Capítulo #2
A veces me pregunto si realmente estamos tan solos como creemos, a pesar de tener a tanta gente que nos aprecia y saber que lo hacen seguimos sintiendo ese vacío, ese que no nos deja dormir por las noches el que nos hace llorar y a la mañana siguiente lo hacemos pasar por insomnio para no tener que responder a las preguntas de los demás.
—Esta bien, veamos, ¿lista? — me pregunté a mi misma viéndome al espejo.
Hace tiempo que no me veía completamente uniformada para ir si instituto, la última vez fue hace más de dos años y la parte superior de mi camisa estaba más ajustada. Vi una delgada cadena colgar de mi cuello la cual reflejaba con la luz que se colaba por la ventana, no era de oro o plata fina, por supuesto que no, de hecho no recordaba siquiera con exactitud de donde la había sacado sólo sé que me ha acompañado durante años.
Mi mirada seguía fija en el espejo hasta que bajo a mis pies y fue subiendo poco a poco mientras examinaba minuciosamente cada detalle, observe mi cabello el cual era negro y largo, se encontraba suelto por lo que decidí atarlo en un moño. Me coloque unos pequeños pendientes de mariposa gire un poco sobre mis pies para quedar de perfil y finalmente acomode un par de cabellos sueltos dejándolos detrás de mis orejas.
—Pórtate bien, no quiero ninguna queja y presta atención a lo que te dicen— advirtió mi madre.
—Sí—respondí.
—Bien, date prisa, entra. Nos vemos más tarde.
—Adiós—.Respire hondo y entré.
—Buenas tardes—. Fue lo primero que escuché.
—Buenas tardes— respondí.
Un, dos, un, dos, un paso seguido de otro, mi mirada que viajaba a una velocidad acelerada analizando cada rincón que alcanzase hacia que recordara demasiadas cosas en cuestión de segundos. Casi nada ha cambiado, un par de cosas por aquí y por allá, unos cuantos arreglos en la infraestructura y el hecho de llevar un cubrebocas a toda hora era lo que a simple vista notabas distinto.
Voltee mi rostro a la puerta por donde acababa de entrar y para mi mala suerte mi madre ya no estaba asomándose por lo que regresar no sería una opción pensé en salir corriendo y regresar sola, sin embargo ya era muy tarde. Una voz extrañamente familiar pronunció un "hola" que hizo que girase mi cabeza en busca de quien había hablado esperando que estuviera saludando a alguien más.
—¡Andrea! ¿Cómo has estado? No te veía desde hace tanto—. Una chica un tanto más baja que yo, de piel bronceada y de cabello color negro que apenas llegaba un poco por debajo de sus hombros se aproximó, por el aspecto de su mirada intuí que posiblemente estaría sonriéndome bajo el cubrebocas.
—María... hola. Bien podría decirse, ¿tú qué tal?
—Igual, ¿con qué era cierto que al fin decidiste venir?
—Sí, bueno de hecho mis padres lo decidieron— pronuncié intentando no sonar tan antipática.
—En cualquier caso, me alegra mucho verte otra vez.
—Igual—. Jale un poco el tirante de mi mochila la cual colgaba de mi hombro, si pasaba un rato más creo que la hubiera dejado caer debido al peso de todos mis libros.
—Bueno, dejo que vayas a tu clase a dejar tus cosas, nos vemos en el receso—. Se acerco un poco a mí me dio un pequeño y rápido abrazo antes de irse en dirección opuesta a la mía.
Continué y a la medida que avanzaba notaba la presencia de algunos rostros que conocía, recordé la última vez que había caminado por este preciso corredor...
*viernes 13 de marzo de 2020*
—No podía tocar otro examen—. Se quejó mi mejor amiga, Natalie, a lo que yo solo reí.
—No, al parecer no, pero al menos no es inglés.
—Ya que.
—Oigan— pronunció la voz de Marco.
—¿Qué?—preguntó Natalie.
—Escuché a los profesores hablar...
—Alto, si sabes que no es correcto escuchar la conversaciones de los demás, ¿cierto?—dije interrumpiéndolo.
—Sí, pero esto es interesante, dijeron que probablemente ya haya llegado el primer caso al país.
—¿De qué cosa?—pregunté.
—Pues de que más, obviamente de COVID.
—¿En serio? —preguntó esta vez Nat.
—Sí, o al menos eso fue lo que escuche.
—Bueno, gracias— contestó ella.
—¡Marco, ven!
—Ya regresó— dijo antes de ir a dónde lo llamaban.
—Te imaginas, ¿qué tal si por eso ya no podemos regresar a estudiar el lunes y si esta es la última vez que nos vemos?
—Callate Andrea— me indicó y me dio un pequeño golpecito, que para ser sincera sí dolió un poco.
—Solo digo—. Ella simplemente me dio una mala mirada y negó con la cabeza.
—Mejor vamos al salón.
Cuando me di cuenta estaba frente a las escaleras que llevaban al segundo nivel, subí escalón por escalón a paso lento agradeciendo que no había nadie allí. Las imágenes corrían por mi mente, tantas cosas que pasaron, aún me costaba asimilarlo si seguía así probablemente comenzaría a llorar en cualquier instante. Subí el último peldaño e inmediatamente por inercia gire a mi izquierda, mi salón estaba a quince o veinte pasos a lo mucho de donde me encontraba no vi a ninguno de mis compañeros solo de los salones aledaños.
"Tranquila, no llores, no llores, solo respira". Era lo que repetía dentro de mi mente conforme la distancia disminuía. De pronto crucé la puerta, mi mirada chocó con la de un par de mis compañeros quienes se quedaron observándome hasta que...
—¡Andrea!—. Lilian pronunció mi nombre en voz alta casi gritando y de inmediato tos voltearon.
—¡Andrea!—. Ahora Natalie, Mariel y Flor gritaron al mismo tiempo que se acercaban a toda prisa hacia mí.
Me vi envuelta en abrazos en cuestión de segundos, con un nudo en la garganta y más emociones de la que imaginé.
—Viniste—dijo Natalie, estaba mucho más alta que la última vez incluso me sobrepasaba cualquiera pensaría al vernos juntas ahora que ella de seguro siempre fue la más alta de las dos.
—¿Cómo estás? —preguntó Lilian en un chillido de emoción.
—Bien gracias.
—Andrea, hola—. Un chico, pelinegro de piel blanca, cejas pobladas y una mirada penetrante, llamado Eric me saludó con un abrazo.
—Hasta que te apareces, pensé que preferirías morir— pronunció Marco mientras extendía su mano para darme cinco.
—También te extrañé— respondí y correspondí el gesto.
—Hola An—saludó Diana.
Algunos habían cambiado tanto, por ejemplo, me sorprendía que Marco hubiese crecido tanto, Eric se veía tan distinto a la última vez que lo vi en persona y no por medio de una cámara, Diana estaba más delgada de lo que recordaba y su cabello ya no le llegaba a la cintura sino un poco por debajo de los hombros y el nuevo corte de Mariel le sentaba tan bien. Terminé de saludar a todos y Natalie me llevó a un asiento desocupado al fondo que estaba junto al de Diana y al de Marco.
—No, no, no, ¿por qué tiene que ser al la par de mí? Me van a matar ya están las cuatro en la clase ahora si ya nada las va a parar—. Marco me miraba divertido fingiendo estar aterrorizado por el hecho de que Natalie, Lilian, Mariel y yo yo estuviésemos juntas listas para molestarlo hasta el cansancio. Lo que él no sabía era que a pesar de que sonaba tentador yo tenía la cabeza en otro lado.
—Ay pobre el niño no se puede defender solito— pronunció Eric soltando una risa.
—Tú callate porque luego no paras de quejarte— añadió Lilian.
—Hey ¿qué paso ahí comadre? — dijo Eric divertido.
Al cabo de unos minutos sonó el timbre, la cantidad de palabras que habían salido de mi boca eran muy pocas y la mayoría se limitaban a ser monosílabas. La profesora encargada de grado entró al salón me dio la bienvenida e hizo que me cambiara de asiento porque según ella no podía dejarme al lado de Marco sino se volvería un descontrol total y la verdad, tenía razón.
*2018*(11 años de edad)
—¡Devuélveme mi estuche!— exclamé.
—Alcanzame primero—respondió.
—Te voy a...—. No terminé de hablar y lo comencé a corretear entre las filas de escritorios.
De un momento a otro la maestra Lauren entró justo cuando Marco iba corriendo haciendo que él chocase contra ella y que luego yo chocase contra ellos esto hizo que ella dejara caer al piso su botella de agua que por el impacto se destapó haciendo que todo lo que tenía dentro se derramase.
—Uuuh...—. Se escuchó decir por parte de mis compañeros.
—Demonios—pensé mientras me separaba.
—Lo siento— pronunció Marco.
—Les he dicho que no corran dentro del salón— añadió la señorita Lauren en un tono de disgusto.
—Disculpe, es que él me quitó mi estuche y...
—Ambos se quedarán sin receso— advirtió.
—Pe-pe-pero...
—Lo siento mucho, pero ya se los había advertido antes.
—Esta bien señorita—respondimos al uniso y nos dimos la vuelta para regresar a nuestros lugares..
—Te odio Marco—pronuncié entrecerrando los ojos.
—El sentimiento es mutuo Andrea.
Las clases comenzaron la sensación de saber que algo es familiar pero no sentirlo así me invadía, era tal y como lo recordaba las mismas voces, los viejos chistes que aún seguían con vida a pesar de que hayan pasado años desde que se dijeron por primera vez, las miradas llenas de esperanza que reflejaban el deseo de recuperar el tiempo perdido. Me preguntó que será lo que ellos ven en mi mirada, ¿acaso estará también llena de sueños que se esconden en la pupila he intentan salir de vez en cuando por el lagrimal?
—¿Andrea tienes tijeras?—pregunto Mariel, quien ahora se encontraba sentada detrás de mí gracias a mi cambio de asiento.
—Sí—. Rebusque en el fondo de mi estuche y que unas tijeras sin punta con el mango de color rosa, la tenía hace más de tres años ¿cómo es que no la he perdido?— Toma—propuse extendiéndola hacia ella.
—Gracias, ahora te la devuelvo. —Sonrió bajo el cubrebocas y continuó con su trabajo.
Supongo que a veces cuidamos demasiado las cosas que tenemos esperando a que nunca las perdamos o se acaben porque sabemos que por razones obvias nos harán falta, podemos conseguir nuevas cosas claro, pero hay ocasiones en las que estamos demasiado apegados a estas que nos negamos a remplazarlas y creo que pasa algo similar con las personas a las que conocemos.
—¿Y qué tal tu primer día?— cuestionó Diana acercándose con una bolsa de chucherías en la mano.
—Nada mal.
—¿Segura?
—Sí.
—Es la primera vez que no respondes a ninguno de los ejercicios de matemáticas— dijo divertida mientras se recargaba sobre la baranda del corredor del segundo piso que daba al patio frente a nosotras. Solo alce los hombros en respuesta. —Vamos te conozco y no me digas que no entendiste porque no es verdad.
—No lo sé, no preste tanta atención.
—Claro, al menos no haz comenzado a llorar—. Bajó su cubrebocas y llevó una papita a su boca.
—Es un avance—.Bufó en respuesta mientras negaba con la cabeza.
—Ya te acostumbraras—. Me brindó una pequeña sonrisa ladeada.
—Sí.
—¿Quieres una? — dijo extendiendo su bolsita de papas.
—Amm, no, gracias— me excusé—la verdad sigo traumada con esto de la pandemia, sin ofender.
—Te entiendo, no te preocupes.
Nos quedamos en silencio un rato, no sabía que más decirle, si esto fuera una conversación por mensaje de seguro ya le hubiera enviado un stiker , pero no lo era así que debía de comenzar a hablar pronto.
—¿Qué tal vas con tu novio?— Claro el típico tema del novio no se me pudo ocurrir algo mejor.
—No mejor que tú con el tuyo— respondió.
—Yo ni siquiera tengo...
—Exacto.
—Oh, ya veo, ¿así de mal?
—Sí, no es nuestro mejor momento— contestó tratando de restarle importancia.
—Lo lamento, no lo sabía.
—No, no, no, tranquila se resolverá, siempre lo hace.
—Claro.
—Oye, Andrea, ven un momento—. Escuché a Eric llamarme desde el interior del salón que estaba detrás mío.
—Ve—. Me indicó Diana a lo cual hice caso.
—¿Sí?— cuestioné entrando al aula.
—Siéntate—. Eric estaba parado junto a la penúltima fila de escritorios, al lado sentadas estaban Natalie, Mariel y Lilian.
Me acerque despacio extrañada y me senté junto a Nat.
—¿Y qué se supone que haga ahora? — cuestioné ahogando una risita.
—Pues hablar como comadres en fiesta— soltó Lilian seguido de una carcajada.
—Están locos—dije y reí.
—Es verdad, pero no podemos cambiarlo y tristemente hay que vivir con ello—. Nat alzó los hombros y sacó un paquete de gominolas en forma de gusanitos.
—Hey, dame una— pidió Eric.
—No, son mías —. Eric fingió ponerse triste hasta que la castaña extendió la bolsita hasta él.
—Yeii.
Y así, pasaba el receso, en el cual prestaba atención a la conversación que mis amigos formulaban. Un recuerdo vago vino a mi mente al escuchar el nombre de un viejo amigo que surgió en la conversación gracias a que hablaban sobre años anteriores, casualmente hicieron mención del lugar en el que se sentaba hace casi dos años y medio, justo al lado de donde yo estaba ahora...
*2019*(12 años de edad)
—¡Josh ven aquí!— exclamé.
—¿Qué quieres An?
—Necesito un favor.
—Dime.
—¿Te acuerdas sobre el chico que te dije que nos gusta a Nat y a mí?— Estaba más que segura que los nervios que tenía en ese momento eran demasiado evidentes.
—Sí—. ¿Es en serio? ¿Ni una gota de celos? El plan se echaría a perder si esto no empezaba a avanzar.
—Bueno pues como hoy es día de San Valentín pensamos en darle una carta, pero no sabemos si esta bien y ya que tu eres chico quería ver si podías leerla, para ver si no es tan empalagosa—. Un fallido intento de sonreír tranquilamente se observó en mi rostro.
—Claro, dámela—. Sentía el calor en mis mejillas, esa carta era para mi primer crush, pero lo que Josh no sabía era que él era mi primer crush y que había escrito todo eso como una declaración hacía él.
—Toma—. Le extendí la carta que estaba dentro de un sobrecito de papel que Natalie había hecho.
Él comenzó a leerla, podía ver el asombro en su expresión, me pregunto que estará pensando, ¿creerá acaso que soy una loca obsesionada con un niño a tal grado de escribir un poema para él?
—Wow— fue lo único que salió de su boca cuando termino de leerla—. Si que te gusta.
—Sí, es decir eso creo...más bien, sí, sí me gusta mucho.
—Es genial, ya desearía yo que alguien escribiese eso para mí— pronunció con una sonrisa. Si tan solo supiera que es para él.
—Hay muchas niñas a las que les gustas— Sí, demasiadas diría yo, claro incluyéndome en esa lista.
—Creo que está bien, ¿piensas dársela hoy?
—Despliega la parte doblada de abajo y lee lo que dice—. Hizo caso al instante y su rostro cambió completamente.
—Eres malvada—. En ese instante comencé a reír probablemente por la mezcla de nervios y alegría que tenía.
En el pequeño doblez estaba escrito "Es una broma Atte. L,M,N, A." en caso de que no pudiese decirle que me gustaba.
—Feliz día de San Valentín Josh.
—Estás loca, ¿quién escribió esto? Hasta parece que de verdad lo hizo con sentimiento, ¿a caso lo sacaste de internet?
—Lilian, Mariel, Natalie y yo lo hicimos.
—Me lo imaginé— concluyó con una sonrisa ladeada.
...
—Hoy estuviste callada, te recordaba más... mmm... ¿cómo decirlo? — comentó Marco acercándose a mi
—¿Irritante?—cuestioné.
—Eso siempre, pero me refiero a que te encantaba hablar y molestarme.
—¿Y quién dijo que aún no lo disfruto?
—No lo sé, creo que estas perdiendo el toque.
—Idiota.
—Y ahí está la niña que conozco.
—¿Niña?
—Siempre lo serás para mí.
—Aww, ¿desde cundo te volviste tan cursi?
—Me refiero en el sentido de que jamás vas a madurar... o a crecer.
—Eres un...
—Ayy, pero que bonitos—. Escuché a Eric acercarse—. A ver un besito.
—Primero muerta.
—Respeto por favor, yo sí tengo buenos gustos—habló Marco.
—Auch, aunque pensándolo bien, prefiero no ser de tu gusto —pronuncié.
—Cierto se me olvida que ya tienes a alguien—añadió Eric dirigiéndose a Marco.
—Tal parece que me he perdido de bastante aquí— comenté.
—Yo te pongo al día—contestó Eric en tono divertido.
—Pueden salir, nos vemos mañana y por favor, no se les olvide que sus papás firmen la nota que llevan—. La voz de la maestra Lauren se escuchó por todo el salón.
—Al fin—. Escuché decir a Mariel quien hace unos segundos estaba apoyando su cabeza sobre sus antebrazos encima del escritorio que se encontraba detrás mío—. Tengo un sueño horrible. Nos vemos mañana.
—Adiós—. Me despedí de ella.
—Adiós nos vemos—pronunció una chica de cabello negro llamada Madelein, quien estaba a un lado de nosotros.
—Adiós.
—Bien—pronuncié regresando mí mirada a ambos chicos— ya me voy, que les vaya bien, ojalá todo esto sea parte de un sueño y mañana cuando despierte pueda ir a sentarme frente a la computadora y tan solo escucharlos del otro lado de la pantalla—. Tomé mis cosas y coloqué mi mochila en mi espalda.
—Deseo de todo corazón lo mismo— añadió Marco, por lo que sonreí bajo el tapabocas.
—Nos vemos señorita— se despidió Eric.
—Hasta mañana— dije y comencé a caminar hacia la puerta.
Poco a poco fui incorporándome entre todos los demás alumnos que iban saliendo, sentí un par de empujones por parte de algunos que intentaban salir a prisa, pero nada que no hubiese conocido antes.
Y así de simple, así de rápido paso el día ya eran las cinco y media, fueron seis clases un descanso, decenas de risas y una que otra lagrima rebelde de mi parte que se deslizo a escondidas por mi mejilla. El cansancio en mí es más que evidente y no veo la hora de llegar a mi cama para poder recostarme.
Cuando de repente la sensación de antes volvió a sentirse fuerte otra vez, ¿qué es que acaso no me dejará en paz?
—Creo que deberé de aprender a vivir con ello, ¿no? —pronuncié para mí misma y continué con mi camino.
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