Capítulo XVI: This Is How A Neck Breaks
Josh despertó: más o menos. A su alrededor, su visión borrosa percibía una mugrosa habitación de un motel barato que el actor estaba seguro que había visto antes (quizá en aquella ocasión en la que le robaron el riñón derecho).
Y entonces, él escuchó la voz de una mujer.
—¡Hola querido!
—¡De una vez te lo digo! ¡Mi riñón izquierda no funciona! —Josh exclamó, notando sólo en su impulso de querer levantarse que estaba atado de pies y manos a la cama.
—¿Qué...cosa?
—No, lo siento, es que...creo que por ahí vi una mancha de sangre mía. ¿En verdad no han limpiado el cuarto desde la última vez que vine? ¡Yo tuve sexo aquí! ¿Y quién eres tú, a todo esto?
—¡Oh, qué falta de amabilidad de mi parte! —La mujer exclamó—. Me llamo Enid, ¿no me recuerdas, Josh?
—Enid, Enid...¿No eras una prostituta rumana que conocí en Barcelona?
—Eh...No, no querido.
—Entonces no creo recordar alguna otra Enid...
—¿Cómo puede ser, pequeño Josh? —cuestionó con leve indignación la misteriosa mujer conforme se acercaba a lado de la cama—. ¿De verdad, no me recuerdas? ¿Enid? ¿Enid Hensley? ¿De Manhattan?
—¿Manhattan? Disculpa pero no me parece que tengas un acento muy neoyorquino.
—¡Oh, claro que no! ¡Hablo de Manhattan, Montana!
—¿Montana? Eso explica esa apariencia Sarahpalinesca...
—¡Has sido un chico muy malo! ¿Cómo es posible qué no me recuerdes?
—¡Señora, o señorita, lo lamento mucho! —Josh declaró, tratando de forzar las cuerdas sobre sus muñecas —. ¡Pero soy una celebridad! Me rodeo de toda clase de gente, y toda clase de mujeres: actrices, estrellas del pop, supermodelos, abogadas litigantes, así que como ve, se me dificulta la labor de recordar todo nombre que se me atraviesa.
—¿Y sí te doy una pista? ¿Crees que funcione?
—No.
—¡Pues aquí va! —Enid se dirigió a unos cajones al lado contrario de la habitación desde la cama —. ¡Ah, aquí está!
En sus manos, la mujer sostenía una serie de hojas de papel, casi haciendo el grueso de una Biblia.
—¿Qué es eso? —preguntó Josh —. ¿Papeles de la Corte?
—¡No! ¿Tú...tú hablas mucho de temas judiciales?
—Cuando no me la pasaba grabando o cobrando la seguridad social, hacía una o dos paradas por el juzgado, y entre tantos abogados con los que convivía uno va aprendiendo sobre la marcha. Pero entonces, ¿qué son?
—Josh, cariño —Enid se acercó de nueva cuenta a lado del actor—: durante los últimos 20 años, te he escrito cartas; ni siquiera recuerda la cantidad que debieron ser, están en mi mano...no son todas, te lo advierto, pero quise traer las más importantes.
—Vale, estoy tan a favor de obsesionarse como cualquier hijo de vecino, no creas lo contrario. Pero, sí esas cartas se supone que son para mi, ¿por qué las tienes tú?
—¡Es qué sucedió algo muy triste! ¡Una autentica tragedia!
—No...tragedias incluyen el Holocausto, la Guerra Civil, la esclavitud...estoy casi seguro que algo relacionado conmigo y unas cartas no puede calificar como "tragedia".
—¿Al menos me dejas contarte? ¿Puedo decirtelo?
Josh no pudo resistirse al pedido de Enid, en parte por su rostro llenó de ilusión al mirarle a los ojos, y en parte es porque atado, no es como si tuviera alternativa.
—Ya, ya —El actor respondió—. Presenta tu caso...
—De verdad suenas como abogado.
—¡Presenta tu caso antes que me arrepienta!
—¡Lo siento! Verás...había escrito toda clase de cartas, profesando mi enorme, gigantesca admiración hacía tu persona.
—¿Te gustaba mi obra?
—¿Bromeas? —Enid rió un poco, por un instante—. ¡Estoy loca por ella! ¡Desde que estabas en "La Familia Tompkins" me volví una Josholica!
—Ahora resulta que algo fue nombrado en mi honor...bueno, tratándose de mi, me parece más que lógico que aquello nombrado sea una adicción...
—¡Oh, lindo Josh! —Enid volvió a reír, está vez a carcajada abierta —. ¡Siempre tan ingenioso! ¡Adoro esa agudeza judía tuya!
—Mira, cuando alguien dice que le gusta algo "judío" mio, sé que tratan de sonar amables, pero suenan ligeramente racistas...yo sólo digo.
—¡Como sea! El punto es que seguí tu carrera y no me he perdido ni una sola película, serie, obra o cualquier otro proyecto en el que estuvieras involucrado.
—¿Es en serio? —Josh preguntó con asombro.
—¡Sí!
—¿Viste "ET II: La Venganza"?
—¡Claro! ¡La tenía en VHS! ¡La vi tantas veces que la cinta se desgastó y tuve que comprar otra! ¡Otra cinta que también vi muchas veces y se desgastó y tuve que comprar otra! ¡Y otra cinta que vi tantas veces que...!
—No me digas, ¿qué tuviste que comprar otra?
—Algo así: ya eran tiempos del DVD, y compré la película...¡Y LA VI TANTAS VECES QUE RAYÉ EL DISCO Y TUVE QUE COMPRAR OTRO!
—¡Sí, sí! ¡Ya entendí!
—¡Y también vi el fallido remake de "La Familia Tompkins: 20 Años Después"! ¡Ver al pequeño Timmy con esposa e hijos me mató de la ternura.
—Curioso...a ti ese piloto te mató de la ternura, y a la actriz que hacía mi esposa la mató un piloto en un show de autos monstruo...por algo el piloto no funcionó...
—¡Y hasta tengo grabada tu single! ¡"El Chico Actitud"! ¿Te acuerdas?
—Sí pero quisiera que no —Josh contestó avergonzado —. Uno graba un rap con Young MC como padrino y te lo recuerda Youtube toda la vida...
—¡Oh, pero no tienes que sentirte culpable! ¡Esa canción era adorable!
—Lo sé, pero a tus treinta uno ya no apunta a ser recordado por ser "adorable"...
—¡Oh Dios mio! ¡Cuándo te quejas de que te dicen adorable te vez especialmente adorable! —Enid exclamó acercando su rostro al del actor.
—¿Daño cerebral verdad? Porque conozco terapeutas y no tienes porque vivir así: siempre puedes hallar la manera de recobrar la normalidad...
—¡Ja! ¡Josh, siempre sabes como hacerme reír!
—¿Puedes mejor explicarme de nuevo eso de las cartas?
—¡Sí, lo siento! —Enid se levantó—. Verás, durante mucho tiempo envié las cartas con mis pensamientos, deseos, sueños, y nunca dejé de hacerlo, pero un día, hace unas semanas, mientras iba a hacer un tramite a la oficina de correos, me enteré de algo horrible: resulta que por un error administrativo, mis cartas nunca te llegaron: sólo se habían quedado ahí, en un viejo archivero guardando polvo durante años.
—¿Quién sigue usando el correo de todas formas?
—Manhattan es...es algo atrasada, querido.
—Como su gente —Josh pensó.
—Lo importante es que, como podrás suponer, quedé destrozada: mi corazón se rompió. ¡Tantos años, tantas palabras! ¡Nunca llegaron a los ojos que me interesaban que las leyera! ¡Tenía que hacer algo!
—Entiendo. ¿Así que por eso viniste a California? ¿Para verme?
—¡Por supuesto! ¡Fue lo segundo que hice tras enterarme de la horrible noticia!
—¿Lo segundo? —Josh cuestionó—. ¿Qué fue lo primero entonces?
—¡QUEMAR LA OFICINA DE CORREOS!
Si fuera un chiste, sería uno muy malo, pero inclusive como un chiste malo no causaba gracia irónica: Josh supo que con esa mujer, no valía la pena arriesgarse, y que si había dicho que quemó la oficina de correos de su ciudad, lo más probable es que fuera realidad.
Y no menos eran los aprietos de Mel...
—¡Soy la peor asistente del mundo! —La rubia se repetía mientras recorría las calles, con teléfono a oreja—. ¡Para asistir lo primero que una debe recordar es "no dejar que secuestren a tu patrón!
—Tranquila, Mel —Russell le respondió al otro lado de la linea—. No puedes culparte por estas cosas: sólo suceden, de modo súbito.
—¡Aún así! ¿Por qué se me ocurrió dejarlo solo?
—No puedes pensar de ése modo: Josh está en sus treinta, es un hombre adulto y responsable.
—¡Sin juegos Russ!
—¡Bueno, ya! Es un hombre adulto, pero aún así, estas situaciones son difíciles de prever, créeme que no era mi idea pasar este día buscando a una secuestradora, pero ¡aquí estamos los dos!
Oliver había informado que Josh, debido a las señales de su teléfono, debía encontrarse en aproximadamente un kilómetro y medio máximo respecto al centro de convenciones: la mayoría de los edificios eran apartamentos de bajo nivel, para familias pobres, inmigrantes recién llegados y uno que otro ex-presidiario.
Un lugar encantador.
—¡Pudieron llevarlo a Beverly Hills o a Bel Air! —Mel refunfuñaba mientras trataba de encontrar algún edificio que luciera sospechoso (pero todos lucían sospechosos)—. ¡Pero no! ¡Tenía que ser con los sujetos de tatuajes en los ojos y navajas bajo la manga! ¡Es como estar en el maldito club de nudistas otra vez!
Inclusive si se había reducido el área de búsqueda, seguía siendo una zona muy grande; Oliver hubier dado una localización más exacta, pero el teléfono de Josh había dejado de emitir la señal.
—¡Por cierto, tu celular se me cayó accidentalmente! —Enid le comentó tras leerle una de sus cartas, habiendo tomando lugar en la cama a lago de Josh.
—¿Cómo qué accidentalmente?
—¡Sí! ¡Fue algo muy curioso! ¡Se me cayó y por alguna razón, un mazo lo aplastó!
—Sí...es bastante "curioso"...
—¿Quieres que te lea otra carta, cariño?
—¿Puedo dar alguna otra respuesta aparte de "sí" sin que empieces a rabiar amenazadoramente mientras jugueteas con el mazo de la esquina?
—¡No!
—Entonces...¡A leer otra carta se ha dicho! —Josh replicó con una sonrisa que requirió de todas sus facultades histriónicas.
Josh trató de soportar la lectura, pero escuchar comentarios incómodos sobre lo difícil que fue la primera menstruación o acerca de la ocasión en la que cantó el tema de "La Familia Tompkins" en un concurso de talentos eran una inesperada forma de tortura para el actor que lo hacían cuestionar su cordura y sí había algo en el agua de las grandes planicies que hacía que la gente perdiera la razón.
Y no podía esperar a que alguien viniera en su auxilio; era demasiado riesgo, y no podía desperdiciar un momento más.
—...Y entonces, le dije que le daría su primer beso, pero sólo si se vestía y se peinaba igual que tú en la pelicula independiente que hiciste en 1993. ¡Ya sabes cuál! En la que hacías a un rockero albino homosexual, y...
—Enid, querida —Josh interrumpió—, me encanta escucharte, créeme que sí, y que no hay nada de que disfrute más en el momento, pero...
—¿Pero? ¿Pasa algo, querido?
—Algo así, es que...n-no, no quiero ser una molestia.
—¡No hables así lindo! ¿Cómo se te ocurre que podrías tú ser una molestia?
—Bueno...está bien. Es que tengo algo de hambre.
—¿Hambre? ¿De verdad?
—Sí, he tenido un día algo cansado y estresante, ya sabes, con lo de la convención, y luego lo del secuestro inesperado que tuve.
—¡Sí, sí! ¡Comprendo Josh! ¿Entonces...quieres qué te traiga algo?
—Podría ser de ayuda, pero tú eres una fan de hueso colorado, ¿verdad? —Josh dijo mientras daba un coqueto guiño—. ¿Qué dices?
—¡Sí! ¿Qué tienes en mente?
—En una entrevista para la revista Teen Beat en 1988, me preguntaron varias cosas de gustos personales: color favorito, película favorita...platillo favorito, ¿puedes recordar cuál fue mi respuesta?
—¡Claro que sí! ¡Dijiste que tú platillo favorito eran hamburguesas!
—¡Ah! ¡Recuerda bien! —Josh agregó—. No cualquier hamburguesa, muchos se equivocan al olvidar ese detalle.
—¿Eran..? ¡Ya está! ¡Las hamburguesas de "El Arlequín"!
—No puedo creer que esta bruja haya recordado eso —El actor se dijo en silencio—. ¡Acertaste, Enid querida! ¿Y sabes¡ Justo ahora no me caería mal una.
—¡Oh, haberlo dicho antes! ¿Qué tal si voy por una?
—¡Sí, sí! Pero...¿de verdad...?
—¡Ya Josh! ¡Tranquilo! —Enid exclamó sonriente—. ¡Ya te dije que no es molestia! ¡Todo para mi ídolo!
Enid dejó las cartas en un pequeño cajón a lado de la cama, tomó su bolso y salió del cuarto; Josh, ahora en solitario, tenía una oportunidad; estaba lejos de ser la mejor, pero al menos algo podía (y tendría) que intentar.
Pero las cuerdas eran muy fuertes, de amarres bastante sujetos.
—Vendí un sistema de pesas en Lituania...quizá debí haberlo usado —pensó conforme forzaba la cuerda de sus manos y de sus piernas.
Él no tenía la capacidad de salir por cuenta propia del embrollo en el que se encontraba, pero no dejaba de intentarlo, por más inútiles que era sus esfuerzos. En el fondo, él sabía que dependería de Mel, o de Oliver, o de algún Ángel sin nada mejor que hacer qué ayudar a un actor con problemas de alcoholismo.
—¡Esto no funciona! —Mel refuñó —. ¡Hay demasiados lugares en el que podría encontrarse Josh!
—Eso sin mencionar el hambre —Oliver mencionó,
—¡Hijo de...! —La rubia exclamó del susto al encontrarlo a su lado sin haberlo notado siquiera —. ¿Desde cuándo estás ahí?
—Desde lo del club de nudista...¿Así que, servías bebidas, eras guardia, o...?
—¡Si alguien más se entera de esto!
—¡Ay, gran cosa Melissa! ¡Uy, caíste bajo en tu estadía en California! ¡Tremendo drama! La mitad de la población en Los Ángeles tiene cosas así o peores.
—¿Qué tal tú?
—¿Yo? ¡Incluido! ¿Crees acaso que sólo las mujeres se quitan la ropa para pagar la renta? ¡Hice lo que tenía que hacer para sobrevivir!
—De pronto, ya no me siento tan mal...y también de repente hay un enorme desprecio y asco hacía esta ciudad.
—Felicidades Mel, eres oficialmente una angelina.
—Recibiré mi premio más tarde, pero dime, ¿has averiguado algo?
—Sólo que tengo un poco de hambre.
—Sé que sonaré a caricatura de los 80, pero, ¿cómo puedes pensar en comer en un momento así? ¡Josh está perdido! ¡En manos de una loca!
—¡Ah! ¿Eres tú la que lo tiene secuestrado? —Oliver bromeó, riendo por su parte, pero sin causar gracia alguna a Mel.
—¿Limitas tu acto de comedia a secuestros o incluyes otros momentos? Ya sabes: funerales, ataques terroristas, lanzamientos de un nuevo sencillo de Nicki Minaj.
—Tú sigue quejándote si quieres, voy a parar por proteínas...
—¡Pero..!
—¡Escucha mujer! ¡Antes de esto tuve que conseguir un contrato discográfico para la banda de un matón del Cartel del Golfo que el único instrumento que sabe tocar es el oboe! ¡Fue un proceso largo y estresante y necesito recargar pilas!
—¿Al menos...sabe tocarlo bien?
—Como nadie: no había visto a un músico de oboe tan talentoso desde el legendario "Tigre de Helskinki", Janus Maunuksela, ¡pero eso no lo hizo más sencillo!
—¡Bueno ya! —Mel gritó—. ¡Mira! ¡Ahí en frente hay un "Arlequín"! Pide una hamburguesa y...unos aros de cebolla.
—¿Aros de cebolla?
—¡También tengo hambre! ¿Sí? ¡Y date prisa!
—Pobre Josh...pasará de una loca a otra —Oliver murmuró conforme se retiraba.
Mientras Oliver ordenaba sus alimentos, Mel giraba su cabeza a su alrededor, con la esperanza de poder hallar un indicio, una pista, por más pequeña que fuera; algo que le ayudará en su carrera por encontrar al actor, pero no había siquiera un espejismo en el cual depositar expectativas.
—Es la última vez que voy a un puesto de comida rápida en este barrio —Oliver declaró al acercarse de nuevo a Mel, mordisqueando su hamburguesa —; la gente que frecuenta estos lugares siempre es rara, ¡pero aquí se pasan de veras!
—¿Sí? ¿En qué sentido?
—Un poco de todo Mel: stoners, mexicanos de dos metros con sus brazos recubiertos en tatuajes de Woody de "Toy Story" como un cholo, y una mujer con el pelo tan naranja que bien podría ser un gran argumento en contra de los tintes para el cabello.
—Sí, los puestos así siempre son imán de subnormales, y es que...momento, ¿qué dijiste? Y antes que me digas lo que no quiero oir, de una vez te aclaró que me refiero justo a la última persona que mencionaste
—¿La mujer? —preguntó Oliver antes de pasarse otro bocado.
—¿Dijiste que tenía el pelo...?
—Naranja, casi como si...
—¿...cómo si Bozo el payaso hubiera sacado una linea de tintes?
—¿La conoces?
—¡No hay tiempo que perder! —Mel exclamó al tiempo que arrancó hacía el puesto de comida rápida a paso de velocista olímpica.
Y en efecto, Oliver no mentía: la colección de sujetos dentro del puesto hacían pensar si la legalización de la marihuana medicinal no había provocado una subida de golpe hacía los recetados con tal substancia, pero en otra ocasión Mel se burlaría de esos sujetos; tenía que resolver primero una cuestión.
—Oiga, si quiere ordenar primero tiene que respetar la fila —Una adolescente con unos aparatos de ortodoncia tan grotescos y aparatosos que bien podrían calificar como "steampunk" aseveró.
—¡Será rápido! ¡Sólo quiero saber si...!
—¡Hey jovencita! —Una señora con demasiado maquillaje morado cuya voz tan gruesa que realmente no cuadraba con el rango usual escuchado en una mujer—. ¡Yo había llegado primero!
—¡Sólo tomará un momento! Señorita, joven...
—Donatela —La dependiente replicó.
—¿Donatela?
—Mi madre es italiana y mi padre un ex dibujante de "Las Tortugas Ninja", ¿de acuerdo?
—Vale...Donna.
—¡Donatela! —La joven corrigió.
—Bien —Melissa comentó tras tomar profundo aliento —. Donatela, ¿de casualidad no has visto una mujer con cabello anaranjado?
—¿Anaranjado? ¿Cabello? Bueno, he visto gente con ojos anaranjados, uñas anaranjadas, dientes anaranjados —Donatela divagó tratando de recordar —. ¡Sí! Fue hace unos momentos: pidió una hamburguesa y se fue hacía el este.
—¡Perfecto! ¡Gracias! —Mel se retiró del mostrador y se aproximó a Oliver, sentado en una mesa continuando con su comida—. ¡Oliver! ¡Creo que está por aquí cerca! ¡Tú quedate aquí!
—¿Sí? ¿Por...?
—¡Para que pidas ayuda si es que no regreso en una hora..! ¡Y PARA QUE PIDAS MIS AROS DE CEBOLLA!
Y Mel salió una vez más en carrera hacía la dirección señalada. Batalló un poco para abrirse paso, pues aunque la acera no estaba llena en su totalidad, si seguía habiendo un gran número de transeúntes, pero después de marchar por un minuto, pudo ver a lo lejos, destacando como un faro en un puerto, una maraña de cabellos naranjas.
—¡Debe ser ella! —La rubia pensó.
Melissa desaceleró un poco el paso, caminando aún a un ritmo de persecución, pero más conspicua, procurando no perder de vista a la mujer; la vio cruzar en una esquina hacía el interior de un callejón.
—Bingo —Mel se dijo—, debe estar cerca
Pero en el callejón, ahora sin el refugio de los peatones, la presencia de Melissa era notoria; aquella mujer, giró apenas unos 45 grados su cabeza y su mirada, notando de inmediato que estaba siendo seguida; poco a poco, sin correr de modo abierto, su paso aumentó de velocidad. Mel hizo lo mismo.
Era un juego de paciencia, poco a poco las dos caminando más rápido, y finalmente, una tenía que reventar.
—¡Espera! —Mel gritó cuando aquella mujer se echó a correr—. ¡Vuelve!
Correr no era suficiente para la perseguida; no señor: Mel tenía la condición física de su lado, y si había peleado con hombres el doble de su peso y altura, una naranja humana no le sería gran obstáculo.
Hasta que claro, la naranja humana empezó a jugar sucio:
—¡Oye! ¡Nada de basura! —Mel exclamó tras ver su correr interrumpido por botes de basura que la mujer estaba tumbando.
Pero a pesar de dichos obstáculos, no habían sido nada que Mel no hubiera podido esquivar o saltar.
—¡Campeona de baloncesto de preparatoria, perra! —gritó—. ¡Puedo sudar, apestar y pegar bolas así que esto no es nada!
Y se notaba que las diferencias de condición estaban poniendo la balanza del lado de Mel; estaba acercándose a pesar de lo mucho que su presa había intentado perderla corriendo en zig-zag, doblando en esquinas y bajando y subiendo escaleras, pero a la única que parecía agotar era a la propia Enid.
—¿Es todo lo que tienes? —Mel, casi a distancia de poder tomarla alzando su mano, preguntó —. ¡Vas a tener que hacer algo algo más si quieres...!
Y en efecto, Enid hizo algo...
—¡Puta ma...! ¡Qué asco! —Mel reclamó al sentir la peluca naranja de aquella dama cubriendo su rostro, tras haberla aventado en un momento de desesperación.
—¡No intentaba escapar! —Josh exclamó al ver a Enid ingresar de nuevo en el cuarto del motel.
—¿Qué? —ella preguntó.
—N-no, nada. ¿Qué tal lo de los tacos?
—Hamburguesa.
—¡Sí! ¡Eso! Y...¿qué le pasó a tu pelo?
—¡Josh, querido! —Enid exclamó, acercándose a lado del actor, después de tomar una navaja de la gaveta del cajón junto a la cama—. ¡Tenemos que partir!
—¡No me abras que yo sí te quiero!
—¡No, no! —La captora replicó—. ¡No te haré daño! —explicó mientras cortaba las cuerdas de los amarres con el objeto —. ¡Pero es que hay cada loco y loca! ¡Gente que quiere separar a una pobre mujer del centro del país de su destino!
—¿Destino?
—Nene: nos iremos a Las Vegas. Nos casará un imitador de Elvis, ¡y seremos felices por siempre!
—Vegas, Elvis, felices por siempre...no creo que esas palabras puedan ir juntas en la misma frase; era algo de ley o un asunto así...
Y Josh pensó: una vez liberado de las cuerdas, ¡todo lo que debía hacer era golpear a Enid en la cabeza! ¡O cualquier ataque para salir corriendo! ¡Todo era cuestión de aprovechar el momento correcto para pegar y huir!
—¡Casi se me olvida! —Enid dijo—. ¡Discúlpame Joshie!
—¿Discul...qué?
Y antes de cortar las cuerdas de las manos, tomó el mazo de la esquina, y le propinó un golpe de knock-out a su cabeza, dejándolo inconsciente.
Ahora, con el actor incapacitado, Enid cargó al histrión en su espalda, y salió corriendo de la habitación; pero una vez afuera, vio a Melissa acercándose.
—¡Josh! —Mel gritó.
—¡Muy tarde! ¡No puede oírte! ¡Es mio ahora!
—¿Es tuyo? ¡Ni siquiera luce consciente!
Pero argumentos aparte, Enid subió unas escaleras hasta la cima del altísimo...segundo piso.
—¡Vamos a saltar! —La captora exclamó casi a la orilla del borde hacía la calle.
—¡No, no saltes! —Mel respondió.
—¡No te acerques más! ¡O saltamos! ¡He dicho!
—Coño, coño, coño... —La rubia era incapaz de encontrar solución al problema, así que recurrió a ese otro recurso aparte de la violencia que nunca usaba: el dialogo racional —. Tranquila, no pasa nada: soy...s-soy tu amiga.
—¡Nadie es mi amiga! ¡No necesita amigas! ¡Ni amigos! ¡Sólo necesito a mi Josh!
—¿En serio? —pensó Mel, incrédula —. ¡Tantas celebridades en la ciudad! ¡Actores, estrellas de rock! ¿Y siente algo por una ex estrella infantil?
—¡Retirate!
—¡Ya, mira! ¡No sucede nada! —Mel respondió, abriendo sus palmas, demostrando que no tenía objeto consigo —. Vamos a discutir esto como personas adultas e inteligentes...¡¿Qué es eso?! —gritó apuntando hacia el horizonte.
—¿Qué cosa? —Enid volteó.
Y Mel aventó lo único que tenía a la mano, o más bien, al pie.
—¡¿Qué te pasa?! —Enid gritó tras un golpe en su nuca por el tenis de Melissa.
—Hubieran sido más efectivas mis botas góticas que tenía a los quince...esa hubiera noqueado a esta loca en un instante...también su peluca hubiera servido —pensó la asistente.
—¿Hablar maduramente eh? ¿En verdad creías que me podías tomar como una idiota?
—Idiota no; ¿sociópata? Aún trato de averiguarlo...
—¡Alejate o voy a saltar! ¡Sí, lo haré! ¡Lo haremos! ¡Josh y yo soltaremos y estaremos por fin juntos en la muerte!
—¡Ya, mira! Me alejaré, pero...pero...
Mel se retiró sin perder de vista de la azotea, y bajo por las escaleras al nivel inferior, tratando de procesar y pensar en que hacer.
—¿Oliver? —preguntó al otro lado de la linea, tras llamar al agente.
—¡Ah, hola Melissa! ¿Cómo seguiste con lo de Josh?
—¿Cómo crees? ¡Por lo menos más apurada que tú! —contestó—. ¿Y...y estás comiendo todavía? —preguntó al escuchar mordidas a un bocado.
—¡Eso me recuerda! ¡Tengo tus aros de cebolla!
—¡Luego Oliver! ¡Luego!
—Debes aprender a relajarte, si es que realmente quieres estar en el medio.
—¿El medio? ¡Olvídalo! ¡Me vuelve loca! ¡Todos los días es un secuestro, una paliza o algo! ¿Cómo puedes tolerar esto?
—Cocaína y prostitutas en su mayor parte, aunque adoptar bebés de países africanos o involucrarse en la política también son opciones viables para muchos.
—¡Da igual! ¡Estoy en tremendo problema! Encontré a Josh, sí, pero está en manos de una demente, y ahora estamos en la azotea de un motel vulgar! ¿Y tú te quedas tragando sin hacer nada?
—¿Quién dice que no hago nada?
—¿Eh...?
—¿Josh está a sus espaldas no?
—Pues, sí —Mel titubeó—. ¿Nos estás viendo?
—Es difícil no verlos cuando empiezan a haber curiosos alrededor del edificio.
Oliver en efecto, se encontraba frente al motel, al igual que varios transeúntes con su atención puesta en las figuras en la azotea.
—Sabía que lo encontrarías Mel —El agente comentó, con un poco de congratulación, con un poco de condescendencia—, eres buena en esto.
—Sí, bien, una cosa es encontrarlo, y otra cosa es recuperarlo.
—¡Bien, bien! ¡Algo se me ocurrirá! Sólo tengo que meditarlo bien...
—¿Meditarlo? ¡No sé si lo has notado, Doctor Hollywood, pero no tenemos mucho tiempo! ¡Esa mujer es impredecible! ¡Y no puedo depender a que se te ocurra algo después de quién sabe cuánto...!
—¡Ya lo tengo! —Oliver exclamó.
—¿Qué?
—Que ya lo tengo Mel, ya verás...
Oliver entonces, de dirigió a la secuestradora.
—¡Hey! ¡Tú!
—¿Me estás hablando? —Enid preguntó.
—¡Sí, a tí! Dime: ¿fueron años de adicciones o es de nacimiento?
—¿Qué cosa?
—¡Tú apariencia! ¡Tú rostro Luce como si estuviera hecho de plastilina!
—¡¿C-cómo te atreves?!
—Sólo subrayo lo obvio querida, ¿y esos lentes gruesos? ¿En realidad los necesitas, o es que tu padre se cogió a un topo?
—¡Oliver! —Mel gritó—. ¿Qué estás haciendo? ¡La harás saltar!
—¡Que lo haga! —Oliver contestó —. ¡Le hará un favor a todos! ¡El mundo de pronto se volverá un lugar menos feo!
Aunque Mel sabía que la situación era inapropiada para tal acción, conforme Oliver llenaba de insultos a la secuestradora, la asistente apenas podía guardar su risa para ella misma.
—¡Y tú mamá es tan gorda que cuando pasó enfrente de la televisión me perdí tres capítulos! —El agente vociferó, ahora en un tono más agresivo y de confrontación.
—¡Se acabo! —Enid declaró—. ¡Voy a saltar!
Y ante el horror en la mirada de Mel, Enid, con Josh a espaldas, saltó...
—¡Oliver! ¿Qué has hecho? —La blonda reclamó, acercándose a la acera —. ¡Josh está...!
—Así es, Meli...Josh está inconsciente.
—¿Qué?
Y con Enid adolorida por el choque con el pavimento, y Josh caído y dormido, en realidad, el actuar de Oliver adquirió lógica.
—Josh estaba inconsciente: de todas maneras no sentiría dolor alguno por la caída —Oliver explicó—, eso sin mencionar que...bueno, cayó de dos pisos: es algo peligroso, pero no lo llamaría precisamente mortal.
—¡Mi espalda! —Enid se quejó.
—Ya puedes llamar a la policía, Mel.
—¿No debería llamar también al 911? —Ella preguntó.
—Ya, lo haremos a tu estilo.
Y Mel, tras llamar a los servicios médicos (con la sugerencia de que si tenían a su disposición alguien de un ramo psiquiátrico, también asistiera), ella acudió en auxilio de un Josh aún sin recuperar consciencia.
—¿Cómo lo hacemos despertar?
—He escuchado que sólo el beso del verdadero amor lo lograría.
—¿¡Qué!? —Mel exclamó con sus mejillas en rojo.
—Es una broma, Mel...de despertarlo se encargaron los médicos.
Pero para Melissa, el verdadero interés yacía en el hecho que el secuestro exprés y el bienestar de Josh habían logrado que la joven finalmente aceptara lo que en verdad sentía a un nivel mayor: el temor de no saber donde el actor podía encontrarse, y la urgencia de la búsqueda eran tales que evadir sus sentimientos hacía él para este punto ya sería risible.
Mel realmente quería a Josh.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top