-051-
Ya nos encontrábamos en Manhattan, en un hotel muy bonito, pero había un pequeño problema.
Compartía la misma habitación con Shawn.
— No sé cómo pasó esto — Dijo él.
— No te hagas drama. Ya está — Respondí restándole importancia. — Vamos a establecer algunas reglas — dije mirándole, y él me miró burlón— En serio, Mendes — Hablé seria— No te pongas a pasear en calzoncillos por todos lados y sin roncar.— Le advertí.
— ¿Y tú qué? — Respondió él.
— ¿Yo qué? — Lo miré ceñuda— Yo no ronco.
— Eso no, tonta. — Rió— Tú no puedes estar mil horas en el baño — Dijo cruzándose de brazos.
— Yo no tardo mil horas — Me defendí.
— Que sí — Rodó los ojos. — No más de diez minutos duchándote.
— Veinte — Respondí.
— Quince — Contestó él.
— Hecho.
— Me voy a dar una ducha — me guiñó el ojo.
— Pondré el temporizador — Dije apuntando mi móvil, y él entró al baño riendo — ¡Ah, y no se vale cantar en la ducha! — Se oyó una carcajada.
Me reí y fui hasta la terraza de nuestra habitación para explorar la gran vista que teníamos.
Era hermoso. No podía creer que estuviera aquí, en Manhattan, a punto de conocer a ese tal Kevin. No podía creer que fuera a hacer una campaña. No podía creer nada.
— ¡Ya salí! — Gritó Shawn. Me di la vuelta y lo vi en jeans, sin remera y descalzo, con una toalla en los hombros, secándose el cabello.
— ¡Wow! Tardaste solo nueve minutos — Dije mostrándole el temporizador.
Él rodó los ojos.
Agarré ropa y me adentré al baño, también para darme una ducha. Cerré la puerta detrás de mí.
— ¡No se puede escuchar música en la ducha! — Gritó.
— ¡Oh, Shawn! — Bufé.
— Lo siento, cariño. Tú me prohibiste cantar — rodé los ojos.
(...)
Camino a la reunión que tenía, mis manos sudaban y sentía cómo mi corazón se aceleraba demasiado, estaba muy nerviosa.
— Hey — Dijo Shawn. Lo observé— Tranquila, yo estoy aquí. Nada malo pasará — Sonrió.
Aunque suene estúpido, esas palabras me dieron valentía.
El vehículo se estacionó y relamí mis labios. Tomé una bocanada de aire e intenté tranquilizarme.
— Es hora — Susurró Shawn. Asentí y bajamos del vehículo.
Nos adentramos al edificio y todo era muy lujoso.
Caminamos y subimos al ascensor. Al llegar al piso, una mujer nos hizo pasar a una oficina y nos pidió que tomáramos asiento.
Nos encontrábamos en esa oficina, solo los dos. Al frente había un escritorio y solo se oía mi respiración agitada.
Shawn agarró mi mano y la apretó. Suspiré. Tenía que ser positiva.
La puerta se abrió y visualicé a un hombre mayor, de traje.
— ¡Shawn! — Dijo el hombre— ¡Mi modelo favorito! — Shawn se levantó de su asiento y se abrazaron. — ¿Cómo has estado? — Preguntó él.
— Todo muy bien — Dijo él. Sonreí incómoda y me removí en mi asiento.
— ¿Tú debes ser Martina? — Me habló aquel hombre. Me levanté de mi asiento y sonreí nerviosa.
— Un gusto — Hablé tímidamente. Estrechamos nuestras manos.
— El gusto es mío — Dijo él — Pero no me presenté, qué maleducado soy — Rieron— Calvin Richard Klein. — Dijo él. Me quedé perpleja. — O como todos me conocen, Calvin Klein.
No podía creer que tenía al mismísimo Calvin Klein frente a mí. No podía articular ninguna palabra, estaba en shock.
— En verdad, tenías razón, Shawn — Dijo el señor Klein. — Es muy bonita. Además, es adorable.
Ellos rieron, y mis mejillas se tornaron rojas.
Voy a hacerle una campaña publicitaria a la marca Calvin Klein.
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