✴️14

CONFRONTACIÓN O HUÍDA

Capítulo 14
Cosas de pareja

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MAHIRU

Un par de ojos oscuros me observan.

La escasez de luz no me permite vislumbrar lo qué hay a mi alrededor, pero sé que estoy en una habitación pequeña, sucia y roída, llena de polvo y objetos rotos. En medio de toda la inmundicia me encuentro tendido en el suelo de madera, temblando aunque ya no sé si es a causa del dolor pulsando en mi cuerpo o por el frío que provoca estar empapado de mi propia sangre enfriándose en un charco bajo mi cuerpo.

Aún si no estuviera maniatado de pies, no tendría posibilidades de huir, ya no. He gastado mucho esfuerzo en ello horas atrás, ahora ya no tengo fuerzas. Estoy seguro de que tengo varios huesos rotos, el pecho me duele al respirar, la sangre que fluye de mi parece emanar tanto de mi cabeza como de la herida vertical recién abierta en mi muñeca.

Estoy muriendo...

Y mientras la vida se escapa de mí, ese par de ojos oscuros siguen observándome. Ahí, en el fondo de esos pozos oscuros, hay un brillo aterrador. Es la expresión de alguien que está viendo su más anhelado sueño haciéndose realidad.

Suicidio doble, lo llamó él. La mayor expresión de amor, dijo mientras me golpeaba hasta que no pude defenderme más. Cuando estuvo satisfecho viendo la sangre emanando de mí, sacó de entre su ropa un frasco de medicamentos, vaciándolo por completo de un sólo trago y antes de que le hicieran efecto por completo, realizó la misma herida que en mi muñeca, ahora en su propia piel.

Con una sonrisa y los ojos brillantes, se recostó a mi lado. Esperando el sueño eterno.

En cada latido el tiempo transcurría más lento, la sangre fluía más rápido entre nosotros, los ojos oscuros de Sakuya perdían su brillo, mis ojos se cerraron...

... y el sonido de las sirenas policiales se hizo más potente.

Por primera vez desperté de una pesadilla sin gritar. Tarde muchos minutos en darme cuenta de que esa no era mi habitación, pero no demoré en comprender que sin duda alguna esa no era la cabaña de Sakuya.

Fue un sueño del pasado.

La luz del día se filtraba por las cortinas, el repiqueo de las gotas de lluvia chocando contra los cristales de las ventanas me regresó poco a poco la tranquilidad y cordura que necesitaba para comprender que seguía vivo y que estaba a salvo.

Una vez que mi corazón se tranquilizó, giré sobre mi propio cuerpo con cuidado, sin querer mover demasiado el brazo que descansaba sobre mi cintura. Porque no quería que se quitara de donde estaba.

Acomodándome sobre mi costado, suspiré al encontrar el rostro de Kuro tan cerca del mío. Su cabello recién teñido tenía el color azul cielo que no se podía ver en los días nublados y tormentosos como este, y sin embargo, al verlo me sentía tan cálido como cualquier día despejado de verano.

Caímos dormidos cerca del amanecer. Después de lo que podría catalogarse como el mejor orgasmo de mi vida hasta ahora, el sueño me había engullido con avidez y me escupió en la luz de la mañana.

Arrugando el entrecejo intento controlar mis ganas de darme una fuerte palmada en la cabeza. ¡Vaya sueño posterior a mi primera vez haciendo el amor con mi novio!

Una parte de mi entiende que esto tal vez sea producto de mi subconsciente, puesto que la última vez que tuve relaciones sexuales con alguien fue con mi ex novio "el psicópata" como lo llama Kuro. Y mi mente probablemente reaccionó para comparar ambos sucesos. Después de todo, Kuro me trató con tanta amabilidad y cariño anoche...

El calor sube a mi rostro y cuello. Poco o nada tienen que ver con estar cubierto hasta el cuello con las mantas de Kuro, y tiene mucho de culpa su brazo firmemente aferrado a mi cintura. Y su rostro tranquilo a pocos centímetros de mis ojos.

Los remanentes de pesadilla se dispersan de mi mente conforme las imágenes de las horas pasadas se reafirman en mi cerebro de manera vívida.

El rostro actual de Kuro es casi inocente consecuente al sueño profundo, las líneas de su rostro son suaves ahora. Kuro es un hombre muy atractivo, obviamente extranjero, de ojos grandes pero somnolientos, pestañas largas, nariz perfecta, piel blanca casi traslúcida, labios rosas y un acento que a veces hace que me tiemblen las piernas cuando su voz ronca resuena cerca de mis oídos.

Esta hermosa persona que se acurruca a mi cuerpo mientras duerme aunque afirma que los abrazos lo incomodan, es la misma persona que me tomó entre sus brazos con devoción. Lamió mi cuerpo entero y entró en mí sin quitarme los ojos de encima, siempre preguntando por mi bienestar, preocupado por causarme dolor.

El aroma de Kuro golpea mis sentidos. Todo huele a él. El cuarto aún mantiene un poco del aroma de nuestros fluidos, pero debajo de ello las sábanas y yo tenemos el olor característico de Kuro. Como madera recién cortada, al sereno de la mañana en el bosque y al tabaco.

Poco a poco el olor del cigarrillo se va asociando más en mi mente con labios de Kuro, y el recuerdo del aliento de Sakuya va desapareciendo.

Puedo sentir el sonrojo en mi rostro y cuello volviéndose más profundo a medida que mi cuerpo despierta también y el recuerdo de mi primera vez con Kuro se muestra también en el punzante dolor muscular, el calambre en mi cadera y la humedad entre mis piernas.

Intentando ver bajo las mantas, las marcas rojizas producto de los besos son claras en nuestros cuerpos. Más en mí que en mi novio, pero eso se debía a que en algún punto sólo pude concentrarme en el placer, en respirar y responder torpemente a los besos de Kuro entre gemidos. Contrario a él que bajaba la cabeza para morder y chupar la piel que más cerca tenía.

Viendo más detenidamente el cuerpo de Kuro, me concentre en las zonas que llamaron mi atención, pero de las cuales no pregunté por miedo a arruinar el ambiente.

En el pliegue interno de sus brazos, galaxias de origen y creación lejana se perciben sobre la piel pálida. No tienen el color amoratado que debieron mostrar en los momentos de su creación, pero quedó un ligero color azul y verdoso bajo las cicatrices de jeringas, justo donde las venas de sus brazos fueron brutalmente apuñaladas para inyectar el éxtasis que Kuro necesitaba.

Poco o nada entiendo yo de esas cosas. Lo que yo podría o no saber de los heroinómanos es exactamente lo mismo que saben las personas que también vieron Trainspotting, Réquiem for a dream y Candy— esto basándome solamente en la diacetilmorfina. Y eso sería probablemente la parte ligera de todo ese mundo. Como un espectador de esas películas yo sólo puedo imaginar vagamente lo que Kuro vivió. Existen infinidad de películas sobre las adicciones, documentales y libros, pero yo sólo puedo imaginar. No estuve ahí para verlo con mis propios ojos, pero las cicatrices estarán en Kuro por siempre.

Existen tantas drogas e incluso se crean más en cualquier momento, pero si debo basarme en lo que Kuro me ha dejado ver entre líneas, la heroína fue con lo que él se enganchó. Eso sin duda descarta todas las demás películas que podría ver para informarme.

Además de las galaxias en sus brazos, la cicatriz en el abdomen de Kuro es lo otro que me llamó la atención. Kuro dijo que fue herido en el abdomen la noche que "tocó fondo". Y la línea rosa es el recuerdo grabado en su piel.

Y pese a todo, aún con esas marcas, Kuro sigue siendo muy guapo y atractivo. Es delgado y pálido debido a su pasado y actualmente por la desnutrición qué pasó antes de conocernos, pero su apariencia no es enfermiza o escuálida. De hecho aún tiene más masa muscular que yo y hay aún músculos marcados en sus brazos y abdomen. Kuro debió tener un cuerpo realmente fuerte en su adolescencia, porque no hay forma que un perezoso como él obtuviera esos músculos sólo por pasar el día viendo televisión y comiendo helado.

Según me contó, su familia era estricta y el mismo Kuro afirmó que se esforzaba por ser un hijo modelo al igual que el resto de sus hermanos antes de huir de casa.

Cubriéndolo de nuevo con la manta, regresé mi atención a su rostro, sus pestañas temblaban anunciando su pronto despertar. Cuando él abrió los párpados y reveló sus ojos, el color de la plata brillo provocándome ganas de parpadear por la repentina aparición.

Su respiración me hizo cosquillas en los labios, sus ojos en la boca del estómago.

Kuro me observó un momento antes de cubrirse el rostro con las mantas. Su voz sonó amortiguada cuando habló: —Por eso sentía escalofríos, ¿tienes la tendencia de observar fijamente a la gente mientras duerme? Qué miedo, no puedo lidiar con eso. Mahiru, pervertido.

— ¡¿A quién llamas pervertido?!

Y ahí se fue el encanto del despertar.

Kuro asomó el rostro de debajo de las mantas y en un movimiento pausado para prevenirme se movió hasta quedar sobre mi cuerpo, acariciando lánguidamente mi cabello con sus ojos fijos en mi rostro molesto.

—Vamos, vamos, no te molestes. Eres ruidoso, son las dos y media de la tarde, la gente está tratando de dormir.

Eso logró espabilarme por completo y giré el rostro a la mesita de noche para comprobar la hora en su reloj.

— ¡Ya es tan tarde! ¡Hay que levantarnos, Kuro!

Empujándolo a un lado logré salir de la cama y comencé a vestirme mientras ignoraba sus gruñidos de molestia. Cuando le volví a echar un vistazo, Kuro de nuevo estaba envuelto en las sábanas.

— ¡Qué te levantes! —Le grité mientras jalaba las mantas. Por supuesto tuve que girar el rostro sonrojado a otro lado cuando la "reacción mañanera" en el cuerpo completamente desnudo de Kuro saltó a la vista. —No podemos estar todo el día en la cama.

— ¿Quién dice que no?

— ¿Siempre eres así de flojo al despertar?

Kuro levantó la parte superior de su cuerpo, sosteniéndose de los codos, sus ojos observaron su pecho desnudo, enfocándose más en las marcas de mis besos. Y luego su mirada plateada se dirigió a mí, parpadeó lentamente y se recostó de nuevo. Cuando volvió a hablar su voz se escuchó un poco más ronca.

— Hoy estoy siendo muy perezoso. Lo cual es básicamente como la pereza en uno de mis días normales, excepto que ahora estoy desnudo. Si sigues paseándote sin ropa por mi habitación lo último que haremos será salir de la cama.

Corrí al armario de Kuro a buscar algo que ponerme. Desafortunadamente, antes de abrir las puertas de madera por completo una avalancha de ropa me sepultó.


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KURO

Sentado en el banquillo alto frente a la barra de la cocina y con Taida en el taburete, ambos observamos a Mahiru entrar a la cocina con un pequeño frasco de plástico blanco que había permanecido sobre los libros y demás cosas que Mahiru extrajo anoche de su mochila mientras daba vueltas con su ropa en la secadora, ya que todo estaba empapado por la lluvia de ayer. Sus cosas estaban en mi escritorio y el pequeño frasco llamó mi atención, pero decidí no preguntar.

Ahora parecía el momento adecuado.

Mahiru sacó del frasco una cápsula de color verde* y la puso en la punta de su lengua, después tomó un vaso con agua para ayudar a la pequeña cápsula a deslizarse por su garganta.

— ¿Responsable con el medicamento? —Pregunté, recargado casualmente en la barra.

Los ojos ámbar de Mahiru me observaron por varios segundos, debatiendo si decirme o no. Entonces sonrió y caminó hasta mi con un andar pausado, parándose entre mis piernas y abrazando mi cintura. Por la altura del banco alto, Mahiru se veía incluso más pequeño. Escondió la cabeza en mi pecho y dejó el frasco en la mesa, permitiéndome verlo mejor.

Por supuesto, como yo no traía mis lentes conmigo y los de contacto estaban nadando ahora en su escuche sobre el taburete del baño, tuve que tomar el frasco y acercarlo casi a la punta de mi nariz para leer las letras chiquitas.

Mi familia sigue generaciones de médicos, he crecido entre ellos, así como libros y a veces acompañaba a Freya mientras estudiaba, incluso yo creí que sería un médico al igual que ella, mi padre y varios de mis tíos y abuelos. Sabía lo que Mahiru tomaba, no me sorprendía teniendo en cuenta su pasado.

La mano me tembló un poco al momento de casi tirar el frasco de vuelta a la barra.

Yo rehuía a cualquier medicamento, el pánico se instala en mi estómago. Efectos secundarios de ser un ex adicto, quizás. Lo más seguro es que si algún día debo ser intervenido quirúrgicamente de nuevo, diga un rotundo no a la anestesia. Incluso en mi cuadro de desnutrición de meses atrás, tuve una acalorada discusión contra mi hermana sobre el tratamiento a seguir porque no tomaría pastillas, ni siquiera las vitaminas pasarían por mi garganta. Una alimentación balanceada fue lo que prometí cumplir, aunque no me iba muy bien.

— Prozac, ¿eh? —Dije recargando la barbilla en la cabeza de Mahiru, al tiempo que acariciaba su espalda. — ¿Cómo te va con ello?

— Bien, la dosis ha bajado considerablemente. Pronto podré dejarlo. Mi hermano incluso ha intentado cambiarlas por placebo anteriormente pero las pesadillas y la ansiedad vuelven en algún momento, así el retiro del medicamento va lento, pero seguro.

Mahiru ocultó el rostro en mi cuello y yo dudé varios segundos en qué se supone que debía hacer, con manos temblorosas comencé a darle golpecitos en la espalda, pasado un minuto completo lo rodeé con mis brazos y apreté a su alrededor. ¿Así se dan los abrazos cariñosos? A saber...

Cierto era que no me desagradaba tener a Mahiru pegado como chinche a mi cuerpo, lo que me ponía de nervios era mi incapacidad para reaccionar a la acción, no saber dónde poner las manos ni qué tanta fuerza se debía ejercer. Pero Mahiru se estaba mostrando paciente en esperar mis respuestas a sus ataques, acomodándose a su gusto en mi pecho. Su nariz y labios hacían cosquillas en mi cuello, así que yo tenía que aguantar las ganas de empujarlo y rascarme la piel de gallina. Era vergonzoso.

Luego de lo que pareció una de esas pequeñas eternidades en las que Mahiru y yo nos recluíamos en silencio disfrutando de la compañía del otro, me acostumbré a aquello tan nuevo y desconocido. Incluso me permití disfrutar del abrazo hasta que un gruñido bajo llamó mi atención.

Mi mirada buscó de inmediato a Taida, pensando qué tal vez mi gato tragón tenía más hambre aunque comió hace poco, pero descarté esa posibilidad al ver a la bola de pelo durmiendo plácidamente en el taburete. El gruñido sonó de nuevo y de repente el calor en mi cuello casi me quemó la piel.

— Mahiru, ¿eso es tu estómago?

El sonrojo calentó aún más su rostro escondido en mi hombro. Se separó nervioso y dirigió sus ojos ámbar a cualquier punto de la cocina menos a mí. Cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro y jugando con sus dedos, Mahiru habló con voz débil cargada de vergüenza: — La verdad tengo muchísima hambre.

Nada extraño si teníamos en cuenta el ejercicio que hicimos en la madrugada. Inclusive yo comenzaba a sentir ese vacío incómodo en el estómago. La noche pasada no comimos nada después de llegar a casa, nos bañamos, me pasé la noche lamiendo el cuerpo de Mahiru, salí  y fui a casa de mi hermano, y en la madrugada regresé a hacerle el amor a mi novio hasta el amanecer. Es más ejercicio del que he hecho en años y parece ser que fue lo necesario para despertar mi casi extinto apetito. Yo puedo pasar tiempo sin comer, pero Mahiru debe ser del tipo de persona que come rigurosamente sus tres comidas al día y los tentempiés entre cada una. Un chico sano. Para estas alturas su estómago debe estarse comiendo a sí mismo.

Rascándome la nuca pensé en qué deberíamos hacer.

— ¿Quieres pedir algo? O creo que aún tengo ramen instantáneo, las compras de supermercado llegarán mañana o pasado, no estoy seguro...

Mahiru me observó confundido.

— ¿Tu estufa no funciona?

— No sé, nunca la he usado.

— ¿Tu no haces las compras del supermercado?

—Ah, no. Mi hermana hace la compra online y nos la manda cada semana porque la única vez que le dio el dinero a Lawless para hacerlo compramos únicamente comida instantánea o pedíamos a domicilio.

Mientras hablaba, Mahiru se acercó al frigorífico y lo abrió inclinándose a inspeccionar lo que resguardaba.

— ¡Está casi lleno!

Le resté importancia encogiéndome de hombros. Para mí el refrigerador dejaba de ser útil cuando se acaban los refrescos, los chocolates y el helado.

Mahiru se entusiasmó al instante y comenzó a extraer cosas que yo rara vez veía pero que en algún punto de mi mente reconocí como vegetales. Aunque solamente pude nombrar las papas, porque venían impresas en algunas bolsas de Lays y Pringle's o cualquier paquete de papas fritas. También sacó un paquete de carne del congelador, esos que yo normalmente empujaba hasta el fondo porque estorbaban para ver los botes de helado.

— Podríamos hacer curry, ¿Tienes arroz y pasta para curry, Kuro?

Observando lo que Mahiru colocó en la barra y posteriormente comenzaba a lavar en el fregadero, caminé a paso lento por la cocina.

Dudé un momento ante las puertas de la alacena, pues al fin y al cabo nunca me ocupaba más que de una o dos, en donde solían guardarse las golosinas o los paquetes de sopas instantáneas, pero acabé dando con el escondite de la harina, la arrocera, las cazuelas y todos esos amigos suyos que nadie me había presentado.

También extraje un paquete grande de galletas Oreo que fue cruelmente arrebatada de mis manos antes de que pudiera abrirlo. Le lancé a Mahiru mi mejor expresión ofendida.

— Oye...

— Nada de golosinas antes de comer, Kuro.

Me dolió el corazón.

— Vamos, Mahiru, no seas así... sólo una.

— He dicho que no. —Él observó el paquete azul metálico en su mano. —A la amiga de mi hermano también le gustan estas galletas, a veces va a mi casa solamente para pedirme que le prepare un pay de Oreo.

Mi corazón se calentó de nuevo y me acerqué a Mahiru lo suficiente para tomar su rostro entre mis manos temblorosas. Contemple serio sus ojos ámbar.

— ¿Puedes hacer eso?

— ¿Qué? —Preguntó sorprendido por mi inesperado contacto— ¿El pay?

Asentí, buscando alguna mentira en sus ojos.

— Sí, claro que puedo.

De repente el calor en mi pecho fue tal que sentí mi corazón derretirse por este hombre. Atrayendo el rostro de Mahiru al mío, junte nuestros labios con toda la ternura que podía permitirme mostrar, acariciando sus suaves labios con los míos.

— ¿Puedes hacer uno ahora? —Casi le supliqué y ya estaba considerando arrodillarme de ser necesario. ¡Mahiru trabajaba en una cafetería! Claro que sabría hacer algo más que café y galletitas. Estaba comenzado a caer en cuenta que podría estarme ganando la lotería al tener a Mahiru como novio.

Shirota se sonrojó, claramente avergonzado con mi actitud tan dulce y chantajista.

— Podría... —Fue entones que los ojos de Mahiru brillaron y una sonrisa que me provocó escalofríos se extendió por su labios. —Lo haré. Si te terminas tu comida.

Solté a Mahiru como si quemara y me alejé de él retrocediendo, viéndolo en cada momento como si acabase de traicionarme de la peor manera posible.



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MAHIRU

Al terminar de comer tuvimos que salir de compras.

Le prometí a Kuro un pay de cookies & cream si comía adecuadamente, y aunque al principio se mostró receloso, una vez que probó la comida su expresión se suavizó y se terminó su plato en silencio y sin mucho esfuerzo. No pidió repetir, como normalmente lo haría otro chico, pero entendía que él ha tenido una alimentación diferente los últimos meses, su estómago debía adaptarse poco a poco a comidas más pesadas y elaboradas, incluso a porciones más grandes.

Comer con Kuro fue una experiencia nueva. Ya lo habíamos hecho antes cuando fuimos de picnic y lo he visto comer dulces en la cafetería, pero verlo digiriendo comida real y en una mesa fue algo fascinante. Como la combinación de alguien de la realeza y al mismo tiempo un niño pequeño. Los modales de Kuro en la mesa son impecables, lejos de lo que uno esperaría de alguien tan perezoso como él, probablemente la educación de una buena familia inglesa. Pero una vez que el plato es retirado y sólo queda el agua o algún tentempié, casi se recuesta a mitad de la mesa, con la barbilla sobre la superficie plana y los brazos lánguidos mientras hace alguna figura de origami con las servilletas.

Por poco y creí que haría un berrinche cuando le dije que no podríamos hacer el pay porque faltaban más paquetes de galletas, que era imposible con uno. Además necesitaba varios ingredientes que Kuro no tenía en su cocina. Cuando le dije que saldría a cómpralos y regresaría, no pude ocultar mi sorpresa cuando dijo que me acompañaría.

Y ahora vamos a mitad de la banqueta, compartiendo una sombrilla mientras caminamos al supermercado más cercano. De cierta forma, que Kuro no se sienta cómodo en los carros no es tan malo, yo disfruto muchísimo caminar a su lado mientras conversamos. O más bien yo hablo y el escucha y asiente.

No obstante, llevando varias cuadras avanzadas es cuando me percato de algo molesto. La mayoría de las personas que nos hemos topado en el camino no tiene reparos en dirigir miradas descaradamente obvias en nuestra dirección, en específico a Kuro. El tipo atractivo de cabello azul y ojeras que va caminando bajo un paraguas con orejas de gato.

A Kuro parece gustarle mucho las cosas con referencias a los mininos.

Los esclavos de los estereotipos, cuando lo miraban, eran incapaces de ver nada más aparte de la piel pálida enfermiza, las ojeras, el cabello azul y las pesadas botas negras. Tan diferente al chico serio y de aire intelectual que aparentaba ser al tener el cabello negro. Para ellos Kuro probablemente se ve como un friki, un chico que a su edad solamente vaguea y desperdicia su tiempo. Entonces lo comprendí, porqué Kuro antes no se permitía ser él realmente, siempre cumpliendo los estándares de su familia para estar bien con la sociedad.

— ¿Por qué las personas son tan reacias a aceptar algo diferente a ellos?

Kuro no fingió no entenderme, se encogió de hombros restándole importancia.

— Se sienten incómodos al ver algo que se sale de sus estándares de "normalidad". Desconfían. No les hagas caso, Mahiru. Tendrás que acostumbrarte si quieres caminar a mi lado de ahora en adelante.

Hay veces en las que pienso sobre ello. La gente de alguna forma es muy frágil. Desconfiar no es lo mismo que ser envenenado o maldecido, sin embargo la gente se lo toma personal. Como si aceptar lo diferente fuese algo que los lastimara.

Lo observé. Se veía tan tranquilo caminado con las manos en los bolsillos y su nueva apariencia le daba un aire refrescante.

Sonreí porque en este momento y más que nadie soy quien confía en Kuro.

— Puedo con ello, siempre y cuando no te moleste a ti.

— Es molesto cuando la gente me odia sin razón y sin conocerme. Porque se me ocurren varias razones para despreciarme, sólo deberían elegir una.

Su voz estaba cargada de sarcasmo, pero yo no borré mi sonrisa y me acerqué más a él cerrando el paraguas al notar que ya no llovía.

— Estoy bien con Kuro siendo como es. Me gusta.

Kuro se tropezó y carraspeó rascándose la cabeza al escucharme reír.

— Quitando mi físico, mi poca delicadeza, mi escasa salud mental y mi nulo romanticismo, yo creo que soy un buen partido. También tengo dinero.

Lo dijo como broma, pero pensé en serio sobre eso. No estoy del todo de acuerdo. Kuro es muy guapo, es inteligente y honesto a su manera. No me interesa el dinero. Pese a todo si hay algo que me gustaría de Kuro; — Podrías esforzarte por ser más romántico.

— "En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego". —Citó con una media sonrisa, el tono de voz fue diferente y me provocó un escalofrío tan placentero que tuve que recordarme buscar más tarde a quien pertenecía esa frase.

No pude evitar un puchero.

— Qué injusto.

Kuro se detuvo frente a mí, mirándome fijo.

Suspiré para calmar mis ansias. Llevábamos apenas un día de relación, no podía exigirle a Kuro algo a lo que ninguno de los dos estábamos acostumbrados. Los momentos románticos y cursis llegarían de alguna forma y a su debido tiempo. No hacía falta apresurar las cosas.

Estaba a punto de decirle que lo olvidara y que todo estaba bien, pero Kuro se acercó tanto que el aliento se me atascó en la garganta y jadeé.

Sus labios húmedos acariciaron el lóbulo de mi oreja y su cabello me hizo cosquillas en la piel cuando susurró otra cita: — "Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se hizo de noche"...Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".


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KURO

Ver a Mahiru realizando las compras fue tan absorbente como verlo cocinar. Atrae tu atención al instante.

En mi cocina Mahiru se movió con tanta destreza que uno podría olvidar su típica torpeza, e incluso que la cocina originalmente no era de él. En minutos él encontró utensilios que yo no sabía que existían o que estuvieran escondidos en mi casa.

Contoneándose y cantando mientras pelaba las verduras y cortaba la carne, al verlo sazonando y preparando todo, sonreí. Sonreí de verdad. Cautivado por esa pequeña criatura y sus habilidades, su destreza en el ámbito culinario. Lo miraba constantemente en la cafetería, y era igual de hipnótico apreciarlo, no obstante la diferencia de verlo a una poca distancia me dejó mudo.

¿Y qué decir de la comida? Había visto el curry y lo probé en algún momento cuando Lawless y yo comíamos fuera o pedíamos servicio a domicilio, pero el platillo preparado por Mahiru se veía un poco diferente y olía distinto. Al primer bocado el sabor explotó en mi lengua y casi sollozaba.

¡Ese es el sabor de la comida cacera!

Disfruté todo en silencio y forcé mi estómago a tomar hasta el último bocado porque sería un total desperdicio no comerlo todo. Además, si así sabía la comida, el postre que Mahiru me prometió debía ser exquisito.

Cuando Mahiru mencionó que debía salir a comprar los ingredientes faltantes, no dudé en pedirle acompañarlo. Detestaba salir, pero era más fuerte el repentino deseo por ver a Mahiru actuando como un ciudadano normal. Un chico que sale de casa y va de compras para poder preparar un postre para el sujeto raro que tenía por novio.

Arrastrando el carrito, Mahiru parecía saber exactamente a qué pasillos dirigirse e inspeccionaba cada producto antes de colocarlo en el carrito. Cuando le pregunté por ello dijo que revisaba las fechas de empaque y caducidad, la marca, el porcentaje de producto y los ingredientes.

— Eres un ama de casa, Mahiru.

Cuando gritó sonrojado, decidí dejarlo tranquilo y me encaminé a los refrigeradores y congeladores en busca de helado, antes de que me sintiera aún más cautivado por él y terminase por besarlo a mitad del pasillo de las harinas.

Siendo honesto. Se sentía bien esto. Esta actividad "normal" en la vida de las personas y parejas. Una parte de mí se agitaba con emoción al pensar que tendría más momentos cotidianos como estos al estar junto a Mahiru.

Pensando en Mahiru contoneándose, bailando y cantando por toda la cocina de mi departamento, suspiré.

Estoy tan jodido, pensé al recordar su sonrisa mientras revolvía los ingredientes en la sartén.

Hundiéndome contra el congelador, pasó un momento antes de que pudiera volver a concentrarme en la mina de oro de Breyers, Ben & Jerry's, Häagen-Dazs, y Klondike's.

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