5.
Zenitsu buscaba a Inosuke por toda la posada. Había revisado la habitación, la cocina, incluso el techo, pero nada.
Había estado pensando en Inosuke, en el fondo le gustaba, pero no sabía si sería correspondido, al ver las pequelas actitudes nuevas de Inosuke vio un chance
Pero al ver que Inosuke es un jabalí orgulloso incapaz de admitir las cosas, se dio cuenta de que el se debe de acercar.
Finalmente, lo encontró en la parte trasera, sentado contra la pared con los brazos cruzados y la cabeza gacha, casi escondido entre sus piernas.
Zenitsu suspiró con una sonrisa.
—Oye, cabeza de jabalí.
Inosuke no respondió.
Zenitsu se acercó, inclinándose un poco.
—Sé que estás despierto.
Nada.
Zenitsu rodó los ojos y, con toda la calma del mundo, se dejó caer a su lado.
—Si sigues ignorándome, te abrazaré —canturreó con diversión.
Inosuke se tensó de inmediato.
—¡NO TE ATREVAS, TRUENO!
Zenitsu sonrió.
—Entonces dime qué te pasa.
Inosuke bufó y giró la cabeza hacia otro lado.
—¡Nada!
—Mmm, no te creo.
Sin darle tiempo a reaccionar, Zenitsu se movió más cerca, lo suficiente para que sus rodillas se tocaran.
Inosuke saltó ligeramente.
—¡Agh, aléjate!
—No.
—¡Te aplastaré la cara!
—No lo harás.
—¡Sí lo haré!
—No.
Inosuke gruñó, pero Zenitsu solo lo miraba con una expresión tranquila.
—¿Por qué te escondes de mí? —preguntó en voz baja.
Inosuke tragó saliva.
—¡No me escondo!
Zenitsu lo observó con detenimiento, y luego, sin pensarlo demasiado, levantó una mano y tocó el cabello de Inosuke, deslizándola suavemente hasta su hombro.
El cazador de jabalí se quedó paralizado.
—Te has estado comportando raro —susurró Zenitsu—. Y si te vas a poner en modo berrinche, entonces al menos dime por qué.
Inosuke sintió su corazón golpearle el pecho con fuerza.
¿Por qué Zenitsu estaba tan cerca?
¿Por qué su voz sonaba así?
¿Por qué su cuerpo no reaccionaba como siempre?
—¡T-TCH! —fue lo único que logró soltar antes de levantarse bruscamente y alejarse de un salto.
Zenitsu lo vio irse con una sonrisita.
—Cobarde…
Tocó su propia mano, la que había rozado el cabello de Inosuke, y suspiró con suavidad.
Definitivamente, la bestia estaba sintiendo algo.
Inosuke estaba sentado en la rama de un árbol, observando el cielo con los brazos detrás de la cabeza. Había subido ahí para estar solo, para aclarar su mente después de tantos pensamientos raros que lo molestaban últimamente.
Pero entonces, escuchó un sonido de pasos debajo de él.
—Ah, con que aquí estabas —dijo Zenitsu, deteniéndose al pie del árbol y mirándolo con una sonrisa.
Inosuke frunció el ceño.
—¡¿Cómo me encontraste?!
—Eres ruidoso —respondió Zenitsu con diversión, cruzándose de brazos—. Bajemos, me duele el cuello de verte ahí.
—¡No quiero!
Zenitsu suspiró y, sin previo aviso, se subió a la rama junto a él.
—¡Oye, Trueno, este es mi árbol!
—Ahora es nuestro árbol —respondió Zenitsu con calma, recargando la cabeza en su hombro como si fuera lo más normal del mundo.
Inosuke sintió cómo todo su cuerpo se congelaba.
—…¿Qué haces? —murmuró, sintiendo un extraño calor subirle al rostro.
Zenitsu cerró los ojos.
—Estoy descansando.
—¡PERO ME ESTÁS TOCANDO!
—¿Y qué? —preguntó Zenitsu, sin moverse—. Estoy cómodo.
Inosuke sintió cómo su respiración se volvía torpe.
¿Qué era esto? ¿Por qué su corazón latía tan rápido?
Con manos temblorosas, empujó ligeramente a Zenitsu con el hombro.
—Oye… quítate.
Zenitsu abrió un ojo y lo miró con una sonrisa traviesa.
—No.
Inosuke tragó saliva.
—¡Tch…!
No supo qué hacer.
Peleas, golpes, desafíos… eso los entendía.
Pero esto…
Esto lo hacía sentir demasiado raro.
Finalmente, bufó y dejó caer la cabeza hacia atrás, resoplando.
—¡Haz lo que quieras! —gruñó, sin saber qué más decir.
Zenitsu sonrió suavemente y cerró los ojos de nuevo.
Desde la distancia, cualquiera diría que la fiera finalmente había sido domada.
Pero la verdad era que la fiera… simplemente no sabía cómo huir.
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