45. El obsequio
Podía imaginarme a los sirvientes apresurándose a terminar de arreglar la habitación, mientras que de pie supervisándolos, Bart miraba su reloj creando más presión sobre estos al imaginarse ellos que estaba tomándoles el tiempo.
—No demoren, que todavía les falta el resto del ala de este pasillo después de terminar.
—Señor, ¿quiere que revise el ático?
Me sobresalté al igual que Luan cuando de pie en la puerta al ático, alcanzamos de lejos a escuchar nítidamente la pregunta de una de las mucamas. ¿Bart también se habría puesto nervioso? No. Seguramente él no mostraría ninguna expresión más allá de la indiferente al responderle.
—No se requiere. El señor Silence ya lo revisó por la mañana y no cree que sea necesaria la limpieza ahí, salvo por la habitación.
Esa mañana como solía hacerlo una vez por semana, después de entregarnos el desayuno nos avisó que sería otro día de limpieza, de hecho, en efecto el abuelo nos había advertido que teníamos tres horas para comer y subir todo lo que delatara nuestra presencia ahí al ático y encerrarnos en el mismo permaneciendo lo más silenciosos posible, a cambio de una recompensa o a riesgo de un castigo de no hacer caso. Hasta ahora habíamos sido lo suficientemente cuidadosos para no ser castigados, recibiendo postres en la comida o en la cena. La última vez fueron unos merengues bastante buenos.
Las gemelas decidieron descansar en las hamacas junto a Lily y Lisa. Leni estaba en el fondo del ático con una revista con Lucy en su regazo leyendo un libro. Lynn caminaba de un lado a otro en silencio sobándose la mano que tenía vendada. Quizá fastidiada por no poder hacer otra cosa, ella se sentó en uno de los baúles, que al igual que el resto, tenía un agujero por el frente donde antes estuvo la cerradura de los mismos. Al día siguiente del incidente con Lucy, ambos con la ayuda de Luan y Lana, a golpes de martillo rompimos todas las cerraduras.
Más tarde el ruido amainó y junto a Luan me alejé de la puerta cuando el pomo de la misma giró y Bart asomó su cara.
—Terminaron el aseo de su habitación. Sólo aguarden veinte minutos para bajar en lo que los sirvientes terminan de sacudir el polvo en las habitaciones de junto.
—Muchas gracias, Bart.
El mayordomo se fijó en Leni demasiado tiempo tras el saludo que le hizo. Esa sonrisa de galantería me daban ganas de quitársela del mismo modo en que Lynn lo intentó con la cerradura del baúl.
—Un placer, señorita.
—¡Oye! —Lo llamé para que dejara de mirarla, además esperaba que me resolviera una duda que tenía—. Aunque sólo se entre al ático por esta habitación, supongo que hay por lo menos otras cinco en esta ala de la mansión y el ático de seguro está sobre todas ellas, ¿de verdad no es posible que nos escuchen mientras asean las demás?
Girando los ojos como si hubiese preguntado algo muy estúpido, me respondió.
—El ático está en realidad sobre diez habitaciones en esta sección. No todos los sirvientes se concentraban sólo en esta, estaban repartidos en todas, por lo que fueron limpiadas al mismo tiempo, así no hay ningún riesgo a que los descubran siempre y cuando se mantengan en silencio hasta que les dé mi señal.
Lisa asomándose a mi lado asintió.
—Es un sistema muy ingenioso. Entonces tú sólo te quedas a supervisar la limpieza en esta habitación, debido a que es la única ocupada por nosotros.
Y como si la observación de Lisa hubiese sido muy inteligente, siendo que para mí esa fue en realidad mucho más obvia, Bart asintió complacido.
—Correcto, señorita Lisa. Fui yo quien diseñó ese sistema, ya que estamos en ello.
Y lo decía con la misma pomposidad que lisa cuando nos anunciaba algún nuevo descubrimiento científico, lo peor es que Lisa le daba un mérito semejante. ¿Qué rayos hacía teniendo esa clase de intereses por los chicos con sólo cinco años?
—En la noche les traeré con la cena unos donuts azucarados por su buen comportamiento. Me despido si no se les ofrece nada más.
Se me ocurrían muchas cosas que quisiera pedirle al igual que mis hermanas, cosas que sé no podría conseguirnos como por ejemplo un pase para salir ya de aquí. Lynn se rascó sobre el vendaje la mano y antes que Bart se atreviera a preguntarle si podía ayudarla con eso, me le acerqué a mi hermana tomándola por la muñeca.
—¿Cómo sigue tu mano? ¿Quieres que te cambie el vendaje?
—Descuida. Estoy bien, Linky.
Bart enarcó una ceja ante inusual modo cariñoso en que Lynn me llamó y la manera en que lo miré retándolo a robarme la atención de ella, enseguida centró su atención en Luan, que al darse cuenta de esto se sonrojó. El mayordomo no dijo nada, sólo le sonrió antes de darse la vuelta bajando discretamente su mirada al hacerlo para verle las piernas y de paso ver las de Leni, supongo que ninguna se dio cuenta de esto.
Ya sabiendo que no corríamos riesgo de ser descubiertos, nos permitimos ser nosotros mismos de nuevo y entregarnos a nuestros entretenimientos. Lola y Lana comenzaron a montar una fiesta de té junto a la casita; Luan a practicar algunas rutinas cómicas, aunque como de costumbre ya no con el mismo entusiasmo de siempre; Lisa a su lectura de libros antiguos; Leni a revisar su libreta de dibujo y su material de costura, mientras que Lucy indecisa al final tomó una libreta para ir a escribir recostada en una de las hamacas.
—¿Qué tal un partido de balompié? —Lynn me propuso—. Para eso no necesito las manos.
—Sólo si después repasas conmigo algunas lecciones de francés.
-o-o-o-
Cuando cayó la noche esperaba para mi desagrado ver a Bart otra vez. La promesa de los donuts no me entusiasmaba tanto. Sin embargo, quien nos llevó la cena fue el abuelo y no lo hizo solo.
—¡Lincoln! ¡Mis princesas! ¡Cómo han estado!
Dejó la gran caja que cargaba a un lado para extender sus brazos con entusiasmo preparándose para recibir a las gemelas primero, quienes seguramente lo querrían acaparar antes que el resto a besos y abrazos. Ellas se vieron entre sí consternadas, antes de sonreírle y acercarse a él con la misma propiedad de Lucy.
—Hola papi.
Tras el sencillo saludo, fue Luan quien aprovechó esto para rodear a papá con sus brazos y efusivamente saludarlo.
—¡Te extrañábamos tanto!
Después de ella, fue Leni la siguiente en ir a abrazarlo y darle la bienvenida. Aguardé a que Lisa y Lucy le siguieran primero antes que yo, pero ambas con expresión seria se limitaron a observar la escena sin dar señales de querer ir a su encuentro, lo que me preocupó cuando tomé su lugar llevando Lily de la mano.
—Hola papá. Mira Lily. Papá llegó.
Confundida, mi hermanita me miró solemne y luego a papá. Parecía estar teniendo dificultades para entender algo. Papá pareció preocupado, pero de pronto y con una sonrisa, Lily se le acercó para abrazarlo al reconocerlo por fin.
—¡Papi!
—Hola, mi bebé. Papi te extrañaba mucho —se volvió hacia Lynn que permanecía recargada en la puerta hacia mi habitación con los brazos cruzados—. ¡Junior! Ven y dale un abrazo a tu viejo.
La frialdad con la que lo miró me asustó y de seguro a él también. Me miró y tardé en comprender que esperaba que yo le diese instrucciones a mi hermana para que se acercara.
—Lynn, ven a saludar a papá.
Haciéndolo más por obligación que por ganas, Lynn se acercó para darle un escueto abrazo y recibir de él un beso en la mejilla que no correspondió. Hasta ese momento fue que papá se dio cuenta del vendaje en sus manos.
—¡Por Dios! ¿Qué te ocurrió ahí?
—Traté de romper a una cerradura a golpes.
—Cielos, hija. Ten más cuidado. Eso suena muy peligroso. Hubieras hecho eso con un cojín o algo así.
Estaba por abrir la boca para corregirlo y explicarle lo que sucedió realmente, cuando Lynn me tomó del hombro para detenerme. Papá entonces se dirigió hacia Lisa y Lucy para abrazarlas, las cuales terminaron por romper sus defensas y lagrimeando lo abrazaron, Lucy con mayor efusividad a la usual.
El abuelo en una pose semejante a la de Lynn recargado frente a la entrada principal de la habitación, parecía irritado cruzado de brazos aguardando a que los saludos terminaran.
—Lynn —el abuelo llamó a papá, aunque por reacción, mi hermana también volteó tras escucharlo—. Tengo que ir a atender a tu madre. Termina de darles todo a tus niños y baja que te estaremos esperando para la cena.
—Abuelito ¡digo! Papy —Leni le suplicó—. ¿No podrías dejar que papá cene con nosotros? Tenemos mucho que no lo vemos y sería genial que se quedara más tiempo.
La seriedad y el acostumbrado mal genio del abuelo pareció disiparse, incluso parecía… ¿avergonzado?
—Tal vez otro día fille. Tu papá tiene que guardar las apariencias con su madre por el bien de todos —se detuvo entonces en mi hermana Lynn— Niña, cómo siguen tus manos. ¿Quieres que le pida a Bart que te revise? Sabe un poco de cuidados.
Desconcertada, con cierta tristeza negó con un gesto.
—Gracias, abuelo. Lincoln ya se está ocupando de mí.
El abuelo me miró con sospecha un momento antes de con severidad ver a papá antes de marcharse finalmente.
—¿Nos trajiste regalos? —con ansiedad Lola miró la gran caja—. ¿A eso se refría el abuelo?
—Así es, junto con los donuts que Bart les preparó. Lo mejor será que subamos al ático. ¿Me ayudan a llevar la cena?
Apoyé con eso a Luan y Leni mientras papá llevaba la caja grande sin mucha dificultad arriba, esto para evitar que Lynn cargara cosas pesadas, por lo menos hasta que se recuperara por completo.
Ya arriba y con ayuda de Lana, papá abrió la caja dejándonos sorprendidos por su contenido.
—¡Un televisor! —Lana vitoreó.
Casi todas mis hermanas tan sorprendidas y ansiosas como yo, ávidas de recuperar un lujo que no teníamos en meses, nos acercamos casi babeando a la pantalla plana de treinta y dos pulgadas, con la excepción de Lisa quien hizo una observación que a nadie se le ocurrió de forma inmediata.
—¿Y para qué nos servirá exactamente si no disponemos de internet o antena de transmisión?
Y con gran orgullo papá sacó de una caja más pequeña dentro de donde estaba el televisor un disco duro externo.
—Para ver los cientos de películas y episodios de sus series favoritas que grabé justo aquí, así como algunas nuevas como los especiales animados de Ace Savvy, Tiaras y princesas, Princesa Pony, así como otros de mecánica, mascotas, comedias, terror, acción, documentales sobre ciencia, autos, pasarelas de moda, deportes, en fin. Tendrán mucho que ver para que no se aburran tanto, que si se los acaban de todas maneras puedo renovarles más adelante el contenido.
La verdad es que sé se trataba de un gran cambio la presencia del televisor que hasta a Lisa terminó por llamarle la atención, incluso casi hizo que me olvidara de algo muy importante.
—Por cierto, papá. ¿Trajiste el diario de la bisabuela Harriet?
—¿El qué?
—El diario de nuestra bisabuela? ¿Es que se te olvidó?
Papá se golpeó la frente a sí mismo.
—¡Rayos! La verdad es que hace mucho que me olvidé del diario después que lo leí. Seguro lo tengo por ahí. Tampoco es que tuviera algo importante después de todo.
Lisa entonces se olvidó del televisor.
—¿Terminaste de leerlo? ¿Qué era lo que decía?
—Sí, lo leí todo y sí que era difícil. Su abuela se iba mucho por las ramas para contar algo. En resumen, el bisabuelo Christopher la trajo a la mansión a escondidas de sus padres para poder cuidar de ella hasta que tuviera a su hijo y escaparse con ella. No dice nada más acerca de cómo pasaba sus días aquí en el ático leyendo y esperando a Pop-pop. Todo termina de pronto, así que imagino al final mis tatarabuelos la descubrieron y la corrieron, o por el contrario y por su bien, mi abuelo tan sólo decidió sacarla de ahí y pedirle que se fuera.
Sí, eso tenía sentido para mí y para todas, aun así me sentía intranquilo, que por algo nos habíamos pasado todo ese tiempo estudiando francés de tanto en tanto.
—¿Y regresarás pronto? ¿Podrías traer el diario contigo?
—¿Para qué? Realmente es muy aburrido, además que… creo que lo perdí.
Lucy exclamó un quejido y se acercó a él molesta.
—¡Cómo pudiste perderlo!
—Lo lamento, cariño. Estoy seguro que está por ahí. Ya lo encontraré más tarde.
Resentido compartí la preocupación de mi hermanita.
—Papá, ese diario es muy importante por lo menos como recuerdo de nuestra bisabuela. Tienes que recuperarlo, que si alguno de tus padres lo descubre es posible que no quieran devolvérnoslo.
Papá comenzó a irritarse ante nuestra insistencia.
—¡Sí, está bien! Luego lo busco. Creí que serías de quienes estarían más entusiasmados por el televisor que por esa vieja libreta, hijo.
—Aún si no tiene nada relevante escrito, sigue siendo tratándose de algo importante para mi hermana, papá. Tal vez Harriet no era tu abuela, pero sí lo era de mamá. Te agradezco el televisor y todo, pero… recupera por lo que más quieras el diario y ya no tardes tanto en visitarnos.
No quise escucharme tan molesto o amenazante, pero puedo entender que así fuese como papá me percibiera, dada la forma en que sorprendido me miró.
—Bien, Lincoln. Lo buscaré.
Se dedicó a hablar un poco más con algunas de mis hermanas dejándome de lado. Antes de marcharse prometió una vez más no dejar pasar tanto tiempo sin venir a vernos. Quería creer en como la vez anterior, pero me resultó difícil.
—¡Oigan! —Luan exclamó sobresaltada una vez que volvimos a quedarnos solos— Olvidamos preguntarle a papá cómo se encuentra la abuela.
Lisa desencantándose de pronto con el regalo de papá, exclamó.
—Dado que nos trajo un televisor con un muy amplio catálogo de visionado, sospecho que en las condiciones necesarias para subsistir mucho más tiempo.
Sé que no deberíamos de sentirnos mal al saber que la abuela aún vivía, por lo que quizá nadie quiso tocar el tema. Finalmente, Lana le pidió ayuda a Lisa para buscar un lugar en el ático para el televisor y conectarlo, consiguiendo que muchas recobraran las ansias por ver algo en él y explorar el contenido del disco, incluso Lynn quien hizo una mueca cuando noté como por accidente se pegó en una mano al pasar junto a uno de los pilares de madera.
—¡Cuidado, Lynn! ¿Estás bien?
De nuevo perdió sus ánimos.
—No. No lo estoy.
—¿Te duele mucho? ¿Quieres que te ponga pomada o algo?
Mi hermana gimió como si quisiera llorar.
—Sólo estoy frustrada porque como siempre tú e incluso el abuelo, mostraron más preocupación por cómo me encontraba a la que papá me dio. Lucy me pidió que no le contara lo que a ella le pasó para no preocuparlo, pero… ¿siquiera lo haría?
Todo lo que pude hacer al no saber qué decir fue abrazar a mi hermana para que desahogara su coraje y su frustración. Le repetí varias veces que todo esto tendría un buen final para todos, que sólo necesitaba ser más paciente y soportar más, pero me resultaba difícil hacerla creer en mis palabras cuando yo mismo no podía convencerme.
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