Capítulo 6
—¿Cariño? —susurran.
Estoy en algún lugar realmente oscuro pues no puedo ver absolutamente nada. La voz nuevamente susurra palabras que afecto y muevo mi cabeza en su dirección, es ahí cuando me doy cuenta que de hecho no es oscuridad, son mis ojos cerrados lo que no me permiten ver a mi alrededor. Suspiro e intento abrirlo.
La luz del techo me ciega inmediatamente, escucho un suspiro de alivio a mi lado y luego siento una mano un poco fría en mi frente. Trato de alejarme de ella pero no logro moverme correctamente. Abro mi boca para decir que está demasiado frío, pero mi voz sale como si fuera un fumador crónico.
—Calma cariño, con calma. —La misma voz de antes. Ahora que la nubla de mi mente se evapora, me doy cuenta de que suena demasiado familiar—. Oh mi pequeña.
Mamá.
—¿Mamá? —grazno.
—Shhh. Aquí, toma un poco de agua. —Me ayuda a levantarme un poco sobre la mullida cama. Contemplo las paredes blancas, las sabanas y los aparatos de hospital. Recuerdo entonces el intento de acabar con mi tortura y al ver que he fracaso en ello me echo a llorar mientras observo mis muñecas vendadas—. No mi niña. No llores más, lo siento tanto cariño. Perdóname por no estar más pendiente de ti.
—¿Por qué lo detuviste? ¿Por qué no me dejaste en el suelo? —sollozo. Mi madre jadea y veo como sus ojos se llenan de lágrimas.
—Ana, cariño ¿de qué hablas? ¿Cómo puedes pensar que dejaría morir a mi hija? —llora—. No sé la razón por la cual lo hiciste, no entiendo cómo puedes querer separarte de nosotros, dejar de vivir, ¿cómo puedes no considerar lo que esto nos destruiría?
—No quiero vivir más, no quiero, no quiero. ¿Por qué me encontraste? ¡Nunca están y justo cuando necesitaba estar sola, regresan y evitan que pueda salvarme!, ¡los odio!, ¡ustedes hacen de mi vida un infierno!
—¡Ana! —grita. Lágrimas se derraman por sus mejillas. Quisiera sentirme mal por ella, de verdad. Pero acabó con mi salida, estropeo mi única salvación. Es una mujer egoísta que prefirió dejar que continuara muriendo lentamente en vida a dejarme ir. Ni siquiera están en casa ahora—. ¿Qué hemos hecho para merecernos tu odio?
—Nada —gimoteo—. Absolutamente nada, eso es lo que han hecho.
Me observa con horror y dolor. Mi padre entra en ese momento, viéndose como la mierda. Hay enormes bolsas en sus ojos, las mismas que mi madre tiene, hay barba de varios días en su rostro; tiene el cabello despeinado, como si hubiera estado tirando de él.
—¿Ana? ¿Princesita? Oh Dios —gimotea. Corre hacia mi cama y trata de tocarme con delicadeza. Lo alejo— ¿Qué sucede? —pregunta. Sus ojos van hacia mi pálida y horrorizada madre.
—Quiero que se vayan —gruño. Ambos permanecen congelados en su lugar y se miran horrorizados—. ¡Quiero que se larguen! ¡Déjenme sola! ¡Váyanse! —grito. Tan alto y tan fuerte, que varias enfermeras ingresan para tratar de controlarme. Empiezo a sollozar fuerte— ¡Es su culpa! ¡Es su culpa! ¡Malditos todos!
—Ana —jadea mi madre entre lágrimas.
—¡Aléjate de mí! ¡Vete! ¡Te odio! —Las enfermeras me inyectan algo, siento como si mi cabeza fuera a explotar y me hace falta el aire. Unos brazos me sostienen fuerte a la cama. Siseo, grito, pataleo, pero las fuerzas poco a poco me abandonan, entro en pánico, otra vez están sometiéndome. Chillo fuerte— ¡No!, ¡no me toques! —Mis ojos empiezan a hacerse pesados. Lucho contra ello, intento mantenerme despierta para saber qué es lo que harán conmigo. Pero no lo logro, lo último que alcanzo a susurrar es: —Todo es su culpa.
—Hola Ana, soy Esteban Muñoz. —Ignoro al hombre joven que se ha sentado al frente—. Tus padres y tu medico han recomendado que permanezcas un tiempo con nosotros. Sé que no es lo que quieres, pero verás que disfrutarás de tu estancia aquí. —Mis ojos siguen contemplando el estúpido cuadro de colores que hay en esta estúpida oficina—. Hoy solo empezaremos con una charla corta, ¿bien? Nos conoceremos un poco.
Veo como remueve sus manos en su regazo, un ademan de sonrisa se dibuja en mis labios, él está tan asustado de mí. Y es que de verdad parezco un demonio salido de una película de El exorcismo.
—¿Cuéntame algo de ti? —pregunta. Permanezco en silencio sin volverle a ver. Suspira, toma una pelota del escritorio y la aplana en sus manos—. Bien, si tú no quieres hablar entonces vas a escucharme a mí. Ya sabes que me llamo Esteban, bueno recién me gradué de la facultad de psicología, este centro de rehabilitación es de mis padres por lo que vine a trabajar aquí y adquirir algo de experiencia...
¿Qué? el idiota está experimentando conmigo. Ni siquiera ha trabajo antes en esto.
—¿Acabas de admitir que no tienes idea de cómo abordarme y aun así pretendes hacerme terapia?
—Nunca antes he tenido pacientes suicidas, por lo general eran depresivos o corazones rotos. —Por el rabillo del ojo veo que se encoje de hombros. El pendejo se encoje de hombros. Lo miro directamente.
—¿Me estás jodiendo cierto? —gruño mi pregunta.
—Por supuesto que no. Yo me tomo muy en serio a mis pacientes y sus problemas.
—Yo no soy tu paciente y lo mío no es un problema que puedas resolver con unas cuantas sesiones de charlas de mierda. Tampoco creas que soy una malcriada que intenta llamar la atención de sus padres, lo que hice no es un juego.
—Yo no hablo mierdas. ¿Tú lo haces? —su pregunta me descoloca. Que mierda con éste tipo—. Y la verdad es que tampoco creía que hubieras querido llamar la atención de tus padres. Son buenas personas, no creo que hayan hecho algo mal.
—¿Qué? estás insinuando entonces que soy una maniática que quiere hacerles daño. Ellos son los que me han hecho daño a mí. —bramo con furia—. Y si tú crees que son buenas personas, déjame recordarte un dicho por ahí "las apariencias engañan".
Sus ojos se estrechan un poco hacia mí, toma nota de algo en su cuaderno y vuelve a hablar.
—¿Estoy equivocado entonces?
Resoplo. —Creo que te equivocaste de profesión. Ni siquiera sabes que mierda pasa conmigo y ya dices que mi vida es perfecta.
—¿No lo es?
—¿Acaso crees que si lo fuera hubiera hecho esto? —le enseño mis muñecas vendadas.
—Eso es un corte muy profundo, si aún sangran. Tomará días y probablemente queden cicatrices. —acota. Aunque sus palabras no llevan maldad en sí. Estallo.
—¡¿Crees que esto es un maldito juego?! —gruño— ¡No lo es! Mi vida es una completa mierda, no es perfección como tú lo crees y no soy una malcriada que intenta obtener la atención del mundo. Si me corte es porque de verdad quería morir, ¡Yo quería morir! —sollozo—. Quería ser libre, pero ella llegó justo a tiempo, jamás han estado ahí cuando los necesité y cuando decido acabar con todo el dolor por mi cuenta, ¡Aparecen! ¿Por qué no estaba antes? ¿Por qué? —lloro. Empiezo a temblar y las lágrimas siguen derramándose por mis mejillas. Esteban intenta acercarse pero me tenso y retraigo en mi asiento. Sus ojos vuelven a estrecharse y escribe nuevamente.
Lloro por algunos minutos ante los ojos de Esteban, él solo me observa con atención. Me entrega un pañuelo, desvío mi mirada hacia otro lado, no agradezco por el trapo con el que limpio mis lágrimas, no. Me ordeno una y otra vez a mí misma para calmarme. No quiero darle más municiones a este tipejo y que piense soy una reina del drama.
—¿Cuál es tu color favorito? —pregunta, debido a que he logrado calmarme un poco.
—¿Eh? —Lo miro confundida.
—¿Tu color favorito? —repite.
—Creo... creo que el azul.
—El mío también, especialmente el azul cielo. —Frunzo más el ceño. ¿Qué le pasa a este loco?
—¿Estás loco o te fumaste algo antes de venir aquí? —pregunto. El solo sonríe.
—No —dice—, solo puedo fumar los fines de semana. ¿Sabes lo molesto y difícil que es sacar el olor de marihuana del cuerpo?
Mis ojos se abren antinaturalmente. ¿Qué clase de demente tengo al frente?
—¿No se supone que para eso están los perfumes y las mentas? —Me escucho a mí misma diciéndolo.
—Sí pero, imagínate cuanto gastaría yo en esas cosas. Por ahora tengo un sueldo de mierda así que tendré que acostumbrarme.
Parpadeo varias veces, no puedo creer todo lo que este tipo ha admitido hoy.
—¿Eres consciente de que todo lo que has dicho puedo usarlo en tu contra?
—Mira tú, acabas de hablar como policía —Sonríe y siento mi propia sonrisa querer salir también. Muerdo mi mejilla—. Además, estoy seguro que me guardarás en secreto. —Escribe algo en su libreta nuevamente y me entra la curiosidad, estiro mi cuello pero él parece notarlo, así que cierra el cuaderno y lo deja sobre el escritorio. Me sonríe nuevamente y con un ademán me despide—. Puedes regresar a tu habitación.
Confundida, me levanto y camino hacia la puerta, escucho que llama mi nombre.
—El menú de hoy es bistec y patatas. Por si te interesa, es mejor hacer la fila después de las 1.30pm. Alicia entrega los trozos más grandes a esa hora.
—Eres un ser extraño. —digo—. En serio no sé qué haces aquí.
—Estoy aquí para que hables conmigo.
—Yo no quiero hablar. —respondo. Veo que sus ojos brillan por unos segundos y comprendo que precisamente eso fue lo que hice hace un rato. Hablé, no le grité, algunas cosas sobre mí.
—¿Aun sigues creyendo que me equivoque de carrera? —pregunta. No respondo y salgo de la oficina.
No reconoceré que el idiota, hizo un buen trabajo hoy y tampoco le diré que la pequeña sonrisa que llevo ahora, es gracias a él.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top