13. CHOQUE INESPERADO

Me despierto con la luz del sol en mis ojos.
Me estoy cegando. Además de eso tengo un brazo encima que no me deja moverme para ir a cerrar las cortinas.

- Evan... - me zarandeo. Se queja mientras se da la vuelta. - Evan cierra las cortinas por favor.

- Joder... - dice mientras se queja. - Voy... - cuando lo hace vuelve otra vez a la cama abrazándome de nuevo. - Buenos días, novia. - dice con cariño e ilusión.

- Hola, novio.

- ¿Dormiste bien?

- Sí, ¿y tú?

- Como un rey.

- Arriba. - le digo mientras retiro las sábanas.

- No... - dice quejándose.

- Hay que ir a ver a mis padres.

- Un ratito más...

- Nooo... Vamos.

- Jo. Por cierto... - le miro con intriga. Veo que está nervioso, muy nervioso. - Hay que decírselo a tu padre.

- Espera un tiempo, hasta que pase al menos las heridas de ambos. Te recuerdo que los dos están ingresados y mi madre dentro de un medio coma.

- Claro, por supuesto.

Se levanta y me da un beso en la cabeza.

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- ¿Entramos?

Cojo aire muy fuerte y lo saco despacio.

- Sí. - dicho esto le agarro la mano.

Al entrar en la habitación de mi madre la veo comiendo con una enfermera al lado.

- Mami... - me acerco a ella corriendo mientras me pone la mano en la cabeza, acariciándome el cabello.

- Cariño. Shh, estoy bien, estoy bien. Me han tratado como una reina. ¿Tu padre está bien?

- No lo sé... vinimos primero a verte a ti.

Mi madre me mira extrañada hasta que se da cuenta de que Evan también está en la habitación.

- Hola, Señora Grey. ¿Se encuentra mejor?

- Me encuentro mucho mejor, gracias. - le dice sonriendo. - Espero que hayáis cuidado bien de la casa.

- Por supuesto, Señora Grey.

- Por favor, ahora que estás con mi hija puedes llamarme Anna.

- Está bien. - dice riéndose.

Me gustaría ir a ver a papá pero...

- Ve a ver a tu padre. - me dice mi madre. Siempre me lee la mente. Creo que es un don.

- ¿Segura?

- Sí.

- Bien, - la digo sonriendo. - Quédate con ella Evan, así papá no sospechará nada. Por cierto mamá... - la digo girando de nuevo hacia ella. - ¿cómo vamos a decirle esto a papá? - la digo señalándonos a Evan y a mí repetidamente.

- No sé cariño. Lo primero es salir de aquí.

- Claro. Bueno, hasta ahora.

- Adiós. - me dicen mi madre y mi novio al unísono.

Subo las escaleras que están justo a la vuelta de la habitación de mi madre para llegar al piso de arriba. Por el camino alguien choca conmigo y hace que me caiga escaleras abajo. Noto que Evan sale de la habitación y viene a ver qué ocurre. Cuando me ve en el suelo corre hacia mí tan rápido que ni siquiera le he escuchado llegar.

- VANESSA. - dice agitado. - ¿Estás bien?

- Sí... - qué dolor de cabeza. - ¿Quién demonios...?

Me quedo sin aire. No puede ser. Él no. Evan también se ha dado cuenta y se tensa a mi lado, su expresión me dice que no está contento de verle.

- Gracias, yo estoy bien.

- Nos importa una mierda, Dereck. - le suelto. - ¿Qué coño haces aquí?

- Gracias por el interés, tigresa. - cuando recalca el mote que siempre me ha puesto, Evan me pone contra él. Se está controlando para no saltar a su cuello en cualquier momento. - Tenía que venir a hacerme una prueba de sangre. Ya me iba. - dice levantándose del suelo. - Chao. - me da un beso en la mejilla y le guiña el ojo a Evan para luego irse.

Imbécil.

- Lo siento. - le digo a Evan.

- No, no es tu culpa. Tranquila. - me da un beso casto en la boca y vuelve a la habitación.

Miro detrás de dónde Evan se encontraba y observo que Dereck todavía está ahí, mirándome. ¿Ha visto como Evan me daba un beso y se ha puesto así? Pues no sé lo voy a permitir. Él me ocultó que estaba con Claire. No tiene ningún derecho a mirarme de esa manera. Me doy la vuelta y procedo a subir las escaleras para llegar a la habitación de mi padre. Pregunto a algún médico si puedo entrar y me responde que sí, pero solo durante cierto período de tiempo porque le tienen que hacer algunas pruebas. Toco la puerta y escucho un "adelante" procedente de una voz grave.

Cierro la puerta detrás mío y al cruzar el umbral me encuentro a mi padre. Parece que se encuentra mejor que cuando le encontramos y le trajimos.

- Hola, papá.

- Hola.

- ¿Cómo te encuentras?

- Mejor, gracias. - me dice con una pequeña sonrisa. - ¿Y tú madre?

- En otra habitación, en la planta de abajo.

- ¿Está bien? Quiero verla.

- Todavía no puedes, papá. Además yo me tengo que ir ya, me han dicho que solo puedo estar aquí unos 5 minutos porque te tienen que hacer una pruebas.

- ¿Más pruebas? - me dice con cara de horror. - No por favor...

- Cuanto antes te las hagan, antes podrás volver a casa.

Suspira profundo y luego me mira de forma tierna.

- Gracias por traernos. - me dice.

- De nada.

Alguien toca la puerta y entra el doctor del otro día.

- Oh, ¡hola! ¿Cómo se encuentra, Señor Grey?

- Un poco mejor.

- Me alegro. Señorita, me alegro de volver a verla. - le contestó con un simple movimiento de cabeza. - La voy a pedir que me deje a solas con su padre. Tengo que hacerle unas pruebas.

- Bien, adiós papá.

- Adiós.

Salgo de la habitación con la mirada de mi padre y del doctor encima. Bajo las escaleras y me encuentro a Evan sentado en el pasillo donde se encuentra la habitación de mi madre.

- ¿Nos vamos? - le digo cogiéndole de la mano.

- Vamos. - contesta. - Oye, ¿le has dicho a tu padre algo?

- No, dijimos que cuando salieran se lo diríamos.

- Vale. - me da un beso en la frente y nos vamos del hospital.

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- De chocolate y turrón, por favor. - le digo al dependiente.

- Yo quiero uno de chocolate y menta. - le dice ahora Evan cuando el chico me da mi helado. - ¿Cuánto es?

- 6 €. - Nos dice con una sonrisa.

Empiezo a sacar mi cartera pero Evan se me adelanta y paga todo.

- Eh! Ya me invitaste a la cena, ¿no puedo invitarte a un helado? - le digo con un puchero. Me mira con una sonrisa tierna y me da un beso en el puchero.

- Nop. - dice riéndose.

- Jo.

Los dos nos reímos y nos vamos a dar una vuelta de camino a casa.

- Ven, te tengo una pequeña sorpresa.

- ¿Qué es? - le digo con ilusión.

- Si te lo diría...

- Ya no sería una sorpresa, ya lo sé. Pero soy muy impaciente y muy cotilla. - le digo con otro puchero.

- Espera y verás...

Llegamos entonces a un pequeño establecimiento, pero no veo de qué es. Hasta que escucho ese sonido tan característico. Sonrío de oreja a oreja mientras abrazo a Evan.

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