas vino y unas cadenas a la cabecera, la mesa de noche llena de artefactos que sólo había visto en sus fantasías libidinosas y, frente a él, su esposo vestido en un erótico y vulgar traje de látex y piel color negro, todo pegado a su piel y con espacios estratégicamente descubiertos a la vista, acompañado de unas botas largas y en su mano un látigo de hebras oscuras. ¿Este era otro de sus sueños húmedos? Pues era uno muy nítido y del mejor que había tenido en meses, sin duda.

–Las cosas serán de esta manera– Feliciano se acerca hasta rozar la punta del látigo en la barbilla del alemán– Si tocas algo o te mueves, te irá mal con este amiguito– indica, haciendo alusión al objeto en su mano.

– ¿Y qué tal si me desato ahora mismo y uso eso contigo?– reta con la mirada y sonríe con sorna– No eres capaz de lastimar a otra persona, Meine Liebe–sacudió sus manos detrás de la silla.

Y a esto, un azote contra su pierna le aclaró que su pareja, estaba hablando en serio, y la cosa se estaba volviendo muy erótica para el alemán sucio y lleno de perversiones que nunca había querido declararle a su esposo. Su muslo ya estaba rojo y ardiendo por los golpes.

– Te dije que no hicieras nada, perro– dijo por último, con la mirada seriamente traviesa y lasciva, nunca había estado así antes, de verdad parece que es un sueño.

Feliciano se separa un poco y con el látigo comienza a recorrer el cuerpo semidesnudo de su hombre cautivo, siguiendo hacia abajo, empieza a frotar el pene, girando el extremo en círculos, de arriba a abajo y de un lado a otro. El otro se ha excitado rápidamente, pero la presión del traje ajustado contra su virilidad resulta dolorosa con el emergente problema entre sus piernas, pero no es tiempo aún de liberarlo, debe sufrir un poco más.

– Creo que te está gustando esto, sucio alemán~

Sigue estimulando, y disfruta escuchando los gruñidos varoniles, viendo el gran bulto haciéndose cada vez más grande enfrente suyo. Debe controlarse y andarse con cuidado, o sabe que ese pedazo de dios griego podría seducirlo en cualquier momento.

– Qué me dices de ti, pervertido.

Un azote más fuerte que el primero hizo que gruñera con más fuerza, aunque en realidad sonó cual gemido. El castaño, luego de estimular un rato más, abrió el cierre que aprisionaba el miembro del rubio; asombrado del gran tamaño que había adquirido y de la humedad que ya lo rodeaba, tragó saliva y rogó no sucumbir ante el insistente deseo de hundirse en ese mismo instante en la cama y follar con su esposo como si nada hubiera pasado.

–Ya se ha puesto muy grande, ¿no crees?  

– Lo estuviste tocando demasiado, no soy de piedra, sabes.

– ¿Sería muy doloroso si te dejo así hasta que amanezca?– lo dice con una traviesa sonrisa– Así podrás sentir lo que yo todos estos meses, mi amor– se aleja y se acuesta en la cama, con la vista fija en su esposo atado.

– ¿En serio?–finge temor y su tono cambia a uno burlón– ¿Quieres que te ruegue como si fuera un vagabundo mendigando algo de carne?–sonríe ladinamente–Con quién te estuviste juntando mientras no estaba, ¿eh?

– No es de tu incumbencia– soltó tajante y se levantó de la cama– ¿celoso de pensar que lo haya hecho con alguien más?– se sentó desprevenido sobre el regazo de Ludwig, rozando con brusquedad el pene erecto y chorreante contra su trasero– Tal vez quise buscar a alguien que me hiciera sentir bien, y que no sólo metiera su polla para usarme de objeto sexual– le susurró, recargando sus brazos a cada lado, sobre los hombros musculosos– ¿Cuánto más crees poder aguantar? – comenzó a mover sus caderas, rozando constantemente con el miembro cada vez más duro.

El alemán se detuvo a pensar un momento con aquella última provocación, "Tal vez quise buscar a alguien que me hiciera sentir bien" esa oración le hizo hervir la sangre y sentir un terrible nudo en su garganta, recordar aquel video, albergar ese sentimiento de dolor y tristeza, coraje en su pecho. No soporta sentirse traicionado de esa manera, y lo que le molesta más es saber que en el fondo él tiene la culpa de que algo como aquello hubiera pasado.

– Quieres meter tu polla en mí, ¿no es así?– Feliciano seguía contoneándose, y aquello se estaba volviendo tormentoso en verdad– Quieres correrte ya, dentro de mí...– siseó provocativo, aunque también un poco molesto, extrañamente– Estás pensando en lo apretado que estarías y lo mucho que eyacularías, sporco.

– Tal vez, pero no eres el único al que puedo meterle mi polla, ¿sabes?– y en un veloz movimiento, quedó liberado de sus manos, atrapando el cuerpo de Feliciano y amarrándole las manos– Empecemos el verdadero juego, mein liebe.

Ludwig se desató los pies y se levantó, cargando cual costal a un sorprendido italiano. Éste lo tiró a la cama y rápidamente lo ató a las cadenas de la cama, dejándolo inmóvil contra esta. El menor recién estaba reaccionando, hasta hacía unos segundos el llevaba el control de la situación.

– No sé cómo supiste que me gustan estas cosas– caminó hacia la mesa de noche y tomó entre sus manos un cubo de hielo – pero supongo que no iba a poder ocultártelo por siempre, después de todo– sonrió lascivo– eres mi esposo.

Dejó caer el hielo en la piel descubierta de Feliciano, luego lo comenzó a mover alrededor de los pezones, bajó al ombligo y volvió a subir hasta el cuello, su pareja se estaba comenzando a calentar, sus suspiros cada vez se distorsionaban más para convertirse en melodiosos gemidos. El hielo terminó por deshacerse y  volvió a la mesa para tomar un objeto filoso, lo acercó al abdomen y cortó a lo largo de tal manera de la herida era tan fina que sólo se apreciaba un hilo de rojo sobre la apiñonada piel. Feliciano se quejó por el ardor sobre su cuerpo, le había dolido.

– No te voy a lastimar, pero no te prometo que no te vaya a doler– Esta vez, tomó una de las velas que estaban alrededor del cuarto, la acercó a la entrepierna del italiano y la inclinó para dejar caer un poco de cera, esta se endurece al contacto con el látex y el calor se difunde hasta la piel, su pene comienza a reaccionar, se está excitando.

La mano del mayor se mueve hacia el plano abdomen de su pareja y allí, luego de lamerse los labios sensualmente, deja caer tres gotas de ardiente cera. El alarido de dolor no se hace esperar, su piel se volvió más sensible al cambio brusco de temperatura después del contacto con el hielo y sintió como si aquellas gotas rojas le chamuscaran la piel.

– Duele, Ludwig, detente– sus ojos avellana resplandecen a causa de unas pequeñas lágrimas anunciando su salida– no me gusta esto, por fav-

Más gotas de cera cayeron sobre su piel, esta vez tan cerca de sus pezones que la sensación le hizo gritar, algo que complació mucho al otro. Demasiado, cabe decir.

–Tú empezaste esto, si no mal recuerdo– se acercó a su cara, para verlo a los ojos con un semblante completamente nuevo para Feliciano, tanto que un escalofrío le recorrió hasta la punta de sus pies– Y tienes que llamarme amo, si quieres decir algo ¿entendiste?

Toma su barbilla y se acerca lo suficiente para que su aliento choque contra los labios del italiano, en ese momento casi se distrae al captar la embriagante esencia que emana el otro, y por si se hubiera quedado otro segundo, seguramente lo habría follado en ese mismo instante, tan duro contra la cama que estaba seguro sería capaz de romper, por decir poco.

Por otra parte, Feliciano quiere llorar y exteriorizar su desacuerdo con esto, se supone que él sería que el que tuviera a su merced a Ludwig y no al revés, además todo su cuerpo está temblando por todas las sensaciones que antes le proporcionaron a su piel, no entiende muy bien cómo, pero aquellas corrientes de dolor le habían excitado al punto de que ya estaba erecto, suspirando y con el pulso disparado, el calor embargando su cuerpo.

--So-sólo fue una pequeña broma, ¡no era en serio! No es necesario que me sigas la corriente, mejor vamos a-

Un poco más de cera fue a caer en su abdomen, callándolo al instante, cambiando los lloriqueos e intentos de salir de esa situación, por un ligero grito, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, pero no sabríamos afirmar a qué se debieron exactamente.

--No te di permiso de hablar—se separa de su cuerpo y va hacia la mesa que tiene encima las múltiples herramientas sexuales que Kiku acomodó tan esmeradamente. Toma un objeto redondo y con dos cordones a los lados, color negro y del tamaño de una ciruela—Si no vas a obedecer, te tendré que castigar—vuelve a posicionar su cuerpo encima del de su esposo, sin llegar a aplastarlo, y tras sonreír con una lástima bien fingida, pone la parte redonda dentro de la boca de Feliciano, la amarra detrás de su cabeza y vuelve a alejarse, al pie de la cama—Te queda muy bien.

El italiano, imbécilmente había creído que le daría algo de comer y por eso, tan dócilmente, permitió que lo amordazaran. No hizo más que hacer unos sonidos guturales que probablemente seguirían siendo lloriqueos sin sentido. Ya no tiene sentido que siga intentando evadir lo que Ludwig tiene en mente, no es como si pudiera detenerlo pero lo mejor que puede hacer ahora es entrar en la atmósfera y dejarse llevar. Lo hará, estén seguros de eso.

El lívido del alemán está tan alborotado y a punto de desbordarse, que para resistir un poco más aquella gran –gran, gran, grandísima, madre santa, no saben el lío que pasaron la primera vez que hicieron el amor, casi mata a su esposo, de hecho lo dejó inconsciente, el desgraciado—erección, decidió tomar un poco de la cerveza que antes se le había ofrecido –por alguna razón, su esposo lo había llevado a la habitación—para hacer una especie de sedante, pero no tanto como para adormilarlo y frenar sus futuros deseos (que implican coger toda la noche, por supuesto). Luego de aquello, tomando de vuelta su posición arriba de su esposo, a horcajadas en la cama, quiso satisfacer su boca, su ansiosa lengua. Comenzó con la parte superior, el cuello, las clavículas, el mentón. Dejando a su paso varios chupetones y mordidas que irritan la piel morena, las mordidas se remarcan rojas y algunas son tan fuertes que cortan la piel y emanan sangre. Las lamidas pasan por encima de los chupetones y posteriormente sopla un poco, provocando que la piel se erice por la sensación fría y húmeda contra la piel sensible, su amante gutura gratificantes sonidos que llegan a sus oídos como balas a su deseo sexual, que no hace más que aumentar cada segundo. 

Prosigue bajando la cabeza hasta los pezones, los ve un poco y luego ataca uno de estos con su boca entera, succiona, muerde, lengüetea y besa hasta que se ponen tan erectos que juraría le pudieran sacar un ojo a alguien, exagerando un poco. Hizo lo mismo con el pezón restante, y aquel par te protuberancias sensuales y húmedas, quedaron tan irritadas que cualquier mínimo roce, hace que se queje, siente que el aire lo toca y lo acaricia. Sigue bajando y llega a su ombligo, pone su boca y juega con la argolla de la perforación, la jala hacia arriba y su lengua rodea su piel. Se está excitando demasiado, ligeras lágrimas surcan sus ojos avellana, tantas sensaciones están abrumando su cuerpo, no cree aguantar más tiempo si su esposo decide seguir jugando con su sensual boca.

--Feliciano, mira qué tenemos por aquí—roza el pene erguido su pareja, provocando que se eche la cabeza hacia atrás y flexiones las piernas hacia arriba—Parece que lo estás disfrutando más de lo que deberías—vuelve a rozar, con su dedo índice desde la base a la punta, el pene cubierto de aquella apretada prisión de látex—se supone que es un castigo y-

Antes de que termine su oración, Feliciano reacciona a la palabra castigo como si fuera un detonador, antes lo había ignorado porque se distrajo observando a su adonis personal. Como mecanismo de defensa propia, logró sentarse en la parte superior de la cama, aún amarrado y amordazado. A su esposo esto no le agradó para nada, lo jaló bruscamente de los pies y arrastrándolo hacia abajo para otra vez extender su cuerpo, lo volteó boca abajo, lastimando sus manos esposadas por el cambio de posición repentino.

Dejó caer su peso y mordió la oreja de su víctima –que se quedó congelada del miedo— susurró algo a su oído y comenzó a bajar el cierre del traje que llevaba puesto. Toda la espalda y el trasero quedan descubiertos y el rubio se dedica a morder cada espacio liso y caliente, llega los glúteos y los aprieta muy fuerte, sacando un gemido ahogado de Feliciano, pues es su punto erógeno en especial. La saliva está escapando de la boca y moja las sábanas de la cama, su erección contra el colchón es sofocante y urge que hagan algo respecto a su cuerpo. Sigue apretando las nalgas, también muerde y lame, pellizca y parando unos segundos que confundieron al menor, luego volvió al ataque con una nalgada, no tan fuerte pero sí firme. El trasero de su amante se tensa por el inesperado acto.

--Ya es momento de que ruegues—Desamarra la mordaza y Feliciano deja salir un suspiro, su cabeza recargada en el colchón, respirando agitado y lagrimoso, sus pezones rozando las sábanas son un delirio, no puede parar de sentir demasiadas cosas a la vez, ni siquiera escuchó lo que antes le dijo su esposo—Me vas a rogar que te folle, tan duro que no vas a recordar quién eres—

Otra nalgada, esta vez más fuerte y su trasero volvió a tensarse, apretando sus músculos y llevando corrientes de placer a su pene. Soltó un alarido cargado de excitación, inconscientemente está pidiendo más, y Ludwig lo sabe, y por eso va a seguir con lo suyo. Una nalgada más, igual de dura, provocando un sonido tan particular que resuena en la habitación, seguido de los gemidos del italiano.

--Ah, amo...--dice entre un suspiro, ni siquiera pensó en decir eso, simplemente salió de su boca, y ahora iba a atenerse a las consecuencias.

--Amo, ¿qué?—pregunta acercándose al oído de su esposo, vuelve a dar una nalgada y este punto, la piel ya se ha enrojecido por la irritación provocada por su firme mano—Putita.

--Castígame, ah amo—gime por el dolor de aquella nalgada, combinada con placer. Tiene los ojos cerrados, y su cara está ardiendo en rojo vivo al darse cuenta de sus palabras.

--No te escucho—se recuesta y toma el mantón de manera que puedan verse a los ojos, las punzadas regresaron a su entrepierna tras esas simples pero poderosas palabras que le fueron dirigidas. Es un pervertido de primera.

--Te lo ruego, amo, por favor. Castígame, castígame amo—le dijo mirándolo a los ojos, con las lágrimas saliendo de su ojos su labios húmedos dejando salir su cálido aliento. Si se supone que así debía actuar en el plan de Kiku, pues lo está haciendo bien, esperemos.

--¿Por qué, eh?—junta su cuerpo y su pene choca contra el trasero de Feliciano, gruñe un poco por el tacto, sin soltar el mentón del otro--¿Acaso te portaste mal? Desobedeciste a tu amo ¿eh?—y eso lo dijo demasiado serio, aunque conservando un poco la actuación del ambiente.

Al carajo, el infeliz está enojadísimo y piensa hacer que su travieso esposo pague por ello, y si eso implica que le deba reventar el pene...pues se lo pensaría dos veces, la verdad.

Aunque sabemos bien que realmente está enojado y que esa pregunta es más directa y real que cualquier otra. Pero eso no lo capta el moreno, como era de esperarse, así que responde con un gemido y un >sí< muy bien actuado, lleno de una clase nueva de remordimiento y desafío que no controló conscientemente. Pero al menos esa respuesta funcionó lo suficiente como para que su esposo liberara su polla de la prisión polímera y la rozara descaradamente contra su sensible trasero.

--¡Ahg, amo!—levanta las nalgas para tener más contacto con el mástil alemán pero antes de que pueda siquiera rozarse un poco, sus manos son liberadas de la cabecera y una cadena hala sus manos presas--¿Qué pasa?

--Pasa que no puedes obtener lo que quieres—lo jala de la cama y hace que quede frente a él, que tomó asiento en el filo del colchón—De rodillas—ordena lánguido, jalando la cadena con fuerza para hacer que el cuerpo moreno choque contra el suyo hasta tener el marcado cuello contra su boca de cuenta nueva—Obedece, puta—ordena siseando contra la piel, rozando su nariz.

Feliciano no haya qué otra cosa podría hacer además de hacer lo que le dicen, aquello se había vuelto más agresivo que al inicio y se sintió intimidado, por no decir que un poco humillado al ser el que tomara ese rol tan raro. Se hinca lentamente sobre la alfombra del suelo, que amortigua un poco el peso en sus rodillas. Y si hubiera sabido lo que vendría, hubiera pedido un cojín para estar más cómodo, por no decir que también un vaso de agua y un tanque de oxígeno, por precaución.

--Chúpalo—impone con su mirada que parece brillar en lujuria y una mezcla de emociones todas revueltas. Decide ponerse cómodo en la cama.

--Sí...--dice y se dispone a tomar el pene de sus esposo entre sus manos cocineras, que huelen a orégano porque antes comió espagueti y a él le gusta moler las especias con sus manos, el aroma quedó impregnado y como está ahora piensa en que parece que va a cenar una gigantesca salchicha con especias incluidas.

~~~~~~~~~~~~

--No puedo más, es demasiado para mí—dice el rubio con pose dramática, sentado en el sillón de piel teñida—jamás creí que el propio rey del amour se sentiría como una niña virgen por ver pornografía...

--No sea exagerado, ni siquiera ha empezado lo bueno—contradice el asiático, demasiado concentrado en ver la pantalla que no se da cuenta de lo que dice.

--Me asustas—lo ve desde su lugar, como si fuera a lanzarle algo para que no se le acerque-- sabía que los japoneses eran pervertidos pero no sabía hasta qué punto, mon dieu.

--Si quiere, puede ir a hacer lo que quiera, yo seguiré supervisando el resultado de su consejo—dice rápido y moviendo su mano en señal de que se alejen de él.

--Creo que te va a sangrar la nariz, ¡estás muy rojo!

--¡Shhh!—le lanza una almohada en forma de dildo en la cara—Ya van a usar las bolas chinas~

--NO LO DIGAS COMO SI FUERA UN DOCUMENTAL

--...

Y lo sacaron a patadas del cuarto de video, por joder el tranquilo y satisfactorio trabajo de Kiku.


~~~~~~~~

Gemidos por aquí, gemidos por allá, gemidos por delante y gemidos por de- Esperen, aún no llegan a esa parte.

Feliciano está de nuevo sobre la cama, pero boca arriba, con las manos atadas sobre su cabeza, las piernas abiertas a los costados de Ludwig y éste, sosteniendo unas peculiares esferas colgantes, no más grandes que una canica.

--Ponte de lado—dice, más inmerso en este escenario que al principio, incluso casi olvida lo enojado que está tras haber eyaculado en la boca de su puta (Feliciano mamadas locas, recuerden que dijimos que él es un experto en trabajo labial). Pero dije casi, porque eso no va a pasar.

El buen italiano acomoda su cuerpecillo --rojizo e irritado, caliente, sensible, agitado—de manera que su figura toma contornos más pronunciados, los omóplatos sobresalen y su columna le da un toque sensual a la imagen.

Después de tragar saliva, el alemán da una mordida a una nalga y succiona la piel a la vez que introduce un de las esferas -que antes había cubierto con lubricante- lento, y con su otra mano juguetea con los pezones. Los gemidos no tardan en llegar a sus oídos ansiosos de música erótica.

Y antes de que a su amante se le ocurra venirse, aprisiona la base del pene con un buen anillo que sepan los dioses de dónde lo sacó. Ante esto, una contracción invade al objeto de tortura, llámese Feliciano.


¿No está haciendo mucho calor?

.

.

.


--¡Prometo no hacer más ruido, mon ami!—y ese es Francis, intentando por trigésima cuarta vez, que Kiku le abra la puerta— ¡Te llevaré a la Expo Eros Kawaii con pase VIP!

Y ahí se abrió la puerta "¿Por qué no pensé eso antes?" Se pregunta asimismo antes de entrar. Al avanzar, siente el fuerte resplandor de la televisión destellar tanto que casi se queda ciego de tanto contenido pornográfico R18 sin censura ¿Qué clase de Boku no Pico versión fanfic jetaliano nivel fujoshi pervertida estaba viendo?

--Mon dieu, quítate de ahí antes de que te de un coma por exceso de penes y BDMS!

--Nunca, debo terminar lo que empecé, como el buen hombre japonés que soy.

--¡Pero esto no es normal!—señala la pantalla— ¡mira, el pequeño tiene bolas raras en su culo!—se toma del cabello, el sexo no convencional no era lo suyo, además lo que él aconsejó fue sólo algo como una nalgadita y nada más, aquello se estaba saliendo del control de la restricción de edad— ¡El hombre lo está torturando, eso no es amour!

--Prometió que no gritaría—dijo ignorando todo lo de antes, y subió el volumen hasta el número cien—Itadakimasu.

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Y regresando a lo bueno , es una bendición que vivan en una mansión y que los gritos no se oigan hasta la próxima casa, esperemos.

Feliciano está a punto de morirse, literalmente, porque el semen va a hacer que su pene reviente, y seguro que eso mataría a alguien. El rubio ha jugado con su cuerpo hasta que se acabaron los juguetes, la habitación desborda calentura y humores de sexo, humedad, sudor.

--Amo...por favor, ya no puedo más—logra articular entre pesadas respiraciones, siente todo el peso del mundo sobre su pene—Te lo ruego, amo...me he portado bien...—lo busca con la mirada, lágrimas llenando sus ojos--fóllame...

Y no es como que Ludwig no se muera por hacerlo, pero su ego tan goloso que pide por más, antes de terminar de una vez con todo de la manera más esperada, el broche de oro. Escuchar aquellas palabras le enviaron crueles y potentes toques a su entrepierna, gime roncamente para contener esa gloriosa sensación, pero antes un poco más de palabras bonitas.

--¿Por qué habría de complacerte?—le susurra, su voz sensual y gruesa le eriza la piel al italiano—Hazlo por ti mismo—suelta y sentado en la gran cama, aprecia a su esposo intentar erguirse sobre la cama, todo despeinado y sudoroso, sonrosado y con lágrimas haciendo resplandecer sus hermosos ojos—Así es, ven con tu amo...

Avanza sobre la cama moviendo sus rodillas, sus manos siguen atadas pero ya las siente entumidas, le duelen las muñecas. Por fin llega al cuerpo del adonis pervertidamente sensual, se sube en su regazo y roza sus nalgas con la erección que amenaza con entrar y destrozarlo deliciosamente hasta que se desvanezca en tanto placer.

--Amo...--acaricia la oreja con sus labios y susurra—Métemela, muy duro, muy pero muy duro...

Y da comienzo el último acto de la velada.


~En alguna montaña de algún pueblo~

--Qué raro, Ludwig no contesta mis llamadas ¿creen que todo ande bien?—pregunta hacia los canes que lo observan moviendo sus colas de una lado a otro—Debería regresar pronto—recibe unos ladridos de vuelta, se pone de pie de la roca en donde estaba sentado y comienza a caminar.

--Yo creo que deberías dejarlos solo por un tiempo, escuché que tu hermano regresó de una junta muy importante y le dieron unos días para descansar—dice alguien a sus espaldas, castaño y más pequeño—Siempre está fuera y nunca tiene tiempo para mi estúpido hermano.

--¿Quieres decir que debo dejar que copulen hasta convertir la casa en un nido de semen y fluidos corporales no asombrosos?

--Eres imbécil—se cruza de brazos con una mueca de saco en la cara, luego piensa un poco y aclama—Además no podemos regresar todavía, falta revisar un viñedo.

--Hazlo tú, eres el dueño—responde y da la espalda, los canes siguiéndolo desde atrás.

Una piedra fue a parar en su espalda.

--¡¿Cómo te atreves a atacar este hermoso cuerpo?!—voltea y ve al castaño con algo entre las manos, su tesoro, su precioso.

--¡Devuélveme a Gilbird!—grita, pero el contrario lo echó por un acantilado.

Sí, él también estaba enterado del plan de Kiku.


******

¿Saben cuál es la raíz cuadrada del arroz? Espero que no porque es lo que menos necesitan ahora. Al igual que Feliciano.

Está montando a su marido, con los brazos alrededor del grueso cuello, gimiendo a más no poder, pueden apostar a que el la mañana estará afónico.

Su esposo había planeado no moverse, pero cedió ante su impulso y ahora embiste a la par que el otro se deja caer. Jamás habían tenido sexo tan intenso, lo están sintiendo mil veces mejor que antes, Feliciano embargado por la presión en su entrepierna y el placer que llega desde su interior, su vista está nublada, sus piernas tiemblan y parece que su corazón se unió al ritmo de cada estocada.

El rubio decide cambiar la posición, para llegar más profundo y así lo logra. Quedando encima y embistiendo con más fuerza llega a la próstata y un grito desenfrena sus neuronas. Decide que es momento de quitar el anillo que tortura a su pareja, Feliciano rodea sus caderas con las piernas y se acerca para dar un beso, esos sucios y descarados que sólo él sabe dar. Ambos gimen en sus bocas, fusionando sus sonidos y su saliva.

El menor no piensa dejar los labios en paz, da pequeños mordiscos, lengüetazos y lamidas a las encías, juega magistralmente con la boca del rubio, que no puede ganarle la batalla bucal, así que para desquitarse, sale completamente del italiano y vuelve a entrar con toda su fuerza. El pobre castaño echa la cabeza para atrás por la fuerte sensación, grita cada vez más fuerte.

Es momento. Ludwig vuelve a besar a su amante y se corre luego de que le mordieran el hombro, con un gruñido escapando de sus labios. Feliciano lo hace después, gritando tan fuerte que su esposo le tuvo que tapar la boca, se arqueó y los espasmos llenaron su vientre. El orgasmo cobra factura de sus cuerpos, no falta mucho para que caigan rendidos contra el cansancio.

Se abrazan, rozando sus pieles desnudas, arrebatando aire cálido que entra a sus pulmones tan rápido como entra. Ludwig cierra sus ojos, meditando un poco, los vuelve a abrir y ve a su esposo con grandes lágrimas saliendo sin parar.

--Feliciano...--le toma de la barbilla con delicadeza, un terrible dolor embarga su pecho, formando un nudo en su garganta—perdóname.

--No, perdóname tú Lud—llora, se acerca al cuerpo contrario para intentar abrazarlo—yo- yo hice algo muy malo...

--...--y ahí regresó la imagen del italiano con la mujer voluminosa. Toma a su esposo de los hombros y lo vuelve a acostar, le desata las manos y las soba, luego las besa.

--Vas odiarme por eso...vas a-

--Si yo no me hubiese portado de esa manera, no habría pasado nada—reconoce, con la mirada gacha—no fue tu culpa, no llores—besa las lágrimas y luego los labios.

Feliciano se sorprende, no sabía si de verdad el otro se había enterado o lo estaba confundiendo con otra cosa. Solloza un poco y correspone del beso.

--¿Entonces no te molesta que me haya acostado con una donna?—pregunta inocentemente, mirando a su marido.

--Feliciano...que te quede clara una sola cosa—vuelve a tomar su semblante dominante posesivo, su mirada profunda—Eres mío y de nadie más, y no me importa de quien se trate pero—sonríe, ver al castaño reaccionar le está volviendo a excitar—si te vuelves a portar mal, tendré que castigarte de nuevo.

El menor abre los ojos sorprendido, entre asustado y excitado de escuchar aquella declaración. Muerde su labio inferior, sonríe tan amplio sólo como el puede y abraza a su hombre para dedicarle unas palabras sinceras.

— No sería tan malo que volvieras a castigarme, o si ¿amo? — se pega al cuerpo del rubio y le da un beso en la mejilla— Te amo— lo mira directamente a los ojos, adentrándose en el hermoso celeste que estos albergan. Luego sonríe con travesura para decir— pero la próxima vez no me amarres tanto tiempo ¿ok?

Como respuesta, el otro se pone rojo hasta las orejas por escuchar aquella palabra, fuera del ambiente se sentía muy raro ser llamado así, por eso mejor le tapa la boca antes de diga algo más que le incomode.

— También te amo, y nunca lo dudes, ¿de acuerdo?— revela con seriedad, ignorando la propuesta anterior de su esposo. Le destapa la boca y le da el último beso de la noche, con movimientos lentos y caricias suaves, cargado de tanto amor que casi olvidaba mencionar un detalle— Por cierto, hay una cámara en esa mesa.

.

.

.


--¡Kiku!—lo sostiene de los hombros y lo sacude rápido— ¡No sigas la luz, no la sigas!—vuelve a sacudirlo— ¡De ese lado no hay porno!

El japonés había caído desmayado luego de ver la naziconda penetrar a su amigo.

Que los dioses salven su alma pecadora (y el video también).









¿Les ha gustado?

¡ES EL CAPÍTULO MÁS LARGO DE CUALQUIER FIC QUE HAYA ESCRITO! Espero que haya valido la pena tanta espera ;A;





Por cierto, no hay devolución de almas.

9772 palabras.


~PRÓXIMAMENTE EN "UN CONSEJERO AMOROSO"~ ¿Quién dice que las pasivas no pueden pedir matrimonio? La siguiente desesperada, delicada e incomprendida, pasiva es:

Nombre: Hermond Roderich Van Humboldt Edelschtein III 

 Edad: 28 años bisiestos (porque así se siente más joven) 

 Tiempo de relación: 10 años 

 Edad de la pareja: 26 años 

 Ocupación: Maestre en artes plásticas y música

 Fetiche: Usar anteojos para verse deseable. 

 Miedo: A no casarse antes de los treinta. 

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