Obcecación
Sus parpados se abrieron cuando la alarma de su móvil sonó indicando que era momento de preparar las cosas en la casa antes de partir a la iglesia. Se levantó a preparar el desayuno y servírselo a su empleadora. Colocó las pastillas que debería tomar en el día en el pastillero, porque Umi siempre era indiferente con esos asuntos.
Colocó un poco de la comida en unos recipientes y sonrió al cerrarlo con una tapa, adicionando un poco de tarta de manzana que había horneado el día anterior.
Sus ojos se dirigieron hacia el reloj en la pared y con rapidez se adentró al baño, dejando que el agua de la regadera mojara su cuerpo. Cerró los ojos sintiendo el líquido vital acariciaba su piel, bajando por sus labios, los recuerdos comenzaron a llegar a su cabeza. Los eventos que habían pasado el día anterior, en el retiro religioso. Aquello que le había dado un poco de esperanza en todo este asunto, de que estaba yendo por un buen camino, que las cosas estaban avanzando y no estaban estáticas como había estado pensando hace un tiempo.
Rememoró la textura y sabor de los labios masculinos encima de los suyos. Tenían un sabor exquisito, dulce, tan suave y sutilmente ácidos, justo como aquel fruto que marcó la perdición. Había resultado mejor de lo que había pensado. Ese simple gesto había hecho estremecer todo su cuerpo al grado que esa noche había pensado en esa misma escena pero yendo a niveles más calientes. Enjabonó su cuerpo lentamente con una sonrisa tonta en los labios, repitiendo la misma escena una y otra vez en su cabeza, de cómo sus cuerpos habían estado tan cerca al grado de sentir el calor corporal del párroco. Un delirio total.
Peor no podía intentar nada como eso en ese lugar y a en esa instancia, era demasiado pronto. Pronto para él, no para ella. Además que en ese momento algo como eso no había cruzado su mente, se había entregado al momento del beso y eso había sido suficiente para ella. Ahora mismo su mente parecía exigirle más una vez que el obstáculo más fuerte había sido atravesado. Anteriormente había contemplado que había dos barreras que debía pasar del sacerdote.
La primera era su religión y la siguiente él como hombre. Había apostado a la segunda como más sencilla, de que Neji se sintiera cómodo a su alrededor y hasta que en algún momento la necesitara a su lado. Algo que había intuido había logrado cuando le pidió que fuera al retiro con él. Un paso enorme a su parecer. No tenía ni idea de cómo pasar la barrera de la religión, pero los actos del día anterior le hicieron constar que de alguna manera, ya la había atravesado, ahora mismo ya no había impedimento alguno para ir más allá. Neji Hyūga estaba al alcance de su mano.
Salió de la casa Umi, una vez que la vio desayunar y tomar sus medicamentos, hacia la iglesia. Con una bolsa de desayuno en la mano para compartir con el párroco antes de iniciar los labores. Pasó primeramente a la residencia que estaba detrás de la iglesia, tocando la puerta varias veces, aunque no obtuvo ninguna respuesta. Pensó que tal vez ya estaría en la iglesia, así que se encaminó hacia ahí. Ingresó al complejo de habitaciones que estaba a un costado del recinto, donde estaba la bodega, varias habitaciones y la oficina hasta el fondo.
El lugar era un cuadrado, en medio había un jardín con varias macetas de plantas ornamentales y donde no había techo para que el sol alcanzara la flora de ahí. Al fondo, girando a la derecha y luego a la izquierda llegabas a la recepción, que junto tenía la oficina del Hyūga. Tenten pensó que estaría ahí, pero se sorprendió al ver al sacerdote en el pequeño jardín regando las plantas con tranquilidad. Se acercó por detrás, hacía él, lo más cerca que pudo y sonrió.
―Neji
El mencionado saltó un poco en su lugar, sorprendido de la voz cercana a su oreja. Se giró en su lugar con la regadera en las manos. Tenten le sonrió ligeramente, gesto que no fue devuelto.
―He traído esto para que desayunemos juntos.
El párroco observó la bolsa detenidamente durante más tiempo del necesario, como si estuviera hundido en sus propios pensamientos.
―Lo siento, estoy ocupado.
Sin esperar una respuesta de la castaña dio media vuelta dejando la regadera ante sus pies, dirigiéndose a su oficina y cerrando la puerta detrás de él.
Tenten se quedó de pie, ahí mismo hasta que la espalda del hombre se perdió, conmocionada por aquella actitud que había presenciado. Le recordó tanto al Neji de un año atrás, que huía de ella y de cualquier acercamiento que tenían. El que no se sentía cómodo a su alrededor. Torció la boca cuando varias ideas vinieron a su cabeza.
¿Qué demonios le pasaba?
Estaba completamente segura de que lo que pasó un día atrás no había sido una imaginación suya. Sucedió y él lo había iniciado. ¿Por qué de pronto aquella absurda distancia? No tenía nada de sentido considerando que ante su perspectiva él mismo había gozado de aquel momento que habían tenido. Neji le había devuelvo el beso con la misma intensidad, buscando seguirle los movimientos.
Por eso nada de eso tenía sentido, aunque tal vez... ¿acaso quería hacer como si nada de eso hubiera pasado? Tenten frunció el ceño ante ese hecho, algo que no había previsto, al pensar que ese avance era el definitivo y que las cosas iban a cambiar desde ese momento. Todo avanzaría más rápido y finalmente... no había supuesto que de alguna forma las cosas retrocederían un maldito año. Un año que le había costado pasar, atravesando varios obstáculos y reprimiéndose tanto. Ella había esperado tanto, había fingido demasiado, ella se había quedado a su lado durante tanto tiempo con una esperanza.
No iba a permitirle fingir que nada había pasado.
Neji Hyūga permaneció en su oficia gran parte del día, excepto cuando tuvo que ofrecer misa por la tarde y confesiones en la noche donde no hubo demasiadas personas. Intentando mantener su mente ocupada, aunque había horas muertas donde el trabajo dependía de sí mismo. Y donde su cabeza se movió con libertad propia. Más aún cuando después de dejarla ahí al medio día Tenten entró para ofrecer que fueran a comer, a lo cual él se negó tajantemente. Posteriormente la castaña regresó con una lista de pendientes en la mano. Neji apenas y pudo mirarla, aunque la despachó sin más.
Agradeció que ella pareciera especialmente tranquila.
Su propia mente no lo estaba, por lo que cuando se detuvo para comer algo de la comida que él mismo había llevado. Se recostó al terminar en su silla un instante y cerró sus ojos. Sin previo aviso las imágenes se repitieron en su cabeza, como en sus sueños.
Desde el inicio había pensado que el que Tenten fuera era por simple ayuda, sería de utilidad para controlar niños, era algo que había demostrado en su estadía al iglesia y como en ocasiones la veía jugando con los niños que salían del catecismo. Se negaba a admitir que era por motivos personales el querer tenerla ahí, fuera de cualquier ámbito laboral y religioso.
Eso pensó durante los días que estuvieron ahí, cada instante, hasta que la luz se fue y se metieron al cobertizo para ver cuál era el problema que había, encontrando un fusible descompuesto. Por suerte había de repuesto ahí y los cambio sin problema. Su sorpresa fue cuando al subir la electricidad nuevamente, una descarga ocasionó una chispa que casi alcanzaba a la castaña que estaba cerca. Instintivamente la alejó para que no se viera afectada. Su propio cuerpo había actuado solo con el único pensamiento que no quería que le pasara nada. Fue hasta el último momento que se percató que ese movimiento la había acercado demasiado.
Su mano en la cintura femenina y la mujer abriendo los ojos luego de la sorpresa de la descarga. Sintió su músculo cardíaco agitarse como jamás lo había hecho, fuerte y doloroso. Apreciaba las facciones femeninas a tan corta distancia como jamás pensó apreciar y las sombras que ocasionaba la lámpara de mano. Su pequeña nariz perfilada, sus largas pestañas, los ojos castaños que parecían arden por la el fuego de la lámpara. Sus ojos malva descendieron un instante, centrándose en aquellos labios. Esos que tiempo atrás se había entregado a la tentación de tocar, un poco, para calmar el pensamiento que lo había perseguido desde hace un tiempo.
Lo había admitido desde el inicio, como la castaña era atractiva, algo que siempre pensó que había ignorado. Pero en ocasiones se reprendía a sí mismo al mirarla más de la cuenta, pensarla o cuando su atención se dirigía a los labios femeninos. Había tenido muchos pensamientos sobre cómo sería su sabor o la textura. Recordaba que la primera vez que pensó en ello fue cuando accidentalmente se manchó de su labial. Intentó quitarse ese pensamiento de su cabeza, pero se repetía de vez en cuando, solo un instante que lograba silenciar la voz en su cabeza. Hasta días atrás en su habitación, cuando ella estaba enferma. Que se permitió dejar caer esa postura rígida que siempre tenía y se dejó guiar por sus instintos. Aún recordaba sus dedos cosquillando en contacto y la duda punzando con fuerza en su cabeza sobre que se sentiría besarla.
Y ahí estaba, tan cerca de ella que podía sentir su aliento en su rostro. Los labios se veían muchísimo más apetecibles de lo que jamás los había visto, muy seguramente por la distancia. En ese preciso momento fue que se dio cuenta que no solo le había pedido que fuera ahí por ayuda, había algo personal disfrazado, se había estado mintiendo.
Toda su parte racional le gritaba que se alejara, que era momento de poner una distancia prudente entre ellos, checar la caja de fusibles y salir de aquel cobertizo para no estar a solas con la fémina que lo alteraba de una manera que nadie más lo hacía.
A pesar de los gritos en su cabeza, se quedó ahí, de pie, desatando una guerra interna en su cabeza. Sobre lo correcto, lo que su propia religión le imponía y sobre lo que en ese momento deseaba. Pensó equivocadamente que cuando tocó sus labios, alimentando su hipótesis de que los labios de la mujer si eran tan suaves como pensó, sería suficiente para calmar aquellos pensamientos en su cabeza. Ahora su propio instinto que más que ayudarle a calmarse, solo había agitado las cosas, que estaban desbordándose.
Más aún cuando el día anterior ella casi había caído por la colina y la sujetó entre sus brazos para evitar dicho accidente. Esa cercanía lo persiguió durante el resto del día. Porque fue más agradable de lo que había pensado.
Pero fue el inicio de esa cercanía, luego la buscaba entre los niños para ver donde estaba o que era lo que hacía, encontrándose con su mirada cada vez. Y luego sucedió esto.
La pelea en su interior era tan feroz, aunque la balanza comenzó a inclinarse, sobre qué era lo que él quería sobre todas las cosas, algo que nunca había tenido la oportunidad de decidir. Recordó nuevamente su posición y la balanza volvió a nivelarse. Presionó ligeramente el agarre en la cintura de la mujer y sus ojos volvieron a aquellos castaños que parecían tan inocentes y sorprendidos. Él mismo inclinó la balanza en su interior y sutilmente acortó aquella distancia que parecía tanta, tan enorme como si estuvieran en otra habitación cada quien. Se detuvo cuando sentía el aliento femenino más cercano y abrió las labios en un impulso de querer decir algo y de pedirle que ella se alejara, porque él mismo no tenía control de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, ninguna palabra salió de sus labios.
Entonces sin verlo venir, ella presionó sus labios contra los de él. Desatando una sensación inexplicable en su interior. Tan cálida, electrizante y delirante. Al sentir aquella suavidad aterciopelada sobre los suyos. Se quedó ahí, silenciando su parte racional que le decía que debía cortar aquel contacto y salir de ahí. Su interior se estremeció cuando sintió los labios contrarios moverse, en una invitación de que los siguiera. No tenía ni una sola experiencia en ese ámbito.
Desde que entró a la adolescencia ingresó a internados religiosos solo de varones, por lo que el contacto con el sexo opuesto jamás sucedió. Luego ingresó su carrera como sacerdote, siempre tan reservado y lejano a cualquier tentación. Aunque jamás sintió ningún interés por el sexo contrario, nunca sus ojos viajaban por las curvas de las mujeres que luego veía en la calle y jamás sintió lo que todos llamaban curiosidad.
Hasta que ella llegó a la iglesia.
Despertando aquella curiosidad que pensó que no tenía, iniciando pensamientos que jamás pensó tener y sensaciones que le eran tan incompresibles.
Hasta orillarlo a algo como esto, que aunque mucho tiempo pensó como innecesario y sin ningún sentido, en ese momento pensó que era lo más placentero que había sentido en toda su vida.
La electricidad sacudía todo su cuerpo llegando hasta cada célula de su organismo, su pecho golpeando dolorosamente, los latidos de su corazón incrementándose con fuerza. Tenten comenzó a subir el tono del beso e hipnotizado por el sabor femenino le siguió el paso, suplicante y entregándose a la delirante perdición que conllevaba.
Pudo sentir el cuerpo femenino pegado al suyo y él mismo lo acercó aún más. Se había amoldado al movimiento de los labios de la mujer, el estremecimiento en la boca de su estómago que estremecía todo su cuerpo. La mujer mordió su labio inferior una y otra vez, generando una corriente eléctrica en el cuerpo masculino que soltó un ligero suspiro placentero. Su mente nublándose más y más, hasta que solo pudo pensar en el olor que el cuerpo femenino desprendía, la sensación de sus labios sobre los suyos y el mar de emociones desatadas en su interior.
Un golpe estridente alertó a ambos que cortaron el contacto súbitamente y miraron hacia la puerta, temerosos de que alguien hubiera entrado y visto la situación en la cual se encontraban. Pero la puerta seguía cerrada, el sonido se repitió y miraron al techo. Tal vez una rama había caído.
Eso le dio el tiempo suficiente para serenarse y recobrar su racionalidad. Un golpe en su estómago lo sacudió al darse cuenta de lo que había pasado. Bajó la palanca de la luz, cambio los fusibles y volvió a subirla, regresando la luz en todas las cabañas y en el cobertizo mismo. Se giró mirando a la fémina que estaba a su lado, viendo como sus mejillas estaban sonrojadas y tenía una sonrisa torpe en el rostro.
Neji volteó el rostro y salió del cobertizo, siendo consciente de cómo era seguido de cerca. No podía estar en el mismo cuarto que ella, no cuando se veía tan adorable con ese tono carmesí en sus pómulos.
Luego de ese altercado y unirse a los niños que cantaban alrededor de la fogata siguiendo las notas de Gai con la guitarra, apagaron el fuego dando por terminado el retiro religioso y las luces se apagaron mientras todos se sumieron en sus propios sueños.
Neji Hyūga no pudo dormir nada, se movió incomodo en su cama y sus ojos se abrían cada determinado tiempo. Porque al cerrarlos las imágenes regresaban con fuerza, las sensaciones se materializaban en cada centímetro de su cuerpo. El cosquilleo incesante en sus dedos al pensar en la piel femenina irradiar calor y traspasar la ropa. Y más aún, el sabor de esos labios, moviéndose y besándolo como si lo necesitaba tan cerca. Por lo que pasó toda la noche sintiendo el calor sacudir su pecho.
Agradeció que al día siguiente regresaran temprano y cada quien se separara para descansar de la travesía.
Abrió los ojos frustrado de volver a traer esas imágenes a su cabeza. Odiaba el placer que recrearlo le ocasionaba. Y al instante se sintió tan culpable de todo lo que había pasado. Autocastigándose al quedarse horas arrodillado ante el altar a regresar, rezando una y otra vez. Recordando su propia infancia. Y temía por volver a verla, porque de alguna forma la culpaba de lo que había pasado. Aunque muy en su interior sabía que todo eso lo había iniciado él.
Aún en esos momentos en su oficina no sabía que había pasado y que era lo que había desatado que perdiera toda racionalidad y se entregara al más profundo pecado. Aun cuando en ese momento su propia cabeza le decía que esto estaba mal, y quería decirle a ella misma que se alejara. Considerando que jamás había pasado algo como eso en la iglesia, cuando pasaban mucho más tiempo juntos y a solas.
Analizó que posiblemente fue por los factores de la falta de luz que originó un ambiente de tensión que afloró los pensamientos que siempre intentó mantener apartados. Tal vez la ausencia de gente y de la electricidad, aquella privacidad lo orilló a hacerlo, porque no había nadie que pudiera verlo, algo prohibido que se perdería en aquella penumbra.
Ese pensamiento lo hizo entender algo sumamente ilícito. Del porque jamás algo como eso nunca pasó en la iglesia y un solo fin de semana bastó para que todo se descontrolara.
El retiro religioso había sido a las afueras de la ciudad, alejados de toda civilización. Cualquiera que los viera de lejos no pensaría que fuera religioso. La iglesia, más que cualquier otro lado era la casa del señor. La gente acudía ahí porque su presencia era más fuerte. Las personas se arrodillaban ahí para ser escuchados por el señor, ya que era seguro que ahí podrían recibir un consuelo y la luz que necesitaban. La gente solía tener mucho más cuidado en la iglesia de decir alguna mala palabra o hacer algo reprochable. Por lo mismo de que la presencia del señor era más fuerte ahí.
Por eso, en medio del bosque y de toda civilización, a pesar del pensamiento de que el señor estaba en todas partes, ahí se sentía menos observado, ya que no estaba en la completa atención, por eso mismo bajó la guardia. Y se dejó llevar.
Maldijo internamente a su instinto humano que aún tenía, que había actuado al sentirse menos oprimido y juzgado, más libre de hacer que había deseado hace mucho y que al tener la oportunidad la había tomado. En el instante que había llegado a la ciudad pensó en acudir con Lee y confesarse, sacando el sentimiento impuro que albergaba su pecho. Justo cuando estaba por irse para ver si alcanzaba sus confesiones se detuvo, incapaz de poder pronunciar sus pecados. Por eso mismo simplemente decidió en arrodillarse y rezar y rezar, intentando expedir sus culpas.
Suspiró frustrado mientras dejaba todo el trabajo que tenía y salió de su oficina asegurándose que la mujer se hubiera ido de ahí. Buscaba evitarla lo mayor posible, había cruzado los límites que había trazado durante toda su vida y era momento de alzarlos con fuerza. Dejando en claro que eso había sido un error y que no debería repetirse, que realmente no había pasado.
Solo había sido un momento de debilidad, simplemente eso.
La mano abierta hizo contacto con las palmas que estaban boca arriba con fuerza haciendo arder el pie un momento.
Un Neji Hyūga de unos ocho años presionó los labios en un intento de reprimir un quejido de dolor ante sus manos ardientes. Levantó la mirada observando a la mujer que tenía enfrente con el ceño fruncido, en señal de desaprobación.
Habían ido a visitar a sus abuelos en aquella ocasión, una casa bastante grande con muchas figuras de porcelana en todas partes. Diferentes santos y el mismo Jesucristo en diversas presentaciones. Neji no había visto tantas en lo que llevaba de su vida, solo cuando asistía a casa de sus abuelos. Igual tenían un patio amplio donde solía jugar cuando iba o si era una reunión, con Hinata.
En esa ocasión habían ido solo con su padre y este le había dicho que jugara mientras hablaba con sus abuelos. Luego de un largo rato decidió entrar por algo de tomar, chocando accidentalmente con la mesa y tirando accidentalmente una de esas figuras al suelo, rompiéndose. Acto que su abuela había visto, desgraciadamente.
Lo tomó del brazo con fuerza, llevándolo hasta el sillón y obligándolo a sentarse. Se inclinó un poco para llamar la atención del niño.
―Nosotros estamos aquí regidos para comportarnos de una manera educada― Habló sumamente enojada. ― El Señor nos bendijo al sanar a tu padre ¿y así le agradeces? ¿Quieres de nuevo ver a tu padre enfermo?
Neji negó con la cabeza sintiendo las lágrimas picando sus ojos, aunque se contuvo mientras bajaba la mirada, en un intento de huir de los orbes inquisitivos de su abuela.
―Entonces compórtate, quédate quieto y no te levantes de este sillón.
La abuela se alejó de Neji, recogió la figura rota y salió de ahí, dejando a su nieto sumido en el silencio total. Con el miedo dando vueltas en su cabeza.
Se despertó con aquella imagen en su cabeza, respirando agitadamente y sintiendo el mismo malestar que había sentido en esa ocasión. 'Pasó su mano por su rostro deshaciéndose del sudor de su frente.
Recordaba aquello bastante bien, de hecho recordaba cada momento que había pasado con sus abuelos, porque todo había sido de la misma manera. Su repitiendo una y otra vez que si seguía siendo un niño tan maleducado y si iba moviéndose por todos lados causando destrozos, su padre volvería a enfermar.
Hizashi Hyūga había sido diagnosticado con cáncer cuando Neji aún era muy pequeño y había luchado con eso durante varios años. A pesar de eso él había crecido bien, su padre siempre se encargó de educarlo adecuadamente, por lo que siempre fue animado. Aun cuando su madre se fue, dejándolo solo con su padre. Acto que ocasionó una recaída en Hizashi. Por eso mismo se encomendaron mucho al señor y rezaron y rezaron.
Neji recordaba ir con su abuela a la iglesia en días interminables donde lo obligaban a quedarse arrodillado durante mucho tiempo, tanto que le dolían sus rodillas al terminar y tenía las piernas entumidas. Adicional los rosarios diarios y largos, repitiendo las oraciones. Si se distraía mínimamente era reprendido por su abuela con una sola mirada.
Algo que no había entendido a su corta edad, pero que había terminado reprimiéndose para comportarse como se suponía que tenía que hacerlo. Haciendo lo que esperaban que hiciera, y que tal acto ayudara a su padre de la batalla contra el cáncer. Lo habían operado para retirar el tumor. Neji recordaba él mismo encomendarse al señor y rezar una y otra vez, que era la forma en la cual le habían dicho que podría ayudar a su padre.
En ese entonces había pensado que si salía con vida de ahí, encomendaría su vida al señor. Porque él había salvado a su padre y eso era lo que más le importaba en el mundo. Luego de largas horas en el quirófano, salió con vida y su recuperación fue tranquila. El cáncer jamás regresó, su padre iba a chequeos cada año para asegurarse.
Su abuela le había dicho que había sido por todos los rezos que le habían dedicado, que sus plegarias habían sido escuchadas. Y Neji le creyó, era una prueba irrevocable de que había sido un milagro, ya que los mismos médicos no sabían cómo había superado la batalla tan complicada en el quirófano.
Por eso mismo él se había entregado a ese camino que su abuelo había trazado para él, con justa razón, era lo que se esperaba que hiciera. Pero ahora mismo revivir ese momento exacto con la abuela le creo una desazón, tanto que le quitó el hambre y salió rumbo a la iglesia sin probar bocado. Hablando con Kiba sobre algunos arreglos de la representación del vía crucis del fin de semana y quedando con algunos de los chicos que actuarían.
Vio pasar a Tenten, imposible de ignorar, con unos jeans y una blusa roja, ese color que jugaba tan bien con su piel morena. Su cabello castaño moviéndose por el aire, su mirada se cruzó con la de ella un instante. Nervioso al ser descubierto simplemente regresó a prestar atención a lo que los chicos decían sobre el vestuario. Con la imagen de la mujer sonriendo con cierta picardia.
Decidió ir a ver a Lee antes de ofrecer la ceremonia de ese día, diciéndole a los chicos que cualquier cosa que necesitaran en cuando a escenografía podrían acudir con Kiba y cualquier otra situación podrían arreglarla con Tenten. Necesitaba hablar con Lee, sacar aquello que estaba carcomiéndolo.
Se sorprendió al ver a su amigo considerando que no le había mandado ningún mensaje avisando que lo vería ahí. Tenía que ser urgente, ya que no solía hacer las cosas de esa forma. Lo conocía desde su formación como sacerdotes, se habían graduado en el mismo año y por sorpresa habían sido asignados a parroquias no tan lejanas, lo cual permitía que cada uno acudiera a visitar al otro o acudieran para confesarse.
Sin embargo, lo recibió con gran alegría, como siempre solía hacer. Curioso ante tan repentino visita.
―Necesito confesarme. ―Habló sin hacerse esperar y sin rodeas, típico del Hyūga.
―Estas volviendo de tu retiro ¿no? ―Lee lo miró confundido, se suponía que eso ayudaba a purificar el alma y dejabas pecados atrás.
Entonces ¿Por qué necesitaba una confesión al regresar? El sacerdote enfrente suyo no respondió y se sentó a escucharlo. Observando como miraba algún punto perdido sin decir palabra alguna. Neji no era muy hablador, el saber interpretarlo es lo que había hecho que su amistad funcionara, ya que podía intuir que era lo que pensaba. Por eso podía intuir que algo le perturbaba en demasía.
Lo vio abrir los labios, mencionando un par de malas acciones, nada nuevo, siempre era lo mismo de siempre, nada por lo cual alertarse.
― ¿Eso es todo Neji? ―Habló cuando se quedó callado durante un par de minutos.
Neji levantó la mirada un instante, mirándolo con gran detenimiento, como si quisiera decir tanto pero las palabras no salieran de su boca. La curiosidad embriagaba al párroco con cejas prominentes... ¿Neji nervioso?
―Sí, es todo.
Esperó su penitencia y se retiró hacia las bancas, siguiendo el protocolo establecido. Cuando Lee lo vio sentarse, dando por finalizado su penitencia, se acercó hasta él y tomó asiento.
―Cuéntame que tal el retiro.
Neji habló distraídamente, mencionando las actividades que había hecho, la aceptación de los niños, las canciones y demás eventos. Todo bastante superficial, como él solía ser, no entraba en detalles a menos que fuera relevante. Nunca gastaba sus palabras, siempre tan reservado.
―Suena que todo salió bien, quisiera organizar algo así pero enfocado a otro público.
―Avísame si necesitas ayuda.
Sin esperar más, se levantó excusándose de que pronto tendría que dar una misa y salió tan rápido de la iglesia como había llegado. Lee sonrió hasta que vio la espalda perderse. Estaba bastante sorprendido de la omisión de su correcto y rígido amigo, tal vez con un poco de tiempo o tal vez le tocaría adivinar, como muchas veces había hecho en el pasado, en su tiempo como amigos.
¿Qué era lo que estaba perturbando al Hyūga?
―En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo ― Realizó con la mano la señal distintiva. ―Pueden ir en paz.
La gente comenzó a retirarse de la iglesia, algunos se quedaron a saludarlo y lo hizo de forma un poco cortante. Tenía un par de cosas que arreglar antes de abrir las confesiones de la noche.
Era una de las épocas más importantes de la iglesia, pronto llegaría la semana santa, por lo que había confesiones en la mañana y en la noche. Eso y las ceremonias impartidas, la representación de la iglesia del vía crucis, la visita de los 7 templos, todo esto lo tenían bastante ocupado.
Una vez que terminó las cosas pendientes, se dirigió al confesionario y se adentró, dando un pequeño suspiro. No había comido en todo el día, sentía los hombros tensos. Terminando usaría aquella crema que le ayudaba bastante a relajarse y comer algo ligero. Abrió la pequeña ventana cuando escuchó la puerta de alado abrirse, que daba por iniciado las confesiones. Una hora no parecía suficiente, aunque al mismo tiempo era bastante agotador.
Miró su reloj al cabo de un gran rato, viendo que eran las nueve. Habían pasado cinco minutos y nadie había entrado del otro lado. Había terminado por hoy. Justo cuando estaba por levantarse la puerta se abrió. Se mantuvo en su lugar, sin mirar por la ventana, esperando escuchar la voz del otro lado.
―Dios nuestro Padre, que ha hecho brillar la luz de la fe en nuestros corazones, te conceda reconocer sinceramente tus pecados y su misericordia. ―Repitió la misma oración que usaba cada vez.
―Padre, he pecado.
Neji alzó la mirada conmocionado de escuchar aquella voz e instintivamente miró a través de la ventana, encontrándose con los ojos castaños mirándolo con gran intensidad. Con aquel secretismo que había notado en el cobertizo. Algo que le extrañaba. Ella se había mantenido tranquila, sin hablarle ni buscarlo como antes solía ser. No iba a admitirlo pero tal vez su ausencia es lo que lo estresaba más de la cuenta.
Había momentos donde sus diferentes funciones lo aturdían, pero las comidas que compartía con la fémina ahí en su oficina o con Kiba y ella lo hacían olvidar todo al menos mientras hubiera comida en la mesa. Pero considerando que había remarcado con mayor fuerza los límites entre ellos y el torrente de cosas pendientes que tenía, no había tenido mucho tiempo de comer.
Y Tenten no había insistido luego del desplante que le había hecho días atrás, por lo que pensó que las cosas se mantendrían apagadas e insípidas entre ellos, para dejar pasar aquel desastroso encuentro. Aunque tal vez estaba apresurándose, ella podía confesarse cuando quisiera sin que eso estuviera directamente relacionado con aquello que sucedió en el cobertizo.
―Te escucho. ―Apartó la mirada de ella y miró sus manos, intentando relajarse y dejar de hacerse ideas.
―He besado a un hombre prohibido, alguien que esta fuera de mi alcance. ―Su estómago se estremeció al escucharla. ―Soy muy consciente de eso, pero no puedo evitar sentir cosas por él.
Sus ojos malva se levantaron por inercia encontrando los castaños luminosos. Su atención se dirigió un instante a los labios femeninos, que tenían un labial rojo o el tono tenue que quedaba de ellos. Sabía que ese labial se transfería, de la peor forma. Frunció el ceño al darse cuenta de lo que hacía, apartando la mirada.
Había decidido a ir de esta forma para hablar de esa situación, no había dejado el tema olvidado. Sin embargo, algo en su interior se agitó con fuerza al escuchar la última parte. ¿Evitar sentir cosas por él? ¿Qué clase de cosas? En su intento de justificar la situación anterior, pensó que todo había sido por el calor del momento. Que no había sentimientos ni nada parecido de por medio, cuestión que haría más fácil que todo esto se olvidara. Esa conclusión lo había calmado un poco, pero tal confesión dejaba en claro que había mucho más atrás de lo que quería pensar.
Esa idea debería desagradarle, lo hizo moverse en su asiento un poco incómodo ante las implicaciones, pero una parte de él disfrutó haberlo escuchado.
―Usted me dijo que debía ser sincera conmigo misma y debo estar segura de que es lo que quiero.
Presionó sus manos que tenía recargadas entre sus piernas. Recordando aquella confesión de tiempo atrás donde ella había admitido estar a punto de hacer algo más con alguien cuando no se sacaba de la cabeza a otra persona. Entonces... ¿esto estaba pasando desde ese entonces? ¿Estaba hablando de él en ese momento? Esto no parecía nada bien. Se preguntó entonces con quien casi hizo algo y eso creo un desazón amargo en la boca de su estómago, intentando darle cara. No le extrañaba que algún hombre intentara algo con ella.
Era una mujer atractiva y libre, podría estar con cualquier hombre que quisiera. Sin embargo esa imagen le molestó de sobremanera.
― ¿Y ya sabes que es lo que quieres? ―Habló por inercia.
―Si, ya sé que es lo que quiero...y a quien quiero y no voy a retroceder hasta conseguirlo.
Neji levantó la mirada al escuchar aquellas palabras, encontrándose la mirada castaña mirándolo con gran intensidad y una sonrisa escapando de aquellos labios que ahora conocía a profundidad. Una imagen rápida vino a su mente, aquella danza desenfrenada de ambos días atrás. Pudo percibir el picor de sus labios, una memoria muscular, un anhelo reprimido sobre sus propios deseos. Vio las pupilas contrarias dilatadas mientras lo observaba.
Todo su interior tembló ante la implicación e intensidad de sus palabras, sin la mínima posibilidad de apartar la mirada de aquella tan similar al fuego. La boca de su estómago ronroneando en respuesta y sin la posibilidad de decir ninguna palabra. Ella era intensidad pura, vivaz, sin límites ni nada que pudiera apagarla. Saltando cualquier barrera puesta.
Neji solo tenía una opción aparente, salir de ahí antes de ser atrapado en las llamas de la perdición.
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