29.

El sol aún brillaba en el cielo, pero la lluvia había comenzado a caer en gotas finas y cálidas sobre la finca. Inosuke y Tanjiro entrenaban sin importarles el clima, sus cuerpos en movimiento entre golpes y esquivas. Zenitsu, sentado bajo el alero de la casa, miraba la escena con los brazos cruzados, murmurando sobre lo molesto que era que la lluvia apareciera sin previo aviso.

-Tsk... ¡Qué fastidio! Ya estábamos bien con el calor, ¿ahora esto?- refunfuñó, preparándose para entrar a la finca antes de que su ropa se empapara.

Pero antes de que pudiera dar un paso, sintió un agarre firme en su muñeca. Al alzar la vista, se encontró con los ojos brillantes de Inosuke, quien lo jaló sin previo aviso hacia la lluvia.

-¡¿Pero qué haces, Inosuke?! ¡Voy a empaparme!- protestó Zenitsu, intentando zafarse. -¡Odio la lluvia!-

-¡Mira qué lindo está todo!- exclamó Inosuke, girando con los brazos extendidos, dejando que las gotas resbalaran por su piel.
-¿Odias la lluvia? Eso no es posible- Luego, con una sonrisa genuina, volvió a sujetar las manos de Zenitsu, deteniéndolo frente a él. -¡Pero si te ves genial bajo la lluvia!-

Zenitsu se quedó sin palabras. El rostro de Inosuke estaba iluminado, su cabello mojado pegándose a su frente y su piel brillando con el agua. Sus palabras, dichas con total sinceridad, hicieron que un calor desconocido se expandiera en su pecho.

-Eres un idiota...- murmuró, sintiendo sus mejillas arder, pero sin alejarse.

Inosuke se rió, esa risa pura y sin preocupaciones, antes de rodearlo con sus brazos en un abrazo cálido y húmedo.

-¡Me gusta esto! ¡Me gusta estar aquí contigo, Zenitsu!- declaró, como si fuera lo más obvio del mundo.

Zenitsu sintió su corazón tamborilear con fuerza. Sus manos temblaron un poco antes de corresponder al abrazo, escondiendo su rostro en el hombro de Inosuke mientras la lluvia seguía cayendo a su alrededor.

Era efímero, pero por ese momento, el tiempo pareció detenerse.

La lluvia seguía cayendo, empapando sus ropas y enfriando el aire a su alrededor, pero en ese abrazo, el calor entre ellos lo contrarrestaba todo. Zenitsu suspiró, aún sintiendo su corazón latir con fuerza, antes de separarse un poco.

-Inosuke, si seguimos aquí así... podríamos resfriarnos- murmuró con una pequeña risa, sin poder evitarlo.

Sus manos se elevaron con suavidad, apartando algunos mechones de cabello húmedo que caían sobre el rostro de Inosuke. Sus dedos rozaron su piel, y fue entonces cuando pudo verlo con claridad.

El rostro de Inosuke, libre de su máscara, con gotas de agua resbalando por su frente y sus mejillas. Sus ojos brillaban con un azul intenso, reflejando la luz del sol filtrándose entre la lluvia. Zenitsu sintió una punzada en el pecho, algo cálido y dulce, como si estuviera viendo algo que no debía, algo especial solo para él.

Inosuke lo observó fijamente, con una sonrisa de satisfacción antes de encogerse de hombros.

-No importa- dijo con firmeza. -Si me enfermo, me recuperaré. Pero este momento... no quiero perderlo.-

Zenitsu sintió que su aliento se atascaba en su garganta. Esa respuesta, tan sincera y tan propia de Inosuke, lo dejó sin palabras.

-Dices cosas muy raras a veces...- susurró, bajando la mirada por un segundo, solo para sentir la mano de Inosuke tomar la suya.

-Pero te gusta- dijo Inosuke con seguridad, inclinando un poco su cabeza.

Zenitsu entrecerró los ojos, dejando escapar una risa baja.

-Sí... Me gusta.-

No necesitaba admitir nada más. En ese instante, bajo la lluvia, con la calidez de sus manos entrelazadas y sus cuerpos aún cerca, todo lo demás dejó de importar.

La sonrisa de Zenitsu se amplió mientras miraba a Inosuke con ternura.

-¿Sabes qué? Ahora también veo lo lindo de esta lluvia.-

Sin soltar su mano, empezó a moverlo con suavidad, como si la lluvia marcara el ritmo de una melodía inexistente. Inosuke parpadeó, algo confundido al principio, pero no se resistió.

-¿Qué haces...?- murmuró, notando cómo Zenitsu colocaba su mano sobre su cintura.

-Te enseño a bailar- respondió Zenitsu con una risita traviesa. -Solo sigue mi ritmo.-

Comenzó a tararear con los labios cerrados, una melodía suave que se perdía entre el sonido de la lluvia. Sus pasos eran lentos, guiando a Inosuke con paciencia, como si fueran los únicos dos en el mundo.

Inosuke lo miró fijamente, sintiendo el calor de su mano en la cintura de Zenitsu. Su corazón latía rápido, y la expresión dulce de Zenitsu, sus ojos brillando con ternura y esa sonrisa ligera en sus labios, lo dejaron sin palabras.

Su rostro empezó a arder.

-Eres raro...- susurró, desviando la mirada, pero sin soltarlo.

Zenitsu rió suavemente y apoyó su frente contra la de Inosuke, sin dejar de tararear.

-¿Y eso te molesta?-

Inosuke tragó saliva, sintiendo cómo sus mejillas ardían más.

-... No.-

Sus pasos continuaron, girando suavemente bajo la lluvia, con el mundo desvaneciéndose a su alrededor. Solo existían ellos dos, enredados en la melodía que Zenitsu creaba y en la calidez compartida en medio del frío.

Zenitsu continuó guiando a Inosuke en aquel baile improvisado, sin importarles la lluvia empapando sus ropas o el fresco viento que los envolvía. Cada giro, cada movimiento suave, cada risa entrecortada por la emoción del momento, creaban un refugio cálido entre los dos.

Inosuke lo observaba en silencio, sintiendo algo diferente, algo profundo que hacía latir su pecho con fuerza. Zenitsu estaba tan cerca, con la mirada iluminada por la alegría y las gotas de lluvia deslizándose por su rostro. Su voz seguía tarareando esa melodía sin nombre, llenando el aire con una dulzura envolvente.

De pronto, Inosuke entendió.

La calidez, la cercanía, la felicidad pura de estar en este instante con él... No era solo la emoción del momento. Era algo más grande, algo que había estado creciendo sin que se diera cuenta.

Quería esto.

Siempre.

Con una firmeza inusual, apretó ligeramente la mano de Zenitsu y se acercó más, susurrándole con voz grave, pero segura:

-Quiero pasar toda una vida contigo.-

Zenitsu dejó de tararear. Su respiración se entrecortó un instante, y sus ojos se abrieron con sorpresa.

-¿Q-qué dijiste?-

Inosuke no apartó la mirada. No había duda, no había vacilación en sus palabras.

-Cuando todo esto acabe... Quiero seguir contigo. Siempre.-

Zenitsu sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no de frío, sino de algo más intenso, más fuerte. Sus ojos comenzaron a brillar con una mezcla de emoción y algo que ni siquiera él mismo podía describir.

Sin pensarlo, se aferró un poco más a Inosuke y, con una sonrisa radiante, susurró:

-Entonces, asegúrate de quedarte conmigo.

Y sin más, apoyó su frente contra la de Inosuke, cerrando los ojos mientras la lluvia seguía cayendo a su alrededor, sellando ese instante en su memoria para siempre.

Zenitsu e Inosuke continuaron danzando bajo la lluvia, perdidos en el vaivén de sus propios movimientos y en la calidez de la compañía del otro. Cada giro y cada paso, aunque torpes y descoordinados, estaban llenos de una alegría pura y despreocupada. La risa de Zenitsu resonaba en el aire, mezclándose con el sonido de la lluvia golpeando el suelo empedrado del patio.

Desde la entrada de la finca, Shinobu los observaba con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa en los labios. La escena tenía una dulzura irrefutable, pero también la certeza de que en unas horas esos dos podrían estar con fiebre y mocos.

-Si siguen ahí afuera, van a enfermarse- dijo con voz calmada pero firme.

Ambos se detuvieron de golpe, volteando a verla como si fueran niños atrapados en plena travesura.

-No es tan grave- intentó decir Zenitsu, pero justo en ese momento estornudó.

Shinobu suspiró, cerrando los ojos con paciencia.

-Adentro. Ahora.-

Inosuke gruñó por lo bajo, pero al ver que Zenitsu ya estaba corriendo hacia la entrada, no le quedó más remedio que seguirlo.

Una vez dentro, Shinobu los regañó con un tono suave pero con ese filo en la voz que los hacía sentirse como niños pequeños. Les entregó toallas y les ordenó cambiarse antes de que hicieran un desastre en el suelo de madera.

Cuando quedaron secos y envueltos en ropas cálidas, ambos se encontraron en el pasillo, sentados lado a lado. La risa de Zenitsu aún se escapaba entre sus labios, su cabello dorado revuelto y sus mejillas enrojecidas tanto por el frío como por la emoción del momento.

Inosuke lo miró, sin poder apartar la vista. Algo en su pecho se apretó, un calor diferente a la calidez de la ropa seca, algo que no entendía pero que lo hacía sentir pleno.

Entonces, sin pensarlo, sin saber de dónde surgía, lo dijo:

-Te amo.-

La risa de Zenitsu se cortó de inmediato. Sus ojos se abrieron, reflejando puro asombro.

Inosuke parpadeó, sintiendo un leve cosquilleo en su estómago. ¿Qué acababa de decir?

Zenitsu tragó saliva y lo miró, su expresión suavizándose, sus labios entreabiertos en sorpresa.

-¿Q-qué...?-

Inosuke ladeó la cabeza. La frase le había salido sin pensarlo, sin entender su significado exacto, pero en el momento le pareció lo más natural del mundo.

-Te amo- repitió, esta vez con más seguridad, como si al decirlo una segunda vez, su propio corazón confirmara que sí, era eso.

Zenitsu sintió su rostro arder, pero no apartó la mirada. No huyó. En cambio, sonrió. Una sonrisa genuina, cálida, dulce.

-Eres un tonto...- susurró, riendo con ternura. -Pero yo también te amo.-

Y sin miedo, sin dudas, apoyó su cabeza en el hombro de Inosuke, cerrando los ojos mientras una paz indescriptible los envolvía a ambos.

Inosuke se quedó completamente inmóvil cuando sintió el peso ligero de Zenitsu sobre su hombro. Su corazón latía con fuerza, no de la forma en que lo hacía cuando peleaba, sino con un ritmo cálido y profundo, algo nuevo, algo que no entendía del todo, pero que tampoco quería cuestionar.

El sonido de la lluvia seguía resonando en el exterior, pero dentro de la finca, todo era tranquilo. Zenitsu suspiró con suavidad, su respiración acompasada con el silencio que se había formado entre ellos.

-¿Sabes...?- murmuró Zenitsu, con una sonrisa apenas perceptible. - Jamás imaginé que me dirías algo así.-

Inosuke ladeó un poco la cabeza, observándolo de reojo.

-¿Por qué?-

-Porque...- Zenitsu dejó escapar una risa baja, sin moverse de su sitio. -Siempre me respondiste con gruñidos o golpes cuando te molestaba.-

-Tú siempre decías cosas raras.-

-¡Porque me gustabas!- Zenitsu infló las mejillas, abriendo los ojos para verlo. -Pero en ese entonces no sabía cómo decírtelo... así que solo te fastidiaba.-

Inosuke parpadeó, pensando en cada momento en que Zenitsu lo había llamado lindo, en cada vez que intentó acercarse y él simplemente reaccionó con un bufido o un golpe. Pero ahora... ahora todo era distinto.

Bajó la mirada, observando las gotas de agua que aún resbalaban de sus cabellos.

-Tampoco sabía lo que sentía- admitió en voz baja. -Pero cuando te vi hoy bajo la lluvia... fue como si todo tuviera sentido.-

Zenitsu lo miró con sorpresa.

-¿Todo?-

Inosuke asintió, con un brillo especial en los ojos.

-Que quiero que estés aquí. Que quiero estar contigo. Que esa promesa... si quiero cumplirla.-

Zenitsu sintió su pecho llenarse de una calidez abrumadora. Sus manos temblaron ligeramente antes de moverse con cautela, entrelazando sus dedos con los de Inosuke.

-Entonces cumplámosla- susurró, apretando su mano con suavidad.

Inosuke miró sus manos unidas, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda, pero no de incomodidad, sino de emoción pura. Sus labios se curvaron apenas en una pequeña sonrisa antes de apretar la mano de Zenitsu con firmeza.

-.-

Y con esa única palabra, sellaron un pacto silencioso, una promesa hecha no con palabras, sino con la certeza de que, pasara lo que pasara, en ese momento y bajo esa lluvia, se tenían el uno al otro.

Zenitsu entrelazó mejor sus dedos con los de Inosuke, observándolo con dulzura. La calidez en su pecho era tanta que apenas podía contener una sonrisa, y cuando miró el rostro de Inosuke, con su cabello húmedo pegándose a su piel y sus ojos brillando con algo nuevo y desconocido, sintió que su corazón se derretía por completo.

-Oye...-susurró Zenitsu, inclinándose un poco. -¿Puedo...?-

No terminó la frase. No hacía falta.

Inosuke lo miró con una mezcla de curiosidad y algo más profundo, algo que latía en su interior con una fuerza distinta a la de la batalla. No respondió con palabras, pero tampoco se alejó.

Zenitsu lo tomó como una respuesta. Con lentitud, con una delicadeza inusual en él, llevó una de sus manos al rostro de Inosuke, apartando con suavidad algunos mechones de su piel aún húmeda. Su pulgar rozó su mejilla y, en un impulso, cerró los ojos y se acercó un poco más, dejando un beso suave sobre sus labios.

Fue un roce ligero, tierno, apenas un instante... pero para Inosuke, el mundo pareció detenerse.

Sus ojos se abrieron un poco más, sintiendo el calor que le recorría la espalda. No era como una pelea, no era como la adrenalina del combate. Era otra clase de fuego, uno que no quemaba, sino que envolvía, que daba paz.

Cuando Zenitsu se separó apenas un poco, sin soltar su mano, le dedicó una sonrisa pequeña, pero genuina.

-Eso fue... lindo- murmuró, con un leve sonrojo en sus mejillas.

Inosuke, aún procesando lo que acababa de pasar, llevó una mano a su boca, como si quisiera atrapar esa sensación, guardar ese calor. Su rostro enrojeció y frunció el ceño, pero no de molestia, sino de algo parecido a la vergüenza.

-¡¿Q-qué hiciste?!-

Zenitsu soltó una risa suave, apoyando su frente contra la de él.

-Lo que quería.-

Inosuke parpadeó varias veces, sin saber cómo responder. Pero cuando miró la sonrisa de Zenitsu, cuando sintió su respiración tranquila contra la suya, supo que no le molestaba.

Supo que lo quería así.

Apretó su mano un poco más y, en un impulso torpe pero sincero, se inclinó, rozando de nuevo los labios de Zenitsu con los suyos, esta vez con un poco más de firmeza, con su propia torpeza salvaje, pero con un cariño que no sabía que podía expresar.

Cuando se separaron, ambos rieron, sonrojados, aún con las gotas de lluvia resbalando por sus rostros.

En ese momento, bajo el refugio de la casa y con el eco de la tormenta afuera, la promesa entre ellos se sintió más real que nunca.

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