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CONFRONTACIÓN O HUÍDA
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Capítulo 7
Nube mullida.

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[ MAHIRU ]

Inexplicablemente existen los días en los que tu humor es tan bueno que todo se ve diferente, más brillante, y las posibilidades son infinitas. Sientes que puedes terminar aquello que dejaste inconcluso, que los olores a tu alrededor son más frescos, todo tiene un mejor sabor, tienes la energía suficiente para levantarte temprano y hacer un poco de ejercicio antes de comenzar el día, mantener las sonrisas no cansa tanto y crees que es buen momento para arriesgarte y hacer lo que no te animabas a realizar por miedo al fracaso.

Desperté sintiéndome en una especie de nube mullida. El mundo daba la apariencia de ser menos dañino y prometía que nada me lastimaría si le daba el beneficio de la duda y salía a explorar sus confines.

En ocasiones como ésta, estaba acostumbrado a aprovechar mi buen humor haciendo cosas tranquilas y simples.

Me tomé unos minutos de retroalimentación sobre mi vida en comparación con las últimas semanas, posteriormente a eso y concluyendo en que de nada serviría quebrarme la cabeza pensando en cuándo terminarían los buenos momentos, salí de la cama y arrastré mis pies enfundados en pantuflas hasta el cuarto de baño. Aproximadamente media hora después yo estaba en la cocina, bañado, con los dientes limpios, enfundado en jeans, una playera sencilla y le preparaba el desayuno a un durmiente Tsurugi.

Gracias al buen ánimo, me florecía el amor por todo y todos, así que asalté el frigorífico en busca de fresas y rumié las alacenas para dar con los ingredientes necesarios que me ayudarían a preparar unos buenos waffles con nata y fresas para mi hermano. Dejando una nota de despedida con un pequeño resumen de mis planes, le deseé un buen día de ocio por su descanso, deslicé por mi garganta las pastillas diarias, me calcé el par de tenis en el recibidor del departamento y bajé trotando las escaleras, siete pisos.

Consideré tapar mis oídos con los audífonos y escuchar un poco de música en mi camino al subterráneo, el tren y por las tres cuadras de la estación al trabajo, pero yo ya estaba de excelente ánimo y lo suficientemente distraído en mis pensamientos como para tentar a la mala suerte.

«Éste sujeto está muy feliz hoy, vamos a atropellarlo otra vez.» Casi sentía que alguien me susurraba eso.

En lugar de ello me di a la tarea de organizar mi agenda del día y descubrí que mi humor sí podía mejorar pese a que ya tenía una nube colorida cubriéndome. Tenía solamente tres clases durante la tarde, eso me daba cerca de cuatro horas libres entre el trabajo y la clase de economía.

Llegué a Lead trotando y sonriéndole a todos, en los vestidores recordé que Kuro me había mandado un mensaje la noche anterior anunciando que no se pasaría por la cafetería éste día gracias a clases matutinas y un examen para el que había olvidado estudiar. Ese golpe bastó para recordarme que aún contaba con un hilo afianzando mis pies a la realidad por mucho que me sintiera volar.

—Ashton... —Su nombre escapó de mis labios mientras me acomodaba la corbata negra que complementa el uniforme de barista. Mi reflejo en el cristal del espejo obtuvo el sonrojo que se estaba acostumbrando a aparecer cada vez que pensaba en él, valiéndome de la soledad. —Kuro. —Susurré a conciencia, recordándome que esa era la forma correcta de referirme al misterioso chico que, después de apenas dirigirme la palabra, ahora me enviaba mensajes de texto sin información relevante cada que se aburría.

Comenzó ese hábito después de nuestra visita a los campos de girasoles en Kiyose. Esa tarde también descubrí que no se sentía cómodo con su verdadero nombre. Toda una pena, ya que a mí me gustaba y pronunciarlo dejaba una sensación cosquilleante en la punta de mi lengua.

Comimos el almuerzo que había preparado para ese día. Más tarde, después de que Kuro tomase una pequeña siesta tendido en el césped y arrullado por el clima cálido, despertó con la cabeza en mi regazo y le sonreí al descubrir su mirada somnolienta en mí, mientras yo terminaba de trenzar su cabello. Había tocado las hebras despeinadas en cuando él soltó el primer suspiro en los brazos de Morfeo y valiéndome de tener una liga que le había quitado a la envoltura de un dulce hace unos días y no había sacado de mí bolsillo, comencé la elaboración de un par de trenzas, cuidando dejar sueltos los mechones de su flequillo y atándolos en una coleta más alta que la que traía al inicio. Me causó mucha gracia que tuviera el sueño tan pesado, pues por mucho que yo moviera su cabeza él apenas y soltaba algún quejido.

Rehacer nuestro camino de Kiyose a la estación de Ikebukuro no varió al de viaje de llegada. Las preguntas se reanudaron pero tomaron un rumbo más seguro que a mí pasado con Sakuya.

Sabía que Kuro tendría ganas de preguntar, pues nadie podía recibir una noticia así sin querer detalles de la información. Nada como una buena incógnita para no dormir. Pero él no intentó descubrir más del origen de las cicatrices de mi brazo y yo me ahorré la explicación de un intento de suicidio acompañado de un casi homicidio.

No me sentía listo para revelarle aquello. Al menos no ese día que estaba resultado ser tan agradable.

Kuro no se quejó cuando yo reafirmé el agarre de nuestras manos, incluso se deslizó en el asiento del autobús para poder descansar la cabeza en mi hombro al tiempo que hacía más preguntas y respondía las mías. Y por algún motivo, su actitud nerviosa en el autobús me dió la impresión de que Kuro no disfrutaba mucho del viaje y al igual que en el camino de la mañana, estaba buscando la forma de distraerse.

Me sorprendí al saber que Kuro tenía un gato, que aparentemente rescató de un ataque perruno en un callejón de Londres. Y con la misma pericia que él tuvo para no ejecutar preguntas incómodas sobre mí, yo me tragué las ganas de cuestionarle qué hacía él tirado en un callejón a mitad de la noche, al comienzo de una nevada.

Dijo que no recordaba cómo llegó ahí, pero que lo despertó el ruido de los perros gruñendo y el chillido agudo del felino. Pese al dolor de su cuerpo, logró levantarse y tomar una caja rota de madera que se encontraba entre la basura del lugar para espantar a los perros. Como resultado se topó con un minino de un par de semanas de vida, de color negro y visiblemente desnutrido. Impresionado por su valía y buena suerte para permanecer con vida pese a estar solo y ser casi devorado, se quitó el delgado suéter que cubría su cuerpo y envolvió al gatito. Ha permanecido con él desde entonces.

Supuse que sí Kuro no recordaba qué hizo para llegar a un callejón lleno de basura, probablemente estaba borracho. Y si eso era verdad, tal vez en Inglaterra él fuese más activo y sociable.

Pero debía admitir que yo no era bueno juzgando a las personas ni las situaciones, así que dejé de pensar en ello para concentrarme en el gato que Kuro salvó.

También me enteré que su mascota respondía al nombre de Taida, derivado de Pereza en el idioma japonés. Porque al parecer el gatito era demasiado flojo. Y de paso reveló que el japonés era su segunda lengua ya que su padre era de nacionalidad japonesa y su madre, inglesa.

A cambio le dije que yo jamás había tenido una mascota ya que mi padre era alérgico, y aunque me contentaba con peces o alguna tortuga, él se negaba rotundamente. Después del divorcio y al vivir únicamente con mi mamá intenté tener una mascota, pero ella murió sin que yo me decidiera por una. Al vivir con Tsurugi, me ocupé por completo a Sakuya y cuando terminamos, mi hermano llegó a la conclusión de que yo no podría cuidar de otro ser vivo hasta que aprendiera a proteger mi integridad. Confesé que mi buen manejo del inglés se debía a Licht y que era también gracias a mi mejor amigo que yo había salido del país un par de veces, con destino a Australia y en navidades para estar con él en su cumpleaños.

Entre éstas historias el arribo a Ikebukuro se sintió corto y el hambre volvía hacer acto de presencia en nuestros estómagos vacíos. Arrastré a Kuro conmigo el resto de la tarde, primero en los almacenes de comida, adentrándonos en un local de ramen que colocó un brillo tenue en los ojos de color plateado.

La estación de Ikebukuro es mayormente frecuentada por Otakus, por sus librerías de mangas, tiendas de productos anime y locales de videojuegos. Al terminar de comer llevé a Kuro a una librería, me dediqué tanto a hojear títulos y portadas que no me di cuenta del momento en que Kuro se dirigió a las cajas registradoras con la intención de pagar cuatro tomos, de algún manga Shounen.

Finalizamos nuestra peculiar cita en un local de videojuegos, en una pequeña habitación privada con una consola y tres videojuegos diferentes. Solía jugar con Tsurugi los días que el descansaba del trabajo, así que jugar equitativamente contra Kuro se convirtió en una lucha divertida, pero debía admitir que después de la cuarta derrota comencé a apretar los botones equivocados a propósito.

El juego consistía en disparar y matar a la mayor cantidad posible de zombis, Kuro daba la impresión de  contar con mayor habilidad y experiencia en ese juego, pues ganar la primera ronda le resultó sencillo y yo iba a quejarme como todo un mal perdedor hasta que él exigió una compensación.

—Gané yo, y quiero mi premio. —Su voz ronca rebotó en las paredes de la cabina y antes de que yo pudiera calcular la cantidad de dinero que aún resguardaban mis bolsillos para comprarle lo que quisiera, se acercó a mí y rozó sus labios con los míos. Un beso suave en comparación con los que compartimos en Kiyose y por ello tuve la oportunidad de disfrutar mejor la suavidad de sus labios acariciando los míos, se apartó tan rápido como se acercó y me ofreció la vista perfecta del resplandor en sus ojos grises antes de girar hacia la pantalla y reanudar el juego.

La segunda ocasión que perdí, él no dijo nada. Volteó a verme y dejó un ruidoso beso en mi boca. Un simple choque de labios con un vergonzoso sonido tronado. El "Chu" sonó tanto que sentí la sangre subir presurosa desde mi corazón hasta calentarme el rostro, Kuro se limitó a observar mi expresión sorprendida aunque él también era atacado por el bochorno.

Hizo algo similar en el campo de girasoles y creí que aquella vez había sido un accidente, al perecer si lo fue pero tampoco era algo que él pudiera evitar. Y en medio de mis ganas de salir corriendo para respirar aire antes de sufrir un derrame cerebral, pensé que era tierno a su manera.

Con ganas de ganar la tercera ronda y exigir yo una compensación, volví a perder y el beso se profundizó. En la cuarta derrota intenté ser gracioso y levanté los labios, imitando a los peces y Kuro no cambió su expresión al verme, pellizco mi trompita con los dedos y cuando le di un manotazo para alejarlo soltó una pequeña risita y me mordió el labio inferior.

Besar a alguien que no fuese Sakuya era algo que creía imposible. Tsurugi celebró hace poco que yo hubiera dejado de tener pesadillas con mi ex novio, pero de eso a olvidarlo completamente existía un abismo de diferencia.

No porque yo aún sintiera algo de amor o cariño por Sakuya, sino porque él me había hecho sentir tantas veces poca cosa, que de verdad sentía que nadie más me amaría, que nadie sería capaz de querer estar conmigo y yo no podría complacer a otra pareja.

Los besos de Kuro iniciaban suavemente, su aliento acariciaba mi rostro de la misma forma que sus labios presionando los míos, y era cuidadoso al momento de profundizarlo, con la punta de su lengua delineando mi boca. En los pocos besos que compartimos supe que a Kuro le gustaba morder. No mordidas fuertes ni dolorosas, solamente un apretón de sus dientes seguido de una ligera succión que me dejaba temblando las piernas. Y al separarnos me observaba para calibrar mi reacción y asegurarse de que no me disgustasen sus acciones. Atento a lo que yo quería y permitía.

Sakuya nunca tuvo esos detalles. Watanuki exigía y se molestaba si yo me quejaba.

Pasadas las ocho de la noche decidimos que era hora de volver a nuestros hogares, nos subimos al tren y yo bajé antes que él. Una despedida con un suave "Buenas noches" por mi parte y un "Descansa" casi inaudible como su respuesta.

Desde entonces sus mensajes llegan con constancia. El primero me sorprendió; acababa de tomar un baño y recién comenzaba a instalarme en la sala junto a Tsurugi, quien veía un programa paranormal con la misma emoción con que los niños ven los dibujos animados, cuando su mensaje llegó.

«Lawless pidió pizza. Odio que le pongan piña.

En el camino a casa encontré un par de chicos borrachos, uno de ellos no llevaba el zapato izquierdo.»

Ignorando la mirada inquisidora de mi hermano al escucharme reír, tecleé una respuesta en el móvil y no fue hasta que terminé de escribir que caí en cuenta de que, sutilmente, Kuro me preguntaba que estaba haciendo y si no había sucedido nada en el camino a mi hogar.

«Estoy viendo el reportaje de una casa extranjera supuestamente poseída. A Tsurugi le gusta mucho lo paranormal.

Llegué bien a casa, Kuro.»

Y mensajes como ese se hicieron cotidianos, llegaban esporádicamente y me recordaban a las notas que él dejaba en los post-it, sobre las mesas de la cafetería.

Y esa es otra rutina establecida. Tres días a la semana, generalmente los días en que mis horarios de trabajo coinciden con las horas libres de Kuro, él hace acto de aparición por Lead, ordena algún pastelito y malteada, hace tareas atrasadas o simplemente escribe en sus blocks coloridos. Cada vez que pasaba por su mesa para atender otros clientes le sonreía y él respondía al gesto elevando una ceja en un arco perfecto y seguía en lo suyo. Uno de esos días debí permanecer en la caja registradora y él solamente pidió un café. Se dedicó a observarme fijamente desde su asiento y cuando terminó su café se acercó a la barra, me entregó un post-it naranja doblado a la mitad y me guiñó uno de sus preciosos ojos sin alterar las facciones de su rostro. Y se largó así sin más. Dejándome sonrojado y a punto de gritarle que se largara aunque ya se había ido.

La nota decía que yo me veía lindo sonrojado. Pero no supe si lo decía enserio o en broma porque tenía varios tachones en la pequeña hoja, como si hubiera escrito algo, borrándolo al instante.

—Mahiru, ya puedes irte. —La voz de Koyuki me hizo dar un salto, provocando que derramara el café que servía, quemándome la mano con el agua hirviendo.

—Eso duele, maldición... —Me quejé dejando la taza de porcelana a un lado y escapando hasta los fregaderos para lavar con agua fría la quemadura. Eso tuvo el buen tino de despertarme de mi letargo y hacer temblar mi burbuja de felicidad para regresarme al presente.

— ¡Lo siento mucho, Mahiru! ¡No era mi intención sorprenderte de ese modo! —Koyuki movía las manos frente a él, sin saber dónde ponerlas o qué hacer, aterrado.

—No es tu culpa, yo estaba distraído. No te preocupes, Koyuki. —Le sonreí y mostré mi mano con la piel del dorso ligeramente roja. Lo cierto es que sí dolía. —Me pondré un ungüento para las quemaduras y estaré bien.

Mi compañero siguió deshaciéndose en disculpas mientras yo comprobaba una vez más que a las personas distraídas nos observa una fuerza mayor que disfruta burlarse de nosotros creando males.

Sin darme cuenta o ser siquiera consciente de ello, había pasado mis horas de trabajo en modo automático, moviéndome por instinto y pensando únicamente en Kuro, sus variables besos y el resplandor de sus ojos. Y si Koyuki no hubiese llegado a reemplazarme habría seguido mi jornada laboral.

— ¿De verdad estás bien, Mahiru?

—Claro. —Mentí. —De hecho debo irme ahora, veré a un amigo antes de ir a la universidad. —Presuroso, huí de la preocupación de Koyuki hacia los vestidores. —Ryuusei estará en la caja registradora por toda la tarde.

Ese último anuncio logró distraer al chico más alto y de cabello rizado. De sobra sabía que a Koyuki le gustaba Ryuusei, y disfrutaba un poco verlos acercándose cada vez más en el sentido romántico luego de ser amigos durante tanto tiempo. Hacían una linda pareja.

Y hablando de amigos, yo aún tenía cuatro horas libres hasta que mis clases comenzaran, así que después de cambiarme la ropa, colocarme un parche en la quemadura y salir del trabajo con un licuado de melón, caminé alrededor de cinco cuadras hasta dar con el trabajo de Licht.

Kranz y Guild se negaron rotundamente a que su pequeño sobrino buscase un empleo. Cómo manager y guardaespaldas debían procurar su bienestar físico para que continuase su carrera como violinista. No obstante, Licht no pedía permiso, les avisaba. Y de esa forma comenzó a laborar en un hospital veterinario como recepcionista. No hace más que ocuparse del papeleo y las citas, pero mi amigo realmente disfruta y es feliz en ese lugar. Acariciando y conviviendo con los animales que tanto le gustan.

Por supuesto no todo es miel sobre hojuelas, recordaré siempre una tarde que Licht llegó triste a mi casa, semanas después de comenzar a trabajar, porque los veterinarios no lograron salvar a un perrito que fue atropellado. Un gran golpe para alguien como él, un amante de los animales quien pensaba que todos eran seres bellos y vivían siempre felices.

Cociné para él toda esa tarde. Lo llené de fruta y comida mientras le decía que ese perrito ya estaba en un lugar mejor y que era un ángel. Él se contentó pensando en que sí de verdad eso pasaba, algún día podría encontrarse con todos los animales que morían y los vería corriendo felices por los campos del cielo.

Debí darle la razón, porque no me gustaba verlo triste y porque de alguna forma todo lo que Licht decía con un semblante tan serio, daba la impresión de que sucedería de verdad algún día. Por muy ridículo que sonara.

Entré a la recepción de la veterinaria sonriendo ante ese recuerdo y Licht elevó la mirada desde los papeles que acomodaba en su puesto de recepcionista. Parpadeó confundido al verme, hasta que recobró la compostura y me observó de pies a cabeza, frunciendo el entrecejo al ver el parche médico protegiendo mi herida cutánea.

Abrió la boca dispuesto a decirme alguna cosa y supuse que no era algo agradable hasta que alcé la mano sana, mostrándole el vaso lleno de su licuado favorito y cerró la boca al instante, formando un puchero.

—Me lo tomaré, pero debes explicarme qué diablos te pasó.

Le conté a grandes rasgos que sucedió por estar distraído, omitiendo que mi distracción derivaba de pasarme la mañana pensando en el hermano de su novio.

—Ya me cansé de decirte que tengas cuidado. —Gruñó varios minutos más tarde, mordisqueando el popote. —No tienes una jodida idea de lo que se siente que te hablen de improviso diciendo que el estúpidamente torpe de tu amigo está internado en el hospital. Así que aprende a cuidarte, maldita sea.

Asentí en silencio, inspeccionando el lugar con la mirada, todo estaba tranquilo, los únicos clientes ocupando la sala de espera eran un cachorrito Akita esperado durmiente su turno junto a su dueña, una señora mayor. El perrito tenía el pelo revuelto, así que supuse que Licht ya había tenido su sesión de caricias y juegos con el cachorro.

—No parece haber mucho movimiento aquí. —Cambie de tema.

—No ha habido emergencias en los últimos días, lo cual es un alivio. Mi turno termina en una hora, y en ese tiempo vendrá un señor con dos gatos para un baño y un chico de nuestra edad traerá un perro a revisión. —Licht hablaba con voz tranquila, sin soltar el vaso de unicel con menos de la mitad de licuado. De pronto sus ojos se agrandaron, mostrando una alegría inusitada. —Es cierto, quiero mostrarte algo. —Informó, saliendo de la cabina de recepción y tomando mi brazo con la mano que no sostenía su bebida. —Señora Hiyo, regresaré en unos minutos.

—Oh, claro, querido. —La dueña del Akita sonrió, despidiéndonos con un gesto en la mano que yo regresé con esfuerzo, pues Licht no dejaba de arrastrarme por los pasillos.

— ¿A dónde me llevas?

—Cállate y camina.

Dos pasillos después, llegamos al área de hospedaje para los animales. Y me guió hasta donde se encontraban los más pequeños y que debían permanecer en jaulas o transportadores.

Jekylland alcanzó una jaula plateada, pequeña y con aserrín que resguardaba la cría de un erizo. La sonrisa en el rostro de mi amigo era pequeña, casi imperceptible, pero la mirada de adoración que le dedicaba al animalito decía mucho de lo feliz que estaba.

—Es muy bonito, Licht. —Le dije sonriendo.

—Claro que lo es, es un pequeño ángel que sobrevivió después de que su mamá muriera. Sus hermanitos serán dados en adopción en un par de días. —Licht liberó el pestillo y abrió la jaula, dejando salir a la cosa diminuta que buscó el calor de su mano al instante.

— ¿Solamente sus hermano? ¿Te quedarás con éste?

La mueca de felicidad flaqueó ante esa incógnita, pero siguió acariciando las patitas del erizo.

—Me gustaría, pero Kranz y Guild dijeron que no, porque según ellos solamente sería una distracción.

De hecho, debía darles la razón ello. El amor que siente Todoroki por los animales es tal que puede pasar un día entero jugando con ellos. Pasó cuando aún vivía en Australia y una de sus vecinas le pidió que cuidase de su gato durante un par de días porque su hija acaba de dar a luz y tenía que cuidarla, pero no podía dejar a la felina sola en casa. Según lo que dijo Kranz, Licht pasó el primer día jugando con la gatita y si no fuese porque el rubio llegó al anochecer para ver a su sobrino, no se hubiera percatado de que Licht estaba tan concentrado en el animalito que no había comido nada en todo el día, ni siquiera hecho sus tareas. Lo mismo con el resto de los días que la minina estuvo bajo su cuidado.

Teniendo al erizo de mascota existía la posibilidad de que mi amigo se olvidase de las clases en la universidad, las prácticas de piano en el conservatorio, de su novio, sus amigos y de vivir en concreto.

—Haré que Hyde lo cuide por mí.

Parpadeé sorprendido por semejante revelación.

Licht y yo diferimos en muchas cosas, y la confianza es una de ellas. Mi confianza ciega no tenía límites, porque a mí no se me daba eso de ser receloso con los demás ya sean desconocidos o no. Mi forma de pensar recaía más en encontrar una solución posterior a una traición, estafa o una mentira maliciosa, y por ello todos mis allegados creían fervientemente que algún día encontrarían mi cadáver en alguna zanja.

Por el contrario, Licht limitaba su entera confianza a sus personas más cercanas y dichas personas podían contarse con los dedos de una sola mano.

Siendo objetivos, probablemente todos los seres humanos o al menos la gran mayoría actuaba como Licht, por miedo a ser heridos o traicionados por mano o actos de alguien a quien se le otorga sinceridad e información personal y sentimental.

Quizás, si yo hubiese sido como él, no me habrían hecho daño.

Hay veces en las que pienso mucho sobre ello. Las personas, sin importar que tan fuerte nos consideremos, somos seres frágiles. Desconfiar no mata a nadie ni lo hace digno de una maldición, por el contrario, quizás sea la desconfianza la salvación. En cualquier caso, si yo hubiera sido más precavido en aquel momento, con esa persona, tal vez hoy en día no le arrepentiría y el fantasma de ese pasado no me seguiría.

Mi mejor amigo no tenía una gran motivación para no confiar, pero se sentía más cómodo al ser completamente él con un pequeño número de personas que lo conozcan a plenitud y sin juicios. Porque personas que solamente se acercan por su posición social y el beneficio que conlleva su apellido hay muchas.

Considerando que Licht planeaba tomar la custodia de una pequeña vida, decidiendo tener una mascota por cuenta propia y que aquello implicase tener cómplices para llevar acabo ese deseo, que eligiera a su novio decía mucho de sus sentimientos hacia el incauto en cuestión.

Y como él no lo diría en voz alta, yo podría hacer mínimo que lo aceptase.

—Quieres mucho a Lawless, ¿verdad?

La pregunta tuve que hacerla a su espalda, pues se había girado en cuanto leyó mis intenciones en mi rostro. Pero el tono rojo de sus orejas revelaba su vergüenza.

—No se trata de eso... —Habló mientras devolvía al erizo a su mini celda. —Es sólo que el enano no puede tener mascotas en casa y a ti te lo prohíbe el psiquiatra hasta que seas capaz de cuidarte a ti mismo y como eso no será pronto...

— ¿Y es lindo? —Lo interrumpí. Porque al parecer yo y mi mala suerte o despiste sería siempre el cambio de tema perfecto para mis conocidos.

Quería saber si Lawless y Licht estaban bien en su relación. Porque Licht hablaba poco de ello y no podía ir a preguntarle directamente al rubio puesto que las pocas veces que lo había visto, solía estar acompañado de su hermano o mi amigo.

Quería saber si era lindo. Todo. Él, su actitud con Todoroki, su relación y su día a día en pareja.

Yo sólo era un mejor amigo preocupado por aquel que nunca me ha abandonado pese a ser un completo fracaso de amigo que no ha sabido pagarle un poco de todo lo que ha recibido.

Él se cruzó de brazos, sumergiéndose en las olas de sus pensamientos, evocando el rostro de su novio y sus actitudes en las semanas que llevaban saliendo. Las facciones del perfecto rostro de ángel se dulcificaron y un tenue sonrojó de instaló en sus mejillas.

—Es un loco de mierda. —Respondió en voz baja, pero la suave sonrisa adornando sus labios restó importancia al insulto propio de Jekylland.

Verlo así, feliz y ampliando su círculo de amigos me llenaba de orgullo y calidez, pero al mismo tiempo me daba un poquito de envidia. Que Licht tuviera esa posibilidad de amar sin preocuparse por ser destrozado gracias a fisuras de situaciones pasadas. De contar con la confianza personal necesaria para hacerle frente a las adversidades. Dándose valor como ser humano.

« ¿Cuándo, exactamente, perdí yo aquello? ¿Hace cuánto me fue arrebatado? ¿Me faltaba mucho para recuperarlo?»

Por ahora no me quedaban más opciones que suprimir esas malas emociones con todo el cariño y respeto que siento por mi mejor amigo y mostrar genuina felicidad por si bella y singular relación.

De pronto, recordé algo vital.

—Oye, Licht. —Llamé, deteniendo mis pasos a mitad del pasillo en nuestro regreso a la recepción. Él se detuvo y me observó sobre el hombro. —Si sabes que Lawless y Kuro tiene un gato, ¿no?


— «Hey. I wanted everything I never had, like the love that comes with life. I wore envy and I hated it, but I survived

Mi buen ánimo no disminuyó en todo el día y pese a haber una quemadura en la mano que ardía con cada roce, nada me impedía andar mis pasos por la universidad sonriendo a todo y todos.

Además, después de mi segunda clase del día recibí un mensaje de Kuro, diciendo que los jardines de su facultad eran más lindos que los de la mía y que probablemente eso se debía a que los estudiantes de literatura necesitaban mendigar inspiración algunas ocasiones.

Interpretando eso, entendí que él estaba cerca del edificio de economía y gastronomía, esperando en los jardines.

Con los audífonos afianzados en mis oídos y el celular siendo la caja musical portátil que recitaba una de mis canciones favoritas, troté por los pasillos y por los alrededores del edificio de mi siguiente clase hasta dar con el chico de cabello negro y lentes con montura azul que esperaba perezoso recargado en el tronco de un árbol, utilizando su sombra para refrescarse un poco.

Como cada vez que lo veía, me tomaba al menos diez segundos en absorber la visión que me regalaba. Y a veces creía que Kuro se veía más atractivo en cada nuevo encuentro nuestro.

El cabello le caía suelto sobre la nuca y cubría su frente al tener la cabeza inclinada en total concentración al leer un libro. Su ropa oscura había sido reemplazada ese día, por una playera sencilla de color gris y unos jeans blancos, pero con todo, las botas negras seguían en su lugar.

Dando saltitos, llegué junto a él y me percaté de que también llevaba los auriculares en las orejas. Sorprendido envidié esa capacidad de escuchar música y leer al mismo tiempo. Mis súper poderes se limitaban a cocinar y escuchar música sin que nada se me quemase o tropezara con algo que terminase por destrozar mi santuario culinario.

No dejando que eso me intimidara y empleando el buen ánimo que me quedaba, llegué junto a él y me dejé caer a su lado, sin dejar de cantar ni sonreír en ningún momento.

Detesto tener que dejar una canción a medias, sobre todo cuando dicha melodía me gusta y yo estoy tan concentrado en la letra.

Dejé salir mi voz a plenitud, valiéndome de las veces que mis amigos habían comentado que tenía buenas cuerdas vocales para el canto.

Kuro me observó con total atención, cerró el libro con portada bicolor y lo dejó a un lado mientras se quitaba los audífonos.

— «I had a one-way ticket to a place where all the demons go. Where the wind don't change, and nothing in the ground can ever grow.» —Kuro empleó el encanto de su amago de sonrisa, una mueca ladina y la elevación de una ceja. Intrigado, sorprendido y entretenido, todo al mismo tiempo como resultado de mi canto. — «No hope, just lies. And you're taught to cry in your pillow, but I survived

Tomé aire y recité el resto de la canción, alegando y presumiendo mi supervivencia a mi pasado. Proclamando mi vida y libertad.

Al terminar, me dejé caer en el mismo tronco que él. De pronto me sentía exhausto, como si toda la energía que se apoderó de mí cuerpo durante todo el día me abandonara paulatinamente. Y comprendí que sí había llegado tan lejos con el buen humor de la mañana se debía en gran parte a los antidepresivos en mi sistema, igual que el sueño apoderándose de mí a las seis de la tarde. Me recordé que debía reclamarle más tarde a mi psiquiatra por el cambio de medicamentos.

—No sabía que cantaras, Mahiru. —Kuro me quitó los audífonos y tanteó los bolsillos de mi pantalón hasta dar con el origen de la música y husmear en las listas de reproducción. —Si eres tan bueno en esto, deberías dejar de hacer galletitas y dedicarte a endulzar los oídos.

Intentando ocultar el sonrojo en mi rostro que dejó su halago, lo imité, arrebatándole su móvil y maldije en voz baja al toparme con la barrera de protección pidiéndome una contraseña.

—3112. —Dijo Kuro, tocando el labio sobresaliente de mi puchero con un dedo, pero sin dejar de inspeccionar entre mis canciones.

Tecleando con rapidez, comprobé que efectivamente esa era la clave correcta.

— ¿Una fecha importante? —Cuestioné sonriendo ante la foto de un gatito sobre la cabeza de Kuro, quien dormía plácidamente en un sofá. Si no fuese por los grandes ojos rojizos del felino ni siquiera se notaría ya que su pelaje se perdía entre el cabello azabache de su dueño. No tenía que deducir mucho para saber que aquella foto fue tomada de improviso, probablemente obra de Lawless.

—Mi cumpleaños. —Respondió sin mayor inconveniente, colocándose mis auriculares. —Creo que pediré una copia de tu memoria para escuchar tus canciones. No suenan mal.

— ¿Qué tipo de música pensabas que escuchaba, Kuro? —Intentando no sonar tan ofendido por su obvia sorpresa, me adentre en su reproductor con el propósito de escuchar la música que él prefería.

—No lo sé. No lo había pensado. Algo tranquilo, supongo.

—No es metal pesado ni nada, tampoco.

Él sonrió y me embobé en su expresión hasta que la canción que Kuro había detenido en cuanto llegué siguió sonando. No la reconocí y no me sonaba de nada, pero la letra tenía un timbre nostálgico y desesperado que me obligó a cerrar los ojos para comprenderla mejor.

«All the panic, depression, the hurt and regret, Lying to myself - "
I don't think of Death..." All the ups all the downs, all the petty concerns, My whole world's imploding, I can't find the words. '
Cause the truth is... I'm fucked up.
The truth is that I'm all fucked up - like you. Yeah we're all fucked up it's true.
And the truth is, they don't hear the words we say.
Yeah they all just turn away.
Will you save my life?
Or just say goodbye?
Will you save my life?
Or just say goodbye?
Will you save my life?
Or just say goodbye?
Will you save my life?
Or just say goodbye?
Will you save my life?
Or just say goodbye?
Say goodbye!»

—Creo que yo también quiero una copia de tus canciones... —Susurré y decidí bromear un poco al desenchufarme del teléfono y voltear para encontrar sus ojos poniéndome atención. —Deberíamos cambiar de celular durante un par de días y así tengo un pretexto para verte el domingo.

Sus ojos se abrieron tanto que su sorpresa resultó un poco cómica. No obstante de verdad lo consideraba, su expresión daba indicios de la guerra que se libraba en su interior.

—No lo decía enserio, Kuro. Si no quieres...

—Está bien, es decir no me importa. No tengo nada importante ahí. —Me interrumpió, señalando su celular aún en mis manos. —A decir verdad, creo que me sorprendió más que quisieras verme en tu día libre.

—¿Por qué no iba a querer verte...? —Tartamudeé desviando la mirada a mi regazo. En veinte años de vida ya me había resignado a que jamás aprendería a pensar antes de abrir la boca.

—Si tú estás de acuerdo... —Decía él, escogiendo con cuidado sus palabras. Me gusta su forma de hablar, despacio, buscando los términos adecuados y certeros para negarle la posibilidad de replicar a su interlocutor. —Podemos intercambiar.

Y como en casos así su acompañante era yo, a veces me sentía incapaz de responderle claramente. Incluso me quedaba sin ideas para contestarle.

Pensándolo simple, quien le había propuesto tal disparate fui yo y lo cierto es que no tenía nada relevante en el móvil. Normalmente archivaba las cosas importantes a la computadora.

Y Kuro había aceptado verme el domingo.

— ¡No tengo ningún problema!

Con rostros sonrojados por aproximadamente diez minutos después, Kuro reparó en la herida en mi mano y en voz baja se compadeció de mi torpeza.

Esa noche tuve una experiencia nueva y un poco refrescante.

Hice un nuevo aliado.

Kuro esperó a que mis clases terminaran aunque él ya no tuviera más por ese día. El sol ya se había ocultado entre las montañas y la luz de la luna hacia juego con los ojos del atractivo extranjero que caminaba a mi lado. Me acompañó hasta la estación de tren y se despidió de mí con un flojo movimiento de mano, insinuando que sí le daba la gana iría la cafetería al día siguiente.

Llegué a casa con gran apetito y después de comer los restos de sushi que Tsurugi había ordenado para comer, me encontré con su nota diciendo que pasaría la noche en casa de una amiga, pero que lo llamara en cuanto llegase a casa.

Y fue cuando caí en cuenta de la tontería de cambiar celulares con Kuro. Con lo fácil que hubiera resultado simplemente extraer la memoria y entregársela si lo que se requería era simplemente la música.

Llamé a mi hermano desde el teléfono de casa y como mi cerebro estaba en sus últimos latidos de uso por día, tomé un baño rápido, cepillé mis dientes, me aseguré de que tanto las ventanas como las puertas del departamento estuvieran bien cerradas y caí en mi cama aún con el cabello húmedo.

Estaba decidiendo entre ir por la secadora o dejarlo así y sucumbir a la posibilidad de un resfriado cuando un sonido extraño se abrió paso en la tranquilidad de mí recámara.

Era una melodía y reconocí los acordes de guitarra al instante, pero no la canción. El zumbido de vibración me guío hasta mi mochila, donde el celular de Kuro esperaba paciente a que mi curiosidad insana hiciera acto de aparición y me diera por manosear su contenido.

Era una llamada y el nombre de Lawless se leía en la parte superior de la pantalla. Sin embargo lo que más llamó mi atención fue la fotografía de contacto. Eran claramente los dos hermanos Servamp, pero con quince años menos a sus edades actuales. Kuro vestía un traje de león y sonreía tímidamente a la cámara, mientras que su hermano permanecía a su lado, con un burdo atuendo similar al de El fantasma de la ópera, con máscara y todo, pero con un diente faltante a su gran sonrisa.

Sin pensar mucho en mis acciones, tomando valor de esa linda fotografía y haciendo nota mental de buscarla en la galería de imágenes y guardarla con el propósito de atesorarla y mostrársela a Licht, respondí.

— ¿Hola?

A mí saludo le siguió una pausa bastante larga y me imaginé al novio de mi mejor amigo despegando el aparato de su oreja para ver confundido el teléfono y cuestionando la posibilidad de haber marcado mal el número.

— ¿Mahiru Shirota?

El sorprendido fui yo. No esperé que reconociera mi voz ya que no habíamos hablado más que un par de veces y la última fue cuando lo topé en la entrada del auditorio donde suelen ser los ensayos de Licht. Hace casi una semana.

—Sí, soy yo...

— ¿Estás con mi hermano? ¡Vaya mentiroso, me dijo que iba a la tienda de conveniencia e iba a pedirle que me trajera el ramen con sabor a res, pero...! —El reclamo duró unos segundos más, hasta que a él se le terminó el aliento y aproveché mi oportunidad para explicar la situación.

—No estoy con Kuro. —Le dije preguntándome si aún recordaba que yo le decía así a su hermano. —Por algunos motivos hemos cambiado de teléfonos, él tiene el mío, como yo el suyo.

El chico al otro lado de la línea guardó silencio otra vez. Odiaba no poder verlo a la cara y averiguar si estaba molesto, intrigado o sorprendido.

— ¿Estas saliendo con mi hermano, Mahiru Shirota?

— ¿Qué? ¡No! —Mi respuesta fue inmediata y sonó tan escandalizada que podría haberse malinterpretado. —Es decir, casi no nos conocemos y justo ahora creo que comenzamos a ser amigos.

« ¿Amigos? ¿Amigos que se besan? »

De acuerdo, la situación estaba mal en muchos sentidos, pero era la verdad y las cosas se dieron hasta tener éste resultado.

Aún más, yo no estaba preparando para asumir otra relación seria sin estar completamente seguro de que Kuro no me dejaría tirado en un charco de mi sangre o que esto que estábamos haciendo constituyera a simplemente un juego para él.

No creía que fuese esa clase de chico, pero así como yo tenía un traumático pasado, Kuro debía tener manchas en su expediente y hasta no saber que ninguna de ellas era por haber lastimado permanentemente los sentimientos de otro ser humano a propósito, yo no tomaría una decisión.

—Ah, pero te gusta, ¿no? —A estos hermanos los educaron sin filtro ni delicadeza en el habla. —Es decir, como persona y eso... Mi hermano es guapo también.

—Sí, me gusta... —Susurré y para mí sorpresa la risa de él se escuchó bulliciosa en el auricular. Por un momento creí que se molestaría por mi indecisión hacia mi relación con su hermano.

—Entonces puedo confiarte a mi hermano. Lichttan dice que eres una buena persona. —Dijo y fue notable el cambio en su tono de voz al hablar de mi amigo. Un sonido más suave, soñador. Enamorado.

—Licht dice eso porque no puedo negarle algún capricho. —Me reí y entonces recordé el motivo de la llamada de Lawless. —Supongo que te lo habrá comentado ya, pero soy bueno cocinando... Y ya se lo ofrecí a Kuro porque no creo que sea bueno comer siempre lo que venden en las tiendas de conveniencia, pero... Podría cocinar para ustedes. Cuando gusten.

— ¡¿Lo dices de verdad?! ¡Eso sería de gran ayuda! Hace mucho que no comemos comida casera. —Suspiró. —Licht dice que tus postres son los mejores.

—Los postres son lo único con lo que podemos sobornar a Licht para que coma comida normal antes. —Confíe. —Su tío y yo tenemos problemas para hacer que coma, ya que sin duda su alimentación no debe tener carne de animales.

— ¡Eso no lo sabía!

«Claro que no», pensé «Jekylland jamás revelará eso».

El pequeño timbre triste en la voz de Lawless me hizo pensar en que probablemente estaba desanimado por no saber casi nada acerca de los gustos de su angelical novio y eso era totalmente culpa de Licht.

—No es algo que Licht diga. —Decidí ayudarle un poco. —Incluso yo pasé muchos años para aprender lo que le gusta y disgusta. Pero básicamente ya debes saber la gran mayoría.

— ¡Para nada! Lo único que sé sobre Lichttan es que ama el piano, a los animales y el melón. —Hyde parecía estar haciendo berrinches. —Sé que vive aquí en Tokio con sus tíos y que llegó permanentemente hace dos años. Tú eres su mejor amigo.

—Bueno, sí es la gran mayoría. —Admití. —Solamente debes desplegar las posibilidades y opciones. Por ejemplo, sabes que ama el piano, por ende la música clásica, los musicales, el teatro y las óperas son sus preferencias. —Revelé. —Es un amante de los animales, por eso es vegetariano ya que jamás le haría daño a alguno de sus pequeños amigos. El melón es su pasión, por ello cualquier postre y comida preparada con melón le encanta, pero acepta cualquier otra fruta. Licht es más simple de lo que crees, solamente debes aprender a encontrar sus detalles únicos.

—Increíble, ¡eres un genio! Lamento haber pensado en algún momento que eras una persona normalita. —Medio gritó el novio enamorado del ángel.  — ¡Anotaré todo lo que me has dicho! Creo que tú y yo nos llevaremos muy bien, Mahiru Shirota.

—Sólo Mahiru, está bien...

— ¡Se mi amigo experto en Lichttan, Mahiru!

Aquello sonaba a que sería completamente utilizado.

—De acuerdo. Pero prométeme que cuidarás muy bien de Licht, Lawless... Él es una de mis personas más valiosas.

Porque lo era. Licht Jekylland Todoroki era más que mi mejor amigo, era un factor importante en mi vida. Lo querría siempre y lo que más anhelaba en el mundo era que encontrase a alguien capaz de amarlo como él se merece; devota, completa y apasionadamente. Un amor único, sin igual y envidiable. Un sentimiento digno de un ángel. Una persona que pueda darle todo eso y más, que luche por él y sea su fuerza y compañero en las batallas que les presente la vida. Deseaba inmensamente la felicidad de Licht.

Y si Lawless era el indicado, yo lo apoyaría, pero si no lo era y le hacía daño al ángel lo colgaría del poste de luz más alto de la ciudad.

—Yo amo a Lichttan. —La sinceridad en su voz logró sonrojarme. —Lo conocí en una presentación de piano que tuvo en Londres hace un poco más de dos años, esperé volver a verlo pero desapareció de la nada y no pude acercarme a él. Me atrapó en un instante. Ahora que he vuelto a verlo no pienso dejarlo ir.

Casi lloré. Enserio. Si no fuera porque mi cerebro hizo la conexión de eventos a gran velocidad.

Fue durante esa presentación en el Reino Unido cuando a Licht lo llamó Misono para decirle que yo estaba en el hospital, herido de gravedad y en coma. Licht viajó de inmediato a Japón al enterarse y por ello no permaneció más tiempo en Londres.

Sin quererlo, fue mi culpa que no se conocieran antes. Pero podía remediarlo ayudando a Lawless en su conquista.

Pasamos varios minutos más hablando sobre Licht y el origen del mechón blanco de su cabello hasta que Lawless se alejó del teléfono y le gritó al recién llegado Kuro que iría a su encuentro en unos momentos. Decidimos que esa conversación sería un secreto entre nosotros y Lawless me agradeció por la confianza y el apoyo.

— ¡Ah, casi lo olvido! —Exclamó antes de colgar y añadió en voz bajita.  — ¿Sabes tocar algún instrumento, Mahiru?

—Sí, Licht me obligó a entrar a clases de violín, para que tocase con él de vez en cuando.

— ¡Ángel egoísta y perfecto! —Murmuró en total adoración antes de regresar a la realidad. —Ash sabe tocar la guitarra, toca muy bien. Cuando éramos niños, a los hermanos menores nos gustaba que él tocase alguna canción antes de dormir. Pero dejó de hacerlo después de... —Guardó silencio durante un momento y al final decidió no explicar más del motivo que llevó a Kuro a dejar de tocar la guitarra. —Sabes que él escribe, ¿no? ¿Has leído alguno de sus escritos?

Pensándolo bien, no. Tenía post-it con pensamientos esporádicos suyos, pero no era una gran obra, poema o alguna cosa similar.

—Sé que estudia literatura, que ha leído muchísimos libros y escribe cosas al azar en post-its.

—Ah, sí. Es un hábito. —Lawless se rió. —El punto es que mi hermano solía crearle música a lo que escribía. Mi familia lo adoraba, pero ya no lo hace más. No quiero que lo haga por nosotros, sino por él mismo. Muchas veces lo he visto acercarse a la guitarra, pero se aleja al instante... Quizás tú puedas hacer algo al respecto. Invitarlo a tocar junto a ti o algo parecido...

Después de eso se escuchó la voz amortiguada de Kuro diciendo que el ramen estaba listo.

Lawless se despidió alegando que esperaba probar mi comida pronto. Y terminó la llamada.

Esa noche soñé con Kuro.

La música de su celular reproduciéndose en el estéreo, que había hurtado del cuarto de Tsurugi, permaneció toda la noche sonando en mi habitación.

Mis sueños estuvieron llenos de Kuro, sus ojos brillantes, su cabello negro balanceándose con cada uno de sus movimientos y sus largos y pálidos dedos rozando las cuerdas de la guitarra, creando música preciosa.

Pero cuando abría la boca y se decidía a cantar, erraba las notas y guardaba silencio.

Lo más extraño es que Kuro viajaba en tren, evocando nuestra visita a  Kiyose, y cuando le dije que en automóvil llegaríamos más rápido, él cerró los ojos y su voz ronca y cansada susurró que odiaba viajar.

Se quedó dormido al mismo tiempo que yo despertaba.

Lamento el retraso, pero aquí el capítulo 7~

Dejaré dos preciosos dibujitos que hizo a VicoNekochan a CoH.
Me encantan~ ¡Muchas gracias!❤❤❤✨

Y de paso dejo uno mío. Me gusta agregar la versión de Kuro con lentes y sin ellos.

Gracias por el apoyo a la historia y sus bellos comentarios ❤

Intentaré hacer un par de dibujos de las listas de reproducción de Mahiru y Kuro, así como añadir algunas canciones al próximo capítulo para que se den una idea de lo que escuchan, aunque supongo que los géneros de sus preferencias se están descubriendo. Las canciones de éste capítulo son "Alive" de Sia, que es la que Mahiru cantaba y la que escuchaba Kuro es "All fucked up" de The Amity Affliction.

Un beso~

ByeByeNya~ 🐾

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