CAPÍTULO 28
¿Por qué "chamuyo"? Puede sonar desagradable el término poco elegante, originado en el lunfardo. Pero como dijo una vez Fontanarrosa, aludiendo a las groserías, hay veces que el uso de un vocablo es irremplazable, "por sonoridad, por fuerza, e incluso por la contextura física de la palabra". Es difícil referirse con mayor exactitud terminológica a esta "herramienta" -otrora ingeniosa- a la que tanto recurrimos por estas tierras para sacar ventajas.
Valga aclararlo: alude al "verso", al parloteo insustancial, al discurso que engaña a partir de la falacia o la trampa. Definitivamente inconducente, aunque busca persuadir huérfano de fundamento. Curiosamente, desde una aparente seguridad. Tan argentino, especialmente tan porteño...
Ese rasgo distintivo de nuestra idiosincrasia nos lleva, consciente o inconscientemente, a discusiones furibundas, estériles e inacabables, porque el chamuyero que tiene calle, se cree el más inteligente, siempre. Ese sello característico tan arraigado en la personalidad argentina puede sorprender aquí a un incauto, pero en el mundo a nadie. Por ejemplo, yo soy uno.
Nos ganamos la fama a lo largo de muchos años de viveza criolla.
De tanto cheque sin fondos, hace mucho que dejamos de ser confiables. Para muchos políticos, y más en campaña, es un recurso tan útil como la promesa demagógica o la mentira solapada. El ciudadano inocente cae en la trampa, pero cada vez es más incrédulo. No es fácil porque casi todos ellos (gobernantes, peor) chamuyan para su molino.
Últimamente, ciertos hechos novedosos han reducido sensiblemente el margen para esta clase de engaños infames.
Primero, la guerra iniciada por la agresión de Rusia a Ucrania, y sus consiguientes repercusiones en las relaciones internacionales, en los mercados y el comercio global. No pudimos haber quedado peor parados ante el mundo por la inoportunidad de las visitas a Rusia y China, las declaraciones realizadas, y la tardía condena a la invasión, que implican un alineamiento del lado incorrecto.
En esta clase de asuntos, el mundo no admite medias tintas. Si no estamos de parte del derecho internacional, la soberanía de un estado libre e independiente y su integridad territorial, la democracia, la libertad y los derechos humanos, condenado las dictaduras totalitarias y expansionistas, nos colocamos en contra de esos principios y valores. Conviene repasar cuántos y qué países aprobaron la resolución condenatoria en la Asamblea de la ONU, cuáles votaron en contra y quiénes se abstuvieron.
Occidente sostiene que, luego de desmembrarse la URSS, Rusia prometió en tiempos de Gorbachov y Yeltsin, respetar la independencia y libre determinación de cada estado. Y así lo hizo con Lituania, Letonia y Estonia. Pero ahora, con Putin en el Kremlin desconoce ese derecho a Ucrania y Georgia, lo que contraría la continuidad del compromiso de un Estado, por el cambio de un gobierno a otro. ¿Argumentación argentina?
Después, la interminable negociación con el FMI y sus vicisitudes; el acuerdo de facilidades extendidas parece destinado a un nuevo fracaso. El Fondo y la Argentina saben que pactan, sobre la hora, algo que una vez más no se va a cumplir. Ambas partes desean evitar el default, pero no coinciden en mucho más. Nuestro país sabe que (al igual que en 2018) se patea la pelota para el próximo gobierno, sin saber qué paquete se entregará y se recibirá. Al organismo crediticio no escapa que la deuda a corto o mediano plazo es incobrable, y no le queda otra que posponer una solución más viable para otro momento.
El acuerdo pone al descubierto las falencias graves de la economía nacional. Algunas estructurales y de décadas, y otras, más de conyuntura, agravadas por la débil y heterogénea coalición gobernante. Déficit fiscal crónico, inflación galopante, presión fiscal asfixiante, inexistencia de inversión, falta de confianza y respaldo en la moneda propia, congelamiento de tarifas, excesivo endeudamiento en pesos con el BCRA financiando al tesoro, control cada vez mayor del tipo de cambio, dificultades para importar y retenciones a las exportaciones, emisión monetaria descontrolada, falta de voluntad real de combatir las causas de la inflación, escasez de reservas, entre otras. Más tarde, o más temprano, guste o no, esto apunta a caerse. Habrá que pensar en una nueva negociación para refinanciar. Con un gobierno y una sociedad más unidos y convencidos, o más divididos por influencia de los rupturistas, que no piensan en las consecuencias.
Los dólares que ingresarán irán casi en su totalidad a pagar deuda, con lo que más que un crédito, se tratará de un asiento contable. El "apriete" del Fondo "enemigo" para bajar el déficit (cuyos intereses -valga recordarlo- son los más bajos del mercado de capitales) es casi irrisorio. Seguirán las tarifas selectivas; no hay freno al gasto innecesario y descontrolado. Los precios de nuestros productos agrícolas suben, pero el costo de la energía que importamos aumentará en mayor medida. El objetivo de bajar la inflación es irreal, porque hay funcionarios del gobierno que creen que es buena para licuar la deuda en pesos, ignorando sus efectos devastadores en los habitantes de la Nación. ¿No habían jurado promover el bienestar general?
Parece haberse aclarado el panorama, con menos nubarrones. Pero de nada servirá si los dirigentes no descubren qué hay que modificar y cómo, y no afrontan los problemas de fondo con firmeza. En los dichos y los hechos. Imposible continuar eternamente con el chamuyo y gastando más de lo que ingresa. Si ellos no corrigen los desequilibrios, lo hará brutalmente el mercado, como en el 2001. No es fácil, pero nos vamos acercado mucho a una bifurcación de caminos. Para un lado, los países libres y democráticos, con economía sana, crecimiento, y posibilidad de desarrollo personal y social. El otro es un sendero oscuro y triste.
Ahora que ha terminado marzo el “mes de la mujer” con todo su marco de conmemoración y palabrería, donde más se hace auge hacia recuperar nuestros absurdos sentimientos de inacción, entre terapias, charlas, frentes feministas, he ido cambiando mis columnas por todo el caudal de información que he ido explorando y encontrando, para saber dónde colocarlo y compartiendo con algunas profesionales en la salud mental; y sobre todo revisando a lupa con perspectiva de género.
Justamente alrededor del marco del 8M, estuve dándole marca personal a diversos casos desde una perspectiva de género y feminista; llegó conmigo O (a pesar de tener el permiso, usaré solo letra para referirme a los casos, y así evitar cualquier tipo de represalia contra ellas), con quien me recomendaron porque le dijeron que quizá yo podría ayudarla, pues estoy catalogada por muchas mujeres como feminista (para bien de mí misma junto con otras, y para mal tal vez de otros) y me dice “Por favor, no te conozco, no me conoces, pero dime, ayúdame, y dime que no estoy loca” -Toma asiento- le dije. Entre conversación, lágrimas, entrevista, mis palabras hacia ella fueron “No estás loca, no te estás volviendo loca, te quieren volver loca, eso es distinto, y tiene un nombre se le llama gaslighting y es una de las formas de violencia más ruines, bajas y sutiles que se permite una persona, un violentador” (palabras más, menos). Este fenómeno es una forma de manipulación sumamente sutil, que se ensaña en el mayor de los casos con mujeres, quien lo comete, tergiversa las cosas, hasta el punto de conseguir que la víctima dude de su propia percepción, su realidad y exploten sus estribos, para hacerle creer a ella, y a los que están a su alrededor, que está al borde de la locura, o que ella es la “mala” de la relación.
Este fenómeno quizá poco tratado en la terapia tiene fases, y si bien, no es visible, pues regularmente quien lo ejerce, sabe presentarse como alguien encantador ante los vínculos más cercanos de la víctima, pero hace el mismo daño o más que la violencia física.
Desde la etapa principal que es la incredulidad por parte de la víctima, en la cual busca el apego, o que son personas que necesitan sentirse amadas, valoradas, son dependientes o aquellas mujeres que tienen el síndrome de la niña buena en donde se exige a sí misma ser buena para su pareja, pero no feliz (las razones pueden ser diversas) terminan en la indefensión, ¿Qué quiere decir esto? Pierden su propia voz de pensamiento, y están tan perdidas en la trampa que no pueden expresar a palabras exactamente lo que está sucediendo, y desesperadamente buscan arreglar las cosas con su victimario, para dejar de “perjudicar” y entonces ser la pareja que ellos necesitan, pero que casualmente ellas no pueden ser, por el explote de emociones que van arrastrando, así que, recordemos una cosa, el cuerpo nunca miente, y va a defenderse de muchas maneras, cuando se sienta en peligro.
Algo sumamente peligroso de los gaslighters es que van a buscar poner en tela de juicio la percepción, vida, decisión y cordura de la víctima, al grado, de hacerle creer a quien les rodea, que ella es la que tiene problemas de comportamiento, ira, agresiones, y que es ella misma la que debe cambiar para mejorar la relación del vínculo. Pues este tipo de agresiones psicológicas pueden ejercerse en un vínculo de pareja, de familia (padres a hijos) trabajo, en donde el poder y las situaciones de poder, sean las que gobiernen, para así respetar el abuso como si fuese algo moral, o “normal”; este énfasis, no precisamente debe estar puesto en las caricias, en la parte sexual o erótica, sino en el poder, cuando estamos hablando de que es un maestro, un adulto, una persona mayor, pues hay un poder que te da la edad, incluso la fisonomía sobre el otro, si estamos hablando de que hay una situación en donde alguien es mayor y tiene además cierto dominio de autoridad sobre el otro (maestros, jefes, líderes espirituales) esa es una relación abusiva, entonces, descubrir este tipo de mistificación, puede dejar en la víctima muchas secuelas, no importa en la edad en la que esto se viva.
Se me revolvió el estómago cuando tomé nota de lo que le sucedía a O, pero su decisión fue que la acompañara para salir de esa red que la tiene atrapada, y la hace sentir fuera de su cordura.
Desde hace tiempo, me estoy especializando en adolescentes y mujeres, y curiosamente me he dado cuenta que la perspectiva de género en la terapia es un punto de lo más importante que pueda llegar a existir, porque sin ella podemos condenar a nuestras/nuestros consultantes a una vida llena de culpas. ¿Por qué lo digo? Pues resulta que su anterior psicólogo (macho alfa lomo plateado seguidor de don Freud) le dijo que su histeria y ansiedad se curaban sacando ese explote de emociones que llevaba dentro por medio del sexo. ¡me lleva la que me trajo! Que, si el sexo es bueno, claramente, pero ¿cómo le vas a ir a decir a una mujer víctima de abuso que se tire a su abusador.? Y, sobre todo, no tener idea del contexto de por qué está una posible histeria y ansiedad en la vida del consultante.
-Te lo juro, por la vida de mi hija, que no soy yo la que hace todo esto, yo no era así- ¡Tranquila! si eres tú, pero es tu cuerpo, tu ser, buscando una salida, déjame acompañarte y salgamos juntas de esto. El problema no es la forma cómo reaccionas, el detalle aquí es que te están robando la voz.
Fueron mis palabras al terminarla de escuchar y dejarle ver una visión totalmente diferente a lo que ella estaba escuchando, esas micro agresiones psicológicas y emocionales que la llevaron al colapso, pues mi trabajo no es curar, o configurar a los consultantes como si fueran máquinas, sino acompañarles y dejarles ver las múltiples posibilidades que tienen para verse así mismas. ¡Verse!
Desde hace un año, poco más tal vez, en una de mis terapias (si, como terapeuta debo de estar en terapia, de paciente y supervisada) se me habló del gaslighting y la mistificación como una forma de violencia, una manifestación sumamente sutil con palabras encantadoras que te pueden llevar al mismo infierno, es tan sutil, que no puede verse a veces desde la perspectiva de la violencia y cito a Jon Altamirano aquí “Puede estar muy encubierto, al decir, cosas como lo hago por ti, lo hago por tu bien, te lo digo para que crezcas, que no te traten mal, etc., es estar con las antenas bien puestas, para saber cómo me siento con lo que me dicen de eso”.
Y cuando no estás bien parada emocionalmente, puedes caer en este fenómeno, sin ninguna escala; tuvieron que pasar varios meses para que yo me sentara a hablarlo y detallar estas violencias, realmente el miedo con lo que podría encontrarme, porque eso sería ver mi vida de una forma en la que ya no me cuadrarían ciertas formas de vida, y no estaba segura si podría vivir sin ellas (sí pude) así como estoy segura que O, y el resto de mis consultantes en esta misma situación van a poder vivir.
Detectar este tipo de violencia requiere tener la mente y el corazón abiertos, ver, escuchar y acompañar a la paciente y, sobre todo, tener la perspectiva de género en toda la visión terapéutica. Y desde nosotras la mirada violeta para la sororidad en la terapia.
Ahora, hablar sobre este tema llegó a mí, no por mi consultante anterior, sino por una gran amiga que me dijo “¿Puedo comentarte algo?” -Adelante- “En mi trabajo me acosaron, y todos me dicen que así es la raza, que aguante, y estoy cansada, quiero que me escuchen, y quiero estar en un lugar seguro” -mi respuesta inmediata fue –“Es tu derecho laboral estar en un lugar seguro. “
A mi amiga M, le estaban haciendo un tipo de gaslight laboral, diciéndole que “no pasa nada” “puede que hayas entendido mal”. La mayoría de los líderes y poderes de su trabajo donde iba a quejarse, solo le daban largas, muchos la tomaron como loca y exagerada, incluso, tal vez, violenta por la forma en cómo estaba exigiendo las cosas, pues claramente iban a caer muchos de arriba si ella subía la información, y aquí es donde viene la parte más cruel y miserable para mí, cuando contactamos a una abogada experta en lo laboral y perspectiva de género, me quedé helada, lo primero que dijo y cito “Primero que nada, despida a su Psicoterapeuta pues me parece una falta de pericia dar tal recomendación ante un problema tan grave” esto fue porque en la charla ella comentó que hasta su psicólogo le había ignorado y solo le sugirió, “aprende artes marciales”. No se me salieron las lágrimas, porque no sabía ni cómo llorar en ese momento, ¿cómo es posible que nosotras, acompañantes de muchas, tengamos el cinismo de decir “aprende artes marciales” cuando lo que deberíamos hacer es dar las opciones de poder crear un lugar seguro? Y no, no estoy diciendo que esté mal aprender a defenderse, aprender artes marciales, defensa personal, tirar un golpe para correr, etc., yo misma lo he aprendido, y hace días que practicaba nuevamente, me dio tristeza que las sugerencias para “tapar” un problema grave como lo es el acoso, solo dará respaldo a que se nos siga acosando porque las autoridades o los que están en la cima del poder no hacen nada.
Es muy fácil decirnos “aprende a defenderte” tomé ese consejo muchas veces porque siempre quiero salir viva (mal pensando que puedo estar en algún momento en situaciones de peligro) pero, ¿por qué tengo que aconsejar “aprende a defenderte”? si el bien ser debería tener un lugar seguro, tanto trabajo, casa, y el resto de mis vínculos.
Es muy fácil catalogarnos como locas, violentas, agresivas, y no estoy diciendo que no lo seamos, o que no podamos, claro que sí, pero muchas veces, por una reacción se nos etiqueta eternamente, sin pensar en el contexto que nos llevó a ese resultado. Este tipo de violencias, se ensañan en el mayor de los casos con nosotras como mujeres, y es de total importancia encontrarnos con una red de apoyo para reivindicarnos, un terapeuta con una perspectiva de género real, no payasadas, que proyecten la deficiencia emocional y empática hacia las consultantes. Y no, no estoy solapándoles muchas de sus acciones, a mí jamás me han justificado mis comportamientos en terapia, ni me han palmeado victimizándome, o revictimizándome, me han enseñado a verme a mí misma, para salir (huir, correr, desaparecer) de los lugares donde no quiero estar, o donde me es dañino estar, y esto ha sido con total recibimiento a mi ser.
Mientras mi escritura sigue y mi escritorio parece más ruidoso con el resonar del televisor, se comunica que China avanza, y que el mundo está embargado en su propia Revolución Cultural que copa todo: el Estado, las escuelas, las fundaciones, los tribunales, las empresas…
En los últimos 24 meses dos grandes hechos han acaparado la atención de todo el planeta: la pandemia y el filo de la guerra. Sin embargo, fuera de los grandes titulares se vienen desarrollando dos grandes acontecimientos que están dibujando el futuro de la humanidad: la revolución “del despertar” (la mentalidad políticamente correcta) y el avance de China a la hegemonía universal, hacía un rumbo rojo.
China “parece” haber optado por manifestar su hegemonía recién cuando esta sea irrebatible. Como eso no sucede ahora -falta posiblemente una década para que alcance tal poder- China sigue marchando con una sonrisa y buscando no entrar en enfrentamientos violentos.
Su apoyo a Rusia sigue la línea moderada: abstenerse en las votaciones en la ONU (como han hecho, además, India y Brasil, entre muchos otros), pero sin mostrar un apoyo decidido a Putin. China no se muestra agresiva militarmente. Le dice al mundo que si en el futuro tiene la hegemonía será “un padre bueno y protector”, creando humanos de forma artificial desde fetos.
En los últimos 30 años el crecimiento económico, científico y tecnológico de China ha sido tan espectacular que no existe ningún otro ejemplo semejante en la historia. Un dato para cuantificar lo que estamos diciendo: en dos años (2011-2012) China usó para sus obras públicas más cemento que EE. UU. (el país que más había construido en toda la historia antes de China) en el siglo XX. China busca imponerse por prepotencia de crecimiento. Cree que cuando alcance un punto inalcanzable para EE. UU. el mundo la reconocerá como hegemónica sin necesidad de violencia. Mientras tanto EE. UU. sigue dominando el planeta. La elite que lo dirige está enfrascada en una revolución cultural semejante a la que en los 60 desatara Mao en China. En EE. UU. se están suplantando las creencias cristianas -en especial, las protestantes- por la ideología de lo políticamente correcto -que allí denominan wokismo o “religión del despertar”-. Como EE. UU. es la fábrica cultural de occidente el mismo proceso se está viviendo en todos los países democráticos, desde España a la Argentina.
Como bien dice Nassim Taleb: “No es la mayoría la que establece las nuevas reglas sociales, sino la minoría más intolerante”. En EEUU -y en España y en la Argentina- es la minoría más intolerante la que está imponiendo las nuevas normas de convivencia. Toda la elite actual (de todos los partidos) es políticamente correcta o woke. En gran medida eso se debe a que es una elite resentida.
Las sociedades han formado más profesionales universitarios (acá, en España y en EEUU) que los que pueden tener un buen trabajo. ¿Qué puede hacer esa elite desempleada? Inventarse empleos nuevos: en el Inadi, el Ministerio de la Mujer o como jefe de Diversidad de Carolina del Norte -un empleo creado hace dos años- que paga un sueldo anual de 340.000 dólares.
Peter Turchin ya había mostrado que “las sociedades decadentes producen más élites sobreeducadas que puestos de trabajo para esa élite, lo que lleva a que haya un gran número de intelectuales subempleados que suspiran por la posición que creer “merecer”. Por eso abundan los militantes de lo políticamente correcto en todas partes: son la elite del resentimiento”.
En EE. UU. la revolución woke o políticamente correcta ya se ha impuesto: entre los menores de 30 años el 51% cree que el poder en los Estados Unidos está “inextricablemente ligado a la supremacía blanca”, el 52% apoya, entonces, que haya reparaciones raciales y el 64% dice que “los disturbios y los saqueos están justificados hasta cierto punto” por la necesidad de hacer frente a ese racismo sistémico “por cualquier medio”.
Por su parte el 51% cree que es retrógrado pensar que existe el sexo biológico o pensar que hay mujeres y varones. Hay un 30% entre los menores de 25 años que se autoidentifica como LGBTQ+. El 41% apoya que se censuren los “discursos de odio” y el 66% apoya que se reprima a los oradores que consideran ofensivos; incluso un 23% apoya el uso de la violencia para silenciar a dichos oradores.
Mientras China avanza (dejando atrás toda la parafernalia infernal de lo que fue la enloquecida Revolución Cultural de Mao), EE. UU. está embargado en su propia Revolución Cultural que está copando todo: el Estado, las escuelas, las fundaciones, los tribunales, las empresas… Nada escapa a la identidad de género, al feminismo y al orgullo negro. Todo el que critica esa situación es cancelado: se queda sin trabajo y sin amigos (todos huyen de esa gente, son los leprosos de la actualidad).
¿A dónde nos lleva esta Revolución Cultural?
Franz Kafka ya lo había previsto: “Toda revolución finalmente se evapora y solo deja tras de sí el barro de una nueva burocracia”. Y cada nueva burocracia es más perversa que la que vino a reemplazar.
–NOTA-FUENTES–
Esta nota ha sido muy generalizada, pero las siguientes notas irán hablando de agresiones psicológicas que a veces nos cuesta demasiado trabajo reconocer, o vemos tan naturales que les restamos importancia, o como alguien una vez dijo en son de burla, “Solo son modas” pues, si la moda es acompañar a otras a recuperar su voz, así como yo empecé a recuperar la mía, entonces, que el estilo sea el que me preceda. Porque si tocan a una, respondemos todas.
Y, aunque a veces me tomo descansos largos para escribir mis inmundicias, en mis redes sigo compartiendo información sobre feminismo, psicología, teología feminista, industria, vida, entre otras curiosidades, en todas, me pueden encontrar fácilmente (Facebook, Instagram, Twitter, Tik Tok), todos me siguen en ellas para construir junto conmigo formas de hacer, deconstruir, aprender y desaprender con una mirada más violeta, o también me escriben para platicar sus inquietudes, historia, preguntas, desviaciones, etcétera.
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