Capítulo 33 - Sucesos

Capítulo dedicado a @RominaBernalCerf <3

"Sarahi merece alguien que la entienda o trate de hacerlo merece ser la primera opción merece alguien que cuando la mire piense ella es perfecta simplemente por existir no sé si me explico ya no me cae javier 😔 ojalá Sarahi pueda conocer a alguien mejor y enamorarse de esa persona"

Narrador omnisciente.

Seúl sabía que las probabilidades de que Samantha le partiera un plato en la cabeza eran muchas, por eso tardó al menos dos horas en reunir las fuerzas necesarias para tocar la puerta.

Había sido su esposa por quince años, por eso y por otras cosas la conocía mejor que nadie. Ella era una mujer de temple, segura y radical. Lo de ellos había acabado tiempo después del cumpleaños de su hija y desde entonces, nunca más se habían dirigido la palabra.

Seúl la seguía amando. Desde el momento en que sus ojos conectaron con los de ella supo que estaba perdido y ese sentimiento jamás cambió. Ni el tiempo, ni las discusiones y mucho menos las intromisiones de otras mujeres lo habían hecho cambiar de idea. Ella... Bueno, Samantha no quería aceptar lo que el pendejo padre de sus hijos la hacía sentir.

Cuando abrió la puerta lo primero que tomó fue la sandalia que estaba utilizando pero él fue más rápido al quitársela y al esquivar su golpe que iba con toda potencia a su cara. Se miraron, se quedaron quietos y sin preámbulos él logró robarle un beso antes de que ella le volteara la cara de un bofetón.

Había sentimientos contradictorios en la mujer y sentimientos aún más vivaces en el hombre. ¿Por qué se les hacía tan difícil aceptar que aún se amaban? ¿Por qué no se sentaban a conversar y dejaban atrás el orgullo y el rencor? Bueno, lo de Samantha era más que obvio: ese hombre la engañó y le rompió el corazón como a una adolescente.

El que había sido su esposo no era más que una rata de dos patas, poco hombre, cobarde, infiel y un sinónimo de esos insultos que se le cruzaban por la mente a la velocidad de la luz. Estaba molesta, ¿cómo se atrevía a entrar a la casa que habían compartido en matrimonio? ¿Cómo se atrevía a dar la cara por sus hijos nueve años después de su desaparición? Ella siempre lo tuvo claro y se lo inculcó a sus niños: el dinero no compra el amor. Ese hombre solo se encargó del dinero y ¿qué más? Dejó a sus hijos abandonados, como si los años junto a ellos hubieran sido suficientes para conservar su amor.

Y ahí estaba él, creyéndose el mejor por haber recuperado el cariño de sus hijos y ahora tener el cariño de sus nietos. Samantha lo detestaba tanto como detestaba a los xenófobos y cómo detestaba a esos hijos de la chingada.

— ¿Me vas a escuchar o volverás a golpearme con una plancha? —la pregunta de Seúl invadió el silencio de la habitación transportándolos al día en donde se supo medianamente todo. Ella se llenó tanto de rabia que tomó la planta con la que estaba alisando su camisa y se la lanzó haciéndole un pequeño corte en la frente que le dejó una pequeña e imborrable cicatriz. (Fue la única vez que ella se mostró tan violenta y días después de que él se fue de la casa, sintió un remordimiento de tres segundos).

—Yo no tengo nada que escuchar de ti —a él le pareció lindo ver el gesto de indignación en su cara. Tantos años y no había cambiado en nada, ella seguía teniendo una personalidad de adolescente con pensamientos de mujer.

—Pues yo sí tengo muchas cosas que decirte —ignoró la punzada de miedo y se escudó en el atrevimiento pasando como si nada a la casa que había compartido con ella tantos años atrás. La casa que compraron, remodelaron y arreglaron para vivir con sus hijos que apenas tenían dos años.

Ella se comió toda su furia y cerró la puerta de mala gana encontrándose con la mirada fija que la hizo tambalearse y dudar de su estabilidad mental unos segundos. Lo quería, ella aún lo quería y por eso tenía miedo de su cercanía y los sentimientos que causaba cuando estaba cerca. Ella tenía miedo de caer, dejarse llevar y volver a sufrir como en años pasados. Tenía miedo de entregarse de nuevo y que él le rompiera el corazón como una vil alimaña.

Samantha siempre tuvo clara una cosa y esa era que el día que un hombre le pusiera los cuernos, se iría sin ver atrás. Cero segundas oportunidades, cero nuevos comienzos. Lo había mantenido muy presente hasta que se lo encontró de nuevo en el hospital en donde internaron a su niña por una crisis nerviosa. Lo vio ahí y su lema se tambaleó de tal manera que adoptar una personalidad indignada la mantuvo cuerda por algunos días.

Luego fingió molestia, soberbia, rencor y por último, odio. Ella no lo odiaba, pero sí le tenía miedo porque el peor amigo del corazón era el amor. Y eso era lo que ella sentía por él.

—Bueno, ¿hablarás o te quedarás ahí como un pendejo? —se cruzó de brazos bastante irritada por su presencia y le molestó aún más la pequeña sonrisita que él asomó segundos después. ¿Qué le causaba risa al imbécil ese? ¿Se estaba burlando de ella?

— ¿Me escucharás o fingirás prestarme atención hasta que me largue? —contraatacó con la mirada clavada en la preciosa morena apoyada en la puerta.

Samantha tenía un físico impresionante y eso fue lo que en un principio a él lo volvió loco. Su cabellera negra azabache hasta la cintura, su cuerpo increíblemente dotado y curvilíneo y su elegancia al portar tacones, vestidos largos o cortos según el protocolo que requería su trabajo. (Trabajaba como dama de compañía en un club de gente de dinero). Él era camarero y tenía competencia por todo lo alto. Hombres adinerados que se la comían con los ojos, que la invitaban a los mejores lugares de Florida, que le compraban las mejores prendas y nada. Ella nunca caía, ella nunca les prestaba atención y siempre prefería irse de fiestas con sus amigas antes de preocuparse por los viejos con dinero que la cortejaban en manada.

Él por casualidades de la vida apareció en el mismo club en el que ella estaba festejando su cumpleaños y se enamoraron. Bailaron hasta el amanecer y al día siguiente casi se desmaya cuando al llegar al trabajo, ella le sonrió como si compartieran algo lindo, un secreto. La acompañó cada noche a su casa y luego de un beso en la puerta de esta, comenzó una relación bastante pasional y tormentosa.

Seis meses después concibieron a los mellizos Bazan y tres meses después de eso, se casaron por civil y por iglesia con la ayuda de sus amigos y familiares. Fue una boda frente al mar, ambos rebozando de felicidad e ignorantes ante la idea que en vez de un bebé, venían dos en camino. La noticia solo fue felicidad para él, porque ella estuvo a punto de pedirle el divorcio por el suplicio que la hizo pasar en la sala de partos.

—Te escucharé si prometes largarte de una vez por todas —pero ese amor ya no era demostrado por parte de ninguno. Ambos estaban presos por el orgullo y esta noche después de la verdad se decidiría si quedaría o no olvidado para la historia.

...

En otro punto de la ciudad, ellos festejaban absortos en su felicidad el cumpleaños del chico que había venido desde la otra punta de Estados Unidos a apoyar a su amiga y amor de la adolescencia.

Álvaro tenía claro sus sentimientos por ella, la quería, pero después de varias semanas a su lado siendo solo su amigo y presenciando su relación con Anthony Soublette, le había quedado claro de que no estaba listo para una mujer como ella.

Anthony Soublette no dejaba de rodar los ojos cada vez que Amparo abría la boca para pronunciar dos palabras. Era su cumpleaños, lo sabía, pero ¿qué le costaba quedarse callado? Mucho sacrificio había hecho con reservar una mesa especial en su restaurante. Le aturdía su voz y su presencia.

Celos, sí, y ¿qué? Eso reinaba en aquella mesa en donde estaban Simón y Tiffany siendo observados por el novio de la última. Ellos no dejaban de observarse y sonreírse como dos adolescentes enamorados y es que el amor les salía hasta por los poros. Se amaban y se lo demostraban con cada gesto o palabra. Se amaban y se lo demostraban cada que respiraban y se veían a los ojos.

—Tienes un poco de salsa aquí —el mellizo aprovechó para limpiar la mejilla de su ex novia y ella no dudó en agachar la mirada para disimular el sonrojo que le causaba su tacto. Él la ponía nerviosa por todo y tener a su novio al lado no ayudaba. Se sentía atrapada entre el deseo y lo correcto. Entre sus sentimientos y las promesas hechas hacia las personas que amaba.

—Sean quiere ir al baño —Tiffany aprovechó el regalito de su bebé para levantarse y poder despejarse del ambiente tenso y las personas.

Se fue riendo y jugando con su bebé demostrándole cuan enamorada estaba de su ser. Era su chiquito y estaba más encantada por él que por cualquier persona sobre la tierra. Además de eso, lo había concebido junto al hombre más precioso hablando sentimental y físicamente. Para ella, Simón y su hijo eran lo más bello sobre la faz tierra. Eran cosas que no se admitía... Pero cosas que en el fondo de su corazón nunca podrían cambiar.

No se había perdonado el hecho de no haberle creído meses atrás. Acumuló tanta rabia y decepción hacia él que cuando se supo la verdad de los hechos, esos sentimientos se giraron hacia ella haciéndola sentir como el peor ser sobre la tierra. No se creía merecedora del amor que ese hombre le ofrecía porque ella no había confiado en él cuando más la necesitó. Simón era muy puro, muy bueno, muy demasiado para ella. Tiffany tenía el ego muy alto, pero su confianza estaba muy por debajo del subsuelo.

—Eres el niño más hermoso del planeta, lo sabes, ¿no? —Su bebé rió encantado con sus halagos y ella aspiró el aroma a talco antes de apretujarlo entre sus brazos dándole besos por toda la cara —Digno hijo de tu papá —era claro que eso solo lo decía cuando estaba a solas.

Caminó sintiendo la incomodidad intensificarse junto a la tensión. Simón exhalaba un aire despreocupado, armonioso, relajante y tranquilizador. Javier, por el contrario, denotaba seriedad, discrepancia y cansancio de tanto fingir que le gustaba estar ahí.

Tiffany se sentó en medio de ambos y reprimió un suspiro cuando el padre de su bebé se inclinó preguntándole acerca del mismo. Aprovechó el gesto para mirarla de cerca y rozar su brazo antes de hacerle cosquillas a su hijo. Si se hubiera acercado un poco más, tal vez hubiera escuchado el corazón acelerado de su ex. El corazón que aún seguir latiendo a mil por él y el corazón que por más que se aferrara a su "pareja", jamás podría olvidar lo que sentía por él.

En el otro lado de la mesa Sarahí estaba observando toda la escena en silencio. Se preguntaba si Javier lo veía también o solo se hacía el ciego para no aceptar que esa batalla estaba ganada. Sus ojos caían una y otra vez en ese chico que estaba absorto en sus pensamientos y su corazón se apachurraba al verlo tan cabizbajo ante la situación.

A ella le parecía egoísta Tiffany por el simple hecho de no ser clara con ninguno de los dos. Le parecía cobarde por no admitir lo que de verdad sentía y le parecía dolorosamente perfecta hasta llegar al punto de ser inolvidable para aquellos dos chicos importantes para ella.

¿Qué tenía ella que no tuviera Sarahí? La morena no tenía cuerpo de miss, pero era bonita y su figura curvibuena la había hecho vanagloriarse en más de una ocasión. Era bajita a diferencia de su prima y Tiffany, pero entraba en lo aceptable para la sociedad y todo se podía disimular con unos buenos tacones altos.

¿Era la personalidad? Observó a Tiffany una vez más preguntándose si la amargura le parecía atractiva a los chicos. ¿Tenía que actuar como si tuviera un dildo metido en el culo todo el tiempo? ¿Eso la haría verse más interesante o sexy?

¡Qué complicado era no ser correspondida!

Su amargura la pasó con un trago de champagne y su humor mejoró considerablemente por la risita del bebé en las piernas de su prima. Anthony chiquito se encontraba jugando con la pulserita que le había regalado su madre en navidad y a su lado Sarahí estaba intentando distraerse para no pensar en lo mal que se sentía sentimentalmente.

Por un momento la idea de levantarse y largarse del lugar le pareció la mejor de todas, pero era el cumpleaños de su mejor amigo y no podía dejarlo solo con todos ellos. Suspiró resignada y se obligó a probar el postre que en realidad estaba riquísimo. Ni eso le levantaba el ánimo, lo que ella necesitaba era un orgasmo.

Ese pensamiento la hizo sonrojarse y sonreír inconscientemente, lo que llamó la atención de chico que desde hace minutos no había dejado de ver en su dirección.

¿Le entregaba el collar de una vez? ¿Se lo daba cuando estuvieran a solas? Javier por podía dejar de observarla y preguntarse por qué se veía tan apagada. ¿Estaría pensando en él? ¿Le estaría yendo mal en el trabajo? Su preocupación estaba acompañada de un extraño sentimiento que quería evitar a toda costa: el deseo.

Sarahí había optado por ponerse un vestido blanco de tiras delgadas que se ajustaba a la perfección a sus curvas. Sus labios color carmesí que se veían increíbles cuando sonreía ampliamente a todas las direcciones cuando se requería de su personalidad anti-silencio.

Javier tocó la caja alargada y negra en la que venía el collar de rubíes y se levantó bajo la atenta ignorada de su novia. Tiffany estaba más enfocada en la conversación que estaba teniendo con el padre de su hijo.

Todos los ojos cayeron en Sarahí cuando Javier le preguntó casualmente si podía hablar con ella. El color rojo queda corto para el nivel de color que tomó la piel de la morena. Le iba a dar un infarto, ¡Javier le estaba hablando!

Ambos caminaron a una distancia prudente y desde la distancia, Tiffany sintió el extraño presentimiento de que ahí había algo más que la historia de un beso. Le alivió no sentir celos, pero le extrañó no sentir nada, ni desconfianza. ¿Había superado su etapa de tóxica? ¿Había dejado de ser la chica histérica y conflictiva? No lo sabía, pero muy en el fondo deseó que Simón superara también esa etapa oscura con ella. La idea de que estuviera con alguien más la... Jodía, pero tenía la esperanza de que él también encontrara a alguien que le diera un amor sano y lleno de confianza. Lo amaba demasiado como para no sentir una pizca de ira ante la idea, pero porque lo amaba, se había resignado a dejarlo ir en busca de sí mismo y su felicidad.

La mandíbula de Sarahí cayó al piso cuando Javier le mostró lo que le había comprado días atrás. Sus ojos brillaron ante la hermosa cadena de de rubíes y oro blanco y su mirada se cristalizó porque jamás en su vida le habían regalado algo tan bonito. El mejor regalo de su ex había sido una cena y una noche en el hotel más caro de Florida. Todo por sexo, todo por beneficio propio. Pero esto... Carajos, ¡era la cosa más bonita que habían visto sus ojos! Y eso que había visto muchos vibradores de alta gama.

— ¿Te gusta? —Javier ocultó sus nervios tras la fachada de inexpresivo y Sarahí asintió repetidas veces antes de lanzársele encima con un gran abrazo que desencadenó miles de sentimientos.

Ambos se quedaron congelados asimilando el momento. Ninguno se movió, fingieron sentir solo cariño fraternal y se fundieron en un abrazo que demostraba lo contrario. Sarahí solo tenía ganas de comérselo a besos y Javier... Javier tenía ganas de largarse y no permitirse tener esos pensamientos. Se separaron poco a poco.

—Me encanta, muchísimas gracias —ella soltó una risita nerviosa y se separó lentamente observando la delicada cadena que parecía llamarla —. ¿Por qué lo hiciste? No tenías que...

—Te la quería dar, eso es todo —él se encogió de hombros como si nada, como si en realidad no hubiera soñado con esa reacción desde el primer segundo en el que la cadena estuvo entre sus manos.

—Muchas gracias, está hermosa —la sonrisa de ella le hizo sentir un apretón en el pecho y tuvo que bajar la mirada para no seguir avivando esos sentimientos —. ¿Me la colocas? La quiero usar de una vez.

El cuerpo de ella giró sobre sus talones dándole la espalda con una gran sonrisa. Él apartó su cabello y se acercó más de lo requerido pasando la cadena adelante y hacia atrás, aprovechando el momento para oler el perfume de su cabello y cuello. ¿Cómo sería besarla ahí? La pregunta hizo estragos en su cuerpo y sus dedos lo demostraron porque temblaron intentando abrochar la maldita cadena.

De un momento a otro se imaginó besándola en los hombros, el cuello, la espalda y tocando su abdomen. Se imaginó subiendo las manos hacia sus senos y se imaginó rozando sus pezones tan lentamente que la respiración de ella se descontrolaría.

El miembro en su entrepierna se endureció enseguida y tuvo que acelerar los movimientos de sus dedos para alejarse de ella de una vez por todas. ¿Qué mierda le estaba pasando con esa chica? ¡Tenía que dejar de pensar como un maldito depravado!

Sarahí sonrió satisfecha de tener esa joya tan hermosa y se giró hacia el hombre que tenía la mirada más oscura de lo normal. Ladeó la cabeza al sentir su respiración más pesada e intentó acercarse para cerciorarse del estado de salud de su amor platónico.

— ¿Todo bien? —su mirada y su voz derrochando ternura e inocencia fue la gota que rebasó el vaso de Javier. Su cuerpo dio un paso más en dirección a Sarahí pero su mente lo obligó a retroceder como si de un animal herido se tratara.

¿Por qué estaba pensando así? ¡Tenía que dejar de actuar de esa manera! Pero no podía, él la tenía enfrente y solo quería apoderarse de sus labios como esa vez que los celos actuaron como sedante ante su moral.

Tenía tanto miedo de lo que estaba sintiendo que prefirió caminar sin ver atrás y sin ponerse a pensar que sus dudas estaban lastimando a la chica desilusionada con un nuevo collar en el cuello. Una chica que cada vez se sentía menos suficiente para él y una chica que a pesar de todo, seguía dispuesta a entregar todo por él.

...

La noche había culminado a la perfección. Álvaro estaba hablando sin parar con Sarah, y Anthony estaba con Anthony en una disputa de miradas que ninguno de los dos entendía. Llevaban días con eso, se quedaban mirándose fijamente hasta que alguno de los dos se cansaba y apartaba la mirada rendido. Lo difícil es que ambos tenían la misma personalidad y odiaban perder, por eso duraban mucho tiempo ganándose miradas divertidas por parte de la melliza que no dejaba de pensar en lo difícil que sería la situación cuando su bebé creciera.

Ya casi no había personas en el restaurante Soublette. Había sido un día difícil pero increíblemente beneficioso para la imagen. Reservar en ese lugar se había vuelto todo un reto y la popularidad que atraía valía cada centavo que se pagara en él. Parecía un palacio y la comida sabía tan deliciosa como se decía.

La noche de risas entre amigos y familia estaba impregnada por un ambiente armonioso y a la misma vez amenazante.

Mientras Sarah, Anthony y su bebé caminaban de la mano en medio de las mesas, una sombra se ocultaba detrás de una columna acechándolos con odio. La misma sombra que se aseguró de mantenerse en penumbras hasta que los últimos empleados salieron, inclusive la chef, que estaba absorta en la llamada que estaba teniendo con su esposo.

El bebé Anthony lloró en los brazos de su madre al sentir una incomodidad en su pañal y ambos adultos se miraron decidiendo qué harían con el regalito.

Sarah rió para sus adentros, Anthony le había contado que había cambiado el pañal de su hijo el día que estuvieron juntos y esa imagen se recreaba una y otra vez en su mente. Le parecía increíble que alguien como Anthony hubiera hecho eso porque vamos, ¡¿a quién le gusta cambiar pañales?!

Anthony grande lo vio como una oportunidad perfecta para supervisar por última vez cada rincón del restaurante. Su paranoia no le permitía dejar de actuar como jefe controlador y con ese pensamiento decidió tomar en brazos al bebé y cambiarle él mismo el pañal con una mueca de desagrado que no eliminó en ningún momento.

—Cuando seas grandes te cobraré por todas las veces que me hiciste cambiarte los pañales—bebé Anthony rió por la cara de asco que hizo el hombre frente a él y Anthony solo pudo ocultar su sonrisa porque de alguna u otra amanera, no podía molestarse cuando se trataba de ese niño.

El mayor se encargó de pasear por todos los rincones y el bebé entre sus brazos rodeó su cuello apoyando su mejilla en su hombro. Se tenían confianza y aunque uno estaba muy pequeño para entenderlo y el otro era demasiado antipático para aceptarlo, se querían.

Anthony se aseguró de cerrar cada puerta y dejó la cocina para el último momento porque sabía que todavía estaba alguien limpiando. Aminoró la marcha mientras alzaba al bebé en brazos que reía y tocaba su cara observándolo con emoción. El lugar estaba silencioso y quedó satisfecho al entrar y ver los mesones brillando y platos rechinando.

Su sonrisa se congeló cuando un golpe en la espalda lo hizo inclinarse de dolor y reuniendo todas sus fuerzas logró mantenerse firme para evitar que el bebé llorón entre sus brazos tocara el suelo.

Su cara se giró de inmediato y no dudó en dar varios pasos hacia atrás al encontrarse con los ojos grises completamente oscuros por la ira.

Babi llevaba semanas planeando el encuentro. Claro, no así, no en ese momento, pero... Lo había saboreado en tantas ocasiones que su boca se hizo agua al presenciar el momento que estaba palpando con los ojos. Ya no había cordura o sensatez, ahora un tumulto de malas emociones la embargaban porque tenía ante ella al hombre que le había roto el corazón.

Sus ojos negros la miraban con sorpresa, preocupación y dolor, pero ella no se centró en él sino en el bebé llorón que estaba entre sus brazos muerto de miedo por la escena. Le gustaba eso, tener el control y ser la causante del pánico que ellos le habían causado meses atrás.

Ellos... Todos. Todos tenían la culpa de que ella estuviera así. Todos tenían la culpa... La mujer que estaba hablando por teléfono y se estrelló contra el auto de su mamá, el hijo del director del hospital, Sarah por entrometerse en sus planes, Anthony por romper su corazón y ese niño por... Existir.

El odio había incrementado de una manera insoportable y sus ganas de lastimar a otros ahora eran más fuertes que las de lastimarse a sí misma. Ya se había cansado de cortarse y llorar en la ducha todas las noches. Ahora era el momento en que todos sintieran eso que tanto la había estado aniquilando.

Se movió rápidamente por toda la cocina buscando un objeto afilado. Al encontrarlo, solo pudo evitar sonreír como desquiciada imaginando toda la sangre que saldría de ese pequeño ser que estaba llorando abrazado al hombre que no tenía nada que ver con su sangre. ¿Por qué Anthony había aceptado a ese bastardo? No lo entendía, él no era nada suyo y jamás lo iba a ser.

El odio y la furia se apaciguó cuando la punta del cuchillo chirrió por toda la mesa de metal en medio de la sala. Un sonido ensordecedor e irritante que hizo llorar aún más al bebé que se aferraba asustado a los brazos del novio de su mamá.

Anthony tenía la esperanza de que Babi volviera a sí misma y se controlara como una persona normal, pero descartó la idea cuando la vio dirigirse a él con un cuchillo en la mano y una mirada asesina. Sus pies viajaron más rápido que su cerebro y logró rodear la encimera quedando al lado de la otra chica con aspecto de loca que no tenía nada que ver con la chica tímida de su adolescencia.

Lo primero que pasó por su mente fue «tengo que sacar al mocoso», pero las posibilidades eran pocas al notar la mirada decidida y cínica de Babi que estaba dispuesta a cruzar por encima de la encimera con tal de ver un poco de sangre en el piso de la cocina. Estaba loca y algo más que sed de venganza, necesitaba desesperadamente ayuda psiquiátrica para su condición.

El trastorno de bipolaridad se había presentado desde que era una niña pero incrementó después de la pérdida de su madre. Los episodios depresivos arrasaron con ella de una manera demoledora y después de la encarcelación de su padre, presentó otras enfermedades como trastorno obsesivo-compulsivo y esquizofrenia. Ella estaba en un limbo y necesitaba ayuda, pero era demasiado tarde como para preocuparse por la antagonista dispuesta a matar.

La mente de Anthony iba tan rápido como su corazón. Estaba cagado del miedo pero necesitaba encontrar una salida para poner a salvo al mocoso que no dejaba de llorar aferrado a su cuerpo. Le preocupaba el bebé, no él. Le preocupaba Sarah, no lo que esa loca le hiciera. Le preocupaba que a Anthony le pasara algo porque a pesar de no decirlo en voz alta, ese niño se había ganado el mismo sentimiento que él tenía por su mamá.

Babi estaba aferrada a la idea de apuñalar al primero que se le cruzara por su camino y ese pensamiento la estaba haciendo apretar con todas sus fuerzas la base del cuchillo. Estaba histérica, excitada y emocionada por el poder que ese objeto le daba. Se sentía poderosa con cada paso que daba, con cada sonrisa, con cada risita. Se sentía liberada y por primera vez en su vida, sintió que estaba desahogando todo lo que tenía escondido en su ser.

Adiós a la chica tímida. Adiós a la niña inocente. Adiós a la niña muerta de amor por Anthony Soublette. ¡Esta le gustaba más! Y lo mejor de todo: esta nueva versión parecía tener a Anthony comiendo de la palma de su mano.

El mundo estaba a sus pies bajo la dictadura del terror. Quien se interpusiera moriría y ella con ese cuchillo lo estaba dejaba claro. Esa noche era suya al igual que el miedo que veía en la mirada de ese ser. Tan hermoso, tan sincero y tan doloroso a la vez.

La luz de la luna y el frío de la noche tenían a Sarah extasiada. Esta noche había sido perfecta y lo era aún más el hecho de estar bailando con uno de sus mejores amigos al lado de la salida.

Álvaro había improvisado poniendo música desde su teléfono y ahora él y Sarah se encontraban bailando ignorantes a la tragedia sangrienta que estaba pasando en la cocina. Ella reía y él la hacía dar vueltas mientras mentalmente, la melliza se preguntaba por qué Anthony se tardaba tanto.

Una punzada invadió su pecho e instintivamente pensó en su bebé. ¿Qué estaba pasando allá adentro? Su corazón se aceleró de pronto y unas inmensas ganas de entrar la dominaron haciéndola dar unos cuantos pasos que fueron interrumpidos por las manos de Álvaro sobre su cintura.

— ¿Qué haces? —su sonrisa la hizo casi desistir de su idea pero la punzada en su pecho la hizo tomar de nuevo la iniciativa paralizada por su amigo.

—No lo sé, Anthony está tardando mucho y no quiero irme tan tarde de aquí —respondió calmada y serena, todo lo contrario a lo que estaba sintiendo el mencionado en la cocina.

—Lo buscaré, no te preocupes —él dejó un beso en su mejilla y se encaminó a buscar al novio de la chica que quería.

Cuando Sarah se lo confesó, a él no le sorprendió en absoluto. Ya sabía lo que ella sentía y todo lo demás, ella se lo había dicho cuando estaban en Florida, pero verlos juntos fue el motivo por el cual decidió separarse y esperar que ella eligiera qué camino tomar. La quería, sí, pero él no era egoísta y sabía cuando dar su brazo a torcer. Sarah y Anthony estaban enamorados y eso era algo que ni él ni nadie podrían cambiar.

Unos jadeos se escucharon por algún lugar del pasillo y Álvaro aceleró el paso al escuchar un llanto potente de bebé acompañado de varios gritos aterradores y desgarradores.

La escena que vio cuando llegó a la cocina lo hizo detenerse tieso frente a la puerta del lugar. Un hombre sobre el piso, sangre saliendo de una manera incontrolable y un bebé gateando y llenándose del líquido rojo le quitaron todo el color de la cara en segundos.

...

Alec sabía que cubrir a su amigo no le traería recompensas futuras, pero al ser consciente de lo difícil que la estaba pasando Joseph en su casa, cubrirlo en sus turnos de limpieza le parecía lo mínimo que podía hacer.

Ahora estaba esperando un taxi porque había acabado de limpiar tarde y el frío se le estaba colando por lo huesos. Necesitaba comprarse ropa nueva... También necesitaba un par de zapatos.

El dinero que ganaba en el restaurante Soublette era bastante, pero como estaban las cosas en su casa, ahora todo lo que tenía lo invertía en las reparaciones y remodelaciones de esta. Él y su madre se habían puesto de acuerdo para mejorar su estilo de vida, claro... Sería más fácil si su imagen lo reflejara, pero eso sería poco a poco. Ahora necesitaba un taxi y dejar de temblar como una maldita gallina.

El frío le estaba haciendo picar las orejas y de un momento a otro fue tan insoportable que decidió adentrarse de nuevo a la cocina a esperar el taxi. Las luces seguían encendidas y eso le quitaba el miedo, (le tenía miedo a la oscuridad).

Observó el gran restaurante por fuera antes de entrar. Le parecía increíble que de tantos lugares, se viniera a encontrar justo con ese, con él. No lo había querido pensar tanto pero la idea le emocionada. Siempre, durante toda su vida, quiso tener un hermano. Cuando su papá le hizo esa pregunta a su jefe, casi se desmaya de impresión y eso para él fue emocionante. No por el dinero ni por el apellido, fue porque carajos... Él admiraba mucho a Anthony Soublette y el saber que compartían sangre, fue como de ensueños.

Tenía un hermano y ese hermano era Anthony Soublette.

Sus oídos captaron un par de sonidos extraños al tocar la puerta de entrada y su corazón se aceleró al oír el llanto incontrolable de un bebé. ¿Un fantasma?

Abrió la puerta lentamente y su respiración se cortó al ver a la mujer de cabello negro y mirada de loca acercarse a su jefe y un bebé. Su jefe y el bebé de su novia. Su jefe, su... ¿Qué carajos? Su hermano.

Buscó con la mirada algo que le pudiera hacer desmayar de un golpe a la chica pero no lo consiguió. Él nunca había sido un chico problemático, el nunca se había metido en peleas más de lo necesario y por ende no sabía con qué técnica defenderse.

Anthony se veía bastante sereno a diferencia del niño que chillaba y lloraba angustiado. Alec se preguntó miles de veces ¿dónde estaban los guardias? Pero estaba seguro de que no había nadie porque a esta hora se hacían los cambios tanto en el área de cámaras como de seguridad. Era un chico observador, conocía cada rincón de ese lugar y estaba seguro de que si no hacía algo, esa loca lastimaría a su hermano mayor.

«Hermano mayor» Ese término lo hizo dar el primer paso en dirección a ellos. Era peligroso, pero la mujer ya se había acercado lo suficiente para cometer alguna tragedia y Anthony estaba atrapado entre la encimera, la salida y ella. No se podía pasar por arriba, el bebé en sus brazos no se lo permitía y tampoco podía correr porque Babi tendría la ventaja de atacarlo con facilidad por detrás. Estaba atrapado, vulnerable y angustiado porque en medio de esa locura estaba un bebé que no tenía la culpa de nada y estaba tan angustiado como el pequeño Meyer.

Babi tenía las de ganar. Su sonrisa demoniaca lo demostraba y poder oler el miedo de Anthony la enloquecía. Podía lanzarle el cuchillo y clavárselo a él o al bastardo, pero podía fallar y quedarse sin el afilado objeto en su mano. Prefería atacar a puñaladas, prefería hundir ella misma el puñal y hacer correr la sangre tibia entre sus manos. Sí, eso quería. Y con ese pensamiento corrió seis metros apuñalando la sombra que se atravesó inesperadamente.

Los ojos negros de un chico se conectaron con los de ella haciéndola volver enseguida a la realidad. Observó el cuchillo clavado en el abdomen del desconocido y se lo sacó enseguida dando un paso con temor hacia atrás.

« ¿Qué hice? »

Sus ojos viajaron hacia el hombre frente a ella y gritó aterrada al ver la escena que ella misma había ocasionado. Había un chico desangrándose en el piso. Anthony estaba a un lado del chico. Junto a él estaba el hijo de Sarah.

« ¿Qué hice? »

Se volvió a preguntar temblando de miedo y su voz se rompió cuando un intenso sabor amargo la hizo romper en llanto como si fuera un bebé. No escuchó, no vio, ni sintió nada más, solo rompió en llanto repitiéndose una y otra vez el monstruo que era. Eso es lo que era... Un monstruo que merecía morir.

Anthony estaba en shock. Había un chico desangrándose frente a él y un bebé privado del llanto entre sus manos. Necesitaba que hacer algo pero estaba completamente inmóvil frente a la imagen tan aterradora que se estaba dando frente a sus ojos.

Su cuerpo tembló antes de inclinarse y cuando sorpresivamente observó el rostro del que se había interpuesto entre el cuchillo y él, su corazón dio un vuelco al notar de quién se trataba.

No podía hacer nada con el bebé entre sus brazos, así que optó por dejarlo en el suelo y auxiliar al chico que se encontraba retorciéndose privado del dolor y miedo que de un momento a otro lo habían dominado por completo.

—Mamá... —era todo lo que repetía mientras intentaba conseguir el aire que poco a poco se le escapaba de los pulmones. Solo tenía dieciocho, no quería morir tan joven y no quería dejar a su mamá sola. Él no quería irse tan pronto, él tenía muchas cosas que hacer, mucho que vivir.

—Tranquilo, mírame —Anthony lo observo con la preocupación palpada en su voz y apoyo una mano paso su nuca intentando aliviar el dolor del frío suelo. El chico lo miró con lágrimas en los ojos, en un punto que no reconocía a nadie más que a su hermano mayor —. Alec, quédate conmigo, ¿vale? Todo estará bien...

—Mamá... —el chico repitió con toda la fuerza que la presión en el abdomen le estaba le quitando y tomó la mano de Anthony intentando aferrarse con todas sus fuerzas a ese momento.

—Alec, mírame —la voz profunda lo hizo subir la mirada lentamente y se sorprendió bastante al notar las lágrimas acumuladas en los ojos del ser que lo había tratado con tanta indiferencia —. Todo estará bien, ¿sí? Solo respira, no te vayas a ir.

—Tengo frío —la voz de chico tembló y el mayor de ambos lo pegó a su pecho intentando transmitirle todo el calor de su cuerpo.

Anthony estaba tan angustiado como nunca y era el hecho de que ya había perdido a un hermano y ahora no quería perder a otro. Un hermano que había dado su vida por él y ahora veía agonizando en el suelo, un hermano que lo observaba con tanto temor y ahora con tanto dolor que le dolía a él mismo. Se había olvidado de todo, incluso de la mujer frente a ellos que desde hace rato había pasado a segundo plano y ya se encontraba en su propio momento de ausencia.

—Perdóname, por favor —el mayor de los hermanos dejó las apariencias de lado y rompió en llanto intentando conservar la poca vida que transmitía el chico sobre el suelo. Lo estaba perdiendo y le dolía, no lo había disfrutado, no le había dado tiempo de conocerlo y ahora sentía que estaba perdiendo una ficha importante en su vida —. Alec, por favor, quédate —las lágrimas se deslizaron como cascadas y no dudó en quitarse la chaqueta presionando la herida que botaba sangre sin parar.

— ¡Anthony!

Álvaro no dudó en tomar al bebé lleno de sangre entre sus brazos y lo alzó observando aterrado la escena. Al chico casi sin vida en el suelo, al novio de Sarah a un lado vuelto un mar de lágrimas, a la mujer vuelta un ovillo en un rincón de la pared...

Él sabía que necesitaban más ayuda, por lo que no dudó en correr hacia la salida alarmando a la preocupada madre que sintió su mundo sacudirse al ver a su hijo manchado de sangre. Sus ojos se nublaron y su cuerpo comenzó a temblar de una manera insoportable cuando Álvaro le resumió por encima lo que había pasado.

Sarah intentó correr hacia la cocina pero no la dejaron, Sarahí la abrazó con fuerza y la retuvo para que Javier, Simón y Álvaro pudieran ir a ayudar mientras Tiffany entre malabares con su bebé y el teléfono llamaba a la policía y a una ambulancia para el cocinero que estaba herido sobre el piso de la cocina.

La melliza gritó, lloró y pataleó intentando librarse de los brazos de su prima, pero no lo consiguió. Su corazón se estaba derrumbando al igual que su estabilidad mental al saber que Anthony estaba ahí completamente vulnerable a la loca de Babi. Ella necesitaba verlo y asegurarse de que estuviera bien. Ella no se perdonaría perderlo de la forma más vil y despiadada después de haber compartido y disfrutado tan poco su relación.

—Tienes que calmarte, él está bien —susurraba su prima en vano. Sarah estaba teniendo un ataque de pánico y su mente estaba jugando en su contra haciéndola recrear escenas en la que perdía una y otra vez al hombre que amaba.

Estaba destrozada sobre el suelo, Tiffany había usado bastante fuerza para inmovilizarla y ahora su respiración estaba descontrolada ahogándola y repitiéndole incontables veces que estaba pasando algo malo.

Las sirenas de la policía y de la ambulancia no se hicieron esperar. Al ser un restaurante y una zona bastante adinerada, el servicio era de primera y se atendía casi de inmediato cuando se presentaba una emergencia.

La melliza no se calmó en ningún momento, lloró devastada sobre el suelo y fue su prima la que sostuvo a los bebés llorones entre sus brazos que fueron atendidos (en especial Anthony), por un paramédico que le limpió la sangre y lo cubrió con una tela para quitarle la ropa sucia y terminar las observaciones.

Varios policías entraron al restaurante seguidos de unos paramédicos con una camilla lista para transportar al herido. No se escucharon disparos, tampoco gritos.

Sarah intentó respirar hondo desde el suelo por ella, por su bebé y por Anthony. Se repitió que todo estaría bien y se repitió que si no se calmaba tampoco podría ayudar a su hijo. Se ayudó ella sola desde el suelo, nadie más, solo ella que respiró una y otra vez lentamente intentando despejar el miedo de cada fibra de su ser. Su corazón se estabilizó poco a poco y de sus ojos brotaron más lágrimas cuando el cuerpo inconsciente sobre la camilla no fue el de Anthony sino el de un chico desconocido para ella.

Anthony salió casi de inmediato con la mirada perdida y su cuerpo temblando. Tenía la mente en blanco y estaba tan absorto en sus pensamientos que cuando un cuerpo femenino se logró liberar de la fuerza de la pelirroja, dio varios pasos hacia atrás al sentirlo junto a él envolviéndole el cuello con los brazos. Su mirada se encontró con la de Sarah y todo fue mucho peor. El dolor en el pecho, el impacto del momento, la angustia... Sarah lo hizo explotar de inmediato y no dudó en abrazarla con fuerza intentando despertarse de esa horrible pesadilla.

—Junior y Alec... —le repitió una y otra vez y ella lo abrazó llorando sin contenerse junto a él. Uno por el dolor desgarrador en su pecho y la otra por el miedo clavado en lo más profundo de su ser —. Los perdí a los dos, Sarah... —el corazón de la melliza se encogió al escuchar a su novio llorar —... Los perdí a los dos... 

...

Perdonen los errores gramaticales, es la primera vez que escribo un capítulo así y no tengo idea alguna si lo hice bien, piedad </3

¡Buenas madrugadaaaas! [12:57 am] 

Este capítulo fue narrado de esta manera porque de no ser así hubieran quedado muchos detalles sueltos. Era necesario. 

PREGUNTAS:

¿Qué opinan de Babi?

¿Qué opinan del Alec?

¿Qué opinan del capítulo? #Piedad

***

✨Tiffany Burgues✨

Con mucho amor y un beso en la boca. 

—Nepasavoir. 

























Puto el que lo lea. 

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