CAPÍTULO 41
A ocho meses de la Incursión armada de Rusia en defensa de Donetsk, Lughanst, Kherson y Zaporizhzhia, provincias secesionistas de Ucrania, el conflicto ha tomado un curso de graves proporciones y de consecuencias impredecibles. No cabe duda que el problema trasciende los límites domésticos entre países eslavos con viejas rencillas fronterizas y políticas, sumado el hecho surgido por actuales problemáticas de género entre hombres y mujeres; aquí se está decidiendo el curso de la historia entre poderes hegemónicos contrapuestos y sistemas sociopolítico con intereses económicos antagónicos. Es un problema existencial de la humanidad, donde el progreso se impone con el poder creador de lo nuevo a la obsolescencia de una época histórica que pierde vigencia civilizatoria en el contexto cultural, científico y tecnológico, convirtiéndose en rémora del progreso. Esa es la realidad que remueve el andamiaje estructural de una dominación imperialista, que durante un siglo ha impuesto su hegemonía política y económica al mundo.
Ucrania, ha sido el instrumento político y geoestratégico buscado, entrenado, armado y adoctrinado para jugar el rol de cabeza de playa, para llevarse a cabo esta contienda de agresión que EE.UU viene gestando contra Rusia desde la desaparición de la URSS en 1991, hace más de treinta años. EE.UU con el Pentágono y la OTAN instrumentaron con escuadrones neonazis, surgidos en los países euro asiáticos y de Europa occidental, un ejército mercenario con la doctrina y legado nazi de Steph Bandera, héroe del nazismo ucraniano que sirvió con el ejército nazi alemán en contra de fuerzas soviéticas en la Segunda Guerra Mundial. El Banderismo Nazi es un sentimiento nacionalista de extrema derecha, chovinista, con profunda aversión hacia Rusia. En Ucrania el Imperialismo Norteamericano, durante treinta años, creó las condiciones belicistas anti rusas reclutando y entrenando mercenarios de cualquier origen, para conformar los escuadrones nazifacistas que presenta en la vanguardia del ejército ucraniano en el frente anti ruso en Donbass.
Ahora con la desestabilización en la zona, medios de comunicación han revelado que han resurgido entre las ruinas de la antigua Ucrania, con la respuesta nuclear en la zona y la devastación total del país, estos mismos fieles han creado su propio país con bases arraigadas en el Mein Kampf, que a su vez usan como una especie de constitución para ellos. No se sabe a ciencia cierta quién fundó este llamadl VI Reich que actúa en los alrededores de lo que antes era Kiev, pero sin duda fue alguien que dió con un filón de libros de Historia del siglo XX y le patinó la neurona concretamente con toda la parafernalia nacionalsocialista del fascismo europeo de los años 30 y 40. Apartándose de la actitud y las pintas más anarco-punk de los pandilleros corrientes, esta persona fundó una organización altamente militarizada, organizada y jerarquizada, haciendo acopio de una gran cantidad de material bélico en un asentamiento con aspecto de fortaleza al que bautizó como Festung Germania. Como los libros que hablaban de fechas muy antiguas, y ante la duda de si había habido otro Reich posterior al tercero del que tanto había leído en ellos, la bautizó como VI Reich por si las moscas.
A pesar de sus pretensiones, hasta fechas cercanas era un grupo bastante patético que solía llevarse palizas de cualquiera que se lo cruzase. Pero como si el destino hubiera intervenido, dos hechos fortuitos pero similares han cambiado las tornas. En un búnker militar encontraron en unas cámaras criogénicas a unas soldados genéticamente mejoradas para la guerra, más fuertes y menos inteligentes. Estas fueron convertidas en la tropa de élite del VI Reich, los Ubersoldat. Y además, en otra expedición rutinaria en busca de suministros, fue descubierta una trampilla bajo los escombros de una mansión en ruinas. Esta conducía nada más y nada menos que al museo privado de un millonario aficionado a la historia, que contenía entre otras muchas cosas cientos de uniformes y armas de la II Guerra Mundial, un material ideal para equipar estos antiguos soldados.
Los principios básicos del VI Reich son un odio profundo a los rusos, a quienes consideran animales indignos de codearse con los demás humanos, así como una especie de culto catastrofista al fin del mundo, que ellos están convencidos de que aún está por llegar. Así pues, combinan lo mejor de los "preparadores" del fin del mundo actual con un sano odio racista por aquellos a quienes consideran inferiores, estos que causaron el final de todo. Cabe decir que, mientras no tengas miembros de más o estés enfermo por radiactividad, escamas, cola, alguna mutación rara, ser comunista, judío o ser ruso, el VI Reich te recibirá con los brazos abiertos sin importar tu sexo, hombres y mujeres integran las filas de esta organización, que en la actualidad está dirigida por el Führer Aaron Schwartzmann.
La vida ahora en Europa, Asia y casi toda Eurasia es conocida como un Páramo duro, y si no quieres o puedes permanecer en un asentamiento, lo normal es agruparse. Los pandilleros son posiblemente lo que más habitualmente puedes encontrar en la mayor parte del Páramo, desde bandas de saqueadores a justicieros. Hay grupos que se dedican a atacar asentamientos y asaltar viajeros en busca de balas y gasolina, algunos que actúan como mercenarios, realizando encargos para caciques o simplemente labores de vigilancia de los alrededores de algún asentamiento, y otros que recorren el Páramo como espíritus libres, aprovechando la fuerza del grupo para tener más posibilidades de sobrevivir.
Son los mejores combatientes y tienen más armas de fuego que ninguna de las últimas potencias que sobrevivieron a la hecatombe.
La mayoría de las bandas están organizadas en base a la veteranía y a la capacidad de luchar, mayormente de sexo femenino y sin hombres. Para aquellos grupos de hombres que no sepan combatir acabarán muertos más pronto que tarde, así que incluso los novatos son mejores luchando que la mayoría de los habitantes del Páramo. Los veteranos y veteranas ocupan una posición destacada en la banda, siendo respetados por todos. El líder debe serlo por méritos propios, aquí no se consigue nada ni mediante el politiqueo ni mediante lazos de sangre. Si bien hay diferencias, y algunas bandas valoran más la capacidad de mando, mientras que otras se ciñen a lo estrictamente físico, y el jefe puede ser retado para ocupar su puesto, ningún líder de unos pandilleros será alguien que no pueda demostrar que se lo merece.
Hay bandas de pandilleros que siguen un estilo propio y definido, como puede ser usar el mismo tipo de ropajes, llevar unos tatuajes identificativos o afeitarse media cabeza. Otras son totalmente heterogéneas, sin necesidad de mostrar ninguna marca de tribu.
Habitualmente son bandas nómadas, que intentan conseguir recursos a lo largo del Páramo, si bien hay alguna que tiene algún pequeño asentamiento como base, donde descansar de vez en cuando, o entrenar a los novatos.
Además de que en muchas zonas pobladas del continente Asiático, aún se mantienen en pie luego de las sucesivas explosiones nucleares, como el de uno de los cultos más famosos en la zona del Páramo, que es el de la Sangre Negra, una congregación que conserva un pozo petrolífero en perfecto estado en un asentamiento fuertemente blindado.
Veneran el petróleo como una fuerza casi mística que provee Mortuus'Lac, una especie de deidad. No comercian de ninguna manera con todo lo que extraen del subsuelo, ya que solo los miembros del culto son dignos de usar sus bendiciones. Si bien a veces solían intentar llevar su palabra por los asentamientos, para conseguir nuevos feligreses, no seguían una política agresiva. Lo que no significa que no estuvieran bien entrenados para el combate, pues eran conscientes de que cualquier banda mataría por conseguir su combustible y tenían que saber defenderse.
Sin embargo, el ataque a su asentamiento ha cambiado esto. Han entrado en un estado de paranoia total por el que creen que el resto del mundo quiere robar sus recursos, y no dudan en entrar en combate con quien sea, incluso realizando "ataques preventivos". Y por si fuera poco, son bien capaces de usar máquinas que funcionan con combustible, con las que otras facciones no pueden ni soñar, para atacar a sus enemigos.
Los Hijos de la Sangre Negra siguen un estricta jerarquía religiosa.
Al mando está un Sumo Sacerdote, que controla todo desde su refinería. Por debajo están los Guardianes de la Llama, que inspiran con su presencia a los guerreros del Culto y llevan la palabra de Mortuus'Lac allá donde van. Los Ascuas son hermanos entrenados en el combate para luchar contra los enemigos de la Sangre Negra, armados con lanzallamas o motosierras, imposibles de ver en otras facciones del Páramo. Los Chispas son exploradores, montados sobre motocicletas pueden avanzar rápidamente por el Páramo. Los Cenizas son la base del Culto, se encargan de las tareas más básicas y van al combate cuando es necesario. Los Quemados son un caso a parte, fanáticos absolutos que no dudan en dar su vida por la Sangre Negra.
Pero en donde antes existía la India, ha surgido un emperador, que según él es la union de todos los antiguos psiquicos (shamanes) de la vieja tierra de la prehistoria, que vieron venir una era de oscuridad para la humanidad y supieron que solo todo su potencial unido podria ayudar a sobrevivir a la humanidad. Tras una union de almas y suicidio colectivo crearon el ser inmortal y psiquico de primer nivel que mas adelante seria conocido como el emperador de la humanidad. Aun tras esto, no se dio a conocer hasta que la humanidad cayo en una oscuridad conocida como la Era de los conflictos, donde hijos e hijas se confrontaron, a la vez que unas terribles tormentas radioactivas impedian la comunicacion de las diferentes colonias de la humanidad allá donde fuese que explotó una bomba.
Tras volver a la barbarie en mitad de la Tierra, el emperador decidio unificar a todas las tribus tecnobarbaras existentes e imponer el orden. Para ello creo a unos guerreros modificados geneticamente, similares a las guerreras modificadas actuales, pero menos duraderos y con menos libertad de accion, herramientas para un fin, la unificacion de toda India.
El más inquietante de los diferentes tipos de monstruos de estos restos de humanidad luego de la guerra, es explicada como una metáfora que explica cómo se supone que los fanáticos deben ver a sus líderes y, de hecho, a sus enemigos que ayudan a hacer cumplir la visión de Lady All-seing para Estados Unidos en las zonas ya conquistadas, como Vietnam. Si bien nadie podría llamar sutiles a los recientes bastiones de tribus de humanos (pasan demasiado tiempo golpeándose así mismos hasta matarse con palancas para eso), tienen una perspectiva consistente sobre el mal comportamiento corporativo, la corrupción política y la influencia venenosa del poder sin control.
Lady All-seing es el ejemplo más obvio de estos temas, ya que esta Superman-pastiche imposible de matar se da cuenta en el transcurso de este tiempo de que nadie, incluidos sus controladores corporativos, pueden impedir que haga lo que quiera. En última instancia, sin embargo, Lady es una mentira viviente. Mientras que al público se le dice que constantemente está salvando el mundo y que ayudó a destruir a los "malos" que querían acabar con más vidas inocentes, el mayor desafío al que se enfrenta es matar silenciosamente a los que son desobedientes y la critican incluso antes de que la vean venir. Lady no da nada a las personas que la aman y, a cambio, exige que se satisfagan todas sus necesidades al instante, respondiendo a cualquier frustración con la violenta impaciencia de una niña. Este modelo de poder corrupto se muestra a lo largo de toda su historia, ya que los poderosos toman lo que quieren sin devolver nada al mundo del que se están aprovechando.
No hay que ser corresponsal de guerra para, en este oficio, tropezar con intransigentes, pistoleros, ofendidos, dictadores íntimos y matones de alquiler. Te amenazan por activa y por pasiva, en la tribuna o con una postal de cumpleaños, te niegan el saludo y dan por zanjada la amistad que uno nunca ofreció.
Todo es parte del trabajo y quien se queja es porque nunca supo a lo que venía. El periodismo, la página de opinión, la investigación, el diálogo más o menos cuerdo, la ficción incluso, hace rato que incomodan. Y el incomodado, si antes era un animal inofensivo y parlante, asume su forma llana, la de bravucón irracional o boxeador de insultos.
Son perros que ladran y, si uno se deja, muerden, encueran y azotan. No hay límites cuando se ha expuesto lo que hay, sin apasionamientos ni militancias. En un entorno como el nuestro –al cual se suma también la maraña de exiliados que vagamos por el mundo– lo único que no se perdona es que un comentario sea objetivo y sereno.
La propaganda y el chanchullo son los estilos predilectos del reportero, y encuentran siempre su público. El manual exige tener las lealtades bien claras. Un bando debe dinamitar la credibilidad y la reputación del otro, no se debe escatimar en chismes y apelativos, sin sentimentalismo, veneración excesiva a un famoso o exaltación lacrimógena no hay material que entretenga.
Hay que matizar, claro. Como decía el áspero Clint Eastwood, poncho al hombro y tabaco en la comisura de la boca: "Cada revólver hace su propia música". No es lo mismo un diario o una revista seria, que sepa ganarse el pan, que el último folletín de chismes o el gigoló que se las da de cronista.
En todo entra el respeto que uno tenga por la verdad, el idioma y el oficio. Esos tres puntales lo mantienen a uno disciplinado cuando lo acosan la ideología, la ambigüedad, la improvisación, los ladridos y la presión del ambiente.
Incluso llegan noticias de los restos del antiguo continente, con solo aquellos periodistas que tenían la suficiente cobertura para seguir informando después de todo el bombardeo y la lluvia radiactiva.
Al sur de China, a 40 kilómetros de la antigua capital de Pekín, existe una fortaleza repleta de luces y guardias armados que en agosto horrorizó solo con lo descrito. En los terrenos de la finca Goghua Fusagasuga, dentro de sus 13.000 hectáreas, tan grandes como 13.000 campos de fútbol, se asentaba desde hacía un tiempo no específico una secta llamada Colonia Zhōngchéng. Fue fundada por Liu Gan, un antiguo enfermero que gobierna sobre sus 10.000 feligreses ejerciendo la tortura y el lavado de cerebro. Ahora, además, pesan sobre él las acusaciones de violación y abuso de menores, narcotráfico, desaparición de personas, experimentos en humanos, incomunicación de sus habitantes y la prohibición terminantemente de salir de su propio reino.
Antes de ello, el ejército estadounidense esperaba recibir ordenes para irrumpir en la finca. Mientras tanto, los japoneses y algunos soldados australianos se desayunaban cada día con una nueva historia de los seguidores de Liu que lograron escapar del fortín.
Más que asombrosa resulta espeluznante la similitud de los testimonios del primero de los evadidos de la colonia, hace más de un año atrás, y del último, hace menos de un mes. Un periodista anónimo logró infiltrarse allí como alguien que buscaba la salvación y ayuda, cuando estuvo allí, en los terrenos de Liu. Contó que había hablado con un joven de 21, que cuando tenía 12 años, Liu, a las seis horas de conocerlo, le llevó a la cama y abusó de él. Este le advirtió: "Para los colonos, Liu es el mesías. Lo que él pide se hace sin discusión. En la Colonia hay muchos niños, aproximadamente 70 menores de edad, y sus actividades homosexuales continúan. Cada día un niño hace turno como ayudante de Liu, lo que incluye dormir con él".
Entrevisto tanto a chinos como también a inmigrantes que había comprado Liu a esclavos del yermo, Tobías Müller de 24 años, intento escapar con su amigo Zalo Luna, de 18, lo lograron pero volvieron a entrar allí, ya que fuera del lugar no había nada mejor, solo hambre y más muerte, cosa que no existía dentro de la colonia. Tobías relató que después de ducharse, Liu les pasaba con un esponja por todo el cuerpo mientras intercalaba con su lengua, al lamer apasionadamente, Liu también escogía a un niño para llevárselo a la cama. Cada 18 días un menor debía cumplir un turno diurno y nocturno, el "servicio" lo llaman eufemísticamente, con Liu. Tobias intentó escapar luego de su entrevista, pero fue capturado y sometido a latigazos severos, hasta que se le desprendía la carne de los huesos y se le partía en dos la espalda. Sumado a torturas como quemarle los genitales con un hierro caliente y cortarle partes del cuerpo como los pezones y la punta del pene.
Si el relato del periodista no identificado reveló la existencia de la secta, los de Tobías y Zalo estremecieron y dejaron sin validez a la posibilidad de socializar con la gente del Páramo, salvo el de los colonos que lo consideran su führer, que según inteligencia americana, puede servir como un buen uso en su reestructuración y colonización del territorio, o más bien, del continente entero.
Aunque no es algo seguro, la historia de este grupo empezó mucho antes de que China capitulase, vendiendo libros con la imagen al líder del culto tras su supuesta fiesta de orgía para despedirse de este mundo si llegaba la guerra. Su origen se remonta a un tiempo en que el país vivía una dolorosa resaca provocada por la guerra con Taiwán. Durante aquellos años, la victoria Estadounidense puso fin a la idea de que el Emperador Xi Jinping era una suerte de divinidad incapaz de doblar la rodilla ante sus enemigos y derivó, a la larga, en el afloramiento de cientos de movimientos religiosos (hasta 180.000) con unos fines tan diversos como gente que se unía a ellos.
Fue en dicha época, cuando Ashara Matsumoto (el verdadero nombre de Liu) fundó 'Yuánzǐ zhàn', un grupo espiritual basado en los fundamentos budistas e hindúes y centrado en la práctica del yoga.
Poco duró aquella primera fase. Con el paso del tiempo, Asahara moduló su discurso y se convirtió en un señor del Apocalipsis. Aupado por la fe ciega de sus seguidores, el autodenominado 'Iluminado' comenzó a predicar contra la supremacía de Estados Unidos y criticó a Japón por haber caído presa de sus tentáculos. Su paranoia fue en aumento y no tardó en enarbolar un discurso de odio contra una supuesta organización secreta encargada de dirimir el destino del mundo desde Norteamérica.
También proclamó la llegada de la Tercera Guerra Mundial antes de que terminase la guerra contra Taiwán e instó a sus acólitos a entregarle sus posesiones para huir de las riquezas mundanas. «Las almas apegadas al materialismo o los placeres carnales irán al infierno», solía repetir. Gracias a esta máxima atesoró un patrimonio de unos mil millones de euros.
Su discurso, por extraño que parezca, caló entre las clases más cultas de Japón. Y todo ello, a pesar de que se atribuía superpoderes como levitar o saber leer la mente. A sus seguidores, Asahara les ofrecía la iluminación y la vida eterna. A cambio, debían abandonar su trabajo, trasladarse hasta los dominios de él y dedicarse en cuerpo y alma al grupo.
Los métodos para convencer a sus acólitos eran los típicos de cualquier secta; la privación de sexo y comida, la ingestión de drogas (entre las que destacaba el LSD) o la exposición a descargas eléctricas que -presuntamente- aumentaban la capacidad mental son solo algunos ejemplos. «Su estrategia es desgastarte y tomar el control de tu mente. Te promete el cielo, pero te hace vivir un infierno», explicó un miembro arrepentido después de escapar de la congregación.
Tras coquetear con la producción de sustancias tóxicas y usarlas en pequeños ataques contra los jueces que trataban de poner fin a su reino del terror, Asahara orquestó su acción más deleznable. Estableció que un equipo de cinco hombres se internaría en tres de las principales líneas del metro de Pekin y liberaría un gas letal en los trenes cuando estos convergieran en la parada principal, sede de las oficinas de los ministerios chinos y de una de las comisarías más grandes de la policía metropolitana.
A sus seguidores les vendió aquel golpe de mano como una reivindicación religiosa, pero la realidad es que las autoridades cerraban cada vez más el cerco sobre el culto y el líder buscaba despistar a los servicios de inteligencia haciéndoles creer que el ataque era obra de Estados Unidos.
Asahara escogió como arma unos pequeños paquetes de gas sarin camuflados como bolsas de comida precocinada y ordenó a sus acólitos que, cuando llegara el momento, liberaran su letal contenido en los vagones con la ayuda de la punta afilada de un paraguas. «Este gas produce una congestión de los pulmones, sudor intenso, vómitos y convulsiones que ocasionan la muerte en quince minutos», explicaba, la prensa española con preocupación.
No se puede decir que el comando ignorara la ingente cantidad de muertos que se producirían, pues el grupo estaba formado por tres jóvenes con conocimientos superiores en físicas (Masato Yokoyama, Kenichi Hirose y Toru Toyoda), un licenciado en inteligencia artificial (Yasuo Hayashi) y un veterano cardiólogo (Ikuo Hayashi). Como día de autos, el líder seleccionó el 20 de marzo, un lunes, por ser la jornada en que más personas utilizaban el metro.
La operación terrorista comenzó poco antes de las ocho de la mañana. A esa hora, cada uno de los cinco miembros se subió a un tren distinto. Cuando se hallaban cerca del objetivo rompieron los paquetes y liberaron el contenido, aunque no sin remordimientos. «Cuando miré a mi alrededor ver tantos viajeros me conmocionó. Soy médico y he dedicado mi vida a salvar vidas. Sabía que, si perforaba esas bolsas, moriría mucha gente, pero no podía desobedecer órdenes», afirmó después a la policía Hayashi.
Salvo en el caso de Yokoyama (al que los nervios le impidieron cumplir la tarea y apenas pudo hacer un pequeño agujero a uno de los fardos) el resto cumplió la misión y, entre las 8:09 y las 8:17 de la mañana el sarin se abrió paso en un total de 16 estaciones. A partir de entonces se vivieron escenas de auténtico pánico. «Vi a un hombre sufrir espasmos en el suelo, parecía que nadaba como un pez fuera del agua», desveló Nobuo Serizawa, uno de los fotógrafos enviados al lugar. Los miembros de la secta escaparon.
La prensa de la época definió el ataque como una matanza. Fue de tal calibre que los servicios de inteligencia se lo atribuyeron, en principio, a Estados Unidos. Asahara, por su parte, negó su implicación en una entrevista en la cadena nipona NHK y afirmó que su grupo tenía productos químicos por otras causas: «El fluoruro de sodio lo utilizamos para hacer cerámica, y el tricloruro de fósforo como fertilizante. No sabía que se podían usar para fabricar sarin».
No le sirvió de nada. La policía contraatacó tras recibir un chivatazo y, pocos días después, desplazó a 2.500 agentes hasta las 25 oficinas que la secta tenía por todo el país. La respuesta de sus integrantes fue general: «No tenemos nada que ocultar. Lo que hacéis es injusto, pero cooperaremos». El resto es historia. Finalizadas las pesquisas se acusó al líder de ser el cerebro de 29 asesinatos (16 de ellos, antes del 20 de marzo) y, a la larga, se juzgó a 189 de sus miembros. Ahora resurgido y cumpliendo su sueño de ser una potencia feudal.
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