15. POR ALGUIEN

Estoy preocupada por Evan. No sé nada de él. No sé dónde está. Mi padre me dijo que cuando salió de su despacho no le volvió a ver. Mi padre no parecía enfadado, pero hay momentos en los que no expresa emoción alguna en el rostro. Espero que no le haya dicho algo malo sobre el perro... Salgo de la habitación y me encuentro con Zeus sentado frente a mi puerta, ni siquiera había ladrado o había arañado la puerta para poder entrar. Me dirijo al baño y escucho como me sigue. Veo que se para a mitad de camino y entro al baño. Cuando salgo y abro la puerta veo a Zeus otra vez plantando frente a la puerta con la cabeza ladeada. Vale, me ha tocado el perro loco.

- ¡Vanessa! - escucho como me llama Evan.

Bajo las escaleras y le veo con las manos en la espalda. Está escondiendo algo, y sabe que no puedo esperar a las sorpresas.

- ¿Qué es? - le preguntó intentando ir hacia su espalda para ver que esconde.

- ¿Qué crees que es?

- Helado.

- Glotona.

- Vale, helado no es.

Zeus baja por las escaleras poco a poco, es muy pequeño. Cuando llega hasta abajo se nos queda mirando para luego venir corriendo hacia Evan y mirarle desde abajo.

- Venga, Evan. Él también quiere saber qué es.

Evan se ríe y es cuando saca un pequeño collar de perro plateado y con una pequeña placa donde pone su nombre, junto con un rayo dorado. Zeus empieza a saltar para verlo y le cojo. Lo mira expectante.

- ¿Quieres ponértelo, pequeño?

Ladra.

- Me lo tomaré como un sí.

Mi novio se lo pone en el cuello. Le queda precioso. Al ponerlo en el suelo se sacude y eso hace que suene su collar. Pijo.

- Igual que la dueña.

- ¿Perdona? - le digo a Evan sonriendo.

- Es igual de pijo y presumido que tú.

- Y raro.

- ¿Raro?

- Ya lo verás en su momento.

Evan me mira raro y yo me río ante su expresión. Es una mezcla entre miedo y chiste.

- Deberíamos ir a comprar sus cosas. ¿Te encargas de la comida?

- Vale pero, ¿tú de qué te vas a encargar?

- De la cama, la correa, los juguetes, la ropita, los peines, cuidados estéticos...

- Mimarle.

- Puede. - le digo sonriendo.

- Lo dicho, igual que la dueña.

Me río y le doy un beso casto en los labios.

- Vamos, hay que comprar muchas cosas.

- ¿Vais a por cosas para Zeus? - habla una tercera procedente de la oficina.

Veo a mi padre aflojándose la corbata. Cuando Zeus le ve, se vuelve loco y va corriendo hacia él. Le coge riéndose. Creo que nunca le había visto tan contento.

- Pequeño demonio... - le dice acariciándole. - Vaya, veo que ya tienes nuevo collar eh... ¿Se lo has comprado tú? - le pregunta a Evan.

- Sí, señor.

- Es bonito. - dice mientras le deja en el suelo, pero el animal no se separa de él y se pone entre sus dos pies.

- Vamos a comprar cosas para él, ¿quieres venir? - le pregunto. Sé que dirá que no, pero bueno, por intentarlo...

- Claro, ¿por qué no? Ya he terminado el trabajo.

- ¿En serio?

- Sí. Me pongo algo más cómodo y nos vamos.

Sube las escaleras y Zeus le sigue, o hace un intento de ello. Sube las escaleras despacio para que el perro pueda seguirle. Mi perro es adorable. Cuando termina de subir las escaleras y Zeus ya está detrás suyo se van los dos a la habitación.

- Creo que le ha cogido cariño al perro. - le digo a Evan, acercándome a él y abrazándolo.

- Sí. ¿Crees que viene con nosotros solo para supervisarme y que no te viole en un callejón?

- No, tranquilo. Además no sería un violación. Me dejaría con gusto si eres tú. - le digo guiñándole un ojo.

- No hagas eso pequeña, es peligroso.

Me río y le empujo amistosamente mientras me envuelve con sus brazos en un tierno abrazo.

- Bien chicos, estoy listo. - dice mi padre bajando por las escaleras con Zeus en brazos.

- Vamos. - dice Evan.

Les sigo a los dos hasta el ascensor. Cuando estamos los cuatro dentro mi padre suelta:

- Las muestras de afecto y cariño evitadlas delante mío, por favor.

Le miro con furia. Me mira con una sonrisa pícara para luego reírse y veo a Evan, rojo como un tomate. Mientras Zeus... bueno, Zeus está en su mundo.

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- ¿Te gusta esta? - le digo a mi padre mientras le enseño la correa típica de color negro. Me gusta en negro.

- No, me gusta más esta. - me enseña una correa de cadena con un asa negra.

Le miro raro y le suelto:

- No es un perro de caza papá, es un cachorro Pomerania.

- Vale vale, total comprarás lo que tú quieras.

Cojo la correa que me gustaba a mí y de repente al girar me choco con alguien. Al echarme hacia atrás, mi padre me agarra para que no me caiga.

- Lo siento. - Dereck. Joder. - No te había...

Silencio.

- No pasa nada. - le digo con un tono seco.

- Ve con más cuidado, muchacho. - le dice mi padre.

Dereck se va con los ojos puestos en mi padre, con bastante asombro diría yo. No se ve todos los días al mismísimo Christian Grey. Sigo buscando cosas para Zeus con mi padre y veo a Evan comprando la comida. Me acerco a él y me quedo a su lado mientras mi padre escoge una bonita y cómoda cama para Zeus. Al girarme y quedarme frente a la puerta, veo que Dereck sigue en la tienda, junto a una estantería cerca de la salida. Me mira con ira, con furia y con rencor. Y eso no se lo voy a tolerar.

- Evan, - le llamo la atención. - ahora vengo, ¿vale?

- Claro. Termino esto y nos vamos. ¿Tu padre?

- Con Zeus mirando cosas.

- Vale. - me dice sonriendo. Me doy un beso en la mejilla.

- Ahora mismo vuelvo.

Me encamino hacia el lugar donde se encuentra Dereck, aún mirándome con esos ojos marrones y oscuros.

- ¿Qué quieres?

- ¿Me estás siguiendo?

- Por favor, Vanessa. No me hagas reír.

- No es una broma.

- Tranquila, tigresa.

- Muy bien, se acabó. Vete donde te de la gana pero a mí no me arruines la tarde.

- No te estoy haciendo nada, querida.

- ¿Puedes dejarme en paz? ¿Se puede saber que te he hecho para que me trates así? Antes me caías bien.

- Antes. Tú lo has dicho.

- ¿Antes de qué Dereck? Eso no es una respuesta que me sirva.

- Antes de que salieses con ese estirado. Un simple empleado de tu padre.

- Haré lo que me de la gana con mi vida Dereck. ¿De qué te quejas? ¿Problemas con Claire, quizá? - le digo con una sonrisa malvada.

- La he dejado.

- ¿Qué?

- Que la he dejado.

- ¿Por qué?

- Por nada.

- No se deja a nadie por nada.

- Mejor dicho, por alguien.

Dicho esto abre la puerta de la tienda y se va.

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