Parte 5
Tomás estaba emocionado. Por primera vez había hablado con una niña (para ese punto, estaba convencido de que Zahira tenía más o menos su edad) de verdad, en vivo y en directo. ¡Encima tenía su cuarto justo al lado del suyo!
"¿Podría verla en persona alguna vez? ¿Qué apariencia tendría?"
Había intentado mirar por el agujero pero no podía verla, ya que las aberturas no estaban al mismo nivel.
Igual la había imaginado. Primero parecida a él, pero con pelo largo. Después rememoró que las niñas de su clase usaban peinados intrincados y coloridos adornos en la cabeza. También llevaban ropa mucho más "llamativa" que los varones.
De pronto, lo invadió un antiguo recuerdo de una clase de biología sobre el cuerpo humano. La maestra les había explicado que los nenes tenían pene y las nenas algo que sonaba como "angina" pero con "v".
"Vangina. Las niñas tienen vangina." Reflexionó.
Así que Zahira era muy diferente a como se la había imaginado inicialmente. Era un hecho que no se parecía a él, sino a sus compañeras de clase. Dedujo que también era mandona (como su madre) y parecía tener mal carácter. Además era un poco agrandada...
"¡Mejor que se fue y dejó de hablarme!" Se dijo. ¡Pero qué ganas tenía de volver a oírla.
No compartió con sus padres las vivencias de su "encuentro". Era mejor mantenerlo en secreto. No fuera a ser cosa de que cerraran el hueco en la pared por miedo.
Hasta ese punto Tomás no había considerado que la abertura podía ser peligrosa.
Estaba seguro de que Zahira no estaba enferma pero, "¿y si se metía algún animalito de afuera?"
Recordaba una ocasión en la que se había olvidado un sapo de juguete tirado en el piso de la cocina. Las luces estaban apagadas porque era de noche y cuando su mamá se levantó para servirse un vaso de agua, al notar la figura oscura del bicho sobre el cerámico, casi sufre un infarto.
El grito que pegó despertó a todos en la casa.
Su padre salió corriendo del cuarto, armado con el velador, pensando que había ingresado algún desconocido al edificio para "robar".
No había delitos de ese tipo desde hacía tiempo. Los robos eran cibernéticos ya que ni los malvivientes más osados se atrevían a salir. Y menos mal, porque no es que un velador fuese precisamente un arma letal.
El caos cesó una vez que el pequeño encendió las luces, aclarando el panorama.
A la mañana siguiente todos reían por el malentendido. Sin embargo, la situación también les sirvió para ser más prevenidos.
Se intensificaron las medidas de limpieza en toda la casa: hipoclorito sódico, insecticida, luz ultravioleta. La madre de Tomás no escatimaba cuando se trataba de desinfección.
Recostado en su cama, el niño pensaba en su "sapo de la discordia" cuando volvió a escuchar aquella voz tan esperada.
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