prólogo

—Voy a conquistarte, cueste lo que cueste, duela lo que duela, vas a ser mío, y te vas a dar cuenta de a quién amas en verdad —le dijo al chico italiano, quién se negaba a darle un beso a la mexicana.

—Yo amo a Luna, Emilia. Ni aunque fueras la última persona en el mundo, estaría contigo —bufó molesto.

—Eso lo veremos, querido —y se fue de ahí, dejándolo con la palabra en la boca.

Golpeó el casillero y llegó Luna, su novia.

—¿Qué pasa Matteo? —le tocó el hombro y éste se sobresaltó.

—N-nada, me tengo que ir —salió como pudo y empezó a buscar a Emilia.

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