46. Televisión y lectura

Ciertamente la llegada del televisor cambió mucho la rutina con la que antes pasábamos el tiempo.

Al inicio fue complicado, pues nos peleábamos los primeros días buscando cada uno ver algo distinto, hasta que cansada, Lisa nos puso un alto apareciendo con una caja de zapatos entre las manos.

—Está bien. Creo que debemos ser justos si queremos aprovechar el presente de nuestro progenitor. Propongo que cada uno pueda ver una hora con veinte minutos de televisión diaria. Somos nueve, por lo que el televisor permanecerá encendido doce horas al día. Por supuesto haremos paréntesis todos juntos para dormir y poder atender apropiadamente al responsable en turno de traernos nuestros alimentos. ¿Qué les parece?

La idea no sonaba mal. Lana levantó la mano y Lisa le dio permiso para hablar.

—¿Qué pasa si una ve algo que le llama la atención a otra? ¿No podría aprovechar la otra de ver algo distinto con una sin tener que perder su turno en lugar de poner lo mismo de nuevo más tarde?

—Si una o uno lo consciente, puede permitir que lo acompañen a ver lo que quiere sin que la otra o el otro pierda después su turno.

Luan intervino sin levantar la mano.

—¿Y si alguien quiere ver una película que dura más de una hora con veinte minutos?

—La suspende y la termina de ver al siguiente día en su próximo turno, a no ser que llame la atención de alguien más y ese alguien quiera ceder parte de su turno para terminar de mirarla.

Tenía que admitir que Lisa encontró la manera más acertada para mantener el control y el orden en ese aspecto, en especial al ver a mis hermanas finalmente mostrarse de acuerdo con ella al igual que yo, aun así, tenía una pequeña duda.

—¿Y cómo escogeremos quién verá primero la televisión?

Antes de responderme, abrió la caja de zapatos donde tenía diez papelitos doblados: nueve iguales muy pequeños doblados en cuatro partes cada uno y una hoja de papel sin doblar que nos mostró primero. Se trataba de una lista. Tenía anotados nueve horarios de una hora con veinte minutos distribuidos a lo largo del día con una línea a un lado, enseguida señaló los papelitos.

—En cada uno está anotado un número del uno al nueve. El que saque el uno escogerá primero uno de estos horarios para ver la televisión, el que saque el dos elegirá después, el tres le seguirá y así subsecuentemente hasta el nueve que tendrá que conformarse con el horario que reste. Podemos hacer esta dinámica cada mañana después de desayunar.

Sin duda se trató de una propuesta más que genial la cual nadie dudó en aceptar. Comenzamos en ese momento y para evitar que por la hora actual, ya tarde, hubiera conflictos, Leni, Lisa y yo cedimos a participar para que el resto de las chicas escogieran alguno de los horarios que restaban del día, lo que me permitió acercarme a mi hermana pequeña para felicitarla.

—Esa fue una excelente idea, Lisa.

—Gracias. Ya me estaba cansando el no poder aprovechar apropiadamente la actividad recreativa visual por entrar en conflicto con nuestras unidades fraternales. Además, me sentía tan aburrida que por eso me puse a pensar en una alternativa para resolver los recientes altercados.

—Ya veo. ¿Quieres que hagamos algo juntos dado que por hoy tú y yo no veremos televisión?

Sonrojada, me tomó de la mano y me condujo hacia su espacio en el ático, en el que había colocado con mi ayuda y el de las chicas, unas estanterías donde puso la mayoría de los viejos libros que encontramos, junto con el microscopio, un extraño aparato y un teléfono antiguo ya desarmado. En medio de sus cosas en el suelo, estaba montado un catre hecho de cobijas, cortinas viejas y un cojín.

—¿Podrías leerme un poco?

Le sonreí enternecido por su actitud infantil.

—Seguro. ¿Tienes algo en mente?

No me señaló ningún libro, sacó su tablet y tras abrir un archivo en una aplicación de lectura, me la entregó con un libro electrónico expuesto.

—"Antes del amanecer de una noche de primavera" —leí sorprendido de que algo que parecía ser una historia de romance o drama le llamara la atención a mi hermana... al menos hasta que leí el nombre de la autora—. "Por... Rita Loud."

—Mamá me pedía a veces los sábados que le ayudara a corregir los errores de gramática y ortografía de la novela que escribía durante la semana. Nunca la terminó y está fragmentada. A veces se confiaba en que había textos que estaban bien como los escribía y no me permitía siquiera que los revisara. Mira, como aquí.

Pasó muchas páginas hasta mostrarme la parte que mencionó y la leí en voz alta.

"Johanna no pudo contener su entusiasmo al ver la osadía del joven Bennedict, quien había corrido un riesgo muy grande al presentarse en su habitación. Lo besó apasionadamente y buscando compensar las heridas que su tío le produjo momentos atrás al intentar arrestarlo, poco a poco bajó sus besos hacia su pecho y de ahí hasta llegar a su... —había un espacio en blanco antes de continuar el texto—. Cuando despertó, ella no se arrepentía de lo sucedido entre ambos. Lo dejó dormir sabiendo lo exhausto que debía de sentirse por la odisea de ayer junto con lo que ambos compartieron, entonces se marchó del establo".

—¿Puedes darte cuenta? Falta ahí algo, pero ella me insistió en que no era nada importante. No sé qué pudo haber sido, pero me hubiera gustado leerlo.

Por el contrario, pude darme una buena idea de lo que se trató. No estaba seguro si hubiese querido o no leerlo, dado que fue mi madre quien lo escribió.

—Ah... sí. Tal vez no era algo importante como te dijo. Bien, te leeré un poco desde el inicio.

Me senté en una vieja silla que por su reducido tamaño era muy acorde para un niño de preescolar y comencé a leerle. Lisa se acomodó recostándose sobre su catre para dejarse llevar por mi voz. La historia era algo empalagosa, pero admito que se ponía interesante cuando había referencias a la guerra que tenía como telón de fondo.

No supe en qué momento sucedió, pero de pronto Lynn estaba ahí, primero al llegar permaneció de pie apoyando su cabeza sobre la mía, para enseguida arremolinarse junto a Lisa a la que terminó abrazando mientras también me escuchaba leer. Luan fue la siguiente en acercarse, quedándose recargada contra la pared más cercana a nosotros, prestando mucha atención a mis palabras, o al menos eso me imaginé que hacía por la manera tan fija en que me miraba.

Las gemelas por su cuenta continuaron viendo la televisión junto a Lily, desinteresadas en lo que para ellas debía de tratarse de una aburrida historia de romance. Lucy en un rincón para sí misma leía uno de los libros del ático. Leni con timidez se aproximó cuando la voz se me empezó a escuchar cansada.

—¿Quieres que siga leyendo por ti? —Se ofreció a relevarme.

Miré a Lisa, después de todo fue ella la que a mí me había pedido leerle. Algo soñolienta, ella asintió estando de acuerdo con el cambio, mientras Lynn continúo abrazándola por la espalda. Le pasé la tablet a Leni, y tras que Lynn recorriera un poco a Lisa haciéndose con ella a un lado para darme espacio, entendí lo que me ofrecía, por lo que me fui a recostar junto a ellas. Leni ocupó la silla que le venía todavía mucho más pequeña que a mí y continuó leyendo donde me quedé.

La voz de Leni era muy hermosa, aunque pasados unos minutos perdí la concentración en lo que nos leía. Bajé la vista y de pronto al moverse un poco en la incómoda silla, ella abrió por un segundo sus piernas. Sé que a estas alturas no debería de impresionarme el mirar bajo las faldas de cualquiera de mis hermanas, pero Leni tenía un "algo" que siempre conseguía inquietarme cuando algo así ocurría con ella. Sentí una caricia en el cabello, al girarme, Lisa ya estaba dormida, mientras que Lynn parecía a punto de estarlo, pero eso no le impidió volverme a alisar el cabello dormitando.

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Créanme que estoy tan sorprendido al igual que quizás muchos de ustedes por la actualización de esta historia. No hay mucho qué decir, salvo pedir una disculpa por dejar pasar tanto tiempo sin continuarla. Ahora con su permiso, debo de terminar muchas otras que no dejaré pasar muchos días entre actualizaciones, entre otras novedades. Saludos.

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