Capítulo 10
-¿Querés que cambie de peli amor? - le preguntó Abrahan a su novio, que descansaba su cabeza en su regazo.
Cada martes de la semana, Abrahan y Gabriel se reúnen en la casa del último a mirar alguna película. La tradición es elegir una de por medio cada uno. Esa misma tarde la tocaba a Gabriel la elección.
La verdad era que desde que empezó, el rizado no le habia prestado ni la más minima de atención. Abrahan estaba sorprendido, él era de prestarles toda la atención del mundo, más si la película la había elegido él.
-Gabriel. - lo volvió a llamar, esta vez moviendo su pierna para que reaccionara.
-¿Mmm? ¿Qué pasó? - indagó, incorporandose en el sillón.
-Nada amor. Al parecer no le estas dando bola a la peli. ¿Pasa algo? - lo interrogó acariciandole la mejilla suavemente.
Gabriel se tenso. Ese gesto hace un tiempo lograba causarle miles de sensaciones. Cosa que, ahora ya no.
-No me pasa nada. En serio. Sólo estoy cansado, por el trabajo - trató de autoconvencerse a si mismo.
-Esta bien. Lo entiendo.
Un silencio incómodo entre ellos, invadió la sala. Solo el sonido proveniente de la tele se escuchaba en todo el lugar. Hasta que esta misma fue apagada por el chico de ojos claros. Gabriel estaba realmente confundido ante ese acto.
-Tengo una idea. Para hacerte sentir mejor - habló para acto seguido comenzar a besar a Gabriel.
La sorpresa de Gabriel fue tan grande que se dio cuenta tarde de que terminó acostado contra el sillón. Su novio lo besaba con pasión, mientras le acariciaba por todas partes, en busca de más.
Gabriel lo aceptó. Capaz eso era lo que necesitaba. "Coger con tu novio seguramente te saque todas las pelotudeces que tenes en la cabeza" pensó.
Resignandose, comenzó a correponder lo que su novio le hacía. Por lo menos así se olvidaría un rato de todo. O eso era lo que esperaba.
~
Renato estiraba sus piernas sobre el cesped en el que se encontraba tirado. Haciéndosele mposible evitar levantar la vista hacia las gradas. "Basta Renato. No va a venir" pensaba, comenzando a rendirse. Al no asistir, sabía lo que significaba.
Se paró y fue en busca de su mejor amigo. Fausto siempre lograba distraerlo con sus chistes malos, o alguna anécdota divertida sobre él y su novia.
-Acá está la parejita feliz - escuchó esa voz, que para él era el peor sonido en este mundo.
-¿Que mierda querés Cerati? - contra ataco Fausto.
-¿Qué pasa? Al puto le comieron la lengua los ratones y su noviecito tiene que saltar a defenderlo? - eso enfureció más a Fausto, pero no pudo contestarle ya que Renato no lo dejó.
-¿Sabés que no? Prefiero no gastarme en pelear con pelotudos como vos. Total te voy a hacer re mil mierda en la cancha - Cerati se le río en la cara, pero sin embargo se retiro, yendo con su equipo.
Renato bufó. Necesitaba ganar ese partido si o si. Además de que si no lo hacían quedaban eliminados, iba a ser la única forma de descargar todo lo que sentia en el momento. Y ver la cara de humillación de Julian al perder era una de sus más mayores metas.
-Che Tato... - sintió el codo de su amigo golpearlo, buscando atención.
-¿Que querés bo... - estaba muy concentrado en sus pensamientos y odiaba que lo interrumpan cuando lo hacía.
Todo tipo de enojo se esfumó en el momento que su cabeza se dio vuelta.
No podía ser. Renato ya se había resignado a esa idea. Había aceptado que no pasaría. Pero ahi estaba. Gabriel entrando al lugar tímidamente. Eso significaba una sola cosa: No iba a perderlo.
~
Gabriel se encontraba recostado en el sillón. Con un cuerpo ya muy conocido encima suyo. Unos labios contra los de él, besandolo con total pasión. Pasión que efectivamente no estaría logrando devolver.
-Para. Para - lo detuvo.
-¿Gabriel que mierda te pasa? Hace días que me esquivas. Que quiero garchar con vos y no me dejas. - no había respuesta. Simplemente no sabía que decirle. - ¿Hay otro no? Decimelo. - le pidió. Su rostro se transformó en sorpresa pura.
-Abra... Yo... - las palabras no salían. O no quería que lo hicieran. Trago saliva e intentó seguir - Jamás te engañaria - Mintió. Sabía que era mentira.
-¿Entonces que mierda te pasa conmigo? ¿Ya no me amas? - preguntó con los ojos vidriosos y voz entrecortada. Verlo así dolía, más porque la causa era él.
-Perdóname bebi. - se disculpó Gabriel acariciandole el rostro. Se sentía verdaderamente culpable, aunque desconocía el porqué.
-¡No! - le grito, apartándo su mano bruscamente. Estaba enojado, y lo entendia. - Me voy a ir. Espero que cuando nos volvamos a ver sepas bien que carajos te pasa. - le dijo y dando media vuelta, dejó el departamento.
Gabriel partió automáticamente en llanto. Se sentía como el culo. Se había negado a estar con su pareja, sin saber el motivo. O tal vez si lo sabía, pero algo no le permitía aceptarlo.
Se tiró hacia atras, chocando con el respaldo del sillón. La imagen de su novio arriba suyo minutos atras volvió a su mente. Pero la misma fue eliminada por la de Renato sentado en ese mismisimo lugar días atras.
Renato. Desde que lo conoció su vida se revolucionó. Jamás imaginó estar con uno de sus alumnos tomando un vino en el living su casa; o tampoco sentir la necesidad de protegerlo al punto de invitarlo a dormir a su casa, pero lo hizo.
Así como también se atrevió a recortarse junto a él, porque una fuera desconocida se lo estaba pidiendo. Y ni hablar de esa noche de boliche, donde había aceptado una guerra de chupitos para alejarlo de él.
Trato que obviamente no funcionó, ya que minutos más tarde estaba ahí, a su lado mientras el menor vomitaba.
Así como aceptó esa guerra, como le correspondió ese beso, ahora se encontraba yendo a verlo al partido. Para Renato el acuerdo era que si iba a verlo, no renunciaría. Pero para Gabriel, era más profundo. Le importaba un pomo perder el trabajo o no, podría tranquilamente buscar otro colegio. La verdad era que no quería dejar de verlo a él. A su alumno preferido. A su pendejo.
No fue una decisión fácil. Luego de la discusión con su pareja, se replanteo demasiadas cosas. Renunciar de todos modos era su primer opción. Pero algo, o realmente alguien, lo impulsaba a no hacerlo. Esa persona era Renato.
~
-¿Qué hace acá? - preguntó curiosamente al mismo tiempo que se acercaba a las gradas.
-Me dijiste que si decidía no renunciar, venga a verte. Y aca estoy - contestó con una sonrisa medio sin querer. Renato se la devolvió.
-¡QUATTORDIO! ¡VENI A JUGAR! - no pudo responder porque la voz de su entrenador llamandolo se lo impidió.
Giró a mirar al mayor por última vez para luego volver a la cancha. Gabriel suspiró. Ya estaba ahi, no habia vuelta atras. Se dirigió a uno de los rincones de las gradas, quería pasar lo más desapercibido que podía.
~
Pasó el primer tiempo y el marcador marcaba 1 a 1. Verlo festejar a Renato con sus compañeros, le contagió un poco de su felicidad. Después del mal momento que pasó con su novio, la alegría del menor, y verlo jugar, le estaba cambiando completamente el humor.
Divisó a Renato acercarse hacia donde estaba.
-¿Y? - lo interrogó mientras tomaba agua de una botella. Gabriel no entendia - ¿Le esta gustando el partido? - preguntó más formalmente esta vez.
-Ah si, si. Ojalá metan otro en el próximo tiempo y ganen. - Renato le sonrió dulcemente en forma de agradecimiento.
Ese simple gesto logró causar miles de sensaciones en Gabriel. Todo lo que hacía Renato le provocaba cosas.
-¿Que hace Cerati aca? - indagó Gabriel al observarlo a unos cuantos metros de donde estaba.
-Hoy nos toca jugar contra su equipo. Ojalá les rompamos bien el orto. Se la tengo jurada a ese gil. - explicó. Gabriel soltó una risita nerviosa.
-¿De que se rie? - se sorprendió de su reacción.
-Es que me acostumbre a tu vocabulario formal conmigo, que escucharte puteando se me hace raro - respondió riéndose nuevamente. Renato lo imitó.
-Es que con usted es distinto. Siempre fui muy respetuoso con mis profesores. - explicó - Lo que si no me gusta mucho es decirle Gabriel. ¿Puedo decirle Gabi? Obviamente seguiría tratandolo de usted.
Gabriel abrió los ojos ante esa propuesta. La costumbre de que lo llamara por su nombre completo le agradaba. Aunque no iba a negar que escucharlo decir "Gabi" cada vez que hablaban, le generaba mucha ternura.
-Esta bien. ¿Y yo qué? ¿Te sigo llamando Renato? - le preguntó. De alguna forma quería que queden a mano en aquella propuesta.
-Tato. Me puede decir Tato. - finalizó guiñandole un ojo y corriendo hacia la cancha una vez más.
-Tato... - mencionó Gabriel en un sonido inaudible. Una sonrisa volvió a escaparse de su rostro.
No podía creer la cantidad de locuras que estaba haciendo por él. Era un montón, y lo sabía. Pero tampoco era algo que quisiera parar.
~
-¡LA CONCHA BIEN DE MI HERMANA! - un dolorido Renato gritaba en aquel vestuario.
Rodeado por sus compañeros y entrenador, se quejaba estruondosamente del dolor. Resulta que, en medio de una jugada, lo que parecía ser la goleada del día, Julián se interpuso para defender el arco. En un movimiento brusco, por querer sacarle la pelota, causó que Renato cayera de mala manera. Lo próximo que pasó fue un gritó de sufrimiento de su parte, junto con el intento de agarrarse de la pierna para calmar el dolor, algo que era totalmente en vano.
-Chicos vayan yendo. Yo ya traté de enlogarlo para calmar el calambre lo más que pude. - explico el medico del equipo.
Cada chico obedeció y se retiro del lugar.
A excepción de Fausto que se acercó a su mejor amigo.
-Mañana a ese pelotudo lo mato. Mira como te dejó - habló señalando la pierna afectada que yacía sobre el banco.
-No me hagas acordar que me dan ganas de matarlo yo mismo. Anda Faustito. Gracias - le agradeció regalandole una sonrisa. Fausto se fue.
-Yo ahora vengo. Voy a llamar a tu viejo para que te venga a buscar ¿Si? - Renato asintió y espero que se vaya.
Silencio. La soledad se hizo presente en ese vestuario. Renato tenía que esperar a que su padre venga a buscarlo. Escuchó el ruido de la puerta y se sobresaltó, pero luego recordó que su entrenador aún permanecía ahi y eso lo tranquilizó.
Para su sorpresa, la figura que cruzaba por la puerta, no era la de la persona que lo entrenaba. Gabriel entraba al lugar de manera timida.
-¿Gabi? ¿Qué hace aca todavía? - lo interrogó cuando ya estaba centimetros de él.
-Quería ver como estabas. ¿Te duele? - preguntó acercandose cada vez más, al punto de sentarse del otro lado del banco.
-Un toque. Gustavo ya la enlongo un poco, pero sigue jodiendome. - explicó - Aaaaay...-gritó al intentar incorporarse y causando que un calambre vuelva a invadirlo.
-Dejame probar algo - le pidió agarrandole la pierna con cuidado.
Se arrodilló en frente de él, tocando con cuidado su pierna. Acto seguido, y agarrando un pote de crema que había en el bolso del menor, comenzó a hacer un tipo de de masaje para aliviar la molestia.
-¿Como sabé que hacer? - preguntó ante la sorpresa.
-Mi hermano es masajista y me enseño mucho.
Pero la acción no era lo que estaba logrando calmar a Renato, sino que los toques suaves de las manos de Gabriel sobre su piel, estaban haciendo demasiado efecto. No solo sobre su pierna, también estaba despertando sensaciones en otras partes de su cuerpo.
Ambos notaron eso. El rubor se desparramo por todo su rostro. Los dedos de Gabriel fueron subiendo hasta su muslo. Renato empezó a respirar profundamente ante eso. Un quejido, casi parecido a un gemido, salió de los labioa del menor.
Gabriel se asustó. Creyendo que le habia hecho mal, dio por finalizada su tarea. Renato agacho la cabeza medio decepcionado, esa estimulación la estaba disfrutando demasiado, pero se habia acabado.
-¿Estas mejor? - le preguntó parándose y acariciandole la mejilla.
Renato se dejó acariciar inclinando su cabeza hacia el costado.
-Gabi... - Gabriel volvió a agacharse, para estar a su altura.
Renato fue acercándose lentamente. Gabriel a pesar de impresionarse, no se movió. Los centimetros que los separaban cada vez eran menos. Sus corazones latiendo cada vez más fuerte.
-¿Donde esta Renato? - reconoció una voz preguntar por él.
Automáticamente ambos se separaron. La voz del padre de Renato se escuchaba cada vez más cerca.
-Va a ser mejor que me vaya - habló desesperadamente. Renato solo se limitababa asentir. - Nos vemos mañana.
No sabe por dónde fue, pero Gabriel desapareció del lugar como por arte de magia. Dejandolo aún con la respiración agitada y totalmente confundido.
Realmente casi se chapa a su profesor, por segunda vez. Pero esta vez era diferente. Ahora los dos eran completamente conscientes de lo que hacían. Y si no fuese por la interrupción de su padre, estarían besandose en ese preciso momento.
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