Soñar despierto
Disparos y explosiones se producían uno tras otro; el agua, el cielo y la tierra tenían el mismo color gris, como si la naturaleza también estuviera en guerra.
En la playa francesa, los soldados estadounidenses desembarcaban en las aguas poco profundas, disparando al enemigo escondido en tierra firme.
Los gritos, los disparos y el chapoteo impetuoso del agua, crearon un estruendo que acabó resonando por todo el apartamento. Sesshomaru rápidamente bajó el volumen, antes de que la señora del apartamento de al lado llamara a su puerta, amenazando con llamar a la policía debido al fuerte rumor del televisor.
Más de una vez, Sesshomaru se había preguntado si esa mujer tenía amigos o si simplemente estaba esperando su señal para tener una oportunidad en la vida.
Ahora las intensas y violentas escenas del desembarco en Normandía continuaban a bajo volumen y, por supuesto, todo su dramatismo parecía no tener sentido.
En esa aburrida noche del domingo, Sesshomaru no había encontrado nada mejor que hacer que ver el film “Salvando al soldado Ryan”, eso decía mucho sobre su vida social.
No había tenido ganas de andar penosamente por los bares con Miroku en busca de un ‘rapidito’ o una resaca masiva, y ni siquiera se imaginaba yendo a visitar a su madre.
Había pensado mucho en el consejo de Kōga sobre conseguir una novia, pero cada vez que intentaba imaginar la cara de una posible pareja, esta siempre se convertía en Kagome Higurashi.
El constante pensar en ella invadía cada parte de su cerebro, infectando hasta las áreas más vírgenes e inocentes con esa extraña atracción, engatuzándolo con el sueño de tener una compañera de vida.
Sabía que no podía pensar en ella de esa manera, realmente no podía. Ella era su paciente y nada más. Sin embargo, por más que intentaba apartar esas dulces imágenes de su mente, estas volvían aún más vívidas e insistentes que antes:
Su rostro, su cabello, sus piernas. Todo mezclado con piel desnuda y sábanas blancas. Era difícil luchar contra esos pensamientos, porque se le escapaban de la mente para expandirse por todo su cuerpo y muchas veces se había visto obligado a rendirse a ellos con sentimientos de añoranza y luego de remordimiento.
Poco a poco, las imágenes del televisor comenzaron a verse borrosas y distantes, llevándolo a un lugar lleno de grandes árboles y montañas.
Sesshomaru perdió por completo todo interés en seguir la película. Su mente y su cuerpo estaban completamente enfocados en el hermoso paisaje que se mostraba ante sus ojos.
Un hermoso campo de flores inició erigirse frente a él, y, cuando la creación hubo terminado, la espléndida figura que tanto anhelaba hizo acto de presencia. No era una fantasía pervertida, Kagome solo le sonreía. Una sonrisa dulce e inocente, sin malicia ni misterio, se veía tan hermosa.
La joven le tendió una mano, como para invitarlo a unirse a ella en el paraíso de su imaginación, estaba por tomarla, cuando el timbre del teléfono mandó todo al infierno.
Gruñendo una maldición poco elegante, Sesshoumaru se levantó del sofá y fue a por el teléfono.
—¡Diga!
—¿Lo he despertado, doctor?
Sesshomaru estaba sorprendido, jamás pensó recibir una llamada de ella, al menos no durante un fin de semana. Ahora se sentía avergonzado por cómo le había respondido.
—¿K-Clairet? —preguntó, solo para tener una confirmación.
—Sí, soy yo. ¿Sucede algo? —respondió ella preocupada.
—No, descuide, no me ha despertado. —Mintió sintiéndose como un cerdo.
Kagome no le creyó, por lo que procedió a disculparse.
—Oh disculpe.
—No es nada, de verdad —dijo Sesshomaru sonriendo, esperando con todas sus fuerzas que la vergüenza no se le notara en la voz—. Entonces, puedo saber el motivo de esta llamada? —preguntó, tratando de parecer tranquilo y relajado.
Kagome soltó un suspiro, luego comenzó hablar:
—Supe que mi padre estuvo en su estudio.
—Sí, exactamente —confirmó Sesshomaru cuando no salieron más señales de vida del receptor.
—Sé que él quiso saber sobre el contenido de mis sesiones… —inició a decir Kagome, pero Taisho la interrumpió, sintiéndose obligado a explicar.
—¡Lamento infinitamente mi comportamiento, señorita Jefferson! No quise faltarle el respeto a su padre. Es que en realidad no supe cómo comportarme, solo seguí sus instrucciones y nunca imaginé…
—Le estoy sumamente agradecida, doctor —concluyó Kagome con una sonrisa que le daba a su voz las mismas características de la miel. Era dulce, cálida e intensa.
Sesshomaru permaneció en silencio, el sonido de su voz reverberando en su cerebro.
— Oh. —Fue todo lo que pudo decir cuando la escuchó reír al otro lado del teléfono.
—Le he llamado para agradecerle por mantener nuestras sesiones en secreto. Para mí… para mí es realmente muy importante.
La última frase había sido dicha apresuradamente, como si la chica se avergonzara de ellas.
—Créeme, Clairet. No hice nada tan especial —murmuró Sesshomaru en respuesta.
El silencio cayó de nuevo.
—¿Cuándo podemos vernos?
—¡¿Qué?!— dijo Sesshomaru con una voz más alta de lo normal, seguro de haber entendido mal el significado de la pregunta.
—¿Cuándo puedo reservar la próxima sesión?— corrigió Kagome y por su voz Sesshomaru supo que ella estaba sonriendo.
—Cuando usted lo desee, señorita Jef…
—El martes a las cinco, ¿Le parece? —Preguntó antes de que Taisho pudiera terminar su oración.
—De acuerdo. Hasta pronto —respondió Sesshomaru sintiendo un suspiro de alivio por parte de Kagome. Era como si ella se hubiera esperado una negación.
—Hasta pronto. —Fueron las últimas palabras de la chica, antes de que el sonido del tono de marcar tomará el lugar de su voz.
**
Rin observaba a su jefe pasearse por la sala de espera, afortunadamente vacía, mientras gritaba al teléfono. A ella no le gustaban los lunes, y mucho menos si este iniciaba con el mal humor de su dador de trabajo.
—¡¡No iré, así que no insistas!! —gritó por enésima vez. Aparentemente, su interlocutor era bastante insistente y tenaz, dado que a estas alturas esa conversación llevaba más de un cuarto de hora.
— ¡Porque no me gusta, porque está lleno de ricos, presuntuosos e hipócritas! —volvió a gritar en tono exasperado, ya era la tercera vez que lo hacía.
—Por supuesto que tengo un esmoquin , ya te dije que no es ese el problema.
Rin se imaginó a ver a Taisho con esmoquin. Eso sería toda una delicia de ver.
—¡¿Pero por qué tendría que ir?! —exclamó nuevamente.
El interlocutor tuvo que responder a la pregunta de manera bastante convincente, porque Sesshomaru se quedó inmóvil, como si estuviera analizando la decisión a tomar.
—¿De verdad? —dijo tras unos minutos de silencio, suspirando con aire rendido. —Está bien iré, pero debes saber que me debes un gran favor, Inuyasha. No, una pizza no es suficiente para pagar. Nos vemos el viernes.
Rin se preguntó quién podría tener tanto poder para obligar a su jefe hacer algo que obviamente no quería; ella apenas podía lograr que cumpliera con su propia agenda.
Con un gesto de enfado, el doctor volvió a guardar su teléfono en el bolsillo, resopló y comenzó a frotarse las sienes de forma estresada.
—¿Se encuentra bien, doctor? —Se atrevió a preguntarle la joven secretaria.
Él sacudió la cabeza hacia arriba, como si fuera consciente de su presencia por primera vez, dedicándole una sonrisa avergonzada y disculpándose por la escena que había plantado justo en frente de ella.
—Nada serio, en realidad — respondió airosamente con esa sonrisa vacilante. Rin arqueó una ceja para invitarlo a continuar—. Es que el viernes tengo que ir a una estúpida fiesta benéfica y odio ese tipo de fiestas —concluyó con un aire divertido y avergonzado al mismo tiempo.
—Y, ¿no tiene acompañante? —preguntó Rin lentamente. De ser así, ella estaría feliz de acompañarle.
El doctor levantó una ceja y se echó a reír como si la chica hubiera dicho la cosa más divertida del mundo.
—No, no —dijo cuando finalmente pudo parar de reír, por suerte antes de que a Rin se le reventaran los capilares en las mejillas de tanto sonrojarse—. Realmente no me gustan esas galas estúpidas en las que tienes que ser elegante a toda costa y lo más generoso posible, solo porque hay otras personas que te miran. Y, respondiendo a tu pregunta, prefiero ir solo. —Finalizó con una sonrisa y, tras saludarla con un breve movimiento de cabeza, volvió a esconderse en su estudio esperando a que ella le pasara los clientes, a los que él insistía en llamar pacientes.
La última frase dicha por Sesshomaru continuó en la cabeza de la joven todo el día.
«Prefiero ir solo»
La chica sonrió con tristeza, su jefe la había rechazado inconscientemente.
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