Tu sangre

—¿Convertirme? —interrogó Esteban muy desconcertado.

—Solo así podrás vencer a Arturo.

¿Vencer? Si él no sabía pelear, aunque en su adolescencia sí había dado algunas patadas.

—Entonces lo haré. No te dejaré con él y tampoco a nuestro hijo.

Susana le dió un beso corto como agradecimiento.

—Esteban, debo irme.

—¿Cuándo volverás?

—Vendré por las mañanas, cuando Arturo me deje sola en casa. Antes de convertirte tienes que saber muchas cosas sobre los vampiros.

Se besaron con intensidad, conscientes de lo que vendría después. Esteban no quería ni pensar en que el vampiro querría tocar a su mujer.

La pelirroja lo dejó pensativo. Su vida misma había dado un giro que ni en sus más locos sueños hubiera imaginado.

:::

No imaginó lo difícil que sería volver a acomodar sus cosas en la casa de Arturo. Se sentía llena de sentimientos malos hacia ese hombre por todo lo que le había hecho. La apartó del amor de su vida y a su hijo de su padre.

Tocó su vientre mientras apretaba entre sus dedos un portarretrato donde estaba su foto con la del vampiro que odiaba. Se veían tan felices en la fotografía. Felicidad falsa, pensó.

Cerró los ojos por unos segundos. Le encantaría poder volver a dormir. O por lo menos entrar en un trance entre la realidad y la fantasía. Dobló la ropa que faltaba y las acomodó como habían estado antes.

—Todo quedó como antes —avisó Celeste entrando a la habitación.

—¿Qué haremos ahora?

—Actuar como si nada hubiera pasado.

—No será tan fácil. Apenas tolero la idea de que me vuelva a besar. Sé que voy a sentir asco.

—Debes dar tu mejor esfuerzo. Ya sé, vamos a ver una película mientras llega.

Susana sonrió por el intento de su amiga. Sabía que el vacío que antes sentía se había llenado al recuperar la memoria, pero ahora se sentía desdichada por tener que fingir que amaba a alguien que detestaba.

—Celeste... Arturo debió hacerte cosas muy malas como para que desarrollaras la conexión de amantes.

La mujer dio un respingo. Si bien su pasado era un libro abierto, las imágenes que solían rondar su cabeza no lo eran.

—Un vampiro puede tener una conexión con una mujer a la vez. Es por eso que tú no lo tienes. Esto comienza después de que la pareja comparta más de una vez la cama, por voluntad claro.

Susana se extraño un poco.

—¿Eso quiere decir que tú...?

—No fue por voluntad. Después de tantas violaciones más que conformarme, me resigné.

—Lo lamento.

—Descuida. Pero no nos pongamos nostálgicas, mejor vamos a ver una película y empezamos a bordar zapatitos para el bebé.

—Vamos...

:::

Esteban sentía que podía respirar con más ligereza. Se vistió y fue directo a la mansión de sus padres. Su buen humor le sobrepasaba y no podía evitar sonreír. Susana, la razón de su vida, estaba viva y esperaba un hijo suyo.

No tardó mucho en estacionar su auto en el estacionamiento de la mansión. Se bajó del mismo y fue directo a tocar la puerta. El ama de llaves le abrió sorprendida.

—Buenos días, joven Esteban. Sus padres están tomando el desayuno en la mesa del jardín.

—Iré con ellos —dijo al ingresar.

Julián podía sorprenderlo mucho cuando se lo proponía. ¿Quién iba a decir que un hombre tan serio e inexpresivo como su padre podía sentarse a desayunar en el jardín? Y claro que sabía el motivo, su madre. El amor podía doblegar a cualquier persona. Eso lo sabía él.

Amaba tanto a su pelirroja que estaba dispuesto a dar la vida por ella. Ella lo había envuelto en un hechizo que no se acabaría hasta el día de su muerte. Volvió a sonreír al recordarla. Era tan hermosa, tan delicada...

—Buenos días —saludó al acercarse a sus padres y a Sergio.

—Buenos días, hijo.

Cristina le miró algo extrañada. Esteban se veía más animado y se notaba que se había bañado y afeitado. Eso era una buena señal. Sin embargo, Sergio le miraba con una sonrisa pícara en el rostro.

—¿Cómo estás, Esteban? —le preguntó su hermano.

El azabache trató de disimular su felicidad, pero no pudo.

—Estoy perfectamente bien.

Sus padres le observaron sorprendidos.

—N-nos alegra mucho, hijo —habló Cristina.

—Hmp.

Lo que más le sorprendió a los presentes fue que las ganas de comer de Esteban habían vuelto. Era un milagro para ellos. Además, había optado por un desayuno netamente a base de cosas dulces; cosa que el menor de los DelValle siempre había detestado.

:::

Se sintió nerviosa cuando las puertas de la habitación se abrieron, dejando pasar a Arturo. Realmente era un sínico. Eso le disgustaba el triple a la pelirroja. Tanto daño causado por una sola persona. Tantas mentiras...

Dejó el bordado a un lado. La función tenía que comenzar. Respiró hondo y junto toda su fuerza mental para imaginar que el hombre que estaba ahí era Esteban. Sólo a él podía tratarlo con amor, porque a él lo amaba. Y no era una mentira como los segundos que transcurrían en ese momento.

—Querida esposa, he regresado —le dijo con los brazos abiertos.

Susana corrió a su encuentro y le abrazó. "Como si fuera Esteban" se repetía miles de veces en su mente. Cuando estuvo entre sus brazos sintió ganas de llorar por todo lo que se venía. El embarazo le había vuelto muy sensible.

—¿Estás llorando? —interrogó mirándola fijamente.

—Es que... estoy feliz de que hayas vuelto —inventó con astucia.

—Eres tan sensible —le susurró antes de besarla.

Fue gratificante imaginarse en los brazos del amor de su vida. De lo contrario sentiría nauseas por estar siendo besada por el infame de Arturo. Cuando se separaron ella se volvió a sentar en la cama.

—El bebé está creciendo lentamente en mi vientre. Es tan pequeño y aún así lo amo tanto...

—Ah, el bebé —dijo desinteresado.

Susana se dio cuenta de que no le interesaba en lo más mínimo. De repente, se vio acorralado por el cuerpo del inmortal que estaba encima de ella. Colocó sus manos en el pecho de Arturo para poder apartarlo, ya que él había procedido a besarle el cuello.

—Espera.

—¿Qué sucede?

—Arturo... yo no puedo...

—¿Por qué? He estado imaginando este momento.

Decidió tergiversar su reciente estado en el embarazo. Había descubierto que sus hormonas estaban multiplicadas.

—Mi apetito sexual disminuyó considerablemente. Lo siento, pero no tengo ganas de estar contigo.

Esperaba que él le creyera ya que le sucedía lo contrario. El contacto físico se había vuelto una necesidad. Pero obviamente lograba reprimirlo ya que no pensaba en nadie más que Esteban para compartir momentos de intimidad.

—Eres mi esposa y...

—Lo sé. Y sé que después de que el bebé nazca volveremos a nuestra vida activa. Pero entiéndeme, cielo, lo hago por nuestro hijo. Lo amamos mucho, ¿cierto?

—Por supuesto.

El inmortal iba a retirarse de la habitación. Susana decidió que no iba a dejar que se fuera ya que la consecuencia sería un nuevo abuso de Celeste por parte de Arturo, para satisfacer sus necesidades.

—Cielo, ¿puedes abrazarme? Quiero recostarme y sentir que estás cerca. No será por mucho tiempo, solo unas horas... —le sonrió con inocencia.

—Susana, sabes que te amo. Claro que voy a abrazarte.

Por lo menos había logrado matar dos pájaros de un tiro. Él no la obligaría a ella ni a su amiga a tener relaciones con él. Las cosas iban un poco mejor de lo que ella se había imaginado. Arturo parecía amar más el cuerpo de Susana que a ella en sí. Por eso pensaba que haría lo que ella quisiera para mantenerla contenta y lograr que ella le aceptara en su cama.

—Mmmm... ¿me extrañaste? —interrogó el inmortal.

—Claro que sí.

—Yo te extrañé más —le acarició el brazo mientras buscaba los labios de la pelirroja.

—No pasaremos de besos esta noche —le volvió a recordar.

—No i-importa.

Ella sonrió al saber que le estaba fastidiando la vida a Arturo. Él no iba a poder tener su cuerpo de nuevo, porque simplemente no le pertenecía.

:::

Sintió cosquillas en su mejilla y se volteó. Quería seguir durmiendo. Después de mucho tiempo no tenía pesadillas ni sueños extraños y eso le gustaba. Sabía que no todo podía volver a ser como antes, pero al menos su cuerpo podría recuperarse de su falta de atención. Litros y litros de agua había tenido que reponer, eso sin mencionar los suplementos de vitaminas.

De nuevo las cosquillas, esta vez del otro lado de su mejilla. ¿Sería algún bicho que se había colado por la ventana? No, estaba seguro que la había cerrado. Abrió los ojos para toparse con una mano en su mejilla. Reconocía esa mano en cualquier parte del mundo. La tomó con su mano derecha y le dio un beso sonriendo.

—Buenos días, señor dormilón.

—Hmp. Buenos días.

Ella le sonrió tan abiertamente que la hizo verse mucho más joven y hermosa. ¡Dios! Esa era su idea cuando había pensado en pedirle matrimonio. Quería despertar con ella a su lado para que le alegrara el día.

—¿Cómo entraste? —interrogó mientras se sentaba en la cama.

—Si quieres me voy —le dijo mientras se levantaba.

—Un momento. Era una pregunta.

—En ese caso... Te preparé el desayuno —le acercó una bandeja repleta de comida—. Te lo hice con mucho amor. Y en cuanto a lo otro, soy inmortal y eso es muy beneficioso a la hora de irrumpir en los lugares que quiera.

Esteban no sabía de dónde elegir. Estaba demasiado contento porque su pelirroja estaba ahí. Comió lentamente mientras ella le observaba.

—Arturo llegó ayer... —dijo de la nada, haciendo que Esteban escupiera el café.

—¿Notó algo?

—No. Pero yo sí. Él estuvo con otras mujeres en su viaje. No dije nada, pero pude percibir aromas mezclados. Creo que se llevó por delante unos cuantos burdeles. Celeste me lo confirmó. Ni siquiera me puede ser fiel... —dijo algo triste—. Creo que es uno de esos hombres que no se enamoran de las mujeres, sino de su cuerpo.

—Ven aquí.

Susana se acomodó entre las piernas del hombre después de poner la bandeja en el buró. Él empezó a acariciarle el brazo.

—No tienes que ponerte mal...

—No lo hago por él. Es que... cada vez que pienso, más me doy cuenta de lo grande es nuestro amor y de lo mucho que tendrás que sacrificar. No sé... tal vez si lo dejamos como está,  cuando nazca nuestro hijo o hija yo te la traigo para que la veas las veces que quieras... Así no tendrías que morir...

—No vuelvas a decir eso. Vamos a hacer todo esto para estar juntos... Tarde o temprano, si elegimos lo que propones, yo voy a volver a tenerte y entonces será algo malo para nuestro hijo... —le acarició el vientre—.  Entiendo que si crece en una familia ficticia, no va a reconocer mi identidad y tal vez decidas alejarle de mí para que no sufra. Y yo te encontraría en cualquier lugar del mundo.

—Está bien, seguiremos con el plan. Por cierto, tienes que volver a tus actividades de antes. Tu piel está más pálida. No quiero que te enfermes, amor.

—Voy a hacerlo. Aunque ahora me apetecen tus besos.

—¡Oh! No tengo problema con eso.

Se besaron con alegría y pasión, sabiendo que debían pasar por mucho para volver a estar juntos como querían. O tal vez podrían encontrar algún método.

—Mmmm... te amo tanto —suspiró Susana mientras se separaban.

—No más que yo.

—Yo te amo más.

—Mejor dejemos esto en un empate.

—Muy bien.

—Iré a tomar un baño. Espérame aquí.

Susana asintió y se lió con las sábanas de Esteban. Adoraba que su aroma la envolviera. Cerró los ojos y disfrutó de la sensación de estar en un lugar donde pertenecía. Después de unos minutos, Esteban regresó con una toalla alrededor de su cintura y con todo su cuerpo mojado.

La pelirroja se sentó en la cama y lo observó con los ojos entrecerrados. ¡Esteban era un hombre perfectamente deseable!

—¿Qué sucede? —interrogó divertido al ver el notable sonrojo de la mujer.

—N-nada.

Susana se repetía mentalmente que no podía estar con Esteban. No debía arriesgar a su bebé. Aunque no podía culparse porque todas darían lo que fuera para pasar un tiempo a solas con Esteban DelValle.

Él se acercó a la cama y se subió hasta quedar muy cerca de la pelirroja.

—No puedes engañarme, te conozco bien y algo te pasa.

—Yo... Es el embarazo... No creo que lo entiendas.

Esteban frunció el entrecejo tratando de comprender. Tal vez ella tenía ganas de vomitar, no, por eso no se sonrojaría. ¿Qué más podía hacer?

—Si me lo dices... —tomó sus manos y se percató de que se le erizó la piel a Susana.

—Esteban... mis hormonas están alborotadas... Lo siento.

—Hmp. Me vestiré.

Ella no dijo nada. Era lo mejor.

—Por cierto. Saldré con Sergio esta noche.

:::

Susana terminó de acomodar la ropa que había comprado. Celeste le había llevado a una tienda donde se vendía toda clase de prendas. Esa noche Arturo había llegado un poco más temprano.

—Hola, ¿cómo te fue? —lo recibió con una beso en la mejilla.

—Muy bien.

—¿Quieres algo en especial?

—No por el momento. Estoy muy cansado.

—Hoy tejí ropa para mi bebé.

—No tienes que hacerlo. Yo le compraré todo lo que necesita.

Ni siquiera se percató de que Susana había dicho "mi bebé" y no "nuestro bebé".

—Me gusta hacerlo.

—¿Qué tal si me acompañas a tomar un baño?

—Me encantaría, pero ya me di un baño relajante. Mejor vamos a hacerlo mañana.

—Esperaré con ansias.

:::

Susana se arregló el cabello y acomodó bien su vestido. Recibió un mensaje en el celular que había comprado. No le hizo caso, después se encargaría de eso. Le importaba más entrar en la habitación de Esteban y verlo a él.

Extrañamente, la puerta principal estaba abierta. Intentó no hacer ruido para sorprenderlo. Se extrañó al encontrar ropa tirada por la sala.

Caminó lentamente hasta la habitación donde dormía el castaño y se encontró con algo que jamás hubiera esperado. Había una pareja desnuda en la cama. No conocía a la mujer y la cabeza que sobresalía de las sábanas le confirmó la identidad del hombre.

Su corazón se partió en dos. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Tan difícil había sido esperarla a que pudiera ser de nuevo suya?

Salió corriendo de ahí. No pudo en pensar en otro lugar donde ir que donde había pasado uno de los mejores momentos de su vida. ¡Qué ironía! Eso había sucedido al lado de Esteban. 

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