Enchanting
Se llevó un bocado de su plato hasta su boca, masticando con aire ausente, mirando un punto en la pared, apoyando su barbilla en su mano libre.
― ¿Tenten?
La castaña regresó su atención a la mujer anciana que tenía enfrente, ese día comían juntas, algo que procuraba que pasaba un par de veces a la semana. Debido a que Tenten prefería comer con el sacerdote cuando podía, yéndose más temprano de lo normal para no levantar sospechas.
― ¿Qué te tiene tan distraída?
La castaña observó a Umi con las arrugas en su rostro, algo que un fatha como ella nunca experimentaría. Por la calidez en los ojos de su empleadora se notaba que estaba genuinamente preocupada por su actitud tan fuera de sí misma.
―No es nada, pensaba en algunas cosas.
―Has estado conmigo tanto tiempo que puedo intuir que algo te preocupa. ―Sonrió mientas bebía un poco de jugo. ― ¿Es algo acerca de la iglesia?
Tenten se sentó adecuadamente en su silla, terminando la comida en su plato. Había olvidado que tan preceptiva podía ser Umi. Recordando como la había conocido, en el casino que estaba en una plaza, a un par de kilómetros de su casa. Umi apostaba contra su antigua diversión, un hombre que no recordaba haber sabido su nombre. La castaña pudo ver como esa frágil anciana estaba fingiendo estar estresada, cuando ya tenía todo fríamente calculado.
Antes de que la jugada de la anciana cayera en la mesa, Tenten se había escabullido fuera del lugar, sin la intención de soportar el mal humor de ese hombre. Para él, ella era su trofeo al presumirla con sus amigos. Para Tenten, era un pasatiempo y sabía que a nadie le gustaba perder. No tenía ni la más mínima intención de consolarlo, además que le había aburrido.
Había estado ya casi dos meses en esa ciudad, por lo que era momento de irse. O esos eran sus planes mientas estaba fuera del casino, a punto de llevarse un cigarrillo a la boca, cuando aquella anciana salió con su cartera repleta y una sonrisa en los labios de satisfacción por su victoria.
―Buena jugada. ―Tenten soltó, curiosa de la habilidad de la anciana para ganarle a alguien que parecía tan confiado de sus movimientos.
―Un poco de dinero nunca viene mal y más de tipos como él. ―La anciana estaba por irse. ―Podrías aprender un par de trucos de alguien como yo.
Aquellas palabras hicieron que la castaña levantara una de las cejas y lanzara el cigarrillo intacto al suelo. ¿Qué era lo que una persona como ella podía enseñarle? Podía asegurar que había vivido más que ella y experimentado más cosas. Por lo que su comentario le sonó muy osado.
― ¿Si? ¿Algo como qué?
Aún recordaba a la anciana sonreír mostrando más marcadamente sus arrugas.
―A no meterte con hombres como él.
Eso había sido suficiente para generar una curiosidad en la castaña y casi reprimió una sonrisa cuando la siguió por la calle, hasta su domicilio donde le ofreció trabajo. En ese entonces Tenten aceptó por simple curiosidad y por el hecho que a ese punto no sabía hacia dónde dirigirse o que era lo que tenía que hacer. Había vagado mucho tiempo por la tierra y se sentía perdida. Decidió descansar un poco ahí...
Lo que no contaba era que ahí, junto a esa anciana, conocería al hombre que la ataría en ese lugar durante tiempo indefinido y del cual se había a enamorar sin proponérselo. Aun ahora era nueva con todo eso, no sabía cómo es que se suponía que debía comportarse con respecto al romance, simplemente se dejaba ir y eso parecía gustarle al sacerdote.
―Solo estoy un poco cansada. ―Dejó salir en el presente, con Umi mirándola intentando descifrarla.
No estaba mintiendo, se sentía cansada, como hace mucho venia sintiéndose. Cada vez se sentía más... humana y eso le asustaba de sobremanera. Su único consuelo eran aquellos encuentros con el sacerdote, trayendo a colación lo que sucedió una semana atrás en su oficina y ver los ojos malva sumidos en el placer, sin oponerse a ninguna de sus caricias.
Su propio interior suplicaba más intensamente para terminar de una vez con eso.
―Tal vez el tiempo en la iglesia te consume más tiempo del que debería.
Tener trabajo era algo que jamás había pasado por la mente de Tenten y mucho menos tener dos, aferrándose a la vida humana y al único lugar donde tenía un acceso total a estar con el Hyūga. Lo soportaba por las ventajas que traía. Además que por la libertad que solía tener Umi no sabía por que trabajaba con ella. Siempre pensó que la había contratado solo para sacarla de aquel casino, como si pensara que no tenía lugar a donde ir o tal vez porque sabía que fue la única que notó que iba a ganar la partida antes de que sucediera.
Si tan solo hubiera sabido que ella estaba ahí únicamente por diversión, pero no valía mencionarlo. Umi sabía de alguna forma su verdadera naturaleza y la había aceptado.
―No es nada de eso, no te preocupes.
Se levantó tomando los platos y lavándolos en la cocina antes de salir de ahí, dejando todo en orden. La comida para que la anciana solo la calentara, sus medicamentos organizados y todo limpio. Hubiera querido desayunar con el sacerdote ese día, para poder terminar aquello que habían iniciado una semana atrás pero por su agenda ocupada del Hyūga no habían terminado. Sin embargo, él le había mandado un mensaje la noche anterior le había dicho que tendría un par de cosas que hacer fuera de la iglesia en la mañana y que la vería más tarde en el trabajo.
Por eso mismo se había tomado su tiempo para comer con Umi y luego ir a la iglesia. No le apetecía ir temprano para estar con Kiba o ver a la gente llegar a pedir informes sobre la información que ya estaba escrita en el pizarrón en el pasillo central. Suspiró mientras caminaba con tranquilidad, tal vez solo necesitaba unas vacaciones con el Hyūga, ellos dos y sin nada que lo limitara a comportarse.
Aquella salida tiempo atrás, en la feria, donde habían sido dos personas desconocidas en medio de la multitud sin miedo que ninguno de sus actos sean malpensados o el que podría decir la gente de verlos de esa forma. Todo había sido tan bueno, que una vez no era suficiente. No cuando eso había pasado por primera vez en todo ese tiempo. Tenten necesitaba que eso fuera cada día de su vida.
Una vida donde ni su religión ni su propio mundo o tradiciones importaran, solo estuvieran ellos dos, actuando de la forma que quisieran sin limitantes.
Ingresó a la iglesia viendo a lo lejos a Kiba subido en la escalera limpiando las ventanas, decidiendo pasar lo suficiente lejos para no verse obligada a saludarlo. Solo quería ver a Neji, por lo que esperaba que no demorara mucho en llegar. Ese día había llevado unos jeans negros junto con una blusa blanca de botones, junto con su cabello suelto y ligeramente ondulado.
Dejó su bolsa en su mesa, dejándose caer en su silla y arreglando los papeles que había dejado sin archivar el día anterior. Cuando Neji la invitó a ir por un poco de comida china juntos y comer en su oficina una vez que Kiba se hubiera ido.
Tal parecía que el sacerdote se esforzaba en evitar su casa, como si tuviera miedo de que aquello que habían comenzado tantas veces se terminara, como si tuviera miedo de ella. Aunque la realidad era que él tenía miedo de sí mismo y de su incapacidad de negarse a la sucesión de hechos que se desataría si estuvieran solos. Aunque el mismo intentara negarse a lo inevitable, su propio cuerpo decía tanto anhelaba ese contacto.
Le molestaba que se siguiera negando a ese tipo de cosas, eso solo resultaba doloroso para ambos.
Aunque sus avances "lentos" habían ayudado a que él comenzara a soltarse y comenzara a desearla. Él mismo moviendo las manos encima de sus pechos y buscando quitar la tela de su sostén para poder verlos en totalidad. Estaba segura que él no las había visto una semana atrás por la interrupción detestable de Kiba, pero podía ver la curiosidad del Hyūga cuando ella llevaba escote. Luego de ese día no la había tocado más, pero podía ver sus manos inquietas a su alrededor. Estaba conteniéndose.
Sabía que era cuestión de tiempo y que tal vez debía forzar un poco más las cosas.
Caminó hacia la oficina del clérigo, para ver si de casualidad había llegado. Giró el pomo, abriendo la puerta y dando un solo paso hacia adentro. Los ojos castaños captaron la imagen, paralizando todo su cuerpo y deteniendo su propia respiración.
Detrás del escritorio, en la silla de cuero estaba sentado Neji Hyūga y encima de él estaba una mujer con larga cabellera roja. Estaba pasando sus dedos por su garganta y sus labios recorrían su barbilla saboreando su piel. Pero el hecho de ver a la mujer encima no era lo más impactante, sino el hecho de ver al párroco ahí, sin oponerse o decir una sola palabra. Como si fuera si estuviera domado...
La ira embriagó cada una de sus células, mientras era motivaba a avanzar lo suficiente, acortando a una velocidad asombrosa la distancia. La mano de aquella mujer buscó adentrarse por debajo de la camisa del sacerdote. Y justo en ese movimiento Tenten sostuvo con una fuerza asombrosa el antebrazo, con la mandíbula presionada para no descuartizarla en ese momento.
― ¿Qué crees que estás haciendo, Mei?
Mei Terumi movió su cuello hacia un lado, lo suficiente para fijar su ojo izquierdo en la castaña que había interrumpido. Una sonrisa divertida se formó en sus labios. Tenten la fulminó con la mirada con la intención de atravesarla y sin suavizar su agarre.
―Oh Tenten, por fin llegas. ―Sus labios pintados de rosa se acercaron nuevamente hacía él. ―Pero que espécimen tienes acá, realmente cautivador.
Tenten presionó más fuerte el agarre, tirando de ella para alejarla de él, presionando la mano libre para no hacer algo en ese lugar de lo cual pudiera arrepentirse.
―Él es mío, Mei.
En ese movimiento fue consciente del rostro del clérigo. Aguantó la respiración ante lo que vio, como si hubiera recibido una cachetada directa en el rostro. Volvió a fijar su mirada en la mujer con el cabello similar al fuego, sin vacilar, sosteniendo la mirada azulada con la intención de atravesarla.
Castaño y celeste se encontraron con ferocidad, sin pestañear y sin ningún tipo de prórroga.
La campana resonando en lo alto del recinto rompió la tensión entre ellas, Tenten maldijo por lo bajo al entender que significaba eso. Pronto darían la misa de las once, por lo que tenía el tiempo contado para salir de ahí con Mei siguiéndola. Debía dejar a un lado su instinto asesino, solo un momento.
―Mei...―Soltó su nombre con toda la ira contenida junto con una advertencia impregnada.
La mujer suspiró con un deje de fastidio, obligándose a levantarse de encima del sacerdote. Ambas salieron de ahí, con rapidez, para permitir al sacerdote a recomponerse antes de ofrecer la ceremonia o eso esperaba Tenten.
Se alejaron lo suficiente de la iglesia, para que las campanas sonaran lo suficiente lejos para que pudieran hablar. Por supuesto que desde hace una semana atrás cuando Kiba le dijo que una mujer hermosa la buscaba, pensó en lo peor.
Que alguien de su mundo la había encontrado y había ido a verla.
Ese miedo se presentó los días siguientes, pensando que regresaría en cualquier momento. Pero al no ver señales de nadie, había dejado la idea. Debían ser ideas de Kiba, debía ser una coincidencia, debían ser otras cosas, siempre buscando una excusa que diluyera su miedo.
Ante ella se había presentado su peor miedo y de la peor forma, tocando a Neji Hyūga. Tragó saliva cuando la encaró y vio su rostro despreocupado, aquel que ella solía tener. Pero eso no le importaba, sino el hecho de que estuviera ahí y tocara lo que era suyo por antigüedad.
― ¿Qué es lo que haces aquí?
Mei Terumi, una fatha de fuego sonrió divertida ante su pregunta. Por supuesto que nada de esto iba en serio para ella, solo estaba jugando. Siempre era de esa forma. Así había sido un tiempo atrás, disfrutando y sin nada que le importara.
En alguna época ambas habían salido a cazar hombres juntas, siendo grandes compañeras. Recordaba que en algún momento hasta habían compartido a sus presas. No le gustaba recordar a Tenten nada de eso, eso había sido hace mucho y nada de eso le interesaba.
Eso había sido unos quince años atrás o tal vez diez, no era demasiado consciente del paso del tiempo. Estuvieron un par de años juntas, compitiendo y hasta podría decirse que eran buenas amigas, aunque eso no existía como tal en su mundo. Hasta que ambas quisieron tomar nuevos horizontes y se habían separado cada una por su lado.
―Qué manera de recibirme, Tenten, luego de venir a verte así es como me tratas. ―Pestañeó en un intento de verse ofendida, aunque no había algo en realidad que la molestara.
La castaña realmente no recordaba haberla visto enojada en alguna ocasión ni alterada. Las fathas no eran afectivas, eran frías e indiferentes a los sentimientos humanos. Por eso mismo muchas veces a algunas no les interesaba tomar a algún hombre casado y llevárselo. Por eso mismo Tenten se sentía cada vez más humana, porque ya no era de esa forma desde hace un tiempo, el sacerdote le hizo sentir tantas cosas que no podía contenerse.
Tenten convirtió sus manos en puños, contemplando a la mujer con aquel vestido azul cernido a su cuerpo, el cabello rojo intenso y esa sonrisa falsamente inocente en su rostro. No la había ido a visitar de paso, ellas no conocían el verbo extrañar ni les interesaba. Se movían por sus propios intereses, sabía que estaba buscando algo en específico, pero aun no tenía la certeza de que era ese algo.
―No espero que pienses que estaré muy contenta cuando has tocado algo que era mío y...
―Antes solíamos compartir lo que era nuestro ¿no lo recuerdas?
Las noches donde iban de caza por interminables hombres y podían intercambiarlos a la noche siguiente para poder disfrutar experiencias nuevas. Todo eso sonaba tan lejano y la castaña se sentía fuera de lugar al considerar esos recuerdos. Donde su vida no tenía preocupaciones más que disfrutar. Donde pudo usar su enchanting sin limitaciones y jamás había dudado de que este no pudiera funcionar con algún hombre. Y eso era lo que más que nada la tenía inquieta.
Tenten presionó los labios en una mueca, ofuscada de tal situación y con un sentimiento de alerta que no lo dejaba en paz. No le molestaba que estuviera de ahí, lo que la tenía enferma era el hecho de lo que le había hecho a Neji. Tragó saliva en un intento de pasar el nudo en su garganta.
Ella había usado su enchanting en Neji y había funcionado.
Pudo ver sus ojos malva tan firmes y penetrantes anteriormente, sin ninguna pizca de resistencia y humanidad. Era un simple títere, hechizado y siendo manipulado al antojo de Mei, ese era el efecto que tenía su enchanting en los hombres. Era rara la ocasión que las fathas tendrían que usarlo con un hombre ya que todo en ellas los atraía. Sus ademanes, su voz, su rostro, su aroma o su risa. En el caso extremo que todo eso fuera ignorado por su presa, es cuando usaban esa fuerza magnética, quitándole la consciencia, como si fuera feromonas, sin tasas de fallo. O eso era lo que se pensaba.
Mei lo había usado contra él y había funcionado. Cuando tiempo atrás, Tenten intentó usarlo hasta el cansancio contra él, no había resultado. Al inicio había pensado que era cuestión suya o de su imaginación, por lo que potencializó el efecto, sin tener el más mínimo efecto. Ese hecho sacudió su pecho, costándole respirar.
Mei lo había usado con gran intensidad en él, lo sabía por la nula disposición a alejarla o hacer algo. Estaba a su merced. Eso la estaba jodiendo en grande. ¿Por qué había funcionado con Mei y con ella no? ¿Acaso le había resultado más atractiva? Las dudas comenzaron a invadir su cabeza con fuerza. Quería que ella se largara de ahí.
―Esos eran otros tiempos, ahora no soy tan caritativa. ―Lo soltó con tranquilidad, algo que no tenía en ese momento. ―Así que mantente alejada.
La mujer soltó una carcajada que de haber sido escuchada por algún hombre hubiera caído hechizado. Todo en ella emanaba sensualidad y su enchanting estaba en su máximo poder. Algo que la misma Tenten había olvidado. No era que controlaran, solo pasaba. Tenten había suprimido esas habilidades porque en el pasado esas actitudes solo ponían al sacerdote más hostil, por lo que tuvo que controlarse y en algún momento se había acostumbrado a no depender de ellas y a olvidarse de su existencia.
Adicional Tenten había dejado todas esas costumbres atrás cuando ninguna de ellas funcionaba con Neji, por lo que simplemente se hizo natural dejar esa lado suyo que no volvió a usarlo. No era necesario, porque el único que le interesaba era el Hyūga.
―Estas demasiado hostil por una simple presa ¿no crees? ―Mei se llevó un dedo a su barbilla. ―Aunque debo admitir que es lo mejor que he probado en estos días ¿tal vez por su pureza? ―Los ojos azules se fijaron en la castaña. ―Lo cual no tendría sentido porque tú estás aquí, así que ya debiste probarlo.
Tenten se estremeció ante esas palabras, atragantándose con su propia saliva y tosiendo con fuerza, rehuyendo de la mirada penetrante de la fatha, que parecía buscar algo. Una vez que su tos se calmó, Tenten volvió a mirarla con cierta duda.
―Ya lo has probado ¿cierto? ―La vio con una expresión seria y la ceja levantada.
Podía ver el interés genuino en la fatha de enfrente, buscando algo, cualquier debilidad. Tenten tragó saliva, pensando que lo mejor en esta situación era fingir que todo estaba correcto, convencerla de que ella seguía las normas de su tierra para que pudiera irse lo antes posible y volver a su cotidianidad con el clérigo.
― ¿Lo estas dudando? ―Tenten sonrió con arrogancia.
No era del todo una mentira ya que lo había probado, muy por encima, pero algo había sucedido. Su respuesta fue evaluada hasta provocar una sonrisa divertida en Mei, en un gesto de aprobación sobre su avance.
―Solo tenía curiosidad ―Giró su cabeza alrededor mirando algunas personas transitar. ― ¿Hace cuánto tiempo estas aquí?
Tenten estaba por despedirse e irse fingiendo tener otra cosa más importante que hacer que estar con su compañera fatha cuando escuchó aquella pregunta. Podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas. Pero si quería deshacerse de ella debía hacerlo lo mejor posible.
―Un poco de tiempo, apenas me estoy familiarizado con la zona, pero he encontrado cosas bastante interesantes. ―Habló como su antigua yo lo hubiera hecho.
Mei pareció encantada con su respuesta, mirando alrededor como si estuviera buscando algo en específico, tal vez intentando imaginar lo que estaba diciendo.
―Me encanta escuchar eso― Apoyó su mano derecha en su cadera en un gesto seductor. ―Mañana quiero que vayamos de cacería y recordar los viejos tiempos ¿Qué dices?
Tenten palideció ante esa idea, rehuyendo de la mirada azulada que la estudiaba con intensidad. Mei siempre era demasiado observadora, saliéndose con la suya en cada ocasión, no por nada era de los altos mandos en su mundo. Siendo alguien tan importante Terumi tenía la libertad de hacer su propio harem, por lo que solía ir a la tierra cada cierto tiempo para conseguir una nueva adquisición.
Por eso tenía que tener cuidado con cualquier cosa que dijera o hiciera. Mucho más con ella, que estaba tan orgullosa de la soberanía de su tierra y que no creía en la absurda idea de que estaban destinadas para un solo hombre en la tierra.
―Por supuesto...―Soltó sin otra alternativa de respuesta.
Mei sonrió dando media vuelta, agitando su larga cabellera de fuego y meneando sus caderas con gran seducción mientras se alejaba del sitio, sin mirar en ningún momento hacia atrás, hasta que se perdió a su vista.
Tenten pudo respirar en ese momento, sintiendo como sus músculos se relajaban al ya no sentir la mirada intensa sobre ella. Suspiró con preocupación ¿Cómo iba a salir de esa? Hace tanto que no cazaba y no le interesaba pero por el bienestar de la vida que tenía ahí, necesitaba fingir lo suficiente bien para sacarse de encima a Mei. Debía volver a seducir a un hombre y llevárselo a la cama, lo cual sonaba impensable.
No podía imaginarse tocando a otro hombre que no fuera el Hyūga, era el único que lograba calentarla. Nadie más le interesaba y mañana ¿debía forzarse a sí misma? Pensó que posiblemente debió negarse de alguna forma pero nada había venido a su mente ¿fingir enfermedad? Ellas no se enfermaban, no iba a creerle.
Ella misma se había enfermado un tiempo atrás en la casa del Hyūga luego de aquella lluvia torrencial, sin embargo, eso iba directamente proporcional al hecho de que había permanecido suficiente tiempo en el plano terrenal y eso comenzaba a afectarle. Por eso se sentía más presionada sobre atrapar por completo al sacerdote y salir de ahí.
Por lo que decir que estaba enferma solo la condenaría. Pensó en decirle que estaría ocupada lo cual solo la colocaría en una situación incómoda. Las fathas iban por y para atrapar a un hombre al plano terrenal. Si dijera que estaba trabajando dejaría en claro que algo no estaba bien. Se preguntó en ese momento si Kiba no habrá dicho algo inapropiado. Por eso no había manera de negarse a ir con ella.
Tendría que lidiar con eso y actuar lo suficiente bien para convencerla, no debía ser difícil ¿no? Antes ya habían cazado juntas, solo sería cuestión de apagar sus sentimientos y dejarse llevar. Tenía una gran experiencia de años haciéndolo.
Eso era pan comido ¿no?
Se levantó de la silla del altar cuando Kiba terminó de dar los avisos parroquiales de la semana, desapareciendo por la puerta lateral directamente hacia su oficina. Sacudió la cabeza por décima vez en esa hora. Pero no podía evitar hacerlo, no cuando esa nube en su cabeza parecía no disiparse.
Tenía un cierto dolor en la cabeza además de sentirse confundido. Se había visto obligado a leer un par de veces los versículos de la biblia que se sabía de memoria desde hace años. Además de perderse en dos ocasiones de las cuales Kiba lo había salvado susurrándole la frase para regresarle el hilo de lo que estaba diciendo. No entendía por qué estaba tan distraído o porque su mente parecía ausente. Nunca había experimentado esa sensación, además de olvidar algo verdaderamente importante.
Había tenido una laguna mental, lo cual le preocupaba de sobremanera, de manera repentina y sin previo aviso.
Se apresuró aquella mañana en terminar las cosas pendientes por resolver que tenía y sacrificando el desayuno con Tenten, una costumbre que disfrutaba en demasía al pasar todo el tiempo que podían lejos de los ojos de la iglesia. Y disfrutar de la intimidad que les permitía las cuatro paredes de su oficina. Aunque en ocasiones Kiba se unía a ellos.
Quería ver si apresurando su paso podría volver para tener un poco de tiempo con la castaña, lográndolo con creces antes de la misa de las once, pero sorprendiéndose de que la chica no estuviera ahí. Tal vez algo había surgido, por lo que fue a su oficina, esperando que llegara antes de oficiar la ceremonia.
La puerta de su oficina había sonado a los pocos minutos, mientras surgía una sonrisa torcida de sus labios al pensar que se trataba de Tenten y que podría estar con ella un momento. Grande había sido su sorpresa cuando al abrirse la puerta, una mujer desconocida se asomó, recorriendo la oficina de derecha a izquierda, como si buscara a alguien. Su cabellera rojiza destacaba ante el vestido por completo cernido a su cuerpo, lo cual hizo desaprobarlo con rapidez.
Se tensó en su lugar, desapareciendo la sonrisa con rapidez y mirándola con total indiferencia. Por supuesto que cualquier otro hombre normal diría que su belleza era increíble, pero esa no era una característica que alterara al sacerdote. Ese hecho solía repelerlo de toda mujer, Tenten siempre había sido la excepción. AL inicio se había resistido a su belleza pero dentro de un poco de tiempo había sido imposible ignorarlo, todo en ella lo atraía en demasía.
― ¿Qué necesita? ―Habló con toda la cordialidad que su personalidad reservada la daba.
La mujer fijó la atención en él y una sonrisa coqueta se formó en su labios, casi podía jurar que sus pupilas se habían dilatado.
―Estoy en busca de Tenten ―La mujer se adentró con total confianza en la oficina caminado con lentitud hacia su escritorio. ―Pero que tenemos aquí... ¿Tú eres su presa? ―La mujer se relamió los labios y sonrió con cierto descaro. ―Sus buenos gustos no han cambiado...
―No sé de qué estás hablando, pero Tenten no se encuentra, puedes esperarla en la sala de espera. ―Habló interrumpiéndola y cortando aquella absurda conversación sin sentido.
La mujer de cabellera como el fuego levantó una ceja y soltó una risa divertida mientras apoyó ambas manos en el escritorio, inclinándose lo suficiente para acercase hasta donde estaba el párroco, ignorando el gesto de molestia que el hombre estaba realizando.
―Uno difícil, me encantan los retos...―Su voz salió como un susurro atrapante y seductor.
Eso era lo último que Neji Hyūga recordaba de aquella singular visita en su oficina. Lo cual le molestaba en demasía, sobre cuál había sido su comportamiento y si había logrado sacar a esa mujer de su oficina. Sus intenciones estaban claras en su comportamiento y forma de hablar, por lo que la quería lo más lejos posible.
A partir de ahí esa nube en su mente se alzaba con fuerza, nublando sus recuerdos y sus propios sentidos. Manteniendo su mente ligeramente pérdida. Luego de eso, recordaba su consciencia regresar y verse a sí mismo sentado en su escritorio, en la misma posición que recordaba. Había pestañeado muchas veces con la intención de borrar esa sensación de distracción en su cabeza, sin éxito.
Kiba había acudido a su oficina diciéndole que la tercera ronda de campanada había terminado y que él no había aparecido en el altar. Neji se movió por inercia, colocándose la ropa y saliendo para impartir la ceremonia.
Miró el escritorio con la bolsa de Tenten encima, ya había llegado y seguramente estaba cerca de ahí. Le sorprendió que no estuviera ahí, esperando por él. Una sensación extraña se movió en su pecho, una necesidad de verla, para deshacerse de ese sentimiento de pérdida que lo embriagaba.
Solo ella podía calmarlo de esa confusión.
Tenten se dejó caer en la silla de su escritorio, jugueteando con su teléfono, en un intento de retrasar lo inevitable. La atracción que sentía hacia esa oficina la embriagaba, quería verlo, pero una sensación de traición la molestaba. El hecho de como su enchanting no había servido con él y con Mei sí.
Muchas ideas acudían a su mente sin reparo, el hecho de que significaba que él no era el indicado para ella o que su tiempo en la tierra había debilitado sus poderes o simplemente que no era atractiva para él.
Tiempo atrás Neji había confesado que no podía seguir fingiendo que no sentía nada por ella, lo cual la había hecho en extremo feliz ante lo que implicaba. Que era lo suficiente irresistible para que el sacerdote siguiera negándose a sus propios sentimientos. Pero en este punto se preguntó qué era lo que el sacerdote veía en ella, que era lo que le gustaba y le atraía. Siempre su físico había sido un elemento lo suficiente importante, en ese instante se preguntó si se había subestimado y no era lo suficiente bonita. Sus experiencias pasadas le aseguraban que su belleza era excepcional, pero cuando eso involucraba al Hyūga, la duda la aturdía.
Respiró profundamente, levantándose de su silla. Tenía dos opciones, dejar que las cosas la atormentaran quedándose con la duda o buscar una respuesta a todo esto. Ella no era una persona que dejara las cosas pasar, por eso mismo caminó hacia la oficina tocando dos veces y asomándose, con su corazón latiendo con fuerza. La última vez que había entrado a esa oficina se había llevado la imagen más desagradable de su vida. Sentía sus latidos dolorosos en su pecho.
Siempre se río de la idea de que alguien le robara a Neji, no cuando ella tenía tanta ventaja. Pero su contrincante era Sakura, alguien que jamás había intentado nada. Pero ahora se había enfrentado con Mei, quien la superaba en experiencia, aunado al hecho de que parecía que la había superado...
Estaba realmente enojada, con Mei por atreverse a tocar lo que era suyo, cuando estaba la regla de respetar la adquisición de la otra persona. Al menos con los hombres que estaban en su mundo, conservando la armonía entre todas las fathas. Pero más aun con Neji, por dejar que eso sucediera, por dejarse encantar y por no poner ni la mayor resistencia con Terumi. Lo había hecho con ella, la había rechazado tantas veces que había perdido la cuenta. Había sido tan difícil acercarse a él y con Mei parecía tan dispuesto.
Convirtió las manos en puños, ingresando a la oficina con total decisión y la ira dominándola por completo. Lo vio sentado ahí enfrente, con la duda marcando su rostro ante la idea de entrar así.
―Sería bueno que te levantaras y te acercaras. ―Soltó concentrando su enojo en ese susurro.
Su enchanting tenía diferentes niveles. La primera fase era un tono dulce, una sugerencia que lanzabas sobre lo que quisieras que la persona realizara. Recordaba la primera vez que la usó con Umi, sugiriendo que fueran a ver al sacerdote, un par de años atrás. Ese era el nivel que siempre usaba, ya que nunca necesitaba más. O eso había pensado, hasta que él había llegado a su vida y se vio obligada a usar el último nivel. Aquel donde era una orden directa y el hombre perdía la consciencia y su propia lucidez con tal de cumplir con lo que se les pedía.
Y con esa idea en su mente, contempló estupefacta como el sacerdote se puso de pie y se acercó sin decir palabra alguna hacía ella. ¿Su enchanting había funcionado? No podía ser cierto, no cuando antes eso no rindió frutos. Incapaz de creer en lo que veía, se acercó el último paso que los separaba.
―Bésame. ―Soltó con mayor intensidad.
La sugerencia fue hecha con rapidez, viendo al Hyūga inclinándose y dándolo un corto beso en los labios que correspondió al instante. La duda se materializó con fuerza, sobre como eso era posible. Como si ella jamás hubiera usado su poder en él, o hubiera imagino que no serbia contra él. No, ella no lo había imagino. Dos años atrás no había funcionado, por eso había llegado a hacer estas cosas, meterse a la iglesia, contenerse y esperar dolorosamente.
Se alejó contemplando al sacerdote que tenía enfrente y como parecía absorto de lo que estaba pasando. No es como si no estuviera consciente, simplemente parecía algo natural para él comportarse de esa forma que no lo sentía fuera de lugar. ¿Eran simples coincidencias acaso? Eso no tendría sentido y más considerando que si él sentía que le estaba ordenando se mostraría molesto.
Si no era eso ¿acaso...? Presionó los dientes, solo podía hacer una última cosa para estar segura de todo.
―Sal ahora y cuéntale a todos sobre lo nuestro.
Algo como eso podría definir si eran simples coincidencias, porque eso podría en juego toda la vida del sacerdote, algo que sabía que no estaba dispuesto a perder. Pero era la prueba máxima de que su enchanting estaba funcionando. Por qué se lo estaba ordenando, sin posibilidades que se opusiera.
Tenten vio sus ojos poniéndose nebulosos, perdiendo por completo la consciencia de donde estaba y que era lo que estaba haciendo. Su respiración se atoró en sus pulmones cuando lo vio dar la vuelta y caminar hacia la puerta, con pasos automáticos. Su pecho se agitó dolorosamente y se movió con rapidez, sujetando la mano del sacerdote antes de que girara el pomo de la puerta.
Él estaba a punto de hacerlo, lo que ella le había pedido.
Su enchanting había resultado, tragó saliva en un intento de pasar el nudo en su garganta con las ideas atacando su cabeza al mismo tiempo. Lo guió hasta el asiento de su silla y ella se sentó al otro lado del escritorio dispuesta a esperar a que el efecto desapareciera. Sería cuestión de un rato o eso esperaba. Había usado toda la intensidad que pudo, haciendo eco a su propio enojo. Sentimiento que se había esfumado una vez que se dio cuenta que no se trataba únicamente de Mei.
De alguna forma el enchanting estaba actuando pero ¿Por qué? ¿Por qué justamente ahora cuando dos años en el pasado no pareció afectarle de ninguna forma? Eso no tenía el más mínimo sentido. ¿Qué era lo que había cambiado en ese tiempo? Se reprendió a si mismo sobre por qué no intentó usarlo en el pasado. Lo había olvidado y siempre supuso que él era la excepción a ese poder. Si hubiera sabido que su inmunidad hacia ella se había terminado, ella podría habérselo llevado a la cama hace tanto tiempo.
Aunque...la sensación de controlarlo se sintió tan desagradable. Hacerlo perder toda la lucidez y consciencia para que hiciera lo que quería. Le dieron nauseas de pensar en lo que había hecho. No quería obligarlo a hacer nada nunca más, no se sentía lo mismo. Hasta el beso que le había dado había sido tan insípido y mecánico que...no había sentido nada. Cada que el la besaba todo su mundo se agitaba, pero con ayuda de sus poderes ese encanto parecía haberse pedido. No iba a recurrir a hacer algo como eso en el futuro, además que después de todo el trabajo hecho no lo necesitaba.
La duda en ese momento era ¿qué era lo que había cambiado? Lo miró en la silla, con los cerrados como si estuviera durmiendo. ¿Qué era diferente en ese punto? Lo único diferente era...
Su pecho se agitó con fuerza cuando la palabra ellos llegó a su mente. Ellos y su relación era lo que había cambiado en todo ese tiempo. Su cercanía y los sentimientos del propio Neji. AL inicio se esforzaba por tenerla lejos y evitarla, como si estuviera hastiado. En ese momento de su vida, dos años atrás, él la quería cerca y habían empezado a salir un tiempo atrás. ¿Podría ser que sus sentimientos por ella lo hicieron vulnerable al enchanting? Como si ella hubiera derribado la barrera que lo mantenía fuera del alcance de cualquier fatha. Los latidos de su corazón se agitaron con emoción ante esa idea, de ser la pieza y el punto débil del sacerdote.
Sonaba irreal ya que no tenía datos con cuales compararlos, sin embargo, era lo único que parecía tener sentido.
Vio a sacerdote abrir los ojos, tal y como los recordaba y le gustaban, con una mirada inteligente y cálida que solo le dedicaba a ella. Inesperadamente una sonrisa torcida escapó de los labios masculinos, deteniendo su corazón. Sonrió sin poder evitarlo y se acercó al escritorio hasta rodearlo y sentándose en la madera. Acto que pareció desconcertar al sacerdote, ya que cuando ambos estaban solos, ella solía sentarse en sus piernas. Algo que a él le gustaba mucho, aunque no lo dijera.
―No te vi antes de que dieras la ceremonia. ―Tenten habló en su susurro, evitando la mirada malva, estaba avergonzada por su comportamiento anterior.
El enojo se había esfumado ante la conclusión a la cual había llegado, desatando unas fastidiosas mariposas en su estómago.
―No estabas cuando vine y luego... tuve que irme rápido.
El silencio se hizo presente entre los dos, tan tangible que resultaba incómodo. Neji la miraba curioso de tal comportado tan peculiar en ella. Pensó que estaría más emocionada al verlo, como siempre solía demostrar, parecía distante. ¿Acaso él había hecho algo que la molestara en el lapso de tiempo que no recordaba? No recordaba en que momento ella había entrado a su oficina, tal vez se había dormido y ella aprovechó a entrar... aunque no estaba seguro.
Tomó la mano femenina que trazaba círculos en la madera del escritorio, enlazando los dedos con los suyos y tirando de ella hasta lograr que se sentara en sus piernas.
― ¿Qué sucede? ―Neji habló por lo bajo, susurrando.
No necesitaba hablar más fuerte porque la tenía cerca, sus labios casi rozaban la mejilla femenina. Un color rosado ligero se originó en los pómulos, haciéndola ver adorable.
Tenten sentía su corazón latir con fuerza, era la primera vez que él hacía algo como eso. Siempre ella era la que tenía la iniciativa, siempre buscándolo. Lo que la hacía sentir bien era el hecho que él se dejaba y ya no le negaba en hacer las cosas. Pero el que tomara la iniciativa era algo nuevo y su corazón había reaccionado en respuesta, haciéndola sentir nerviosa. ¿Acaso de alguna forma estaba bajo los efectos de su enchanting? No le había ordenado nada, por eso no tenía sentido. Aunque... ¿acaso todo esto se trataba de magia?
― ¿De qué hablas? ―Intentó sonar despreocupada e inocente ante su pregunta.
―Algo te molesta ¿no? ―Los dedos masculinos acariciaron la mejilla de la fémina cuando retiró el mechón de su cabello que se había escapado.
Tenten presionó los labios, intentando lidiar con lo que esa versión del sacerdote que no conocía y que la estaba descolocando. ¿Todo eso era sobre la magia que cargaba el usar sus poderes? ¿Acaso todo esto, los sentimientos del sacerdote, eran creados por su propia magia? La idea de que no sintiera realmente algo por ella y solo sea un efecto segundario de la magia que la envolvía, la estaba torturando. Uno rato antes había considerado que tal vez no era lo suficiente bonita. Y la realidad era que posiblemente podía ser así, podía no serlo pero su magia hacia que los hombres aun así la vieran atractiva.
Podía ser todo esto una farsa, él jamás había dicho que era lo que le gustaba de ella. Jamás lo había esperado pero por toda esta situación la duda se alzó con violencia. Semanas atrás había dicho que no podía seguir ignorando lo que sentía por ella. Por eso mismo habían empezado este tipo de relación que tenían. Fuera de eso, él jamás dijo nada más. Esa inseguridad era tan extraña para sí misma, pero no podía controlarla.
Le estaba molestando, junto con la sensación de temor de obtener una respuesta que no le gustara o vivir con la incertidumbre. Mordió su labio inferior mientras las ideas llegaban a su cabeza una detrás de otra.
― ¿Qué es lo que te atrae de mí? ―Lo escupió sin pensarlo.
Lo lamentó al instante pero tal vez eso era lo que necesitaba en ese momento. Levantó la mirada encontrándose con la mirada malva confundida mientras levantaba su ceja.
― ¿A qué te refieres?
―Solo dime que es lo que te hace estar conmigo.
Lo vio pensarlo demasiado, sabía que no era bueno con las palabras, jamás lo había sido y ahora mismo lo estaba presionando por que necesitaba escucharlo. La situación con Mei había despertado una inseguridad que no creía tener.
―Todo
Tenten levantó una ceja al escuchar la palabra y la duda la atacó con mayor fuerza ¿a qué se refería con todo? ¿Su rostro, sus ojos o acaso sus labios? ¿O hablaba de su cuerpo por completo? Odiaba que estuviera siendo tan ambiguo.
― ¿A qué te refieres con todo?
―Todo de ti me hace querer estar contigo. ―Desvió la mirada, tal vez avergonzado de sus palabras. ―Tu sonrisa, tu forma de ser y lo atenta que puedes ser...―Soltó en un susurro tan ligero que tuvo que acercarse más para escuchar adecuadamente― Jamás había deseado estar con una mujer en toda mi existencia, hasta que llegaste tú.
La mirada malva hizo contacto con la castaña y Tenten pudo sentir su músculo cardiaco detenerse y latir dolorosamente en su pecho, ante la intensidad de la mirada y de las palabras. Sintió sus mejillas arder y sin poder evitarlo rodeo el cuello del sacerdote, abrazándolo con fuerza. No cabía en si misma ante el huracán de emociones desatadas en su interior.
¿De verdad pensaba algo como eso? Sabía que él no era bueno para las palabras, ni para expresar nada, pero había dicho exactamente lo que necesitaba oír. No solo se había fijado en su físico, sus sentimientos iban más allá.
Deshizo el abrazo y lo besó con intensidad, dejando salir un poco del huracán de emociones que solo él podía hacerla sentir. Su interior ronroneaba y parecía derretirse al mismo tiempo, mientras se hundía en ese beso y sentía los brazos masculinos rodear su cintura.
Se había preocupado tanto lo de Mei, pero todas sus dudas se había disipado y sus propios miedos. Si tenía que enfrentarla con tal de estar con él, lo haría sin pensarlo. Lo único que valía la pena era estar con el Hyūga, aunque todo su mundo se viniera de cabeza. Aunque tuviera que fingir, o esperar mucho más tiempo, lo haría con total satisfacción.
Si podía estar con Neji Hyūga, nada más importaba.
Un poco tarde pero este capitulo era importante y se alargó mas de la cuenta.
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