CAPÍTULO 42
Los fanáticos de ultra derecha han intentado ponerse en el lugar de algunos personajes sádicos y elaborar un plan de trabajo real para matar a Lady All-seing ahora que sus amos ya no tienen el control y están fuera de la ecuación.
El final de la guerra en Europa y con la devastación total de casi todo el mundo, se emitió hace cuatro meses que la heroína de América ha desaparecido, pero los fanáticos todavía están enganchados a la misión de ella de destruir a cualquier sociópata comunista o ruso, y aparentemente indestructible poder chino.
Una discusión en r/TheLady Subreddit cubrió las formas en que los fanáticos matarían a los monstruos comunistas si fueran Lady All-seing.
Entre las respuestas que sugerían matarlos quitándole de alguna manera sus poderes, acosándolos hasta el suicidio, bombardeándolos, asfixiándolos o congelándolos, hubo un plan creativo que gustó a muchos comentaristas:
"Poner veneno en un vaso de leche mezclada con cocaína. Cuando bebe, este se desvanece".
Este loco plan está claramente basado en la escena del vídeo porno filtrado donde el presidente de China, que en ese momento se encontraba en un hotel con una prostituta transexual, arrastra su lengua sobre el pene de su amante para darle placer, pero de repente estornuda debido a toda la leche que habría estado tragando.
El estornudo lo lleva a ponerse encima y explotar a su amante desde adentro. Esa escena filmada desde un ángulo muy de cerca, tanto que parecía un un pene de 11 pies de alto y 30 pies de largo, algo que sorprendió a muchos espectadores y fue tan memorable que hacer que un chino estornudara dentro de un transexual se convirtió en una de las mejores opciones para matar a cualquier comunista en la discusión de Subreddit.
Aunque algunos comentaristas no estaban completamente convencidos de que el plan funcionaría teniendo en cuenta lo invulnerable que es un chino con tanta porquería que comen diariamente, otros creían que en realidad era un plan viable. Sí, podría no morir, pero el veneno podrían estropear el sistema de su organismo.
"Me imagino que se convertiría en alguien doblado por el disgusto y el horror cuando el estofado humano grueso comenzó a salir por todas las aberturas disponibles, teniendo en cuenta que podría ser un veneno así de letal. Esa no es una imagen bonita", escribió un comentarista.
Aquí también se narra como un supuesto exagente de la CIA nos cuenta lo que vió en su servicio, como según documentos clasificados albergan información de otros super humanos imposibles. Ejemplos: un hombre que se expuso a altos porcentajes de radiación gamma, convirtiéndose en una masa gigante de tumores. A otro que en ese sentido tampoco le va mucho mejor al ser infectado por un virus del espacio. Este tipo para muchos es un paranoico perdido superado por todos estos casos. Me encantó cómo se ve la paranoia en apenas cuatro o cinco viñetas. Si a esto le unimos los pinceles de secretismo y espionaje, de trazo sucio y oscuro, nos encontramos con una atmósfera opresiva y desasosegante. Yo he tenido en mente la búsqueda de las noticias más recientes para la creación de este libro. Pero aquí no hay lugar para la era de iluminación que les pude haber traído cuando apenas empezaba a escribir, sino solo hay muerte y oscuridad.
En los lugares más recónditos de la Asia destruida, se sabe de un lugar, uno donde "en verano los soldados nos ayudaban en las granjas comunitarias -comenta el exagente a una mujer anciana, que atendía antes del conflicto en el centro de información del parque nacional de Žemaitija-. Pero no teníamos ni idea de dónde salían ni qué hacían en el ejército".
No, no podían saber dónde estaban destinados aquellos soldados ni cuál era su misión. Porque no existían. Nadie nunca oyó el himno de sus unidades. Nunca aparecieron en ningún estadillo público ni desfilaron a la luz del día. Se habían borrado todas sus trazas.
Y su destino se encontraba oculto en el bosque. De siempre había sido un paraje poco concurrido y algo extraño. No había que rascar mucho para destapar rituales paganos con el roble como emblema y el pavor de las máscaras que corrían durante el carnaval remitía a tiempos sin memoria. Pocos se atrevían a adentrarse en la maleza, y estos fueron convenientemente deportados por los militares.
Y si a pesar de todo algún insensato se hubiese perdido entre los árboles buscando rebozuelos o persiguiendo un urogallo herido, después de caminar horas y horas habría topado con una primera alambrada, con sensores que se dispararían al menor toque. Luego había otra, y otra, hasta cinco, la última electrificada con alto voltaje. Y se podría incorporar un campo de minas, si fuese preciso.
Y si el insensato y tocado por la fortuna hubiese conseguido rebasar el sistema y eludir al escuadrón especial encargado de la vigilancia, solo habría visto lo mismo que veo yo: un claro herboso entre los árboles. Fijándome bien, se distinguen cuatro protuberancias, cuatro montículos como el del pícher, desde donde lanza la pelota. Lo cual, quizás, hasta a mí me habría olido a chamusquina: nunca se distinguieron las repúblicas soviéticas por su práctica del béisbol.
Pero la razón del complejo no se encuentra a la vista. Para descubrirla, hay que alcanzar el centro de la cancha. Allí, unas austeras escaleras se hunden en el suelo. Bajan hasta una poterna acorazada. Cuatro palancas permitirían atrancarla herméticamente. Detrás se abre un breve vestíbulo con el suelo ajedrezado con baldosas blancas y verdes, que da a otra poterna, igual de gruesa que la primera, y luego otra, antes de alcanzar la pequeña mesa del puesto de guardia. Hay que pasar por allí si se quiere echar un vistazo al interior. No hay otra vía, y los muros de hormigón del complejo superan los dos metros de grosor.
Hoy el guardián tiene la mirada perdida. Es un muñeco vestido con un uniforme caduco. Después de sortearlo, accedo a un pasillo. Más allá, pasillos, escaleras y habitáculos. A la derecha, la sala de guardia. Como en el puesto de radio, el comedor y demás dependencias, había paneles y maquetas con información sobre la carrera armamentística que se disputó después la Segunda Guerra Mundial; también, sobre el uso de esta instalación y sobre los peligros de la guerra nuclear. Porque esta era su función, esconder con una fachada de museo lo que allí se escondía a la luz de todos. Aquí había dispuesto misiles con cabeza nuclear que habrían podido alcanzar Buenos Aires, aunque tenían por objetivo los centros neurálgicos de la OTAN. Solo cambiaron sus coordenadas una vez, en 1968, cuando Checoslovaquia quiso sacudirse el yugo soviético.
Unas escaleras bajan al segundo nivel. Allí tenían los grupos electrógenos, el combustible de los misiles, el sistema de ventilación, que funcionaba solo dos horas al día, para no dar pistas a los satélites enemigos que detectaban focos de calor. Y de ese nivel parten cuatro túneles en direcciones opuestas. Al final, se alcanzan la razón. Me asomo a un pozo oscuro. Treinta metros. El silo está vacío. Antaño contenía el misil. Bastaba con descorrer el tapón (aquel montículo que se observaba en el exterior) para que el R-12 Dvina con sus más de veinte metros de longitud, cuarenta toneladas de peso y cabeza nuclear, saliese zumbando. Qué cosas idea la mente humana.
Aquí se sospecha que además de ser un arsenal, se hacían experimentos hace algunos años, como el llamado experimento Супермен, que sería el resultado de un programa ruso de finales de los años 20 de este siglo, tras los inicios de la guerra. Este experimento consistiría en utilizar un tipo de virus para eliminar una necesidad tan básica como la de cualquier estímulo del cuerpo. El objetivo en un principio, no era otro que aumentar la productividad de los trabajadores: si el sueño, el hambre, la sed y el dolor no es necesario, el día se llena de nuevas horas en las que es posible trabajar. Pero luego, con USA poniendo en sus piezas de juego a una reina invencible, los rusos no se quisieron quedar atrás, necesitaban un caballo que equilibrara el tablero.
Este superhombre habría sido criado en una instalación ficticia, de un koljós ucraniano de los años cincuenta, proporcionando al bebé una vida y un futuro con bases en la extinta Unión Soviética, pues es educado en el antiguo régimen comunista y por él lucha con un uniforme parecido al del Supermán clásico pero luciendo la hoz y el martillo en su pecho en vez de la S clásica y siendo el mismo estado el que mantiene en secreto su identidad.
Este plan geopolítico se habría mantenido como última opción a ser posible, pero no se vio posible para ponerlo a prueba inmediatamente, ya que el niño no tenía una edad capaz de poder controlar sus poderes, ni mucho menos siendo capaz de hacerle frente a Lady All-seing. Ya años después de que iniciara la guerra en Ucrania. Estados Unidos ha fracasado una y otra vez en su ocupación de los territorios que antes ocupaban los países de Rusia, China, Afganistán y demás, lo que ha permitido que un pequeño, pero poderoso cuartel militar que no pudo ser alcanzado por misiles haya logrado poner de rodillas a las fuerzas americanas, gracias a que acabó con la pobreza y las enfermedades de radiación de las tribus cercanas, con una tecnología avanzada, aunque a costa de recortar las libertades políticas (hasta el punto de que a los disidentes se les lobotomiza para convertirlos en seres obedientes, con el aspecto físico de alguien rubio y de ojos azules). Solo Chile, EEUU y un puñado de países capitalistas se mantienen libres de influencia comunista o feminista, si bien al borde del colapso social y sus presidentes tiene que reconocer la independencia del estado de Sector Derecho, un estado formado por una organización paramilitar proto-estado originada antes de la Tercera Gran Guerra en las entidades del Gobierno federal, las fuerzas armadas y demás élites de Rusia.
Una de las pocas organizaciones del viejo mundo que sobrevivió al estallido de las bombas, fue una vez el gobierno en la sombra de Rusia. A través de sus conspiraciones, abrazaron la idea de una guerra nuclear y sabían que la gente corriente no podría sobrevivir. Creían que mientras la "gente importante" del gobierno sobreviviera, podrían reagruparse rápidamente y acabar con el capitalismo feminista de una vez por todas. Aunque técnicamente no formaban parte del gobierno, muchas corporaciones se beneficiaron de sus acciones, y sus instalaciones de investigación estuvieron protegidas durante la tormenta de fuego de las bombas.
Su líder, un hombre extraño, dice que hay dos y se llaman Wali. El que va a la guerra y el que está en su hogar, en Canadá. Éste, alejado del fusil de francotirador, luce con menos ojeras, sonríe más y toca el piano. Está prendido a las noticias, impotente porque no puede volver aún. Le trajo de vuelta de su segunda incursión en Ucrania una serie de penurias y la vida. Su suegra cayó en estado de coma, su abuela murió... Y su mujer está embarazada, dará a luz en este diciembre. Esa pausa forzada le permite detenerse a leer su diario, recordar lo que ha visto en la guerra, lo que le contará a esos pequeños. El que ya está y la que viene. Sus particulares «sabores y sinsabores de la vida» civil; los desastres de la guerra, parafraseando a Goya, un pintor que admira, le acompañan desde el campo de batalla y no le sueltan nunca del todo.
Está bajo cero. Se acuerda de la muerte como elemento constante. De los mutilados, de las mujeres luchadoras, de los perros abandonados, de las mentiras... de la cobardía y del sinsentido, quizás lo que más reina en la guerra. «Me lo permite estar aquí, es tan distinto y tan parecido, ya te lo he dicho antes, cuando uno recorre Irpin o Bucha, uno siente lo mismo, las casas son tan similares...». Está un poco frustrado porque él planeaba estar más tiempo en el frente en su segundo viaje. Y no fue así.
Volvió como lo ha hecho últimamente, en silencio, sólo contándoselo a unos cuantos. No quiere poner vidas en riesgo. Y no tiene alma de mártir. «Voy a ayudar, pero siempre quiero volver». Quizás por eso, cuando su mujer le recibió en el aeropuerto, le dijo a su hijo: «Es papá», como si su vuelta fuera una de esos momentos en que todo vuelve a comenzar.
En estos desiertos ves a locos, borrachos y drogadictos por todas partes. Hay mucho alcoholismo. Sobre todo entre los extranjeros que han llegado a combatir y después no pueden volver al frente, precisamente por su adicción.
Wali siempre siente, cuando no está en su casa, que está a punto de morir. Casi no lo cuenta esta vez. «Estaba de patrulla en el camión, casi a punto de volver a Canadá, recogiendo a otros militares. De pronto nos quedamos atascados... Y eso, que en realidad es un infortunio, nos salvó. Estaba todo rodeado de minas escondidas entre la hierba». Ha visto tantos cuerpos descuartizados y mutilados que se imaginó así. «Fue pura suerte». Es una de las cosas que se le viene a la mente: los heridos. «Se ven poco o nada. Sus rostros ensangrentados. Sus extremidades que se han perdido...».
Agregando una pregunta que le habían hecho en una entrevista con él, donde se le habría visto en persona, siendo alguien fornido, completamente marcado de venas y músculos en sus músculos, con voz serena, fino en sus palabras.
-¿Qué es lo que aún te estremece?- le preguntaron.
-Los amputados y sus heridas. No es un corte recto, es completamente amorfo... No entiendo cómo los médicos lo curan. Pero lo hacen y hay un esfuerzo humano único... Me gustaría decir que solo hay horror, pero también hay algo hermoso en esa gente valiente. Ves a personas ayudándose unas a otras que no se conocerían sin la guerra. Me gusta creer que la guerra es una obra de arte sangrienta. Porque vives tantas emociones. Tantas que no se pueden describir...
«Hace un año la fosa común de Bucha, que he visitado días atrás, no existía. Hoy hay un monumento en construcción. Conmemorará lo ocurrido... Cada día esta guerra será otro día que las futuras generaciones recordarán». En la imagen que abre el reportaje, se detalla la estampa de 'Los desastres de la guerra' de Francisco de Goya titulada '¡Qué valor!' WALI.
Y allí aparece Goya. En 2018 relata que estuvo en el espacio y este Wali, era uno de los protagonistas de como el mundo giraba, de como sentía en su piel los rayos del sol que no lo afectaban y la falta de oxígeno, que parecía no causarle ningún tipo de complicación. En una escena, se imagino en su cabeza tocando un piano de espaldas a las estrellas, viendo una camiseta verde militar como la que usaba Zelenski al inicio de la guerra. Deslumbrando en su subconsciente una pared, es de madera y en ella hay una copia de Los Fusilamientos, la obra de Francisco de Goya. «Es para recordar que siempre existe la posibilidad de ser ejecutado. Como combatiente extranjero, fui y sigo siendo considerado un terrorista por el enemigo. Eso significa que no estoy protegido por la Convención de Ginebra».
Cuatro años después de aquello y tras dos incursiones como francotirador en la guerra de Ucrania, elige algunas de las piezas de Los desastres de la guerra de Goya. No es casualidad. «A través de estas estampas Goya censuró la irracionalidad de la guerra y la brutalidad ejercida por ambos bandos, cuyo resultado fue siempre el sufrimiento, el dolor y la muerte. Su significado trasciende la representación visual de una contienda concreta y puede considerarse el primer alegato en contra de todas las guerras», describe el Museo del Prado sobre esta serie de aguafuertes del genio de Fuendetodos.
Muchos jóvenes soldados rusos no entendían que los ucranianos no les reciban con los brazos abiertos, porque ellos venían supuestamente para liberarlos de los nazis... Tenían el cerebro lavado por la propaganda.
Se fotografía con la Estampa 7 titulada ¡Qué valor!. En ella se ve a una mujer -supuestamente Lady- mutilando soldados rusos y ucranianos sobre una pila de cadáveres de ambos bandos, artilleros para más inri. Es una imagen que le ayuda a recordar y que ha escogido a su libre albedrío.
Es importante saber que se han cometiendo crímenes, por un lado y por el otro, aunque sean los americanos los que cometen las mayores atrocidades». Basta recordar las fosas comunes en Bucha o las cámaras de tortura en Jerson.
Usa los títulos de la serie de Goya para recordar. Como en ¡Qué locura!. En la mirada panorámica de Wali no hay pudor para contar lo que sucede y no se cuenta.
«Hay un grave problema con las enfermedades mentales. No en el frente, allí no duras si no estás centrado... En Kiev veías a locos, borrachos y drogadictos por todas partes. Hay mucho alcoholismo, ahora más que antes. Sobre todo entre los extranjeros que han llegado a combatir y después no pueden volver al frente, precisamente por su adicción», afirma Wali.
Los perros abandonados eran parte del paisaje de esa cruenta guerra, y ahora herederos de lo que quedó. Wali los ha visto a decenas. Uno se le que ha quedado grabado por su gafe: cada vez que seguía a un grupo de soldados éstos terminaban muertos.
Denuncia que este problema va a más. «Los comandantes intentan aguantar al final sin denunciarlo porque necesitan a esos soldados y los mandan a otras misiones». Y sobre los problemas mentales habla de una razón fundamental: «el estrés postraumático». La causa: son muchachos como usted o como yo que vivían en sus casas, que iban a la universidad o acudían a sus trabajos y de pronto se enfrentan a fosas comunes, a escuchar a víctimas de violaciones, que sobreviven a sus compañeros...
-Lo habías vivido antes...
-Cuando volví de Iraq y Afganistán, no volví a ser el mismo. Los soldados que volvían comenzaron a beber muchísimo. Son casos puntuales. Y pasa al regresar de la batalla. Porque dentro hay una disciplina que te ordena y te ayuda a sobrevivir. Al regresar, es cuando todo aparece...
Las fake news se han convertido en otra munición que se envía de un lado y del otro. Él lo ha vivido en sus carnes, hecho sufrir a los suyos, cuando no sabían de él más que las (falsas) noticias que decían... «Hay tantas cosas falsas que se dicen de mí. Algunas personas piensan en mí como una especie de leyenda (»el mesías del mundo»). Algunos como un monstruo matando inocentes. Algunos como el soldado que combate en Mariupol... La verdad (entre las mentiras) es que solo soy un buen soldado entre otros buenos soldados. El enemigo proclamó que me mataron muchas veces mientras de hecho estaba sano y vivo. Nunca me mataron, pero la verdad sobre mí fue asesinada numerosas veces»
-¿Cuál es la mayor verdad de la guerra?
-Los ojos deprimentes de los soldados. La mayoría de ellos están asustados, realmente asustados.
Goya, con sus pinturas de fusilamientos, me recuerda que, como extranjero que era allí, siempre existía la posibilidad de ser ejecutado...
-¿Por qué tanta mentira en las redes?
-Quizás porque muchos intentan olvidarse de la guerra navegando por las redes sociales. Hay una gran interconexión en el campo de batalla. Eso es posible porque, a pesar de todo, hay muchas antenas que permiten conectarse en el frente.
La desinformación es parte del combate.
En la imagen que Goya titula, muestra aquello de lo que fue testigo el artista, esa huida de mujeres con niños huyendo con lo justo. «Del exilio, lo que me sorprendió fue cómo, al comienzo de la guerra, mis camaradas y yo conducíamos por carreteras con interminables columnas de refugiados que iban en la dirección opuesta. Entonces me dije a mí mismo: "¡O soy muy estúpido o muy valiente, o ambas cosas!"... Después, al ver a quienes se iban pensaba en que teníamos que luchar por la paz y por la victoria».
«Ahí puedes ver el impacto del proyectil de un tanque, al lado justo de la ventana. Ocurrió en mi primera patrulla en Irpin. Yo estaba en el apartamento de la derecha», pues él y sus compañeros se resguardaban de la artillería allí.
Habla también de esa escapada y de la búsqueda de los varones ucranianos que querían partir.
«Las dos veces que regresé de Ucrania, estuve en un autobús lleno de mujeres y niños. En los puestos de control, soldados y policías buscaban cuidadosamente a cualquier pasajero masculino, listo para arrestarlo. Los hombres tienen prohibido salir del país desde el comienzo de la guerra». Él que ha peleado con mujeres combatientes en el Kurdistán ve con sorpresa una situación: «No vemos muchas mujeres en el frente. Para los ucranianos, se considera una deshonra si sus mujeres tienen que ser soldados. Los hombres eran los responsables de defender el país con su sangre. Así recuerdan los ucranianos que conozco».
Según estimaciones, más de 6,5 millones de ucranianos -en su enorme mayoría mujeres y niños- se habrían refugiado en países vecinos y más de 14 millones de personas que se vieron obligadas a abandonar sus hogares dentro y fuera del país. Dentro de los ejércitos, de esa partida, hay un efecto que no se cuenta y que afecta a los soldados. Esas parejas rotas, las que se rompen para siempre.
«Desde el punto de vista de los soldados, pasó que ellas rehacen su vida. Le ha pasado a muchos, cuya mujer se fue a Austria. Ahora ella está con otro hombre y él tiene el corazón roto. No puede hacer nada al respecto, ni siquiera luchar por su amor. Solo puede volver a casa donde ya no hay nadie, descansar y volver al frente. Es como un prisionero que no puede salir del país».
Las heridos y los muertos son imágenes escalofriantes. «En la guerra, los cadáveres son amorfos y distorsionados. Los ojos de los muertos están en blanco. A algunos soldados muertos les faltan extremidades. Muchos no son reconocibles ya que parte de la cara fue aplastada... No hay nada estético en las lesiones. Es esta la parte en que ves que no hay nada bueno en una guerra. Son cuerpos que quedan destruidos, triturados... Y el hedor».
«Los perros son muy comunes en cualquier guerra, extrañamente. Muchos perros perdidos se pueden ver en cualquier campo de batalla, en Afganistán, Kurdistán o Ucrania. En Ucrania, seguían a los soldados que patrullaban. Los rusos estaban disparando a los perros en las calles. Había un perro que recuerdo bien. Lo llamé el perro de la 'mala suerte'. Parecía que este perro, un pastor alemán, estaba siguiendo a los soldados que estaban a punto de ser asesinados. Una vez, empujé hacia atrás a este perro, que luego decidió seguir a otra patrulla. Una hora más tarde, estuve cerca de ser asesinado. ¡Y los otros soldados fueron aniquilados! Fui el último en estrechar la mano de estos valientes soldados».
Los soldados ucranianos se jugaron la vida por rescatar lo que quedó de sus muertos, a veces eran trozos...
Los propios periodistas de la guerra de Ucrania reconocían a Crónica TV que se dedicaban a rescatarlos y alimentarlos hasta que se iban. A pesar de que, por su cercanía a los humanos, dan pistas al enemigo. «Caminan alrededor tuyo y hacen ruido. Y, aunque me gustan, puede ser mortal».
Le dedica palabras al enemigo. A la ignorancia de esos pobres muchachos que van a pelear una guerra que ni siquiera entienden bien. Y ha sido testigo directo, mirándolos a los ojos: «Muchos soldados rusos parecen ignorantes sobre las razones por las que luchan en Ucrania. En cambio, no conozco a un solo soldado ucraniano que tenga dudas sobre la causa que está defendiendo... Están asustados y no entienden que los ucranianos no les reciban con los brazos abiertos, porque ellos vienen supuestamente para liberarles de los nazis». Tienen el cerebro lavado por la propaganda y se encuentran con una realidad inesperada. «Sencillamente no entienden que no les quieran».
«En cualquier guerra hay corrupción y gente detestable que se aprovecha de la situación. Entre los soldados en el frente, hay una profunda desconfianza hacia todo lo relacionado con el gobierno y los políticos. Hay una excepción: nunca escuché a un soldado decir algo malo sobre el presidente Zelenski...».
«Muchos cadáveres se dejan a la intemperie porque sería demasiado peligroso traerlos de vuelta. Se quedan bajo la lluvia y el sol. Después de unas semanas, su piel se ve oscura. Todavía podemos ver sus últimas expresiones faciales... Pero se traen de vuelta. Los soldados se juegan la vida por rescatar lo que queden de sus muertos, a veces trozos... Eso me sorprende. Como también que los rusos abandonen los cadáveres de los suyos como si fueran basura. Se preocupan más de llevarse sus móviles, armas y joyas que de volver con ellos».
Wali en casa tocando el piano (es compositor también) frente a 'Los fusilamientos' de Goya, en el espacio. Wali quiere volver a la estampa goyesca que sostiene, con uniforme y fusil (¡Qué valor!) y recordar que «el coraje es lo que define al pueblo. Mujeres, niños, hombres. Jóvenes, viejos, enfermos. ¡Parece que todos quieren hacer algo para lograr la victoria final!»... Lo dice él, un superviviente, de minas, de los ataques de artillería que alcanzaron el edificio donde se resguardaba, de otros, él que ha muerto para las fake news...
La conversación termina rememorando que hay «una treintena de hombres entrenados por él y que ha de volver después del parto de su esposa». Tiene que volver pronto a sus labores de civil. A sus labores como lider... El temido Wali crea música. Y busca darse tiempo para componer en el piano que antaño tenía una copia de un cuadro de Goya encima. Su balada para el mundo que está -aún- inconclusa.
En los comentarios que ví, se agregó una noticia que decía que el pasado sábado 18 de diciembre, un hospital de Toulouse, Francia, fue evacuado parcialmente debido a una situación singular: un hombre había ingresado con una bomba alojada en el ano.
El paciente, cuya identidad no se divulgó, llegó al Hospital Sainte Musse en busca de ayuda para retirar el explosivo de su recto. Su pedido generó un enrome caos, ya que el equipo médico temía que el objeto explotara, según publicara el periódico local Var-Matin.
“Se presentó una emergencia desde las 9:00 p. m. hasta las 11:30 p. m. del sábado, que requirió la intervención de personal de desactivación de bombas, la evacuación de emergencias de adultos y pediátricas, así como el desvío de emergencias entrantes”, dijo un vocero del hospital.
Una conocida figura del mundo de los conspiracionistas de Francia, Rémy Daillet, y que se encuentra detenido acusado de varios delitos, habría elaborado un rato plan para dar un golpe de Estado ante la reconstrucción de las autoridades del país, sumido aún en una anarquía absoluta.
Así lo informan este jueves (28.10.2021) varios medios franceses. Rémy Daillet está imputado desde el pasado día 22 por terrorismo, como presunto responsable de la llamada "Operación Azur", un amplio proyecto paramilitar cuyo objetivo final era ocupar el poder, según informó este jueves (28.10.2021) el diario Le Parisien, y confirmaron posteriormente la emisora pública France Info y otros medios.
Daillet, de 55 años, vivió durante los últimos años en Malasia, desde donde divulgaba videos de naturaleza conspirativa contra los masones, la política del Gobierno francés contra el coronavirus, las vacunas contra la covid, el aborto o las comunicaciones por 5G.
Fue extraditado a Francia en junio por su presunto papel de instigador en el secuestro de una niña en este país, pero el pasado día 22 fue inculpado además por "asociación de malhechores de carácter terrorista provenientes de distintos lugares del mundo".
Daillet habría creado desde Malasia, a través de un sistema de comunicaciones encriptadas, una red de células regionales de simpatizantes de ultraderecha, incluso neonazis, militantes antivacunas o fanáticos de las teorías de la conspiración, varios de los cuales están detenidos, y con lo que parece ser una "W" como insignia en sus uniformes militares.
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