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(dos semanas después)

Al sentir que mis amigas me dejaron de lado, decidí buscar algo por mi cuenta. No necesariamente nuevas amistades, sino un pasatiempo. Me apunté a clases de spinning. No es nada extraordinario, pero al menos me ayuda a distraerme.

Las clases son intensas y me encantan. Es la primera vez que disfruto tanto de algo así. Voy tres veces por semana después de la universidad. Cada sesión dura una hora. Hacemos ejercicio y luego un poco de yoga. También me está ayudando mucho emocionalmente.

Hace treinta minutos que llegué de la clase de spinning, y mi papá ya se fue a trabajar. Comencé a prepararme una cena ligera en la cocina: un plato de frutas acompañado de yogur con cereal. Mientras tanto, mi móvil empezó a sonar, y corrí escaleras arriba para contestar. Ya sabía quiénes serían: Shawn y Camila.

Abrí la imagen que Camila me había enviado. Ella estaba recostada en un sofá, comiendo una golosina.

— ¡Bonitaaaa! — saludé, sonriendo.

— ¡Guapetonaa! — respondió ella, y ambos reímos.

— ¿Cómo estás? — preguntó, sentándose correctamente en su asiento.

— Bien, ¿y tú? — dije, tomando un trozo de mi toronja.

— Genial, vi que empezaste a hacer deporte. Estoy feliz por ti, linda — dijo sonriendo.

— ¡Gracias! — respondí, devolviendo la sonrisa.

— Oye, tengo una propuesta para ti — dijo, levantando las cejas pícaramente.

— Mmm, me das miedo — bromeé. Ella rió.

— Dentro de una semana es el cumpleaños de Shawn. ¿Vendrás, no? — preguntó sin rodeos.

— ¿Perdona? — la miré incrédula.

— Oh, vamos, Mari. Tienes que venir. Shawn se pondría feliz de tenerte aquí — insistió.

— ¿Y con los invitados y tú no basta? — levanté una ceja.

— A lo que voy es que sería lindo tenerte aquí — dijo, comiendo un poco de dulce.

— Lo entiendo, Cam. Pero no sé si encajaré. Lo sé. — me mordí el labio inferior.

— ¡No seas tonta! Si te digo que vengas, es porque sé que a Shawn le gustaría que estuvieras — me miró con ternura.

— Cam, es que tengo que ir a Canadá. No es como si estuviera aquí a la vuelta — suspiré. — Me encantaría, pero... — pausé.

— Tienes que venir, por favor. No quiero presionarte, pero sería lindo volver a verte — sonrió.

— Está bien — dije, mordiéndome el labio inferior. Ella celebró — Mañana te avisaré con certeza — asintió.

— Solo una cosa — cerró los ojos y pensó —. No le digas nada a Shawn. Quiero que sea una sorpresa para él — Abrí los ojos sorprendida.

— ¡Camila! — Me levanté asustada —. No, no iré, ¿sabes? Mejor no — mordí nerviosa mi uña.

— Oh, vamos, Mari, tienes que venir — insistió —. Será una fiesta tranquila, íntima, con poca gente.

— Mmm, bueno, está bien — dije sin más —. Solo... espérame.

Hablamos un rato más y luego cortamos. Justo en ese momento, se escuchó abrirse la puerta de entrada. Mi papá había llegado. Eso era extraño... Él no debía llegar hasta dentro de cinco horas, pero bueno. Sin embargo, ahora era momento de lo importante.

Bajé las escaleras y suspiré. Estaba nerviosa por lo que le iba a decir a mi padre.

- Hola, papá - dije, apoyándome en la barandilla de la escalera.

- Hola, hija - respondió él mientras se dirigía hacia la cocina. Lo seguí. - Pareces preocupada - me observó - ¿Qué pasa? - dijo, abriendo el refrigerador.

- Me invitaron al cumpleaños de Shawn.

¡Mentirosa! Estás colándote.

- Qué bien. Ve, necesitas divertirte - dijo, bebiendo un poco de agua.

- Es en Canadá - dije en voz baja, pero lo suficientemente alto para que me oyera.

Escupió su bebida.

- ¿Qué? - exclamó.

- Sí, lo sé... Es que...

- Si estás segura, ve. Vas a cumplir veinticuatro años. Ya eres mayor - me miró sorprendido.

- ¿Qué? - esta vez fui yo quien exclamó.

- Que vayas. ¿Estás sorda? - bromeó.

¡Oh por Dios, voy a la fiesta de cumpleaños de Shawn!

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