Confesión de Chocolate

Lunes 12 de febrero

En un instituto de Japón, a pocos días de una fecha especial para el país, se encontraban dos estudiantes hablando de esta romántica festividad; San Valentín, un día en donde veías chocolate para regalar en todas partes.

Existían tres diferentes tipos de chocolates para regalar en esta celebración: el giri-choco era el chocolate por obligación que se les daba a los compañeros de trabajo; el tomo-choko era el chocolate de la amistad que se le regalaba a los amigos; y el honmei-choko, el chocolate favorito que se le regalaba a la persona amada.

En este día, las mujeres les regalaban chocolates a los hombres, diferente a cómo hacían otros países. Pero, en ese instituto, se haría una excepción...

—Se viene San Valentín, Sabo-kun —avisó su mejor amiga mientras caminaban por el pasillo—. ¿Qué harás?

—¿Eh? ¿Qué se supone que deba hacer? —preguntó con una ceja alzada y una mueca en el rostro.

—¡Confesarte! —exclamó con entusiasmo—. Haz un honmei-choko para Ace-san.

—¿Qué? Si solo las chicas regalan chocolate.

—Siempre se puede hacer una excepción.

—Eso jamás.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Porque no quiero que lo sepa —aclaró—. Ambos somos hombres y eso es raro. Es imposible que él sienta lo mismo que yo.

—Pero nunca se sabe. ¿Cuántas veces has visto a Ace-san salir con alguna chica? —Koala hizo pensar al rubio, quien paró de caminar.

—Ninguna... De hecho, las rechaza a todas...

—¿Ya ves? Eso quiere decir que tienes oportunidad.

—No lo creo. No me quiero arriesgar y perderlo. Con que esté a mi lado es suficiente. —Sabo le sonrió cálida y dulcemente a su amiga mientras hablaba.

—Moo~ Pero es una gran oportunidad para hacer un chocolate en forma de corazón...

—Ya, Koala.

Siguieron hablando hasta que llegaron al salón de clase, para luego sentarse en sus respectivos lugares con la llegada del profesor.

Durante la clase, un pecoso se encontraba mirando fijamente al rubio de su hermano, quien prestaba atención al profesor, cosa que el otro no hacía. Eran matemáticas, después de todo, y preferiría admirar al menos los hermosos cabellos dorados de Sabo e imaginar lo inalcanzable que era para él. El mayor se ubicaba en la fila junto a la ventana en el tercer banco, mientras que el rubio estaba en la fila de al lado en el segundo banco.

La clase terminó con el sonido del timbre, y todos los alumnos se levantaron de sus asientos. El rubio se dirigió hacia su hermano para volver a casa juntos.

—Adivino —habló Sabo—. No has entendido nada de lo que dijo el profesor, ¿verdad?

—¿Cómo supiste? —preguntó asombrado.

—Son clases de matemáticas —obvió—. Jamás prestas atención.

—Es que me distraigo fácilmente... —respondió avergonzado. Se alegraba de que lo conociera tan bien.

—Sí, ya. Luego te explicaré con más detalle, ¿quieres? —Ace asintió en respuesta. Amaba la amabilidad del rubio; siempre ayudándolo con sus problemas.

—Disculpen —interrumpió Koala.

—Koala. ¿Qué pasa? —preguntó el rubio.

—Ace-san, ¿podríamos hablar un rato en privado? —preguntó sonriente.

Los hermanos miraron con rareza a la chica.

—Está bien —respondió Ace extrañado.

—Yo... esperaré afuera —avisó Sabo.

Ace y Koala pasaron al pasillo, en donde comenzaron a hablar.

—Entonces... ¿Qué sucede? —preguntó el azabache extrañado del llamado repentino de la joven.

—Te vi mirando a Sabo-kun, Ace-san, y de una manera bastante especial —confesó la chica.

—¿Eh? —soltó nervioso.

—¿Acaso él te gusta? —Miró fijamente a Ace con una sonrisa.

—¿Ah? ¡¿Qué clase de conclusión es esa?! ¡Los dos somos hombres! —exclamaba nervioso. La chica, al ver que se sonrojó, decidió presionarlo un poco más.

—Es obvio por esa mirada de enamorado que no engaña a nadie.

—¿S-Segura que era a Sabo a quién miraba?

—No finjas que se te nota en toda la cara —dijo Koala con un tono pícaro—. ¿Desde cuándo te gusta? —Esa pregunta hizo pensar al pecoso. ¿Cuándo comenzó a gustarle?—. ¿En qué estás pensando? —interrumpió Koala

—En que te has vuelto completamente loca... —comentó divertido.

—Claro, claro. Ahora que lo pienso... ¿Eso quiere decir que eres gay?

—No es que sea ga... —Había caído en su trampa—. ¡No! ¡Definitivamente no soy de esos! —mintió Ace avergonzado.

—¿En serio? Vaya, ¡qué lástima! —Fingió que se había creído sus mentiras—. Vamos que el muy nombrado nos está esperando. —bromeó y empujó a Ace para que caminara.

Fuera, Sabo se encontraba junto a Luffy, quien no paraba de quejarse de que tenía hambre, esperando al pecoso. Estaba muy dudoso de la conversación que estarían teniendo su mejor amiga y su hermano.

—¿De qué estarán hablando? —pensaba, un tanto celoso y algo asustado de que su amiga le dijera algo a su hermano, mas desechó la idea, ya que Koala nunca lo traicionaría de esa manera. Suspiró un tanto aliviado de que los dos salieran sin aparentar nada extraño.

Koala se despidió de los tres hermanos para ir rumbo a su casa. Mientras tanto, los enamorados...

—¿Y? ¿De qué hablaron? —preguntó Sabo curioso.

—De nada importante... —respondió con simpleza.

—¿Seguro? Pareces algo molesto...

—Ah, ¿en serio? Yo me siento bien —mintió mientras forzaba una sonrisa. Realmente estaba preocupado de que Koala le fuera a decir algo al rubio.

El resto del día, como muchos otros, concurrió con normalidad en la casa de los tres hermanos.

Martes 13 de febrero

Luego de una mañana normal, el timbre sonó, avisándoles a los alumnos que la pausa de 10 minutos había llegado.

—¡Sabo-kun! —llamó Koala a su amigo y se lo llevó del brazo rápidamente hasta el pasillo al recordar que tenía algo que contarle.

—¿Qué sucede, Koala? ¿Por qué tan exaltada? —preguntó Sabo confundido por el comportamiento de la chica.

—Tengo muy buenas noticias —anunció alegre—. ¿Recuerdas que ayer hablé con Ace-san?

—Ahh... Claro, si fue ayer —respondió, obviando la respuesta y recordando el extraño comportamiento de su hermano luego de la plática con su amiga.

—Le pregunté si le gustabas —contó inmediatamente.

—¡Koala! —se quejó el joven por la acción de su amiga.

—Espera, espera. Déjame terminar de hablar. —Sabo, algo molesto, dejó que prosiguiera—. Ayer, en la última clase, vi que Ace-san no despegaba la mirada de ti. —El rubio enarcó una ceja confundido.

—¿Y eso? Ace no se concentra en matemáticas.

—No era una mirada cualquiera, Sabo-kun. ¡Parecía realmente enamorado! —exclamó con emoción.

—N-No grites tanto—avisó temeroso de que alguien escuchara la conversación—, y no saques conclusiones apresuradas.

—No es nada de eso —negó sonriendo—. Luego de preguntarle, se puso muy nervioso. Juro que hasta lo vi sonrojarse. —Sabo se sorprendió un poco por lo dicho por su amiga. Recordó que Ace se había visto algo molesto luego se esa conversación; o, tal vez, algo preocupado.

—¿Ace? ¿Y te dijo que yo le gustaba? —preguntó curioso y con un poco de esperanza.

—Bueno, no directamente. —El rostro de curiosidad del chico se enserió—. ¡Pero casi lo hace! Cuando le pregunté si era gay me respondió algo así como "no es que sea gay...", pero luego se dio cuenta de que había metido la pata. —Soltó una pequeña risa, luego de susurrar lo último.

—No se puede decir que esté enamorado de mí... —admitió tocando su nuca.

—Sabo-kun, no seas tan negativo. Si a él en verdad le gustas y rechaza a todas las chicas, significa que te está esperando; así que no dejes que se rinda y decida olvidarse de ti. Y si te confiesas y te rechaza ¿qué es lo peor que puede pasar? No dejarán de ser amigos, si hasta viven juntos. —Koala le brindó una cálida sonrisa a su mejor amigo, quien se sorprendió por las palabras de la chica—. Imagínate la escena; tú te confiesas, él acepta, se besan y terminan en la cama... —El rostro del rubio se tornó completamente rojo al escuchar lo último.

—¡Koala! —se quejó avergonzado mientras su amiga reía.

De repente sonó el timbre, avisando que debían regresar a clases.

—Vaya, qué rápido. Solo piensa en lo del chocolate —aconsejó Koala, haciendo pensar a su amigo. Entonces volvieron al salón.

Al final del día, Sabo estaba realmente planteándose el hacer el chocolate para su amado. Así que, en lugar de volver a casa con sus hermanos, pidiéndoles disculpas a ellos, se dirigió a comprar las cosas para hacer el chocolate.

Había buscado en Internet cómo hacer chocolate en forma de corazón, y no le pareció tan difícil. Con el dinero que tenía guardado en ese momento debía ir a comprar los materiales: moldes en forma de corazón y chocolate; mucho chocolate, y tal vez también algo para rellenar.

Al volver a su casa situada en una tranquila calle, Sabo encontró a Ace en el sillón, pero Luffy debía estar en otra parte de la casa, ya que no lo veía.

—¿Qué fuiste a comprar? —preguntó curioso.

—Cosas para hacer chocolate.

—¡¿Sabo preparará chocolate?! ¡¿En serio?! —exclamó Luffy emocionado, saliendo de la cocina.

—No es para ti, Luffy —dijo Sabo mientras se dirigía al lugar del que había salido su hermanito—. Es para alguien especial —aclaró sonriéndole al pequeño.

—¿Y yo no soy especial? —preguntó haciendo un mohín, a lo que Sabo rió.

—Claro que sí, pero no entenderías lo especial que es esa persona para mí —confesó, apoyando las compras en la mesada y alertando a Ace.

—"Esa persona..." —repitió— ¿Quién es?

—Es un secreto —respondió sin sacar su sonrisa de su rostro.

—¿Y eso qué? —bufó Luffy, haciendo un tierno puchero.

—Tranquilo, Luffy. Seguramente recibirás muchos chocolates de tus amigas.

—Sí, ¿verdad? —respondió, dibujando en su rostro una de sus brillantes sonrisas que harían derretir hasta el corazón más frío.

Mientras tanto, Ace escuchaba expectante la conversación entre sus hermanos sin decir palabra. Se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta de cocina.

—Sabo... —llamó la atención de su hermano—. ¿Piensas confesarte con chocolate? No tenía idea de que te gustara alguien... —Ace estaba impactado por la noticia, y le dolía. La única chica con la que podía notarse algo era Koala; aún así, creía que solo pensaba en ella como una amiga. En ese momento, Ace sintió celos de aquella misteriosa persona—. Pero ¿por qué le regalarás chocolate mañana? Solo las mujeres lo hacen.

—Bueno, siempre se pueden hacer excepciones —respondió, citando las palabras de su amiga. Ace se mantenía serio, mientras que Sabo seguía con su bella sonrisa y Luffy los miraba sentado en una silla con el respaldo en frente.

—Eso es raro... —dijo Ace para sentarse en una silla.

—Tal vez —dijo Sabo con simpleza, y se puso a trabajar en el chocolate.

El rubio hacía todo lo que las instrucciones decían: derretir el chocolate, verterlo un poco en cada corazón del molde, colocar el relleno, taparlo con más chocolate, colocarlo en el refrigerator y decorarlos.

Mientras tanto, Luffy jugaba en la sala y Ace observaba cada movimiento que su hermano realizaba con esas fuertes manos que deseaba que lo tocaran a él, y no a ese asqueroso chocolate que no era para él. Sí, estaba celoso, y mucho. Pero, no solo eso, sino que también la tristeza lo envolvía.

Luffy sintió el olor de los ricos dulces con los que rellenaría el rubio los chocolates y se dirigió hacia la cocina.

—¡Wooo! ¡Cuántos deliciosos dulces! —exclamó el menor con brillo en los ojos y babeando.

—No tocarás nada hasta que termine los chocolates, ¿te queda claro? —ordenó Sabo con el seño fruncido.

—Pero... —El menor hizo una cara de lástima.

—Pero nada. Tocas algo y no volverás a entrar a la cocina —mandó el rubio con una expresión más aterradora que antes. Luffy solo asintió con miedo. Sabo suspiró.

—Si sobra algo te lo daré, ¿sí? Solo vuelve a jugar con la consola. —Sabo alegró al menor, logrando que éste volviera a lo suyo.

El rubio quería que todo saliera perfecto y temía que su pequeño y torpe hermanito arruinara algo.

Ace seguía solo viendo y pensando qué tan importante era aquella persona para Sabo como para que reaccionara de esa manera tan tenebrosa. Le recordó a aquella vez en la que el rubio oyó a alguien hablar mal del pecoso mientras caminaban por la escuela. La situación terminó en pelea y con Sabo en problemas. Luego Ace se enteró de que todas las pocas veces en las que su hermano se había metido en problemas, habían sido por lo mismo. En ese momento, Ace se había sentido querido, sin embargo, ahora veía que solo se había ilusionado.

Al colocar el molde en el refrigerador, Sabo se dio cuenta de que su hermano seguía mirándolo. Entonces sonrió y habló.

—¿Qué no estás aburrido de verme cocinar? —preguntó juguetón.

—No realmente... —contestó. Sabo se puso a limpiar la mesada y las cosas que había usado—. ¿Cómo es... la chica? —preguntó Ace con un poco de incomodidad.

—Ya dije que es un secreto.

—¿Es Koala?

—¿Eh? No, no es Koala.

—¿Cómo que no? No me imagino a otra. Te ves con demasiada seguridad como para que sea alguien que no conoces bien. Yo solo te he visto con Koala —comentó. Sabo rió nervioso.

—Conozco muy bien a esa persona y no es Koala —aclaró, dejando a Ace pensativo.

—¿Y qué harías si... te rechaza? —Sabo paró en seco por un momento.

—No lo sé... —respondió con algo de tristeza. Ace, al darse cuenta de eso, trató de animarlo.

—P-Pero... solo una idiota rechazaría a un hombre como tú...

—¿Qué quieres decir? —Sabo volteó a verlo.

—No, nada... —se arrepintió avergonzado, evitando la mirada del rubio, quien suspiró.

—Si me rechazara... dudo que las cosas cambien entre nosotros, como me dijo Koala.

—¿Koala? Espera... ¿Ella sabe quién te gusta? —preguntó sorprendido.

—Sí —afirmó divertido.

—¡¿Y a mí no me has dicho?! —exclamó indignado.

—Tranquilo, ya sabrás quién es —calmó luego de reír un poco por el comportamiento del contrario. No tenía idea de que esa persona se trataba de él.

Luego de unos minutos, Sabo sacó los chocolates del refrigerator para sacarlos de su molde y decorarlos.

Debía escribir en los chocolates con una manga pastelera de chocolate blanco; pero, si quería escribir el nombre de su amado en uno de los chocolates, debía alejarlo de la cocina.

—Emm... ¿Ace...?

—¿Hm?

—Verás, me siento un poco nervioso si te me quedas mirando —fingió—, y necesito usar la presión para escribir, así que... ¿Podrías salir un rato de la cocina? —pidió amablemente, logrando que a regañadientes aceptara.

Así, pudo terminar de decorar cada chocolate, a excepción de uno, en el cual debía ir el nombre de Ace. Sería peligroso que alguno de sus hermanos descubriera ese chocolate, así que se le ocurrió una idea.

Agregó el nombre con el chocolate blanco y los dejó a todos reposar en el refrigerator, vigilándolos.

Llevaría luego la caja con Koala para que ninguno de sus hermanos por pura curiosidad se les ocurriera abrirla.

—Ya vuelvo —avisó el rubio, con los chocolates ya listos, mientras se dirigía hacia la puerta de salida.

—¿A dónde irás? —preguntó Ace sentado en el sofá, diciéndole indicaciones Luffy mientras éste jugaba.

—Iré a llevarle algo a Koala —respondió sin más con una bolsa en la mano, la cual contenía los chocolates—. Hasta luego —se despidió.

—Que te vaya bien —respondieron ambos hermanos al unísono.

Después de ver a su hermano salir de su hogar, Ace se levantó del sillón en el que estaba tan cómodamente sentado, pidiéndole permiso a Luffy, quien siguió jugando, y fue directamente a la cocina; para ser más exactos, directamente hacia el refrigerador, buscando los dichosos chocolates que su hermano había preparado con tanto recelo. Buscó durante varios minutos dentro de la nevera y no encontró absolutamente nada. También buscó por el resto de la cocina y nada.

Algo confundido y resignado, decidió subir a su habitación cuando escuchó el sonido de la puerta principal abrirse y cerrarse. Caminó hacia la estancia y observó cómo su hermano caminaba de manera directa hacia las escaleras cuando giró a verle, al principio algo confuso, seguramente de que no esté durmiendo o jugando algún videojuego, pero después cambió su expresión por una de sus radiantes sonrisas que hizo sonrojar un poco al pecoso.

—Ace, ¿qué hacías en la cocina? ¿Tienes hambre? Si quieres puedo hacer algo de comer —ofreció sin quitar la sonrisa de su rostro y mirando al mayor, esperando una respuesta.

—Eh... No, no, tranquilo. Solo... quería ver cómo te habían quedado los chocolates que preparaste. ¿Donde están? —preguntó, observando al rubio en busca de la respuesta.

—No te preocupes. Los escondí bien para que ni tú ni Luffy pudieran tocarlos —respondió divertido sacando su lengua y riendo ante el puchero que realizó su hermano por la respuesta obtenida.

El azabache se giró y caminó directamente a las escaleras, dirigiéndose a su habitación y cerrando ésta de un fuerte portazo que dejó desconcertado al rubio.

Ace cerró su cuarto con pestillo y se apoyó en la puerta, dejándose caer en el suelo, ocultando detrás de sus manos las lágrimas que comenzaron a caer inconsciente de sus lagrmales. La presión retenida había sido liberada.

Probablemente esa brillante sonrisa que tenía su hermano era pensando en la mujer que lo tenía cautivado. Qué estúpido se sentía; sabía que no tendría ninguna oportunidad con su hermano y aún así se terminó con el corazón hecho añicos, dolía bastante, un dolor que le ahogaba y sofocaba desde lo más profundo de su pecho.

No supo cuánto tiempo estuvo lamentándose acerca de sus sentimientos, tampoco en qué momento se quedó profundamente dormido, despertando unas horas más tarde y pretendiendo que nada había ocurrido.

Miércoles 14 de febrero

Al día siguiente, llegada la hora del almuerzo, muchas chicas regalarían chocolates, inclusive Koala le regalaba tomo-choco a Sabo, Ace y demás amigos.

Ace y Sabo se dirigían a la cafetería. El rubio se encontraba muy nervioso, puesto que quería entregarle los chocolates, pero temía que alguien los viera.

—¿No deberías ir a entregarle el chocolate a esa persona? —habló Ace.

—Ah.. Emm...

—Tú ve a entregárselo. Yo me adelantaré, ¿sí? —dijo amable el pecoso para luego trotar hacia su destino, dejando a su hermano en el pasillo sin saber qué hacer, al ser Ace "esa persona". Solo suspiró y siguió al pecoso hasta la cafetería; luego inventaría alguna excusa.

Sin embargo, una amiga de Ace le llamó la atención a éste con un chocolate en la mano mientras ésta bajaba las escaleras

—¿Qué pasa, Isca? —Se acercó amablemente a ella, ya estando abajo.

Sabo los encontró y se escondió detrás de una esquina en donde se encontraban los pasillos.

—Hice esto para ti —dijo la chica con un sonrojo en sus mejillas, extendiendo el chocolate hacia Ace—. Es... honmei-choco... —aclaró, nerviosa  sorprendiendo a ambos hermanos.

—Isca... Tú... —habló el pecoso intentando salir de su estupor.

Sabo estaba seguro de que Ace rechazaría ese chocolate, sin embargo, tenía miedo.

Ace, sorprendentemente, estaba dudando. Pensaba que era hora de olvidar al rubio de una vez por todas y convertirse en un chico como los demás. Él seguía esperando por algo imposible de conseguir, sin mencionar que él no tenía la valentía de decirle lo que sentía a Sabo, y se odiaba por ello.

Ace extendió sus manos hasta el regalo y lo agarró, poniendo aún más nervioso a Sabo, quien gritaba en su interior que no lo hiciera, y esperanzando a la chica.

El pecoso le sonrió a la joven amablemente.
Debía olvidarse de Sabo y seguir adelante.

—Gracias... —agradeció con una reluciente sonrisa. A Sabo se le salieron las lágrimas al escuchar y ver a su hermano aceptar el honmei-choco; y, al darse cuenta, se dirigió rápidamente al baño— ...pero... —continuó Ace y cambió su sonrisa agradecida a una triste, agachando su cabeza— ...no puedo aceptarlo —se arrepintió y extendió el regalo de vuelta a su amiga, quien lo agarró decepcionada.

—...

—Lo siento mucho —se disculpó haciendo una reverencia—. Me gusta otra persona... Creí que podía olvidarla y continuar adelante, pero es imposible para mí... —confesó—. Lo siento mucho —repitió.

—Está bien... Entiendo... —dijo Isca algo decepcionada—. Entonces... ¿lo aceptarías como tomo-choco? —preguntó sonriendo.

Ace se levantó y miró su amigable cara. Sabía que eso quería decir que seguirían siendo amigos.

—Claro. —Le sonrió y aceptó el chocolate.

Mientras tanto, Sabo se lavaba el rostro en el baño, y sin embargo sus lágrimas no desaparecían. Se sentía miserable; sabía que perseguía una meta imposible, y aún así se arriesgó a tomar el camino que lo llevaba hacia esa persona; su hermano, al que amaba como algo más que eso. Se decía a sí mismo que se tranquilizara, pero no lo lograba, y a la vez se preguntaba: ¿qué haría con los chocolates?

El resto de la hora del almuerzo se la pasó parte en el baño y parte vagando por los pasillos con la mente en la luna.

Luego las clases pasaron normalmente, con un Ace temeroso de preguntarle a su hermano si ya había entregado su honmei-choco.

Al final de las clases, Luffy había salido con sus amigos, y Ace y Sabo volvían a su hogar mientras comían sus chocolates regalados por Koala y demás compañeras. La calle por la que transitaban estaba casi deshabitada.

—Y... ¿Ya has entregado el chocolate? —preguntó Ace curioso mientras ambos caminaban hacia su casa. No le había preguntado hasta ese instante por temor a que le dijera que había sido correspondido, pero debía hacerlo en algún momento.

—No... Aún no... —respondió, recordando el momento en el que se le habían confesado al pecoso.

Ace se alivió por él mismo, pero se preocupó por su hermano. Quería al rubio solo para él, sin embargo, no quería ver triste a Sabo; deseaba su felicidad.

—¡¿Cómo que no?! ¡¿Y cuándo se lo darás?! —exclamó.

—No lo sé... Creo que ya no vale la pena... —respondió resignado. Al escuchar eso, Ace se sintió más aliviado aún, pero dejaría que Sabo se arrepintiera de esa decisión por su bien.

—Oye... No desperdicies el chocolate... —recomendó. Si esos chocolates fueran para él, se los comería sin duda alguna.

—¿Y tú? —preguntó algo nervioso, cambiando de tema— ¿Has recibido algún honmei-choco?

—Eh, sí, de Isca. Pero lo rechacé, pero luego me lo dio como tomo-choco y lo acepté. —Sus palabras habían sorprendido al rubio.

—¿Eh? ¿Lo rechazaste? —preguntó sorprendido—. Creí haber visto que lo aceptaras. Vi cuando se te confesó...

—¿Eh? ¿Lo viste? —En ese momento se preguntó qué habrá pasado por la cabeza del rubio al verlos. ¿Qué habrá sentido al pensar que había aceptado?—. ¿Pero no viste que le dije que no podía aceptarlo?

—N-No, solo vi que le dijiste gracias —declaró avergonzado.

«Al menos no escuchó la parte en la que digo que me gusta alguien más», pensó Ace.

—Oh, ya veo... Oye, no me cambies de tema. Escucha —llamó la atención de Sabo deteniéndose y posando sus manos en los hombros del contrario—, si esa chica rechaza a un hombre como tú, no vale la pena —le dijo claramente mirándole a los ojos con valentía.

—¿Un... hombre como yo...? —repitió, puesto que no estaba muy seguro de a qué se refería exactamente.

—Sí. Tú eres tan amable... —«y guapo», pensó— y tienes una gran personalidad. Es cierto que a veces haces lo que quieres sin darte cuenta de las consecuencias luego, pero eso no quita que seas la mejor persona que he conocido jamás.

Sabo se encontraba muy conmovido y sonrojado por las palabras de su hermano; no sabía que pensara eso de él. En ese momento, se había vuelto a enamorar de Ace.

—¿E-Eso crees? —Ace asintió en respuesta—. Está bien —aseguró con una sonrisa—. Pero primero vayamos a casa. —Dicho esto, sujetó la mano de Ace y comenzó a trotar, sorprendiendo al pecoso—. ¡Vamos! ¡Rápido! —Luego lo soltó para que Ace lo siguiera.

—¿E-Eh? —Ace sonrió al ver la reluciente sonrisa de su hermano. Lo había alegrado, y eso le alegraba a él también—. ¡Espera! —Ambos reían divertidos mientras corrían a casa.

Al llegar a la vivienda, Sabo decidió confesarse de una vez. Debía hacerlo o se arrepentiría luego.

Ambos se encontraban en la sala luego de dejar sus zapatos en la entrada.

—Ace... —habló Sabo-. Sobre el chocolate... —Su hermano volteó a verlo—. Se lo daré... a esa persona... —confirmó algo nervioso. Ace se mostró ligeramente sorprendido para luego mostrar una débil sonrisa.

—Bien... —Se dio la vuelta para dirigirse hacia la cocina—. ¿La llamarás o algo?

—No... —negó, haciendo que el pecoso lo mirara sobre su hombro curioso. Sacó la caja en forma de corazón que contenía los chocolates de su bolso y la miró. Suspiró profundo y extendió el regalo agachando la cabeza por la vergüenza de que sentía al ver el rostro de Ace—. El honmei-choco... —habló, y con valentía levantó su cabeza— es para ti... —confesó con el corazón  palpitando fuertemente en su pecho.

Su declaración sorprendió al pecoso, quien se giró para verlo, sin embargo, éste no se creyó sus palabras. Pensó que solo estaba jugando porque se decía que era imposible que la persona de la que hablaba Sabo todo este tiempo fuese él.

—Deja de bromear... —Esas palabras le dolieron tanto a Ace como a Sabo—. No des tantas vueltas y entrégaselo ya —añadió.

—¿Quieres que te lo diga directamente? —preguntó, y se acercó hasta estar en frente de él mientras que, con cada paso que daba, ponía más nervioso a Ace. Sujetó una de sus manos suavemente y, con firmeza, lo miró a los ojos—. Ace, me gustas desde hace mucho tiempo, en serio. Estos chocolates siempre han sido para ti... —declaró—. Creí que... habías aceptado el honmei-choco de tu amiga y me sentí muy mal... —explicó—. Y claramente no te iba a decir que era para ti mientras cocinaba, porque si no, no sería una sorpresa, ¿verdad? —aclaró, mostrando una dulce sonrisa. Éste desconcertaba al pecoso con cada palabra—. ¿Lo aceptarías?

—Yo... —habló luego de procesar lo que estaba sucediendo para rápidamente cubrir sus ojos con sus dedos sin poder detener las lágrimas que comenzaron a caer, sorprendiendo al rubio, quien jamás había visto llorar a Ace. La presión y los celos de se habían esfumado al derramar esas lágrimas.

—¿E-Estás bien? —preguntó preocupado.

—¿Es en serio? —musitó—. Como sea una broma-

—Es en serio —afirmó rápidamente—. Si no me crees, abre la caja —aconsejó amablemente, soltando la mano del contrario y sujetando el corazón para que Ace lo abriera, cosa que hizo tras secar un par de lágrimas con su pulgar. Observó la decoración de los chocolates, la cual decía "te amo" en japonés y en inglés seguido de su nombre.

—Sabo... —habló desconcertado, llevando su mano hacia su boca y tapándola sin poder creérselo aún. Luego tapó toda su cara con ambas manos mientras limpiaba sus lágrimas avergonzado de que Sabo lo viera llorar—. Mierda, ¿por qué estoy llorando? Qué patético.

—No creo que sea patético —tranquilizó Sabo, tapando la caja y posando una de sus manos en la mejilla del contrario—. Ace, mírame —mandó, logrando que Ace lo hiciera—. Aún no has respondido a mi pregunta —avisó—. ¿Aceptarías el chocolate? —repitió. Ace se tranquilizó respirando profundo. Se planteó si eso era un sueño o en realidad estaba pasando, pero, en ese momento, poco le importó.

—Claro que sí —respondió tras sujetar el corazón y presionarlo sobre su pecho—. Pero, los dos somos hombres y hermanos. ¿Está bien eso? —se cuestionó cabizbajo.

—Eso es lo menos que me importa —aclaró Sabo, colocando ambas manos en las mejillas de Ace para acercarse lentamente y acortar la distancia entre ellos con un dulce y tierno beso.

Ambos se sonrieron al separarse, y Ace se abrazó fuertemente al rubio del cuello y éste correspondió con la misma fuerza. Pensar que nada de eso hubiera sucedido si no se hubiese confesado hizo que Sabo largara sus lágrimas. Se agradecía a sí mismo por haber tenido la valentía de decirle al pecoso lo que sentía en un día tan especial.

—Gracias... —habló Ace—. Soy muy feliz... —confesó sonriente.

—Yo también...

Soltaron su agarre de a poco, y Ace notó que Sabo se encontraba en el mismo estado que él.

—Sabo... Estás llorando... —dijo sorprendido.

—Sí, al igual que tú —contestó—, porque estoy muy feliz —expresó con una sonrisa, haciendo que el otro sonriera de igual forma.

Ace unió sus labios una vez más, pero en esta ocasión con mayor intensidad.

Al separarse del intenso beso, ambos se sonrieron con ilusión, felicidad y el corazón latiéndoles a mil. Entre ellos las palabras sobraban; no hacía falta articular un "te amo" si ellos con una mirada se decían eso y mil cosas más.

La inseguridad que antes sentían fue abruptamente cambiada por el anhelo y la dicha de estar ahora los dos por fin juntos.
Podría haber obstáculos que los quieran separar, pero ellos no se alejarán el uno del otro, aunque se les vaya la vida entera en ello; si están juntos podrán superar todo.

~Fin~

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top