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Después de la cena, Shawn junto con su padre sacó los pasajes de avión para ir a Vancouver.

Eran las cuatro y media de la madrugada, y el vuelo salía a las ocho. Pobres mis maletas, están haciendo un tour por todo Canadá. Me vestí con la ropa más cómoda posible, considerando que el vuelo dura unas cinco horas aproximadamente.

Shawn había hablado con Nathen para que nos acompañara, pero él estaría ocupado. Y el novio de Aaliyah se fue unos días con su familia a Miami. Así que solo íbamos nosotros cuatro, gracias a Dios, no seré un candelabro.

— Marti — Oí la voz de Aaliyah del otro lado de la puerta. — ¿Estás despierta? — dijo.

Dejé lo que estaba haciendo y fui hacia la puerta.

— Hola — dije cuando apenas la vi. Ella me sonrió.

— ¿Lista? — Dijo ella. Asentí.

Solo nos íbamos tres días, así que no llevé mucha ropa, dejé varias prendas aquí.

Agarré mi maleta y, con su ayuda, bajamos las escaleras.

Dejé mis cosas junto con las de ella en la entrada. Fuimos hasta la cocina y su madre estaba preparando el desayuno. Es un amor esta mujer.

— Hola Martí — Me saludó su madre con una sonrisa.

— Hola — le devolví la sonrisa.

— Hermosa, no tengo donuts, pero tengo muffins. O si no puedo hacerte un tazón con cereales muy nutritivo — me dijo ella, apoyando sus dos brazos en la gran isla.

No podía creer que hubiera dicho "No tengo donuts". Esto se lo ha dicho Shawn. Lo atento que es este chico, Dios mío.

— No se preocupe — hablé —. Con un tazón de cereales, me conformo — sonreí.

— Te haré la tradición de la familia — me guiñó el ojo y empezó a hacer el desayuno.

Me senté en uno de los taburetes de esa enorme isla, y con Karen hablábamos de cosas sin sentido.

Por el marco apareció Manu, iba bien vestido, él nos llevaría hasta el aeropuerto.

— Buenos días, chicas — dijo él. A pesar de la hora, tenía un buen sentido del humor.

— Buenos días — dijimos nosotras.

Él se sentó aparte, en la mesa que había a unos metros. Karen le llevó un café y unos pastelitos. Él le besó la mejilla agradeciéndole y luego posó su vista en el periódico.

— Maldito Shawn que nos hace madrugar — se quejó Aaliyah, y me reí.

— Tomen chicas, sus desayunos — nos tendió nuestros tazones de cereal.

La verdad tenía una buena pinta. Había yogur con frutillas frescas cortadas, cereales (en este caso, almohaditas de avena), nueces y arriba llevaba miel. Esto se veía delicioso.

Empecé a comer de mi tazón y hablar animadamente con Aaliyah. Ella fue la que hizo la reserva del hotel, y que las habitaciones nos iban a encantar. Obviamente yo compartiría habitación con ella. Literalmente me sentía cada vez más ansiosa.

Luego de unos minutos, Shawn y Camila bajaron. Ambos me dieron un abrazo y un beso en la mejilla. Los amo, perdón, debía decirlo.

Todos desayunamos entre charla y anécdotas. Luego todos fuimos a poner las maletas en el baúl de la camioneta de Shawn. En este caso, el papá nos iba a llevar. Nos despedimos de Karen y nos subimos al vehículo.

Shawn iba con su padre adelante y las tres íbamos atrás hablando de cosas sin sentido.

Luego de unos veinte minutos en auto, llegamos al aeropuerto. El nos ayudó con las maletas y fuimos directo a hacer el check-in. No había mucha gente a esta hora viajando, por lo que se nos hizo demasiado rápido hacerlo.

Un grupo de tres chicas reconoció a Shawn y a Camila, que fueron a sacarse fotos con ellos. Aaliyah y yo subíamos las escaleras metálicas, yendo hasta la puerta de embarque.

El vuelo iba a salir en cuarenta y cinco minutos. Aaliyah estaba impaciente, se notaba que no le gustaba mucho que se demoraran.

En otras noticias, no hablo con mi papá hace aproximadamente dos días, así que apenas llegue a Vancouver, lo llamaré.

Los chicos se encontraban a unos pasos nuestros. Saludamos a Manu y luego de una charla y que a Shawn le dijera unas quinientas veces que cuide a su hermana, su novia y a mí, embarcamos. Me sentía súper rara, no lo sé. Siento que todo esto es un poco irreal. Acá me ven, yéndome por tres días de vacaciones con Shawn y Camila, dos artistas que admiro desde hace años, y con la hermana de Shawn. Que ahora también es mi amiga, no lo sé, es muy loco.

Fuimos hasta nuestros asientos y luego de unos minutos, el avión despegó.

Por suerte, las cinco horas de vuelo pasaron rápido y vi tres películas.

Aterrizamos y fuimos a buscar nuestras maletas. Shawn se había ido a buscar un carrito para transportarlas.

— ¡Estoy emocionada! — dijo Camila mientras daba saltitos.

— ¡Yo también! — dije. Literalmente estaba muy entusiasmada.

— ¡Una selfie de nuestras mini vacaciones! — exclamó Aaliyah. Y posamos las tres.

— Me siento ofendido — apareció Shawn con un carrito. Nosotras reímos. — Afuera nos espera nuestro transporte, chicas — dijo él.

Cargamos las cosas y luego salimos del aeropuerto.

Los cuatro empezamos a buscar a alguien que tuviera un cartel con uno de nuestros nombres, ya que Shawn no especificó bien.

"Familia Mendes".

Leí un cartel y me quedé confundida, no sabía si era ese o me estaba confundiendo.

— Oigan, allá dice un cartel "Familia Mendes" — dije confundida.

— Ese es — dijo Shawn, y Aaliyah se rió.

— ¿Familia Mendes? — no aguanté la risa. — Qué raro suena — terminó de decir Aaliyah.

— Pobre, no se burlen — dijo Camila, que también contenía la risa.

— Es para pasar desapercibidos — dijo Shawn.

No dijimos nada más, ya que nos habíamos acercado al hombre.

No sé qué le dijo Shawn, pero luego seguimos al hombre.

Un vehículo rojo, Lifan Myway era su marca.

Era un vehículo para siete personas. Shawn se quedó ayudando al hombre y nosotras nos subimos a la camioneta.

Ya era pasado del mediodía y me moría de hambre.
Luego de unos minutos, Shawn se subió al auto y el hombre empezó a manejar hasta el hotel.

— ¿Qué les gustaría hacer apenas lleguemos? — dijo Shawn.

— Comer — dijimos Aaliyah y yo al unísono. Nos reímos.

— Pienso lo mismo — dijo Camila.

— Okay, luego de instalarnos, vamos a comer — dijo él.

Yo me dispuse a ver el paisaje. No podía creer que estaba en Vancouver.

Saqué mi móvil y grabé una historia de la ciudad de Vancouver. Esto era hermoso.

Al llegar, fui con Aaliyah a la recepción del hotel para que nos dieran nuestras habitaciones.

Cuando teníamos nuestras tarjetas, un asistente del hotel ayudaba a Shawn con las maletas.

Fairtmont Hotel Vancouver. Ese era el nombre del hotel. Era muy lujoso.

Fuimos hasta el ascensor, Aaliyah presionó el botón para ir al piso cinco. Al llegar, cada uno agarró su maleta.

— Bueno, aquí está su tarjeta, chicos — Aaliyah les extendió la tarjeta a Shawn y a Camila.

— Habitación ciento setenta y dos. Esa es la de ustedes. La nuestra es la ciento setenta y ocho — dijo ella.

— Bueno, nos veremos en un ratito — dijo Shawn. Asentimos.

Fuimos hasta nuestras habitaciones y cuando Aaliyah abrió la puerta de la habitación, me quedé anonadada.

Era muy espaciosa. Apenas entrabas y era una mini sala de estar, con unos hermosos sillones de colores beige y negros, con alfombras muy delicadas. Le daba un toque delicado y vintage.

Había un gran balcón que daba vista a la ciudad. En el centro de la habitación había dos puertas francesas que daban paso a las recámaras. Eran muy bonitas, con dos camas grandes y una ventana. Y a un lado estaba el baño. Este lugar era un sueño.

Luego de instalarnos, llamé a mi padre.

— ¿Hija? — lo oí del otro lado de la línea.

— Hola, papi — dije.

— ¡Hola, hija! ¿Cómo estás? Sabes que te extraño mucho — dijo. Y al escucharlo, se me partió el corazón.

— Bien y tú — dije, y sequé una lágrima traviesa. — Te extraño aún más — dije.

— Me alegro, hijita. Y cuéntame, ¿cómo te trata Canadá? — me habló con tanta emoción. — ¿Cómo te recibieron tus amigos? — me dijo él.

— ¡Estupendo, pa! — dije. — Estoy ahora mismo en Vancouver. Es un lugar fantástico, me trajeron aquí a conocer.

— Estoy muy feliz por ti. Disfruta mucho y saca muchas fotos, que quiero ver, ¿eh? No te olvides — reímos.

Hablé unos minutos más con él y luego cortamos.

— ¿Te encuentras bien, Marti? — Aaliyah estaba a mi lado.

— Sí, tranquila. Solo estaba hablando con mi papá y me emocioné — sonreí —. Eso es todo.

— Oh, entiendo. A veces tener a nuestros seres queridos lejos cuesta mucho — asentí. — Vamos a comer, ¿quieres?.

— Sí, suena bien — dije.

Durante el día, fuimos a almorzar y luego recorrimos muchas tiendas y lugares turísticos. Por la noche, también fuimos a caminar por la playa y luego cenamos en algún restaurante cerca de la zona.

Quedamos en venir mañana a la playa un rato, así que nos preparamos un bolso

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