Parte 2
- Yo también - Contesté entre besos.
Gemí cuando noté como su miembro se frotaba contra mi muy húmeda feminidad aun sobre nuestras prendas. Sentí pudor por la humedad que sentía en mi entrepierna, pero es que lo que mi novio me estaba haciendo sentir era indescriptible y era inevitable que mi cuerpo reaccionase de tal manera.
José Manuel siseó cuando su mano se abrió paso por la tela de mis braguitas y tocó mi humedad. Me quedé sin saber qué decir, tampoco habíamos hablado mucho, pero no sabía si tenía que disculparme por ello, aunque solo un gesto me hizo saber que estaba bastante equivocada. Sus dientes mordisquearon el lóbulo de mi oreja de manera tan incitante que no pude evitar gemir al notar la atención que le estaba dando a mi centro, aunque había una parte en especial que llamaba a gritos su atención y no estaba siendo bien atendida.
Me retorcí de placer cuando al fin la encontró y en un movimiento de extremada locura por las sensaciones que estaba sintiendo presioné su trasero con las dos manos provocando que nuestras caderas chocasen y logrando que José Manuel soltase también un gemido.
Ante tal gesto, aparentemente confiado y que yo sabía perfectamente que había sido un reflejo de mi locura hacía él, José Manuel se deshizo de mi sujetador, dejándome por completo desnuda de cintura para arriba. Sus manos, que habían dejado de atender a mi centro, se habían colocado en cada uno de mis pechos con suma delicadeza mientras que su miembro, aun resguardado en sus boxers, se frotaba con mi intimidad.
A partir de aquel momento los jadeos eran incesantes y algún que otro gemido salía de nuestros labios, parecía estar en una nube a varios kilómetros por encima de la tierra. Pegué un gritito cuando sentí como sus dientes mordisqueaban uno de mis pezones, alternándolo con el otro.
No pude evitar agarrar su cabello con mis manos e inclinar mi cabeza hacia delante buscando poder besarlo en algún lugar de su perfecta anatomía.
Podía notar el dolor de mi entrepierna, necesitaba más atención por lo que quise bajarme las braguitas pero sus manos me lo impidieron y me miró fijamente a los ojos.
- Isa... - Pronunció mi nombre casi sin aire en un murmullo. - ¿De verdad… quieres hacerlo? - Acaricié su mejilla y asentí.
- Te necesito. Hazlo ya -
Fue el mismo con una pequeña sonrisa quien me quitó la última prenda que estorbaba en mi cuerpo, rozó con una de sus manos una de mis nalgas haciendo que mis ojos se cerraran, pero de repente su caricia cesó y los abrí. Estaba pensativo y su ceño se había fruncido, estaba temiendo ya que se arrepintiera de algo, por lo que subí mis manos por sus brazos y acuné su rostro.
- ¿Qué sucede? - Pregunté confusa.
- Isa, yo… no tengo… - Su rostro se enrojeció. Me reí por la situación, estábamos a punto de acabar de una vez por todas de unirnos y a él no se le había ocurrido otra cosa más que sonrojarse. - Yo no sabía que iba a pasar esto y no tengo… preservativo - Sonreí tiernamente.
- José Manuel… tomo anticonceptivos desde hace años para regular mi regla - La expresión de su rostro se suavizó dejándome más tranquila y me besó una vez más acariciando mi cuerpo mientras yo acababa de quitarle sus boxers.
Abrí los ojos sorprendida, mientras Jose Manuel una vez más se había entretenido con mis pechos, cuando noté la extensión de su miembro entre mis muslos. Aun no lo había visto, pero tenía pinta de ser bastante grande, sabía que me iba a doler, lo sabía, pero no me importaba.
En un movimiento que califiqué como ágil viniendo de mi, nos giré a Jose Manuel y a mi, aunque sabía perfectamente que si no hubiese sido por él quizás nos hubiésemos caído de mi pequeña cama. Ahora era yo la que estaba sobre él, encarcelándolo con mi cuerpo, me incliné para besarlo en los labios, trazando un camino hasta llegar a su pecho fuerte, suave, duro, perfecto.
Sabía que no debería asombrarme por su innata perfección, pero era imposible no hacerlo cuando mis manos y mis labios recorrían cada ápice de su gloriosa anatomía. Levanté mi rostro en cuanto llegué a su vientre con la intención de observar su masculinidad. Quedé asombrada, había escuchado a Mayte hablar de penes, pero jamás había visto uno, lo más parecido que había visto a de estos era en los libros de biología y ni siquiera eran reales. Era mucho más de lo que me había podido imaginar, era tan grande… y por desgracia un cosquilleo temeroso comenzó a alojarse en mi estómago. Me odié por un segundo, por pensar en que no sería capaz de soportarlo, pero era él…José Manuel.
Me sonrojé en cuanto noté como José se sentaba en la cama, sosteniendo mi rostro. No quise hablar, tampoco permití que mi vergüenza aflorara aún más porque él me dijese algo, así que lo besé olvidándome de nuevo de todo.
Suavemente el se inclinó sobre mi cuerpo dejándome una vez más bajo el suyo, sabía lo que me esperaba, quería pensar que esto no sería nada, que el dolor pasaría, que duraría solo unos segundos, pero lamentablemente yo sabía que no sería así. No obstante, tampoco podía negar por otra parte, la necesidad que estaba sintiendo por sentirlo en mí, yo quería probar esa sensación, quería sentir como aquella parte de su cuerpo se movía dentro del mío, quería que él formase parte de mí y yo formar parte de él.
Esto no lo hacía por él, lo hacía por mi, en realidad yo quería hacerlo. Acarició mis mejillas, con los codos apoyados a cada lado de mi cabeza y me miró intensamente, dejando al descubierto todos los sentimientos que sentía hacía mi… y me sentí mejor, sí, mucho mejor.
Sus ojos, color avellana, me miraban intentando descifrar mis pensamientos, pero yo podía ver en los suyos el amor, la fascinación, la excitación, el temor a lo desconocido… daba la impresión de que su mirada era transparente, podía ver la indecisión también abrirse paso, pero no lo permití. Besé sus labios tiernamente con la respiración por las nubes al igual que la suya y subí mis caderas tímidamente, intentándole comunicar con ese gesto lo que quería.
No dijo nada, solo me miró abriendo paso en sus labios a una pequeña sonrisa a la cual contesté y pasando su mano entre nuestros cuerpos hasta llegar a su miembro. Mis gemidos resonaron por toda la habitación cuando noté como la punta de su miembro desfilaba por mis pliegues en busca del lugar correspondiente, entonces se detuvo y abrí los ojos para encontrarme con los suyos entrecerrados. Él también había disfrutado aquel simple roce.
Sentí una pequeña presión en mi centro y solté todo el aire de mis pulmones, José Manuel se detuvo.
- ¿Estás bien? - Susurró con la mandíbula tensa, sonreí asintiendo, me aferré con las uñas a su espalda, y escondí mi rostro en su cuello esperando lo peor.
Volvió a ejercer más presión y noté un dolor punzante, demasiado doloroso. Las lágrimas comenzaron a reunirse en mis ojos, mas no quise abrirlos, tendría que rechazarlas, no iba a arruinar el momento, mi cuerpo se tensaba cada vez más a medida que José Manuel empujaba hasta que paró y fue entonces cuando no pude evitar soltar un gemido cargado de dolor.
- Maldición - Lo escuché murmurar con la intención de salir de mi cuerpo, pero no lo dejé, presioné mis piernas en sus caderas, haciéndole saber mi deseo. - ¿Te duele? - Preguntó angustiado observándome directamente a los ojos. Hice el esfuerzo por sonreír, aún hablaba tenso.
- Quédate así, no te muevas - Pedí rozando sus labios con los míos. - Te quiero -
Le besé, intentando seducirle, intentando no hacer notar mi dolor. Mis manos se relajaron y volvieron a acariciar su espalda, su trasero… hasta me permití presionarlo, logrando que él volviera a sisear.
Sus manos una vez más cobraron vida para llevarme al cielo de nuevo, acariciando la piel de mi rostro, de mis brazos, de mis pechos, de mi cintura.
- Eres tan suave… - Murmuró entrecortadamente en mi oreja.
Entonces noté como el dolor apaciguaba y otra vez mi cuerpo se recomponía, sintiendo aquel goce inexplicable, comencé a mover mis caderas, José Manuel se separó para mirarme sorprendido y le sonreí pícaramente, sintiéndome bien conmigo misma.
Noté como él se movía dejando salir su erección para luego introducirla de nuevo, gemí sin poder evitarlo, esto comenzaba a estar mucho mejor. Abrí los ojos para encontrarme con los suyos cerrados fuertemente y su mandíbula tensa, la acaricié, provocando que él escondiera su rostro en mi cuello. Removí mis caderas buscando fricción.
- Isabel… - Llamó con voz contenida.
- José Manuel… muévete por favor - Supliqué.
- Es que… - Bufó.
- ¿Qué? - Él seguía con el rostro escondido en mi cuello.
- No voy a aguantar mucho más - Murmuró apenado.
No pude evitar reír.
- Vamos tonto, no pienses en mi -
Esta vez se irguió para mirarme avergonzado, volví a mover mis caderas, insistente, bufó y se movió lenta pero tortuosamente. Sus jadeos, mezclados con algunos gemidos se hicieron sonoros acompañando a los míos. Me sentía en una nube, en una gran nube de algodón con José Manuel a mi lado, comenzaba a sentir partes de mi cuerpo que no sabía que existían, pero entonces José gimió fuerte y pude sentir su semen en mi interior, había llegado dejándome a las puertas del cielo.
Mi entrepierna dolía y no era para menos, había estado a pocos segundos de sentir algo tan maravilloso… pero no podía culparlo, no cuando tenía la visión de su cabello frente a mi rostro, su cabeza descansaba en mi pecho y su cuerpo respiraba agitadamente.
- Lo siento - Se disculpó, irguiendo la cabeza para mirarme y se quitó de encima mía, me acosté de costado, al igual que él, apretando mis piernas para intentar tranquilizar aquello.
- No te preocupes… tenemos tiempo para perfeccionarlo. Aun nos queda mucho camino, conocer nuestros cuerpos… nuestros puntos clave… -
- Pero te he arruinado la fiesta, debes pensar que soy… -
- Shh… - Lo besé acariciando su mejilla. - Eres mi vida, y no consentiré que nadie se meta con ella - Sonrió.
Nos abrazamos y comenzamos a besarnos, el dolor pareció calmarse, pero mi excitación no quería alejarse demasiado ante las caricias que José Manuel le propinaba a mi cuerpo. Aunque yo no había llegado, literalmente a mi orgasmo, sentirlo dentro de mi había sido por el momento la mejor experiencia que había vivido. No había palabras para describir como me había sentido al hacer el amor con él, había llenado mi cuerpo de una sensación única y que pretendía, ya que mi padre iba a tardar bastante, repetir.
Estiré a Jose Manuel para que quedara sobre mi y continuamos besándonos, acariciándonos hasta que volví a notar su erección, haciendo esta vez que mi intimidad se humedeciese más por el simple hecho de pensar en volver a acogerlo.
Aunque no teníamos experiencia, nos comportábamos de manera más natural, ya sabíamos lo que teníamos que hacer, sin cohibiciones, sin vergüenza, solo dejándonos llevar… hasta que volví a sentirlo dentro de mi, esta vez dándole una perfecta bienvenida, disfrutando el momento, logrando ver su rostro excitado cada vez que sus caderas chocaban con las mías… y esta vez por fin… llegué al cielo, había muerto y estaba con José Manuel en el cielo…
- Ahora sí me ha gustado - Admitió riendo, mientras me observaba de frente, aun con su cuerpo sobre el mío, eliminando uno de los mechones de mi cabello que se había adherido a mi frente a causa del sudor.
- ¿Antes no habías disfrutado? - Pregunté con el ceño fruncido.
- Sí, claro que sí - Me besó la mejilla. - La primera vez ha sido maravillosa, pero esta vez, viéndote a ti… ha sido… - Hizo una mueca. - No tengo palabras para describirlo -Acaricié su mejilla. - Vamos a tener que trabajar más en biología… Ahora te voy a echar mucho más de menos - Susurró en mi oído exhalando su aliento y provocando que mi cuerpo se estremeciera.
- Bueno… tenemos un Volvo con cristales tintados… - Me miró temeroso, sabía que tenía muy celoso a su coche, después de todo era el coche de sus sueños hasta el momento. Reí ante su expresión. - No tenemos que utilizarlo si no lo deseas -
- Supongo que podemos… buscar otra alternativa… pero si no la encontramos… vas a visitar a mi Volvo más que de costumbre - Presionó dulcemente sus labios con los míos, y estuvimos besándonos un rato más.
- Mi padre no tardará en llegar - Suspiré resignada.
- Lo sé. Creo que ya debería irme, Carlisle debe estar preguntándose en dónde me he metido - Lo abracé muy fuerte, deseando que no se apartara esa noche de mi. Él me correspondió con la misma intensidad, dejando un beso en mi cuello y se separó para mirarme.
- Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida - Me sonrojé.
- También lo ha sido para mi -
Con mucha fuerza de voluntad lo dejé ir, observé su desnudez cuando se levantó para vestirse, toda aquella perfección había sido mía, solo mía. La euforia me invadió y me levanté de la cama cuando él acababa de coger sus pantalones del suelo para abrazarlo por la espalda. Se giró sonriéndome y me besó.
- Tengo que irme - Murmuró muy cerca de mis labios con las cejas elevadas.
Sonreí y comencé a vestirme yo también, había sido la mejor tarde de toda mi vida, junto a él, junto a José Manuel
- Nos vemos mañana - Me dijo entre besos frente a la puerta del recibidor.
- Soñaré contigo esta noche - Le contesté haciendo que chocara con la puerta.
- Yo también - Murmuró sosteniéndome entre sus brazos, elevándome del suelo para besarme por última vez y me dejó otra vez sobre el suelo. Le abrí la puerta besándole la mejilla a lo que él contestó girándose para darme un último beso con la chaqueta aún en la mano. - Te quiero - Dijo sonriendo parándose en medio de la escalera.
- Y yo - Contesté escondiéndome detrás de la puerta. Agité la mano despidiéndome de él.
Se giró y se colóco su chaqueta, noté como el frío pasaba acariciando la piel de mi rostro, pero no le perdí de vista hasta que entró en su coche y arrancó para irse. Cerré la puerta y grité de la felicidad que sentía, comenzándome a reír, había sido maravilloso
FIN
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