Capítulo 16
La hora de Filosofía siempre ha sido la favorita de Renato. Mucho más luego de conocer a cierto rizado de ojos claros, a cargo de esta, que la había vuelto el doble de interesante y simple para él. Gabriel era un excelente profesor y muy encantador para los ojos de cualquiera.
Pero aquellos encantos, hicieron la clase del miércoles no fluya como siempre.
Dos tortolitos, compartieron miradas cómplices y dulces sonrisas que fueron inevitables durante toda la hora. Los ojos intimidantes de Renato causaban que varias veces Gabriel se desconcentrara y perdiera el rumbo de la clase. Renato se sonrojaba y sonreía victorioso por cumplir su propósito.
Al finalizar el día, la única persona que notó toda la escenita romántica, se acercó a su mejor amigo en busca de respuestas.
-¿Se puede saber que fue todo eso? - le preguntó Fausto a Renato antes de que este último se levantará de su asiento.
Renato se asustó con la presencia de su amigo. Menos entendia a que iba su pregunta.
-Dale Tatin. Conmigo no. Mi visión es un desastre, pero no tanto como para no darme cuenta de las miraditas que se tiraron con cierta persona que esta por alla - indicó señalando a Gabriel que guardaba sus cosas en sus portafolio.
Renato abrió los ojos al extremo. ¿Tan pocos disimulados habían sido?
-¿Que pasó entre vos y el "profe"? - este interrogatorio ya le estaba divirtiendo a Renato. Aunque no estaba seguro de contarle los detalles o no.
-Nada. - negó, pero su rubor lo contradecía. Claramente la imagen de lo que pasó en su casa dos días antes apareció en su mente.
-Puff y yo me chupo el dedo. - le respondió con ironía. Renato rodó los ojos.
-Este no es un lugar para hablar de esto Faustito. - le susurró. Todavía había alumnos rondando en el aula, y no quería que lo que sea que pase entre Gabriel y él, se convierta en un chisme de pasillo.
Su amigo comprendió a lo que se refería. Regalándole un guiño, y visualizando el ya casi salón vacío, se fue.
Renato soltó una risa al observarlo susurrandole algo a Gabriel antes de irse por completo.
Cuando menos se dio cuenta, ya eran solo ellos dos. Deja vu.
Se levantó. No sabía si Gabriel lo ignoraria, o lo pararía para pedirle que se olvide de todo lo que pasó. Pero tampoco podía quedarse todo el día ahi esperando.
Paro en seco cuando 2 pasos antes de llegar a la puerta, Gabriel cerro la misma y se apoyó a observarlo. Eso si que no sé lo esperaba.
Gabriel caminó hacia el con una sonrisa de costado. Cuando por fin estuvo delante de él, se inclinó y depositó un corto pero sonoro beso.
-Por fin solos - soltó al separarse. Renato no podía creer todo lo que Gabriel estaba haciendo.
-¿Que hacés? - aunque lo que hizo Gabriel lo tomó por sorpresa, no pudo evitar sonreír, marcando sus hoyuelos.
-Que linda sonrisa tenes. - Gabriel estaba tan perdido en aquello, que había ignorado su pregunta. Renato se sonrojo ante eso.
No sabía como tomarse tanto chamuyo por parte de Gabriel. Se le hacía raro, pero le gustaba.
-Gracias. - contestó relamiendose los labios.
Renato estaba tan shockeado que ya no tenia idea por donde seguir. Por suerte Gabriel le facilitaba las cosas.
-¿Que pasó con tu viejo? ¿Se dio cuenta de algo de lo que pasó? - preguntó apoyándose sobre su escritorio.
Siempre trataba de prestarle toda la atención del mundo. Ama escucharlo hablar.
Renato soltó aire. El recuerdo de la llegada de su padre, interrumpiendo su momento con Gabriel, volvió a su mente.
Realmente había sido un montón, todo.
*Flashback*
La sesión de besos entre Renato y Gabriel, había tomado una intensidad totalmente inesperada.
Gabriel aprovechando el pequeño segundo de descanso que tuvo, para recuperar un poco de aire, se dirigió casi por inercia al cuello de Renato.
Renato se dejó hacer. Disfrutando de los pequeños besos que dejaba Gabriel sobre su delicada piel. En un momento tocó un punto que le causó escalofríos, seguido de cosquillas que lo hicieron reir. Eso incentivó a Gabriel a continuar.
Renato seguía disfrutando de lo que Gabriel le hacía mientras dirigía sus manos al saco que tenía puesto el mismo.
Gabriel se alejó de su cuello para mirarlo fijamente a los ojos. Renato le sonrió, dándole la aprobación que los dos buscaban.
Gabriel le devolvió la sonrisa, apoyando una mano sobre la mejilla del más alto. Dejó que terminara de desabrochar y quitar la prenda sin problemas, tirandola por algún lado desconocido del comedor.
Renato esta vez tomó el rostro de Gabriel entre sus dos manos, intensificando el contacto. De a poquito fue dando pasos para adelante junto a él, en dirección a su cuarto.
Sin cortar el beso, Renato lo ayudó a sentarse en la cama, inclinándose hacia él para disfrutar lo máximo posible sus labios.
Renato se separó rápidamente del al escuchar un ruido afuera de la casa. Gabriel que seguía perdido en el beso, abrió los ojos y dejó de hacer trompita con la boca.
Renato ya no estaba, había salido corriendo de vuelta a la sala. Dejando totalmente desorientado a Gabriel. Decidió ir a averiguar que es lo que sucedía, yendo a donde estaba.
-¿Qué pasa? - le preguntó al verlo inspeccionando por la ventana.
Renato se sobresaltó y giro a verlo. Lucía tan lindo con todos sus pelos parados, camisa arrugada, con ya el primer botón desabrochado, y toda la boca hinchada por la forma en que Renato lo había besado.
Quería morirse, ya que los habían interrumpido en el mejor momento.
-Te tenes que ir ya Gabriel. Mi viejo esta por entrar. - le avisó volviendo a mirar por última vez por la ventana.
-¿Qué? Pero... - no podía creer que lo estaba echando.
-Pero nada Gabriel. Si te ve mi viejo acá se va a armar un quilombo tremendo. - le explicó enpujandolo para el fondo de su casa. - Esa es la puerta de salida, va al patio, a la izquierda hay un pasillo donde podes salir sin problemas. Sin hacer mucho escándalo porfa. - le pidió acariciandole el rostro con el pulgar.
Gabriel sonrió. Se sentía como un adolescente en una película de amor prohibido. En realidad desde que lo conoció a Renato sentía que su vida se había transformado en una.
-¡GABRIEL DALE! - le gritó luego de varios segundos en los que el mayor se había tildado.
Gabriel obedece y gira en dirección a la puerta. Pero antes de siquiera abrirla, se acercá a él y deposita un piquito, sorprendiendo a Renato, que de la sorpresa, ni notó cuando finalmente se fue.
Renato se agarra el pelo con una mano, perdio por toda la situación. Su plan era abrirle a Gabriel e inventar cualquier cosa para convencerlo de que todo esta bien, y echarlo.
Pero la vida le dio todo lo contrario. Y esa charla terminó en él confesandole que los besos que le dio, fueron porque en verdad quería darselos, y finalmente terminaron chapando de nuevo.
Bueno, chapando y casi algo más.
Escuchó el ruido de las llaves en la cerradura, seguido de un portazo, dando señal que su papa ya había ingresado a la casa.
-¿Tato? - comenzó a llamarlo. Renato entendió que debia ir al comedor con su papa para evitar la menor cantidad de preguntas - ¡Hijito! - lo salido cuando Renato volvió al comedor.
Juan se acercó a su hijo y lo saludó con un beso en la frente.
-¿Que hacías? - le preguntó dejando las aparentemente compras sobre la mesada de la cocina.
-Nada... Hacía la tarea. - explicó señalando los útiles sobre la mesa.
-¿Solo? - Renato le regaló una mirada de confusión. Era imposible que descubriera que Gabriel había estado en la casa sin ningún tipo de indicio -Juan se acercó hacia él - Hijo... Hace mil no traes nadie a casa. Solo Fausto y viene para irse de jodas.
Renato se alivió ante sus contestación. Ya se había imaginado las mil y un excusas para decirle si realmente descubría con quién estaba.
-Pa, que no los traiga a casa, no significa que no tenga amigos. Solo que me parece que ya estamos bastantes grandes como para invitarlos y que nos hagas la chocolatada. - sentenció como si fuera la cosa más obvia del mundo.
Juan asentia tratando de comprender lo que su hijo le decia. Pero todavía una duda rondaba por su cabeza.
-¿Estas seguro que no tiene nada que ver con.. - intentó preguntarle.
Renato cayó al instante sobre lo que quería hablaf su padre.
-Por favor no lo nombres - lo paró antres de que siguiera hablando - En serio no te preocupes. Tengo mis amigos, con los que salgo y charlo. Y obvio Fausto viene porque es mi mejor amigo. No hay nada raro. En serio - la voz de Renato sonaba segura.
Pero Juan no era ingenuo. Y aunque le había creído con lo de sus amigos. En algún momento volvería a intentar sacar ese tema que se había convertido en tabú para su hijo.
*Fin de flashback*
Obviamente esa última parte no se la contó.
-¿Entonces no se dio cuenta de nada? - Renato negó con la cabeza. Gabriel soltó una risa.
-¿De que te reís? - trataba de sonar indignado, pero la sonrisa de Gabriel se lo hacía imposible.
Renato se sentía afortunado. Solo él estaba disfrutando de esa visión. Podía decir tranquilamente que es el pibe con más suerte del mundo en estos momentos.
-Me imaginé a tu papa encontrandonos en aquella situación y se me hizo imposible no reirme.
Renato
-Ni me lo digas. Si yo no identificaba el auto, mi papa nos hubiese enganchado ga... -
El sonido del celular de Gabriel interrumpió su habla. Gabriel se disculpó para luego agarrar su teléfono fijarse de quién se trataba.
Era un mensaje.
"Otra vez no" pensó Gabriel.
Abrió dicho mensaje encontrándose con una foto. Como la vez pasada. Ahora era solo una.
En la foto se veía su sacó estirado sobre una especie de sillón. Gabriel no entendia nada. Desde hace dos días que había estado buscandolo y no lo encontraba. Ahora le llegaba esto.
Hizo memoria y se quiso matar.
El último recuerdo que tiene de él usandolo fue en la casa de Renato. Después de su charla, y antes de que el padre llegara, el menor se lo habia sacado y tirado por algún lugar de su casa.
De ahi no habia vuelgo a verlo más. Dejando en claro que se lo olvidó allí.
-¿Qué pasa Gabi? - el menor no había dejado de observarlo atento en ningún momento. Su rostro demostraba muchas cosas que Renato no lograba descifrar.
Nunca lo había visto así. Lo estaba asustando.
Gabriel intercalaba su mirada entre Renato y la pantalla de su celular.
-¿Gabriel por qué mierda me miras así? ¿Qué pasa? - le preguntó exasperado.
Gabriel trago saliva. Solo una conclusión pasaba por su cabeza.
Si realmente era lo que creía, tal vez debería contarle la verdad a Renato.
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