Capítulo 3
¿Qué rayos?
Genial.
¿Era en serio?
¿Quién de mis conocidos era capaz de asesinar y quién era capaz de gustar de mí?
¿Y por qué rayos sucedía todo en el mismo día?
Entonces una idea cruzó por mi mente, fue muy fugaz pero coherente.
Tal vez aquello sí se trataba únicamente de una broma de mal gusto. Era posible que alguna persona molesta por un cotilleo se estuviera tomando el tiempo necesario para hacerme sentir mal con mensajes extraños que desestabilizaban mis emociones. Si esa persona estaba siendo afectada por alguna confesión, era seguro que no podía desquitarse con nadie más que conmigo, la administradora de la plataforma que no se escondía y que era parcialmente culpable por crear el medio.
Sí, eso debía ser.
Igual que con el mensaje de chicosiniestro21 no respondí y decidí continuar mi día, haciendo caso omiso a las situaciones tan peculiares que estaban rodeándome.
No era que nadie pudiera gustar de mí, porque yo no pasaba desapercibida y tampoco era fea, de hecho, era inteligente dentro de lo normal, me consideraba bonita y podía ser simpática cuando me lo proponía. Sí, de pronto yo podía ser un poco ermitaña pero nada preocupante. Y claro que tampoco creía en que las personas a mi alrededor eran santos e incapaces de cometer atrocidades, pero lo cierto es que no tenía mucho sentido que dos mensajes extraños me llegaran el mismo día, cuando nunca antes me habían mandado nada de ese tipo.
Casi me reí, repitiéndome que no iba enserio.
El resto de la escuela pasó sin más nuevas notificaciones y después vino la invitación de Chris, que fue de lo más normal. Nuestra salida solo confirmó lo que yo ya sabía, él era amable, agradable e inteligente, estaba centrado en sus objetivos y a pesar de tener la vida resuelta por la gran fortuna de su familia, tenía los pies bien puestos en la tierra.
No dejaba de dudar sobre la veracidad de su invitación, porque una parte de mí me repetía que era repentino, extraño y que seguramente era parte de un experimento social. Pero me permití disfrutar nuestra salida y me dije varias veces que me concentraría en no ilusionarme. Si al día siguiente él seguía con ganas de ser mi amigo, estaba bien. Si por el contrario volvíamos a nuestra superficial relación de siempre, también estaba bien.
No tenía por qué tomármelo todo tan enserio.
Después de que comiéramos unas rebanadas de pizza, me acompañó hasta mi casa (que quedaba en el camino a la suya) y me dijo que tal vez debíamos hacer todo aquello una vez más en un futuro cercano.
—Ya veremos, Chris — dije antes de entrar a mi hogar.
Lo escuché reír pero no lo vi marcharse, porque dentro de casa todo estaba hecho un desastre y acaparó mi atención completamente.
—¡Greta! ¿Eres tú?
Mi hermano corría tras Tom, nuestro pequeño sobrino, mientras éste deshacía un rollo de papel por la sala.
—¡Sí! Soy yo. ¿Qué está sucediendo aquí? — pregunté intentando no tropezar con las sillas y los vasos de plástico tirados en el piso, cual fiesta de ebrios.
—Mamá me mandó un mensaje mientras estaba en la escuela, quería que pasara por Tom a su trabajo, parece que Ben está en la ciudad y lo primero que ha hecho es encargar a su hijo — explicó todo muy molesto mientras se esforzaba por alcanzar a Tom, quien parecía divertidísimo con sus peripecias —. En fin, fui por el niño para que mamá pudiera trabajar en paz, pero parece ser que como yo lo recordaba, es decir, más pequeño y más tranquilo, ya no es. Me he quedado dormido y ha hecho esto — explicó mi hermano mientras con sus manos me mostraba el desastre ocasionado por el pequeño de cinco años.
—¿Te quedaste dormido y él destrozó nuestra casa?
—Sí — hizo una pausa —. ¡No me culpes!
—Pues no sé a quién más culpar, Bill. Nadie con dos dedos de frente deja a un niño de cinco años sin supervisión — le reclamé.
Puse mi mochila sobre la barra de la cocina y me quité los zapatos, también las calcetas, lista para ayudar a mi hermano.
—¿Puedes recoger los vasos y las sillas? Yo iré a traerlo — dijo cuando vimos como Tom se iba escaleras arriba, aun deshaciendo el rollo de papel.
Le dije que sí.
Ben, nuestro hermano mayor, era el padre soltero de Tom, nuestro sobrino. Ben no vivía en Redmund y tampoco solía venir mucho. Se mudó cuando la madre de Tom murió y dejó de venir cuando su hijo cumplió dos años.
Yo amaba a Ben y a Bill, porque ambos eran mis hermanos mayores y siempre me habían cuidado bien, además de que tuve una infancia muy divertida gracias a ellos. Pero Ben en lo particular, era incapaz de sobrellevar su paternidad y su vida, lo que lo volvía un dolor de cabeza para nuestra madre, quien siempre estaba preocupada por él y por su hijo. Aun así, como familia, nunca dudamos ni por un segundo en apoyarlo, porque sabíamos que no la tenía fácil y que hacía lo mejor que podía.
—¿Por qué crees que Ben esté acá? — le pregunté a Bill cuando bajó con Tom en brazos.
—Mamá dijo que era algo de trabajo.
Asentí.
Bill lucía disgustado, supuse que era porque dentro de sus responsabilidades no tenía considerado cuidar a nuestro pequeño y endemoniado sobrino. Así que para mostrar mi apoyo, le ayudé recogiendo todos los vasos, las sillas y el papel.
—Iré arriba — avisé cuando concluí con el desastre —. Ya no lo pierdas de vista — le advertí.
Tomé mis cosas y me fui a mi habitación, dejando a mi hermano con un ojo en su tarea y otro en Tom, quien estaba feliz en la sala con galletas, leche y dibujos animados que Bill le había puesto, tan tranquilo como si media hora atrás no hubiese provocado un tormento.
Después de lo extraño que había estado mi día, todo lo que quería era llegar a mi cama y dormir. Y aunque sabía que no haría eso, porque tenía tarea, sí que quería la privacidad de mi habitación.
En mi cuarto encendí la computadora sobre mi escritorio, dispuesta a descubrir qué rayos había estado pasando. Sin embargo, antes de disponerme a entrar en Confiesalotodo, decidí que debía hacer la tarea. Mi día podía haber sido un completo misterio, pero eso no era motivo ni justificación para saltarme los deberes.
Terminé los deberes y le mandé un mensaje a Bill, preguntándole si necesitaba algo de ayuda con Tom, pero solo me respondió que no, porque al parecer el pequeño estaba tomando una siesta.
Fue entonces que me dije que había llegado la hora de entrar a mi sitio y revisar las novedades. Para esta hora del día, era posible que las personas ya se hubieran dado cuenta del mensaje en mi perfil.
Yo no era ni de cerca el usuario más popular de la plataforma, pero sí que era la más buscada, porque las personas me mandaban mensajes, principalmente pidiéndome que hiciera tal o cual modificación. Así que cada persona que quisiera enviarme un mensaje, debía pasar por mi perfil y sabía muy bien que lo primero que verían al entrar, sería eso.
"Greta, quiero confesarte que maté a alguien, no era mi intención pero sucedió"
Me maldije por no borrarlo por la mañana, pero lo cierto es que entre la llegada de la profesora y el shock por lo sorpresivo del asunto, no lo pensé y más que disponerme a eliminarlo, me dediqué a ignorarlo.
Tonta, tonta, Greta.
Respiré profundo y entré a Confiesalotodo desde mi computadora, donde tenía cero notificaciones de filtros pero muchísimas notificaciones de novedades en mi perfil.
La publicación de chicosiniestro21 tenía cuatrocientos cincuenta y seis "me gusta".
Y eso no era todo, porque mi buzón estaba repleto de mensajes de personas que me preguntaban al respecto.
Comencé a sentirme mal, tanto que sentí como salivaba excesivamente y supe de inmediato lo que pasaría. Corrí hasta el baño de mi habitación y llegué justo a tiempo, pues lo siguiente que ocurrió fue que vomité todo lo que había ingerido a lo largo del día. Me dolía el estómago y vomitar me desagradaba muchísimo, además de que me ponía de malas. Aun así limpié todo y me lavé los dientes luego de enjuagarme repetidas veces la boca con agua de la llave.
Me senté sobre mi cama, dándole una mirada reacia a la computadora, como si ella tuviera la culpa de todo. Sabía que tenía que ir hasta ahí y enfrentarlo, borrar la publicación, ignorar los mensajes de los fisgones y olvidarme de quien hubiera dejado semejante estupidez en mi perfil. Tenía que deshacerme de todo y seguir con mi vida.
Pero la computadora no paraba de sonar con las notificaciones y cuando mi teléfono también comenzó a molestar con éstas, supe que podía borrar todo e ignorarlo, pero olvidarlo no sería fácil.
¡Todo el asunto ya estaba en otras redes sociales!
Las notificaciones en mi teléfono sí eran de mi grupo, pero también eran de Facebook, de Instagram y de Twitter.
Al parecer, alguien había tomado una captura de pantalla a mi perfil y la había llevado a otras partes, inmortalizando el asunto, de manera que aunque yo borrara el mensaje, éste jamás desapareciera del internet.
Me senté frente a la computadora y deslicé el cursor a través de los mensajes privados, leyendo los fragmentos iniciales de éstos. Todos eran de personas exigiendo respuestas por el mismo motivo: el mensaje espeluznante de chicosiniestro21. Pero hubo un mensaje en particular que me llamó la atención, pues no preguntaba sobre el mensaje, sino que era del autor de éste.
"@chicosiniestro21:
He estado esperando por más de seis horas a tener una respuesta tuya. De verdad necesito tu ayuda. Lo que hice fue una estupidez, un accidente. Y te conozco Greta, sé que eres inteligente y también sé que te gusta la criminología.
Ayúdame por favor.
Estoy desesperado y no tengo idea de qué hacer.
Por favor, deja de ignorarme. Y no pretendas que estás ocupada, porque sé muy bien que pasas todo el tiempo en tu celular o en la computadora.
Ya no sé qué hacer, de verdad que no. Todo lo que necesito es ayuda."
Por un instante, me quedé paralizada.
Estaba enojada conmigo misma por haber creado un sitio que basaba su supervivencia en el anonimato.
Pero lo que más sentía era miedo.
"Y te conozco Greta... también sé que te gusta la criminología... sé muy bien que pasas todo el tiempo en tu celular o en la computadora."
La persona del otro lado del usuario me hablaba como si realmente me conociera, porque un extraño o un conocido promedio de ninguna manera harían mención de cosas tan específicas. ¿Cómo sabría un extraño que me gustaba la criminología?
Me puse de pie y comencé a caminar por el espacio de mi habitación, como si aquello fuese a resolver las cosas. Y mientras lo hacía, un pensamiento vino hacia mí.
Un año atrás, había escrito un ensayo sobre la ventaja de la ciencia en las investigaciones policiacas, mi profesora de esa clase me preguntó que por qué había elegido ese tema y yo le dije, frente a más de veinte alumnos, que lo elegí porque me encantaba la criminología.
Aparte de eso, estaba el inminente hecho de que yo había estado leyendo el primer volumen de Criminología en la actualidad en el receso escolar durante las últimas semanas y que luego había comenzado a leer el segundo.
¿Cuántas personas me prestaban la atención suficiente como para notar algo así?
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