Capítulo 7
Se presentaron como el detective Gunther y la oficial Kim, me explicaron que llevaban a cabo la investigación por la desaparición de Missy Crawford y que querían hablar conmigo por mi sitio en línea de confesiones.
El corazón me latía tan a prisa, que llegué a preguntarme si eso era suficiente para tener un infarto, también tenía sudadas las palmas de las manos y mucho calor, especialmente a la altura del cuello y la nuca. Si los oficiales notaron todas esas señales de nerviosismo, no preguntaron por ello.
—Nos contaron varios de sus compañeros que tiene usted un sitio de confesiones y que precisamente ayer se viralizó una publicación en la que se hablaba de un asesinato, ¿es eso cierto, señorita? — la voz de la oficial Kim sonaba seria, pero tenía un leve dejo de amabilidad en ella y me hizo sentir que lo hacía a propósito para que yo no me sintiera intimidada, sin embargo, no estaba logrando su cometido.
—Sí — titubeé un poco —, es verdad.
—Vamos a necesitar que nos muestre todo respecto a esta publicación, también le daremos una petición formal para acceder al sitio.
—Y deberá acompañarnos a la estación a responder algunas preguntas — terció el detective Gunther.
—¿Estoy en problemas? — inquirí torpemente, sin embargo, mis palabras habían atropellado a mi pensamiento.
En mi mente, tenía planeado decirles que conocía mis derechos y que tenía en regla mis avisos de privacidad para Confiesalotodo, con el fin de que ellos supieran que no cedería sin primero dar un poco de batalla, pero en cambio, había dejado que me dominaran mis emociones del momento y me mostré temerosa.
—De ninguna manera está en problemas, señorita. Pero necesitamos su cooperación para entender lo que está pasando. Una compañera suya está desaparecida y eso nos trajo hasta esa publicación de la que todos tanto hablan, así que queremos toda la información posible para saber con certeza si esto se trata de un crimen o si es tan solo un juego adolescente — explicó el detective.
Escuchar de su boca que ellos también habían considerado la opción de que se tratara de una broma, me hizo relajarme un poco, porque eso quería decir que ellos tampoco tenían la seguridad de nada y una parte de mí todavía quería creer que Redmund era un lugar seguro, y que por tanto, ningún asesino andaba suelto por ahí.
El receso había terminado hacía ya bastantes minutos y los oficiales habían corrido a Chris cuando éste apareció listo para cumplir con su cometido del día, aun así, me sorprendió mucho el darme cuenta que cuando había dicho que debía acompañarlos a la estación, no se referían a ello como un acto futuro, sino como algo que sucedería en ese instante, sacándome de mis clases, de la escuela y de mi rutina.
Ambos se pusieron de pie y me indicaron que hiciera lo mismo, cosa que hice sin miramientos.
—¿Hay algún numero al que podamos llamar a tus padres? — inquirió la oficial Kim, como recordando de pronto que yo era menor de edad y que según la ley ellos no podían llevar a cabo sus planes sin la autorización de mis tutores.
—Vivo con mi mamá, este es su número — le mostré mi teléfono celular y ella procedió a llamarle, caminando fuera de la biblioteca, conmigo y con el detective Gunther siguiéndola.
Nuestra salida de la biblioteca coincidió terriblemente con el cambio de clases, lo que solo provocó que todos me miraran. Nadie decía nada, pero no había un solo par de ojos que no estuviera posado sobre mí, y eso sin contar las cámaras de los teléfonos celulares que, con cero discreciones, me capturaban para la posteridad.
Los oficiales me encaminaron hasta la salida y en todo momento me mantuve con la vista al frente, sin mirar a nadie en específico pero sin bajar la vista. Por dentro estaba a punto del colapso, pero por fuera era seguro que no me verían flaquear. En todo momento me repetía que yo no había hecho nada malo y que solo estaba cooperando con la policía para deslindarme de toda responsabilidad.
Llegamos al estacionamiento y nos detuvimos.
—Esperaremos aquí a que llegue tu madre — indicó la oficial Kim.
—Mientras la señora llega, yo iré a avisar al director que por hoy hemos terminado con las preguntas — explicó el detective, caminando nuevamente dentro de la escuela.
Pensé en que durante toda la situación, desde el suceso del sanitario hasta la actualidad, ninguna persona de la escuela había estado presente representándome como menor de edad y a excepción de la vigilancia continua de la bibliotecaria, quien había aparecido luego de que el receso terminara, yo había afrontado todo sola.
¿Eso era medianamente legal?
La oficial Kim se mantuvo todo el tiempo con la vista en su celular y eso me recordó mirar el mío. Lo saqué de donde lo llevaba guardado y con discreción, comencé a echar rápidos vistazos a mis redes sociales.
En Facebook tenía cuatro etiquetas por aprobar en fotografías de mí saliendo con la policía, tenía varios mensajes de compañeros por Messenger y tenía menciones en grupos de la escuela, donde la mayoría querían saber lo que sucedía. Por supuesto, no contesté nada y me limité a solo leer lo que se decía de mí.
"Greta es sospechosa de algo".
"Llevaran a Greta para que coopere".
"Solo la llevan porque es la dueña de Confiesalotodo, nada más".
Jamás en la historia de nuestro pequeño pueblo se había hablado tanto de mí y no me sentía feliz, emocionada o halagada en lo absoluto.
De un segundo a otro, un mensaje apareció, era proveniente de mi sitio y la piel se me erizó solo de pensar en que podía tratarse de chicosiniestro21, sin embargo, el mensaje era del mismo usuario que me había confesado que le gustaba el día anterior, se refugiaba bajo el nombre de cajitadechocolates y había escrito un mensaje privado que decía:
"Te acabas de ir y ya te extraño".
Una parte de mí quería aventar el teléfono al otro lado del estacionamiento, pero la parte que recordaba que no tenía dinero para reparar el daño que eso provocaría me contuvo.
La oficial Kim me miró por primera vez en todo el tiempo que llevábamos juntas en el estacionamiento, separó sus labios para decir algo pero no logró articular palabra, pues mi madre llegó apresurada, abrazándome con fuerza.
—¿Estás bien? ¿Todo bien? — pausó y luego se dirigió a la mujer a mi lado —. Soy la madre de Greta, Helga Jenkins.
—Es un gusto, señora. Soy la oficial Kim.
Se dieron un apretón de manos y luego la oficial se dispuso a comunicarse con el detective Gunther, quien apareció dos minutos después. Entre ambos detectives dieron una recapitulación de los acontecimientos muy breve y concisa que en teoría explicaba todo, incluida la razón por la cual debíamos acompañarlos.
—Las llevaremos hasta la estación en nuestro auto, acompáñennos, por favor — indicó el hombre y nosotras hicimos caso.
Mi madre se mantuvo en un silencio sepulcral mientras ambos oficiales conversaban respecto a una película que exhibían en el cine de Redpines, pueblo vecino donde también estaba la estación de policía.
Redmund era un pueblo tan pequeño, con poco más de diez mil habitantes, que no poseía su propio cuerpo policial, así como tampoco tenía una prisión ni oficinas de gobierno más allá de la alcaldía. Por ello, cualquier investigación policíaca, siempre se llevaba a cabo con el apoyo de nuestros vecinos, quienes tenían mucha mayor estructura en cuanto a cuestiones legales, de seguridad y de normas.
Solo había estado dos veces en Redpines, pero sabía que se hacían poco más de cuarenta minutos de camino y también sabía que era un pueblo más grande y pintoresco, donde la mayoría de los habitantes eran personas de mucho poder adquisitivo. Aun así, cuando arribamos en la estación, me sorprendí de ver lo pulcro que era todo ahí.
Me encaminaron hasta una pequeña sala de interrogatorios, sin antes mencionar que aquello era una plática informal, pues no querían que la palabra "interrogatorio" me alarmara o me hiciera rehuirles.
—Toma asiento, Greta — el detective Gunther nos señaló las sillas vacías y me senté de inmediato —. Usted también, señora Jenkins — hizo una pausa y mi madre, que aun lucía reacia a toda la situación, se sentó por fin —. Mi compañera irá por los documentos necesarios para disponer del celular de su hija, así como de sus contraseñas. Pero por lo pronto, me gustaría hacerle a Greta algunas preguntas. También me gustaría aclarar que esto de ningún modo es un interrogatorio, mucho menos pensamos que su hija tenga culpa de algo, es solo que creemos que ella nos podría proporcionar información relevante — concluyó.
Mi madre asintió tan despacio que me pregunté si había comprendido las palabras del detective.
—¿Por qué era necesario venir a la estación? — inquirió recelosa.
—Porque no teníamos con nosotros la papelería necesaria para disponer del teléfono y las contraseñas de su hija. Aun con la absoluta colaboración de Greta, hoy día es muy delicado todo el tema de la privacidad en los sitios en línea — explicó el detective con amabilidad y paciencia.
—Bien, entonces, ¿sólo buscan su colaboración?
—Es correcto.
—Y esto, de ningún modo quiere decir que ella sea sospechosa de algo, ¿verdad? Porque yo conozco a mi hija y sé que no es capaz de hacer nada para dañar a nadie — lo último lo dijo rapidísimo, yo le eché un vistazo y noté que contenía las ganas de echarse a llorar ahí mismo.
Mi madre era médico y tenía un estomago fuerte, capaz de soportar sangre, infecciones y protuberancias. Pero tenía el corazón frágil y mucho más en todo lo que respectaba a sus hijos, especialmente luego de que mi padre muriera, pues eso la había convertido en una mujer mucho más sensible y aprehensiva.
—Su hija no es sospechosa de nada — confirmó el detective, dándole una mirada que pretendía calmarla.
—Correcto. Entonces creo que deberíamos empezar con esto.
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