-097-
Benito🤭: tina, debemos hablar.
✓✓
joder.
ahora no puedo Shawn, estoy yendo con nathen a Canadá, para darle la noticia a sus padres.
Benito🤭: veme en unos días allá.
Suspiré y guardé el móvil.
—¿Lista, mi futura esposa? —dijo Nathen. Asentí. —Está bien. Abordemos el avión.
Agarró mis manos y subimos al avión con destino a la casa de Nathen, en Canadá.
Después de esas horas de vuelo, llegamos a nuestro destino, donde nos recibieron el padre y la hermana de Nathen, Madison.
—Hola, ¿cómo están? —dijo su padre.
—Hola —sonreí.
—Mar, déjame que te ayude con la maleta —dijo el hombre generoso y tomó mi maleta.
—¿Por qué traes esa cara? —me preguntó Madison.
—Es por el viaje —mentí.
Todos nos subimos al vehículo, y el señor Brown condujo hasta su residencia.
Al llegar, mi queridísima suegra me esperaba con donuts, aunque ella sabe mejor mi gusto que su hijo.
—La extrañé —dije mientras la abrazaba.
—Y yo a ti, linda —sonrió aceptando mi abrazo—. ¿Qué tal el viaje? —preguntó.
—Cansado —sonreí.
—Me imagino —dijo ella—. Chicos, vayan a dormir, yo les aviso cuando esté la cena —asentimos y fuimos hasta la habitación de Nathen.
Dejamos nuestras cosas a un lado, él me prestó una de sus remeras. Me cambié y nos acostamos.
—Te amo —susurró él.
—Yo también —respondí.
Aunque también amé a alguien más.
Unas horas más tarde, la mamá de Nathen llamó a la puerta para decirnos que la cena estaba lista. Me cambié y bajamos agarrados de la mano.
Nathen le contaba a su familia sobre su equipo de hockey, y hablaban de cosas que solo ellos entendían, mientras yo jugaba con los spaghetti.
—Hay algo que les queremos contar —dijo Nathen, llamando la atención de su familia mientras agarraba mi mano. Lo miré. No estaba lista para dar la noticia. Creo que debí haber esperado para aceptar la propuesta, es que el miedo me ganó.
—¿Qué ocurre, hijo? —dijo su padre. Ambos padres se miraron preocupados. Mordí mi labio inferior, temía por la reacción de ambos.
—Martina y yo nos casaremos —dijo, y todos permanecieron callados.
—¿Es un chiste? —dijo su hermana Kimberly —. No llevan ni un año juntos —se rió.
Hice una mueca de disgusto.
—No, Kim, no es un chiste —mostré mi mano donde llevaba el anillo.
Su madre se tapó la boca sorprendida.
—Los felicito a ambos —dijo el suegro, sonriendo aliviado.
—Mi muchacho, ya es todo un caballero —dijo su madre mientras le apretaba el cachete a Nathen, lo cual fastidió a Nathen—. Hagamos un brindis —dijo ella, levantando su copa de vino—. Por su futuro y la futura señora Brown.
Apenas escuché eso, se me revolvió el estómago.
Todos chocamos nuestras copas y nos felicitaron. Minutos después, se añadió una intensa charla sobre la ceremonia, el casamiento y todo eso.
Ayudé a lavar los trastes con mi suegra, y ella aún seguía hablando sobre el casamiento, de cómo me gustaría que sea el vestido, la temática, etc. Me aturde.
—Bueno madre, me llevo a mi mujer a dormir —dijo Nathen. Su madre se rió.
—Está bien, descansen —dijo ella.
—Buenas noches —sonreí y subimos las escaleras hasta su cuarto.
(**)
Me levanté y bajé a desayunar. Estaba hablando animadamente con Alice, que me contaba sobre su carrera en periodismo. Le mencioné que yo también había estudiado esa carrera hace unos años, y empezamos a hablar sobre el tema. Por fin alguien que hablaba de otro tema en esta casa, y no sobre la boda.
Recibí un mensaje de WhatsApp de Aaliyah.
Aaliy🖤: Buenos días, Mar. Shawn me dijo que estás en Canadá y pidió que nos viéramos en mi casa.
✓✓
Hola Aaliy :) ¿Cómo estás?
Está bien, luego dime a qué hora debo ir.
✓✓
Aaliy🖤: Dice que ahora.
✓✓
Está bien, iré ahora.
—Kim —llamé su atención—, ¿sabes dónde queda la casa de los Mendes? —ella asintió confundida—. ¿Me puedes llevar? Quedé en encontrarme con Aaliyah.
—¡Claro! Voy a buscar las llaves del carro y vamos —asentí.
Corrí a la habitación de Nathen, él seguía durmiendo. Agarré ropa al azar y me cambié rápidamente, me cepillé el cabello y me puse perfume.
Salí deprisa de la habitación y ella me esperaba abajo.
Nos adentramos en el carro y condujo hasta la casa de Shawn.
—Gracias —le sonreí.
—Mándame un WhatsApp si quieres que te vaya a buscar, ¿sí? —sonrió ella.
—Gracias, Kim —cerré la puerta del coche y ella arrancó.
Caminé hasta la entrada de la casa de Shawn y toqué el timbre.
A los pocos minutos, me atendió su madre, Karen.
—¿Martina? —me miró con asombro.
—Hola, Karen —sonreí tímidamente.
—¡Oh, cariño! ¿Cómo has estado? —me abrazó—. Hace muchísimo tiempo que no te veo. Estás más alta y muy hermosa —sonreí aceptando su abrazo—. Ven, pasa, pasa —nos adentramos a su casa y vinieron a mí demasiados recuerdos—. ¡Manu! ¡Querido, ven! —llamó a su esposo—. ¡Mira quién vino! —dijo ella.
Por Dios, me siento muy avergonzada ahora mismo.
—¿Quién? —dijo él apareciendo—. ¡Martina! ¿Cómo has estado? —me abrazó.
¿Por qué la familia de Shawn es tan cariñosa conmigo?
— ¿Cómo han estado todo este tiempo? —pregunté un poco tímida.
—Muy bien. ¿Y tú? —preguntó Manu.
—Me alegro mucho —sonreí—. Yo ando bien.
—Te haré un té —dijo ella—. Shawn llegó ayer de Los Ángeles —contestó—. ¿Tú cuándo llegaste? ¿Te estás quedando en lo de Nathen? —asentí.
—Llegamos ayer también. Veníamos de unas vacaciones —sonreí. Ella asintió—. Qué casualidad, al parecer Shawn sabía que vendrías, porque compró donuts —dijo señalando la casa rosa que estaba en aquella mesada grande. Mis manos empezaron a sudar—. Los chicos estaban viendo una película en una de sus habitaciones. Cariño, ve a llamarlos —dijo Karen a su esposo.
—Todo sigue igual por aquí —hablé—. Usted sigue siendo igual de hermosa —ella me sonrió con ternura.
Me extendió la taza de té y a su lado dejó un plato con tres donas.
—Gracias —sonreí.
—Hey, Marti —dijo Aaliyah—. ¿Cómo estás?
—Hola, Aaliy. Bien, ¿y tú? —nos dimos un beso en la mejilla.
—Bien —contestó ella, sentándose en el borde de la isla.
—Y cuéntame, ¿cómo te está yendo en el modelaje? —preguntó Karen.
—Bien, no me puedo quejar. Es un poco estresante, pero voy bien —mordí una dona.
—¿Y esa sortija? —preguntó. Se acercó con gran velocidad, mirándome con asombro.
—Hmm... —no sabía qué decir. Maldita estúpida que olvidé sacarla—. No es nada...
—Tina se va a casar, ¿no lo sabías, madre? —Shawn apareció detrás nuestro—. Fui el primero en saberlo —no sabía perfectamente que me estaba observando, pero no podía verlo. No tenía coraje.
—¡Felicidades, linda! —dijo ella, dándome un abrazo.
—Muchas gracias —dije apenas audible.
—Tina, tengo un regalo de compromiso para ti. Ven —dijo él.
—Gracias por el té, Karen, estaba rico —ella sonrió complacida.
Caminé detrás de Shawn, quien estaba en cuero, solo tenía puesto un short y su típica vincha.
Entramos a su cuarto y cerró la puerta.
Él se fue hasta su ventanal mientras miraba las demás casas, mientras que yo me quedé en un rincón sin hacer nada.
—No puedo creer que te cases —dijo él sin voltear a verme.
—Ni yo —susurré, pero me miró de reojo y me escuchó.
—Esto está mal. Todo esto es mal, Tina —bufó—. No puedes hacerle esto a Nathen. No se lo merece.
—¿Y qué hay de Camila? —al nombrarla, pareció herirlo—. Tú fuiste quien me besó primero —reproché.
—Estaba borracho —se excusó. Reí irónicamente.
—Claro, échame la culpa a mí —rodé los ojos.
—¿Por qué te casas con él? —preguntó. Dudé en responder, pero si vamos a sacar los trapos al sol, hay que hacerlo bien.
—Para olvidarte —admití. Él me observó.
—Eso no es amor.
—Y tú, ¿qué me vas a hablar de amor? —volví a bufar.
—¿Qué? —dijo él.
—Admítelo, Shawn.
—¿Admitir qué cosa? —se acercó a mí.
—Nada, olvídalo.
—¿Que me traes loco? —mi respiración empezó a entrecortarse—. Pues sí, lo admito. Me atraes, no sé cómo pasó ni dónde, pero sí sé que me atraes y muchísimo.
—¿Y por qué no me lo habías dicho? —él se rió.
—¡Porque ambos tenemos pareja! —dijo.
Ambos quedamos callados.
—Es que... tú también me atraes —admití.
Él negó.
—Y te puedo asegurar que ahora mismo no estoy borracha —afirmé. Él se rió.
—Eres tan tierna, Tina.
Me acerqué a él y lo observé.
—No quiero alejarme de ti. Aunque ya sepas que me atraes, no quiero que te alejes de mí —las lágrimas amenazaban con salir.
—Yo no soy así, Tina. No puedo hacerle esto a Camila. Ella no se lo merece. Yo la amo.
—Si tanto la amaras, no me hubieras besado.
Se rió sarcásticamente.
—Tina, aléjate —dijo dando un paso atrás.
—¿Por qué? —dije acercándome a él. Él negó.
—Porque no —dijo y volvió a dar un paso atrás.
—Shawn, dime. ¿Por qué no quieres que me acerque? —pregunté confundida.
—Porque harás que haga cosas de las que luego me arrepentiré.
Empecé a sentir un fuego recorrer mi cuerpo. Esta vez no tenía solamente ganas de besarlo.
Sin pensar, me lancé hacia él y lo besé.
Coloqué mis manos en su cuello para profundizar más el beso.
Él bruscamente me quitó la ropa y torpemente caímos en su cama.
—Tina...
—Shawn, hazlo —gruñí.
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