-041-
Dos semanas después, volví a la universidad y me pasaron los apuntes de los días que no había ido. Estaba escuchando música mientras hacía deberes cuando el timbre sonó por toda la casa. Confundida, me levanté de mi asiento y bajé las escaleras. Mi papá estaba trabajando, era raro que llegara a esta hora y que no tuviera su llave en mano.
Abrí la puerta y me sorprendí al ver quiénes se encontraban allí.
— Hola, Mar — me saludó Macarena.
— Hola… — dije, sin entender su visita, junto con la de Sofía y Mayte, las tres estaban ahí.
— ¿Podemos hablar? — dijo Sofía.
No sabía si debía hacerlo o si era mejor cerrarles la puerta en la cara después de todo lo que me dijo por WhatsApp.
— Sí, pasen — suspiré.
Ellas entraron y me siguieron hasta la cocina.
— No sabíamos que ya habías venido — dijo Mayte. — Venimos a pedirte disculpas — continuó ella.
— Bueno, yo más que nada te debo una gran disculpa. Fui muy egoísta contigo y estoy arrepentida por cómo te traté. Y si realmente no quieres perdonarme, te entenderé — suspiró. — Estoy feliz por todo lo que lograste y por la linda amistad que hiciste con Shawn y Camila.
— Y si ya no quieres ser nuestra amiga, te vamos a entender — agregó Macarena.
Me quedé callada, analizando sus palabras. No sabía si era lo correcto, si debía perdonarlas después de cómo me hicieron sentir, especialmente Sofía, quien me hirió con sus palabras. Pero por otra parte, las extrañaba. Extrañaba pasar momentos con ellas, esas pijamadas y locuras. Y aunque me cueste admitirlo, son mis únicas amigas.
Suspiré.
— Me abandonaron, fueron tan egoístas conmigo y se marcharon. Esas cosas, yo jamás las olvido — ellas bajaron la cabeza. — Pero les daré una oportunidad porque las verdaderas amigas lo hacen — suspiré. — Vengan.
Tímidamente se acercaron y nos abrazamos. Las invité a quedarse a dormir y les conté mi experiencia con Shawn. Me dijeron que siempre hay fotos mías con Shawn o Camila, tomadas por fotógrafos.
Pedimos delivery y nos quedamos despiertas hasta tarde. Creo que esta vez, nuestra amistad será para siempre.
Al día siguiente, después del almuerzo, ellas se fueron. ¿Qué debería hacer un sábado? Creo que solo estudiar.
Suspiré y lavé los platos. Mi móvil sonó y vi quién era: Nathen. Sonreí, acomodé mi cabello y contesté.
— Hola, bonita — se veía tan guapo, con su cabello alborotado.
— Hola — sonreí.
— ¿Te dijeron que hoy te ves aún más bonita? — me sonrojé.
— Estás loco — mordí mi labio inferior tímidamente.
— ¡Pero es verdad! — me guiñó el ojo.
Hablamos por FaceTime durante una hora. Creo que esto se está convirtiendo en una costumbre.
¿Y saben una cosa?
Me gusta.
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