Confesionario

La música de fondo resonaba marcando el paso de la melodía, decreciendo el sonido cuando se levantó de la silla, dirigiéndose a todos los presentes.

―Pueden ir en paz.

La música volvió a zona con fuerza, mientras la gente iba saliendo por las puertas laterales y la principal. El sacerdote se dirigió hacia su oficina, notando el escritorio de recepción. La mirada castaña lo recibió con calidez, en compañía de una sonrisa divertida.

― ¿Todo bien?

Él simplemente asintió, observando a la fémina con más detenimiento del que debería. Aquella blusa de tirantes blanca que dejaba entrever un ligero escote y que acentuaba su piel morena. Algo de lo cual había hablado con ella anteriormente sobre que no debería traer algo tan revelador. En conjunto llevaba una falda larga de mezclilla que moldeaba su cadera. Le hubiera dicho algo pero sabía que el calor cada vez era más fuerte, por lo que había omitido sus comentarios, ella sabía que tenía un límite.

No podía exigir ropa por completo cerrada, sería inhumano por el calor.

Sus ojos captaron un par de gotas de sudor bajar por la garganta femenina hasta perderse entre sus pechos. Tragó saliva y obligándose a sí mismo dio media vuelta, entrando a su oficina con rapidez.

El calor intensificándose en su cuerpo, se deshizo de la ropa que usaba para oficiar misa, dejándola colgando, con la esperanza que el calor se apartara de su cuerpo sin éxito. La imagen del sudor bajando hasta perderse regresaba a su cabeza una y otra vez, sacudiendo su organismo. Se dejó caer en la silla detrás del escritorio, apoyando la espalda en el respaldo. Cerrando los ojos para dejar de pensar un poco, intentando deshacer esa imagen de su cabeza.

Si, solo era una cuestión del calor y no el hecho de que cada vez más disfrutaba verla con ese tipo de ropa. Cuando sabía que había debajo de esa ropa, por el momento que había pasado dos semanas atrás. Incidente que veía a su cabeza con intensidad. La fémina enfrente suyo con medio torso desnudo, viendo fijamente aquel sostén azul que acentuaba más su tono de piel. Su piel suave debajo de sus nudillos y todo sucedió tan rápido en ese momento que ya la tenía sobre él, devorando su boca y él siguiéndole el paso, dejándose ir, cuando se había dicho que no lo haría, que debía refrenar cualquier instinto que ella despertara en su organismo.

Abrió los ojos cuando sintió un estremecimiento bajando por su entrepierna. No podía hacer nada de eso. A pesar de que el tiempo había transcurrido, aún no tenía ni idea de que estaba haciendo. Su mente gritaba con fuerza que se alejara de todo esto, del pecado escalante que buscaba enrredarlo. Pero todo pensamiento se esfumaba al tenerla enfrente o cuando ella lo besaba. Y ese había sido un cambio diferente en este tiempo. Tenten parecía más tranquila, sensata. Despidiéndose de él cuando caminaban fuera de la iglesia, no insistía en ir a su casa. Algo que el mismo Neji había preparado para negarle cuando ella lo sugiriera. No quería seguir exponiendo sus instintos a esa intimidad.

Si quería seguir manteniendo la sensatez, debía apartarse de cualquier cosa que pudiera desatar una situación subida de tono.

Dejando de lado ese asunto, cada vez se sentía más dichoso en compañía de la castaña. El hecho de ver su sonrisa, que comieran juntos en su tiempo libre o ella siempre preparando cosas nuevas para que el probara. Sean postres o algo más, como aquella crema que le había dado para liberar tensiones que solía usar con frecuencia. Cuando el día estaba libre solían salir a practicar con el coro de la iglesia. Eran las ocasiones donde Neji usaba su guitarra y tenía el deleite de escuchar a Tenten cantar, endulzando sus conductos auditivos. Sus manos entrelazándose por debajo de la mesa cuando ella estaba en su oficina o el roce ligero de sus labios. Todo eso despertaba emociones fuertes en su pecho. Haciéndolo desear el poder tener más tiempo con ella. Sabía que el tiempo en la iglesia no era suficiente para él ni mucho menos para ella. Agradecía que ella entendiera y le estuviera dando su espacio considerando que había dicho que la paciencia no era su virtud.

Todo eso parecía ser suficiente, estar a su lado y encontrar su mirada castaña fija en él con ese algo revoloteando con intensidad.

Si eso era cierto... ¿Por qué estaba fijándose más en sus caderas moviéndose al caminar? ¿Su olor corporal cuando se acercaba a él? ¿Los ligeros escotes de su ropa? ¿Su aliento acariciando su cuello, haciéndolo estremecer y esperando por algo más? ¿Sus manos rodeando la cintura femenina? ¿Su cuerpo haciendo contacto con el suyo encima de la ropa? Eran cosas que jamás había pensado demasiado. Desde el inicio sabía que ella era atractiva, jamás lo negó. Pero ahora parecía que todo su cuerpo le atraía. El movimiento de sus pestañas, sus labios moviéndose y sonriendo de forma seductora, esa mirada que parecía atravesarlo.

Todo eso solo lo había recordar... aquel sueño que había tenido la noche del incidente en su casa, dos semanas atrás.

Luego de que Tenten se había ido, había estado inquieto toda la noche. Con el calor sofocándolo, decidió bañarse con agua fría para deshacerse de esa sensación. Y de la erección que no había disminuido por rememorar el momento anterior. No recordaba cuando fue la última vez que había tenido una erección, tal vez en su adolescencia. Luego de eso se mostró tan indiferente a esos temas y su hábito se lo reforzó más. Sus manos ansiosas por querer seguir tocando el cuerpo femenino. Todo su cuerpo exigía que terminara tal acción. Se sentía tan vulnerable, nunca había tenido ese tipo de sensaciones y pensamientos. El desear a una mujer y mucho menos de tal forma que no pudiera controlarse.

El agua fría lo hizo relajarse sobre el tema, vistiéndose con la ropa para dormir y metiéndose a la cama. Con la mente serena, una vez que todo esos pensamientos se apartaron de su cabeza. O eso era lo que había pensado.

Los labios entrelazados con desenfreno, sus manos perdiéndose por encima de la ropa hasta que se adentraron por la falda floreada que ese día tenía. Respirando fuertemente cuando ella dejó sus labios, rozando su garganta y succionando, haciéndolo estremecer. Las manos femeninas desabrochando su camisa negra y tocando la piel debajo.

La vio levantarse para deshacerse de su ropa superior, dejando ver un sostén rojo que hacia vibrar todo en ella. La contempló fijamente durante un largo rato, hasta que ella volvió a acercarse hacía él con una sonrisa divertida.

Cada partícula de su cuerpo estremeciéndose ante cada caricia, cerrando los ojos y entregándose al placer que las manos femeninas le ofrecían. Un quejido saliendo de sus labios cuando sintió las manos deslizándose más abajo, desabrochado su pantalón e introduciendo su mano por encima de su ropa interior. Un simple roce que envió una descarga abrazadora por todo su cuerpo.

Abrió los ojos encontrándose a la castaña a la altura de su entrepierna, con una sonrisa traviesa, tomando el elástico de su ropa interior y jalándola hacia abajo, haciéndolo emerger...

Al despertar ese día, descubrió que se había equivocado. Tenía el rostro aperlado de sudor, sus mano picando ansiosas y una erección por demás evidente. Se reprendió mentalmente, ante aquel sueño. No era un adolescente, era un adulto con grandes responsabilidades religiosas. Algo como eso era inconcebible. Se sentía tan sucio y más porque una parte suya se lamentaba de que no hubiera sido cierto.

La imagen de la castaña cerca de su entrepierna lo sacudió con fuerza toda la mañana ante lo que hubiera ocurrido después si se hubiera quedado dormido. Había optado por tomar otra ducha esa mañana, para calmar a sus prematuras hormonas que no dejaban de atormentarlo. Cuando llegó a la iglesia y una vez abierto las puertas, se había arrodillado en una de las bancas cercanas, mirando con intensidad el altar con detalles pulcramente tallados. No trajo la idea a su mente, por vergüenza a sus propios deseos ocultos. No se sentía capaz de confesar ante el señor algo como eso y mucho menos acudir con Lee. Por lo que sin ningún tipo de contexto estuvo arrodillado, rezando con fervor para que esa penitencia menguara un poco su culpa.

Lo peor de todo el asunto, es que una vez que estuvo regando las flores que estaban dentro del recinto, en la parte administrativa. La vio llegar con unos jeans y una blusa azul que no dejaba nada a la vista. Al verla él la observó, con una idea presente. A pesar de sus rezos, no se arrepentida de ese sueño. A fin de cuentas era lo más lejos que llegaría. Era pecador de pensamiento, nada agradable y algo que si se lo contaba al Neji de dos años atrás no le creería, sonaba un pecado mucho más ligero que realmente intimar con ella.

Con eso tenía suficiente. Y esa idea, esa aceptación era lo que más le asustaba. Él que cada vez parecía más flexible con las cosas. Antes un simple beso lo atormentaba durante semanas, ahora un sueño húmedo parecía cosa de nada en comparación a intimidar físicamente. Intentó convencerse que eso era lo máximo. Había una gran diferencia entre lo que podía pensar y hacer en realidad y eso le daba tranquilidad.

Se había relajado cuando al encontrarla ese día parecía más tranquila de lo normal, con una ligera sonrisa y ofreciéndole un café que había ido a comprar en la cafetería cercana. Era un ritual que tenían entre ellos. Él siempre le compraba café junto con algún pan o croissant para desayunar. Ella lo hacía cada determinado tiempo, como si intuyera cuando el Hyūga no fuera a pasar a la cafetería, como si estuvieran coordinados.

Todo se mantuvo tranquilo, si no fuera por un par de besos robados en su oficina, ligeros y sin nada detrás. Agradecía ese comportamiento en ese tiempo donde él mismo no tenía mucho control por el sueño. Prontamente aquel sueño se olvidó, pero el sacerdote era más perceptivo ante la castaña, sus movimientos y la ropa que solía traer, sintiéndose tan mal por estar pendiente de esas cosas.

Suspiró profundamente, una vez que estuvo más tranquilo y abrió los ojos, pensando que debería salir a ver a Kiba. Se encontró con unos ojos castaños al otro lado del escritorio con una sonrisa coqueta en los labios.

―Tenten ¿qué sucede? ―Intentó sonar informar.

―Nada, solamente he venido a verte. ―Apoyó su mejilla en la palma de su mano. ―Siempre disfruto hacerlo.

Se movió incomodo en su asiento, no le agradaba la intensidad de esa mirada encima suyo.

―Aunque he venido por algo más.

Se levantó del asiento, rodeando el escritorio y llegando enfrente de él. Neji tragó saliva cuando la vio inclinarse, pero se vio sorprendido al verla sentarse en sus piernas, colocando la mano derecha en su pecho. Intentó hablar para oponerse, pero la mano derecha subió con rapidez, acariciando en un tenue roce su cuello, su manzana de adán y su barbilla. Los dedos femeninos recorriendo el contorno de los labios del párroco.

―Alguien podría...

Ella encontró su mirada con la malva con gran intensidad, con el fuego resplandeciendo en ellos. Se acercó y lo besó pegando sus labios un poco, para posteriormente exigir más. Pasando su lengua encima de los labios del sacerdote. Él se estremeció ante ese gesto, quedándose estático. Movido por un impulso, profundizó el beso, atrayéndola hacía él. Ella cedió ante su demanda, entregándose a esa iniciativa del clérigo.

Tenten recorrió el pecho masculino sobre la ropa hasta que alcanzó el primer botón, tirando del cuello clerical al suelo. Acariciando la piel de la garganta y deshaciendo un botón más.

―Detente.

La castaña se alejó, rozando con su nariz la mandíbula del sacerdote, con los ojos brillantes y dilatados.

― ¿Estás seguro?

Neji se quedó quieto al sentir los labios en su garganta, intentando recobrar el raciocinio para oponerse a ese acto. Una voz al otro lado de la puerta indicaba que alguien había llegado por informes. Sin embargo, Tenten no se movió de su sitio, besando más al sacerdote.

―Si. ―Logró soltar luego de unos momentos de lucidez.

La fémina casqueó la lengua, mientras se levantaba del regazo del sacerdote y caminaba hacia la salida. Antes de que la puerta se abriera, giro la cabeza y le sonrió con gran picardía. Una vez que cruzó la puerta, él se relajó, dejando salir el aire que sin prestar atención había retenido en sus pulmones.

No había podido apartar la mirada de las caderas moviéndose de un lado a otro mientras se alejaba, hasta que la puerta se cerró a su espalda.

Ese era el problema, ella.

Todo en ella destilaba intensidad, calor y seducción. Nublaba su juicio y sus propias decisiones, por eso mismo habían decidido que no fueran a su casa de nuevo, al menos no solos. Habían ido a comer un par de veces junto con Kiba y todo resultó bien. Pero solos, el aire pesaba tanto que costaba respirar y todo su organismo picaba con anhelo.

¿Qué había sido eso? Había pensado días atrás que toda su situación había quedado en claro y que iban a poder comportarse como siempre había sido la dinámica entre ellos. Ese cambio de rutina lo había aturdido.

Las palabras de la fémina vinieron a su cabeza, el hecho de que la paciencia no era su virtud. Entonces toda esta calma entre ellos significaba que... ¿ella había estado reprimiéndose? ¿Todo esto resultaba si alguno de los dos tenía que reprimirse? No parecía un trato justo pero considerando que nada había pasado desde aquella noche por que ella estuviera conteniéndose... parecía bien.

Pero era evidente que nada seria para siempre, ella terminaría cediendo a sus propios impulsos y lo buscaría con mayor intensidad. Le asustó considerar esa idea, el que ella estuviera aburriéndose o quisiera más. Siempre había habido una posibilidad que ella terminara con todo esto porque supiera que él no podía ofrecerle lo que quería.

Y el sexo entraba entre las cosas que jamás pasaría entre ellos.

Era algo que Tenten debía entender. Calmó sus pensamientos con esa idea y el hecho de que las cosas se habían descontrolado en su casa. Si Neji evitaba que fueran ahí y estuvieran solos, no había nada que temer. Su relación se mantendría de la misma forma. Solo debía mantenerse centrado y evitar alguna situación que desatara algo desafortunado.

No era complicado, siempre estaban en la iglesia y ahí no pasaría nada, por lo que no había nada de qué preocuparse. Solo se habían dado un par de besos y más que nada habían sucedido fuera de la iglesia. En forma de despedida, además que siempre estaba Kiba rondándolos a ambos cuando comían juntos, el Inuzuka siempre estaba ahí.

Él tendría el control de toda esa situación y de Tenten.



Salió de la oficina del sacerdote con la mirada hacia el suelo y maldiciendo enormemente a la persona que había osado a atreverse a interrumpir algo tan importante como eso. Estuvo dos horas en ese maldito escritorio, dos malditas horas esperando que viniera alguien por informes y nadie se asomó. Solamente había decidido perderse un rato en la oficina del clérigo cuando alguien se le ocurrió que era momento de venir.

Alzó la cabeza con una sonrisa, saludando a la mujer mayor y preguntando que se le ofrecía. Presionaba con una fuerza increíble el bolígrafo mientras anotaba el nombre de su nieto en el curso de catecismo que se abriría pronto. Fingiendo una sonrisa y una actitud cordial, hasta que finalmente se fue. Momento donde deshizo toda actitud agradable e hizo una mueca de pocos amigos.

Estaba sumamente cansada de todo eso, de la gente de la iglesia, del maldito sacerdote dentro de su oficina, de toda esa cuestión religiosa. Sentía como la energía escapaba de su cuerpo. Todo parecía un chiste malo. La frustración alzándose con fuerza.

Semanas atrás pensó que el que Hyūga aceptara su relación era un paso gigante en todo esto, que todo marcharía mucho mejor de ahora en adelante y que pronto lograría el objetivo de todo esto. Aquella noche en la casa del sacerdote, todo parecía ir lo suficientemente bien.

Él parecía nervioso en el que ella estuviera ahí, todo parecía indicar que aquello que había soñado durante todo este tiempo terminaría sucediendo. Había visto una abertura, una oportunidad y la había tomado. Atorando el cierre de su vestido, solo necesitaba un pequeño estimulo en todo eso.

Había logrado atravesar la primera barrera del sacerdote, la de hombre. Había logrado que él quisiera estar con ella, como mujer, considerando que jamás había tenido ni un tipo de relación con nadie. Atravesó la barrera de un Neji frío, reservado y sensato, aquel que amaba su espacio personal. Él quería estar con ella tanto como ella. Tenía sentimientos por ella, se lo había confesado. Ese día casi gritaba de alegría ante ese hecho. A partir de ese punto todo sería más fácil.

Junto con la barrera de hombre había menguado la barrera de la religión, porque si no se hubiera opuesto a ella, Neji no hubiera aceptado tener algo con ella. Solo necesitaba un empujón más para derribar todo esa tontería de la religión. ¿Qué podía ir en contra de todo lo que creía y profesaba misa tras mía? Una sola palabra vino a su cabeza.

Eva.

Adán y Eva estaban en el paraíso, disfrutado todas las comodidades, el amor y aceptación de su creador. Sin ninguna carencia o problema. Solo tenían una sola prohibición, no podían tocar la manzana de la discordia. Debían evitar ese deseo y al inicio habían obedecido.

Hasta que Eva llevó a Adán a morder de aquella manzana, movida por la pequeña voz de la serpiente que la orilló hasta tentándola, entregándose al placer que eso conllevaba, a pesar de las consecuencias que vendrían con eso. A ambos no les había importado el castigo, solo el deleite de la fruta prohibida. Por lo que esa era la respuesta de todo, hacer que Neji diera la primera mordida a la manzana de la discordia.

Había visto sus ojos resplandecer con tentación al ver su sostén y sus manos temblorosas intentando cerrar el cierre de su ropa. Ese pequeño roce con sus nudillos fueron el vaso que había derramado la paciencia de Tenten. Había soportado demasiado. Desde el momento que habían llegado a la casa, ella quiso tirarse encima del sacerdote al verlo tan varonil. Pero decidió controlarse un poco y actuar con sensatez. Tentarlo de manera inteligente. Todo ese racionamiento se fue al diablo cuando sus instintos dominaron y se lanzó encima del clérigo, con la pasión ardiendo en cada célula de su cuerpo.

Agradeció que él mismo se entregara a ese mismo placer. Su interior gritando emocionado de por fin haber alcanzado el punto cumbre de la gloria misma. Sintiendo el olor masculino que destinaba del cuello del sacerdote. Su entrepierna vibrando al sentir el calor emanar del cuerpo contrario, los besos desenfrenados, la humedad de la boca y verlo estremecer ante los besos que iba dejando en su cuello. Fue en medio de esa sesión de placer que sitió el abultamiento debajo de él presionando su trasero. El placer mismo llenando todo su cuerpo.

Había estado tan enojada por lo que Kankuro le había dicho ese día, que Neji no sabía y no podría darle ningún tipo de placer. No sabía de lo que hablaba ni podía imaginar nada. Lo que el Hyūga lograba en ella con solo mirarla o besarla, haciendo que hasta sus piernas temblaran. A pesar de que Neji no había tenido ninguna interacción sexual con una mujer, todo él era atrayente. Su voz, su mirada, su piel clara, su mandíbula fuerte, sus manos grandes, la forma en que se paraba. La ligera curvatura de sus labios al sonreír, sus pestañas. Tenten no terminaría jamás de enumerar cada una de las cosas que él hacía que la prendían.

La forma en la cual se entregaban cuando se besaban y sus manos fuertes apresando su cintura, sus labios encajando con los suyos y la humedad de su lengua. Su intimidad punzaba implorando terminar con su agonía. Aquella fatídica espera. Y lo más placentero de todo este asunto es que él era tan puro e inexperto, que se le hacía agua la boca de imaginar que sería la primera mujer y la última en deleitarse de todo lo que él representaba.

¿Neji no podía darle placer? No podía estar más equivocado, él reaccionaba a su propio cuerpo por instinto, con gran intensidad y con desesperación. Esa erección demostraba cuan urgido estaba por probarla, tal vez igual a ella. Casi podía saborear el tenerlo dentro o sujetarlo con su mano. La ansiedad la dominó con rapidez y bajó la mano, rozando el abultamiento y buscando aquel molesto botón que la separaban del placer más grande.

Eso pareció ser su perdición, él la había detenido ¡lo había hecho en ese punto tan alto! Ningún hombre con sentido común lo hubiera hecho jamás. Tenten destilaba sensualidad y belleza, como todas las fathas, ese era su atractivo además de ser buenas en actividades artísticas. Se suponía que esa era la realidad. Sin embargo, Neji Hyūga se había atrevido a rechazarla.

Y esa no había sido la primera ocasión, como si ese golpe en su autoestima no fuera suficiente. Su seguridad menguó, siempre lo hacían con él. Podía atraer a cualquier hombre que quisiera hasta sin proponérselo, Kankuro y Kiba eran la prueba viviente de aquel decreto. Pero Neji Hyūga... ¡Neji Hyūga!

Luego de que había sido empujada para apartarse, Tenten estaba realmente furiosa ante la hipocresía del Hyūga al decir que era sacerdote y no podía hacer algo como eso ¡Por favor! La había tocado y la había besado de tal forma, algo que un sacerdote ni siquiera debería hacer. No debería ni siquiera tener una maldita relación con una mujer ¿y venía con esa excusa pobre? Lo escuchó decir que necesitaba aceptar todo esto. Lo entendía, entendía que era nuevo en todo esto pero ¿Quién la entendía a ella? Lo necesitaba, tanto que dolía, pero nadie parecía preocuparse por eso. Ella siempre había sido la que debía reprimirse, debía contener lo que decía, como mirarlo, como tratarlo, el acercarse lo suficiente, controlar sus impulsos y hasta sus sonrisas coquetas. Todo, todo, siempre ella.

A pesar de eso, Tenten decidió darle un tiempo de adaptación a todo esto que tenían. Un tiempo para que él fuera consciente de que estaban "juntos" en algo que nadie le daba nombre. Esperó de esa forma dos semanas, con los nervios a flor de piel, conformándose con los besos que eventualmente le robaba al Hyūga y a comer juntos, aunque estuviera Kiba de por medio. Por supuesto que luego de esa última sesión en su casa no habían vuelto a ir ahí solos y se limitaban en el tiempo de la iglesia.

Recordaba que regresando de aquel desastroso encuentro, tuvo que ayudarse para calmar las ganas que el sacerdote le había dado y de las cuales no se había ocupado. Y lo siguió haciendo un par de veces a la semana, sintiéndose vacía al terminar, por no saber por qué estaba haciendo todo esto sola. Pensó en Kankuro y en el hecho de que posiblemente había tenido razón. Tal vez las cosas jamás avanzaran y esa sería la relación que tendrían de ahora en adelante, solo eso. Ella no podía vivir de eso, de simples migajas. Si hubiera decidido aceptar a Kankuro posiblemente esa abstinencia se hubiera acabado pronto. Su predicción de que todo saldría mal por fijarse en un sacerdote la perseguía con persistencia. Le asustaba quedarse en algo como eso, esperando por algo que no llegaría.

En ese momento, un día antes, al despedirse de él sin un tipo de contacto por que unas personas habían pasado por la calle que se dio cuenta de una verdad inequivocable.

Que si las cosas dependían del sacerdote, de que se sintiera cómodo con la relación y adaptarse al avance de él, si es que se le podía llamar un avance a esos besos cortos, jamás se llegaría a ningún lado. Algo que había sabido desde el inicio de todo esto, cuando lo había conocido dos años atrás. Que no podía dejarle las cosas a un hombre que entregaba su vida a ofrecer la palabra del señor, aquel que le había hecho hacer un voto de castidad. Lo había olvidado al verse obligada a reprimir sus instintos y su modo de ser. Tenten debía hacer algo, todo dependía de ella y sus acciones. Si no quería regresar con las manos vacías a su mundo, debía actuar, hacer algo, comenzar a avanzar a pasos agigantados, dejar de reprimirse como había sido su costumbre desde hace un par de años atrás.

Por eso mismo, al verlo llegar de la misa de la tarde de aquel viernes, se había adentrado a su oficina una vez que se aseguró que no había nadie cerca. Había decidido presionarlo, mucho más, exigiendo más contacto, sin importar donde estuvieran. Sin importar sus palabras, sin preguntarle o dejar que diera el primer paso. Se había sentado en sus piernas, tentándolo un poco, lo suficiente para que el Hyūga la besara. Al inicio le había sorprendido, no pensó que él lo hiciera. Tenten solo había estado jugando con él un poco antes de besarlo. Pero el hecho de que el diera ese paso solo confirmaba las sospechas que tenía.

Que Neji Hyūga había estado reprimiéndose y apartando el deseo que ella despertaba en él.

Con ese conocimiento las cosas se volvían más interesantes. Por lo que al día siguiente, aquel sábado, llegó encontrándolo regando las plantas de la parte administrativa. Tenten simplemente había llegado, rodeándolo con sus brazos, lo cual lo hizo sobresaltar y mirar por todos lados con miedo de que alguien los viera. La alejó, pero una vez que estuvo enfrente de ella, la fémina se puso de puntas, rodeando su cuello y besándolo con intensidad. Al inicio el sacerdote intentó alejarla pero al cabo de unos instantes, había sujetado su cintura.

Tenten se alejó con una sonrisa coqueta en sus labios y se caminó hacía su escritorio, sin decir ni una sola palabra. Había decidido jugar mejor sus cartas, no apostar todo. Sacrificar un poco más de tiempo por lograr su objetivo, solo un poco más. Solo necesitaba jugar bien sus cartas. No ir por el premio mayor de una vez, sino hacer pequeños actos que lo tentaran más y más hasta que no tuviera el valor de rechazarla de nuevo, al no poder resistir el impulso de lo que su propio cuerpo le decía.

Los días siguientes se encargó de sembrar aquella semilla, entrando a su oficina para entregar algún papel y súbitamente besando su cuello, sacándolo de todo balance. Y tirando de su camisa para acercarlo y besarlo con fuerza. La ropa fue un factor importante, trayendo pequeños escotes que descubría que funcionaban al atraer la mirada del sacerdote. Él siempre intentaba oponerse al inicio, pero terminaba cediendo ante su avance, una vez que sus lenguas entraban en contacto. Sin importar el lugar, algo que Neji siempre solía repetir hasta el cansancio "aquí no"

Lo que no entendía es que ahora por cómo estaban las cosas no había otros lugares donde pasaran el suficiente tiempo para intentar hacer algo más. La casa del clérigo estaba excluida, él se esforzaba en evitarla cuando estaban juntos. La casa de Umi, era un lugar que estaba unas cuadras lejos, sin excusas para ir. Toda su dinámica se centraba al recinto, por lo que no había otros lugares donde el "aquí no" no fuera valido. Así que debía arriesgarse, ser temeraria e ir más allá, un paso más lejos de la meta. Pero un movimiento muy relevante que le traería su propia satisfacción.

Aquel miércoles, decidió ir mucho más lejos. Apostando esa jugada de cartas a su siguiente movimiento. Había estado trabajando lo suficiente para poder atreverse a hacer algo más. Había confesiones en la noche, hasta las ocho, pero al ser entre semana no había tanta afluencia de gente. Lo cual le quedaba como anillo al dedo. Neji la había despedido antes de adentrarse al confesionario. Kiba se había ido un poco antes.

Había salido de la iglesia dando una vuelta alrededor, mirando el cielo estrellado y un par de personas. Vio a una anciana entrar a la iglesia por lo que sentó afuera a esperar un poco, hasta que unos diez minutos más tarde la vio salir. Casi saltaba de su lugar, intentó mantener la compostura mientras caminaba al confesionario. Entró a lado vacío, donde la gente se adentraba para confesar sus pecados. Se arrodilló y miró a través de la ventana con decoraciones de madera.

― Dios nuestro Padre, que ha hecho brillar la luz de la fe en nuestros corazones, te conceda reconocer sinceramente tus pecados y su misericordia. ― Su voz masculina la golpeó a continuación.

Tenten sonrió ante aquella frase que el sacerdote solía decir, lo miró fijamente intentando pensar que diría a continuación. En ese momento vio los ojos malva hacer contacto con los suyos y su pecho dio un brinco doloroso. Siempre tenía ese efecto cuando la miraba, a pesar de haberse besado y tener sus encuentros.

―Padre, he tenido pensamientos muy... inapropiados con cierta persona.

Casi pudo verlo tragar saliva del otro lado de la ventana e hui de su mirada. Le gustaba tanto cuando se ponía nervioso.

― ¿A qué crees que se deba? ―Tenten pensó que había dicho lo primero que se le vino a la cabeza. Reprimió una sonrisa.

―Me he reprimido demasiado, no he sido honesta con mis propios sentimientos, no he hablado con total sinceridad.

El silencio llenó el espacio entre ellos, Tenten intentaba ver a través de la ventana para poder hace contacto con los ojos malva sin éxito. Él parecía mirar algún punto en el piso.

―Tal vez... ―Habló luego de un tiempo largo, ella pensó que no respondería más. ―Deberías ser más honesta.

Tenten sonrió ante la respuesta, porque sabía que él mismo se sentía tan contrariado al dar la respuesta a un consejo que lo involucraba personalmente. Al no comprender las implicaciones que sus palabras podría traer a eso que tenían. Intentaba hacer su trabajo de la mejor forma posible, algo que admiraba del sacerdote. Pero ella tenía otros planes con esa respuesta.

Se levantó de su lugar, saliendo por la puerta de madera, hasta alcanzar el pomo de la otra puerta de madera, aquella donde estaba el sacerdote. La abrió sin titubear, encontrando a un Neji estupefacto ante sus acciones. Lo vio con intensión de levantarse, sin embargo, se movió con rapidez para sentarse en sus piernas y atrapar sus labios con ferocidad.

―Tenten, no puede hacer esto aquí. ―Logró alejarse de ella un instante para poder hablar, su corazón latía con fuerza y desenfreno.

La fémina ignoró aquellas palabras volviendo a besarlo, adentrándose a la boca del sacerdote y encontrando su lengua. Aquel contacto pareció relajarlo, al dejar de intentar poner distancia entre ellos y ceder al beso, devolviéndolo con tanta intensidad que le arrebató el aliento. Tenten mordió el labio inferior de los labios masculinos, deslizando los labios por la mandíbula y alcanzando su cuello. Pasó tan lentamente la lengua en esa zona que lo escuchó retener la respiración.

Siempre le había gustado el olor que emanaba el sacerdote, la ropa podía oler a incienso, pero su piel era más sutil. Era un olor atrapante y cautivar, succionó un poco escuchándolo soltar una exhalación. Lo mordió ligeramente y se levantó para atrapar de nuevo los labios, demandando su sabor y su propiedad. Eran tan suaves y dulces, entregándose al elixir más delirante que hubiera probado en su vida. El placer enviando punzadas en su intimidad y más al sentir el abultamiento debajo de su trasero. Lo estaba disfrutando tanto como ella. Su mano de deslizó poco a poco hasta que alcanzó el bulto. Lo cual pareció una alarma para el sacerdote que abrió los ojos, en un intento de oponerse.

Se movió con rapidez, poniéndose de rodillas enfrente de él y desabrochó el único botón que le impedía tene contacto con aquello con lo que había fantasea hace años.

La mano masculina sujetó su muñeca, frenando su avance. Tenten alzó la mirada, encontrando el rostro masculino con un ligero sonrojo en las mejillas y una mirada tan intensa que podía atravesarla. Pero el placer estaba presente en cada gesto, tan claro como el agua. Sonrió con lujuria, mientras hizo a un lado la tela de aquel pantalón negro de vestir.

―Tenten. ―Su voz sonó tan tenue, en un susurro que se perdió en el pequeño espacio.

Ignorado aquella pequeña suplica, su mano alcanzó a tocar la tela de su ropa interior. Era oscura y escondía lo que más deseaba. Casi podía saborearlo.

―Tenten...―Habló con la voz estrangulada.

Ella detuvo su avance y levantó nuevamente la mirada, con cierta malicia.

― ¿Qué sucede?

―Detente.

― ¿De verdad quieres que me detenga? ―Sus dedos se movieron un poco encima del abultamiento.

Castaño y malva entraron en contacto en una pelea interior, sobre lo que en verdad querían. Neji podía intentar aferrarse a su moral como sacerdote, pero la respuesta a sus verdaderos deseos era evidente. Siempre lo había sabido y se lo había dicho, que lo deseaba tanto como ella y que jamás había hecho algo que no quisiera.

La mirada aperlada titubeó, Tenten movió más su mano, sujetando el miembro sobre la ropa para sentir su dureza. Aquel apretón lo hizo estremecer, apartando la mano y dejando un acceso libre para que ella siguiera. Aquel permiso implícito sacudió todo su cuerpo, hasta alcanzar su intimidad. Él había cedido, él realmente...

Presa de la ansiedad del momento, de lograr llegar tan lejos, tomó el elástico del bóxer y lo jaló hacia abajo, para dejar salir la erección. Se quedó quieta, observando con gran fascinación el miembro que tenía ante sus ojos. Había fantaseado tanto con verlo, que tenerlo ahí, después de esos años, parecía un sueño. Se acercó captando el olor que emanaba y como estaba completamente erecto, con el líquido pre-seminal haciendo presencia en la punta del glande. Su mano derecha lo rodeó presionando con fuerza y provocando un gemido profundo del sacerdote. Movió su mano hacia arriba y abajo, masturbándolo, sintiendo la calidez que emanaba. Su corazón se movía a punto de salirse de su lugar.

Sacó su lengua haciendo contacto con el glande en principio, para después bajar y volver a subir, recorriendo con su lengua cada parte del miembro. Lo sentía estremecerse ante cada acto y ella misma sentía su cuerpo arder de placer. Lo sujetó nuevamente con su mano y alzó la mirada, encontrando la mirada malva fija en ella y cada cosa que hacía. Sonrió con total satisfacción cuando abrió la boca, sin apartar su mirada del sacerdote, y se lo llevó a la boca, hasta el fondo de su garganta. Lo sacó de nuevo y repitió el acto, moviendo su lengua a la par para humedecer.

Neji se apoyó en el respaldo de la silla, arqueando ligeramente la espalda y soltando un quejido grave. Tenten repitió el proceso con mayor rapidez y usando su mano para masturbarlo a la par, causando más gemido graves muy ligeros que salían del Hyūga. Intentaba reprimirlos pero estaba segura que no podía contenerse con facilidad, cuando el placer estaba haciendo estragos su mente. Siguió su trabajo bucal, atragantándose un poco al sentir el glande rozar el fondo de su garganta. Tenía un tamaño bastante favorable, por lo que costaba metérselo todo. Sintió el líquido pre-seminal en su boca y se movió más rápido, usando más saliva para lubricarlo.

La mano masculina le sujetó el hombro, en un intento de alejarla, pero ella siguió su trabajo, encantada de sentir el miembro acariciar su garganta y entregándose a las descargas de placer en cada parte de su cuerpo. Estaba demasiado excitada y más al ver los gestos de placer del sacerdote. Nuevamente la volvió a empujar pero Tenten se aferró presionando el glande entre sus labios al sacarlo.

En ese momento entendió por qué su intensidad al alejarla, el semen llegó a su boca sin aviso, llenándola por completo y salpicando un poco en su cara. Retrocedió un poco, hasta que se tragó el líquido en su boca, respirando agitadamente. Levantó la mirada viendo al sacerdote con el rostro para arriba, respirando con fuerza. Sonrió satisfecha de aquella victoria y de poder llegar hasta el final. La mirada malva nublada por el placer la contempló, lo vio rebuscando entre las bolsas del pantalón hasta que sacó un pañuelo.

Se inclinó limpiando lo que había salpicado, parecía demasiado serio para haber recibido su primer sexo oral, pero sus ojos lo delataban. Estaba completamente segura que lo había disfruta mucho más que ella al probarlo por primera vez. Parecía un poco alterado, inquieto, tal vez por la descarga de adrenalina de ser atrapados. Pero Tenten se había asegurado que no había nadie cercano. Además era miércoles, nadie venía esos días. Y si alguien hubiera ido, lo sabrían.

Una vez que guardó el pañuelo en su pantalón, prosiguió a arreglar su propia ropa. Dejó salir un suspiro pesado y la miró fijamente, tal vez intentando pensar en algo que decir.

―Vámonos antes que alguien venga.

Tenten sonrió con descaro mientras abría la puerta asegurándose que no hubiera nadie cerca y saliendo con rapidez caminando fuera el recinto. Ya había terminado la hora de las confesiones, de hecho podía apostar que era mucho más tarde. Se había entretenido más de la cuenta en su labor. Aunque sinceramente le hubiera gustado terminar, sabía que intentar algo más sería demasiado para el clérigo. Por eso mismo había decidido ir por pasos, tal vez algo oral no le traería algo tan complejo como terminar el acto. Había sido más que nada para que el disfrutara y entendiera lo que había detrás de entregarse a la banalidad del sexo. Eso sería suficiente para sembrar la duda en ese momento.

Pero había aceptado y ese era un paso monumental ente ellos, al haber una implicación sexual. Solo era cuestión de tiempo, un poco más y se desharía de la abstinencia que venía cargando.

El aire acarició su rostro acalorado mientras esperaba a que el Hyūga cerrara las puertas de la iglesia. Lo vio llegar a su lado y caminar sin verla. Podía intuir que estaba avergonzado o contrariado ante las situaciones. Sonrió divertida. Si algo como eso le había gustado, no sabía que le esperaba.

Era cuestión de tiempo y finalmente Neji Hyūga probaría la fruta prohibida, entregándose a la perdición total, sin opción de retorno.

Lo siento señor, pero he atrapado a uno de tus mejores siervos y no me arrepiento. 



No saben la emoción que tenia de sacar este capítulo, ESTE en especial. Desde que decidi hace esta historia esta escena en el confesionario no me dejaba en paz. De verdad espero que lo disfrutaran tanto como yo al escribirlo. No es tanto el paso final pero es UN GRAN PASO.

¿Votos o comentarios? 

Recuerden que mientras mas comentaros reciba, me motivan mucho a crear nuevas escenas entre ellos /-\

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top