40. Presentes

La siguiente semana de la última vez que papá nos visitó se sintió realmente larga. Las gemelas resentían especialmente su ausencia, más que Lily al inicio, la cual se había vuelto más apegada a Leni.

A Lynn lo que parece cada vez molestarla más era el hecho de permanecer encerrada. Una tarde tras terminar una serie especialmente larga de abdominales me hizo una confesión mientras a su lado leía un libro.

—Cuando papá dijo que permaneceríamos encerrados un largo tiempo, decidí tomarlo como un reto al que me propuse ganar, pero cada vez se hace más difícil al punto que a veces desearía poder tirar la toalla de tener la elección de hacerlo.

Sorprendido, no supe qué decirle para consolarla, aunque me hubiese gustado poder hacer algo por ella más allá de lo poco que tenía a mi alcance.

—Te entiendo. Yo también me estoy desesperando, pero tú lo dijiste. No es que tengamos elección. Debemos ser fuertes, en especial por las demás.

Lynn asintió. Continuó su serie de abdominales, parecía cada vez más incómoda y por sus gestos comprendí estaba sobrepasando su límite. Con el dolor buscaba mitigar su desesperación. Temiendo que se lastimara se me ocurrió probar algo.

—¿Quieres que saque un juego de mesa para que juguemos algo?

Era una suerte que tanto a Luan como a Leni se les hubiese ocurrido llevar un par de ellos. Lynn suspiró y negó la propuesta que le hice.

—No creo que las chicas tengan humor para que les patee el trasero, al menos yo no lo tengo para fingir que no me importa ganar.

—No mencioné nada acerca de las chicas. Te pregunté si quieres que juguemos sólo nosotros dos. No me importa si barres el suelo conmigo después, aunque te advierto que no por eso te la dejaría tan fácil.

Lynn pareció considerarlo unos segundos antes de sonreír.

—Sí. Me sirve.

Estaba por ir a buscar un tablero, cuando Luan subió apresurada al ático anunciando en voz alta.

—¡Oigan! ¡Bart está aquí y nos trajo regalos!

Emocionada como el resto de las chicas, para mí desagrado Lynn se puso de pie olvidándose de jugar conmigo para ir al encuentro del mayordomo idiota. Si no le decía a ese tipo dónde podía meterse sus regalos, era en parte por mis hermanas que de seguro por ello literalmente me patearían el trasero, aunque por otro lado me invadió la curiosidad de saber qué clase de regalos pudo habernos traído y por qué.

Una vez abajo lo vi rodeado de mis hermanas adorándolo cómo si se tratara de una estrella de cine o algo así. Este con una sonrisa de modelo buscaba a calmarlas actuando de forma condescendiente con ellas.

—Tranquilas, señoritas Loud. Tranquilas.

Mentalmente parecía estar tomando lista de cada una de ellas por la forma en que se detenía a verlas, desde Lily hasta Leni. Por último, me miro a mí y su sonrisa vaciló.

—Joven Loud, me alegra ver que ya bajó —no pareció sincero al hablarme como hacía con las chicas—. Las instrucciones del señor Silence fueron que todos estuvieran presentes para poder entregarles esto.

Dejó los paquetes sobre las camas. Lola se apresuró a abrirlos como si se tratara de Navidad seguida de Lana, a quienes Lily imitó alegremente.

Los paquetes sólo estaban envueltos en papel marrón. Dentro había algunos juegos de mesa que aumentaban la variedad de nuestros entretenimientos, algo que a decir verdad admito aprecié tanto como Luan y Leni. Uno mayor y con etiquetas de "frágil" contenía, para sorpresa y encanto de Lola, un set de muñecos de porcelana del tamaño de la palma de su mano. Se trataban de una familia compuesta por dos padres, una pareja de hijos, dos abuelos y un perro.

—¡Son hermosos!

—Y a juego con la casa de muñecas —concordó Bart apoyando su mano sobre la caja alargada de mediano tamaño.

Lola no fue la única sorprendida al entender lo que quiso decir.

—¿Una casa de muñecas? —Leni preguntó con el rostro iluminado.

Bart se llevó una mano a la boca fingiendo arrepentimiento por su desliz.

—Ups, creo que arruiné la sorpresa. En todo caso está desmontada. Se tiene que armar. Con gusto puedo hacerlo en breve.

Lana sorpresivamente interesada intervino.

—No es necesario, Bart. Aunque no me gustan mucho las casas de muñecas, podría ser divertido armarla.

—Es verdad —aun embelesada por el presente, Lola apoyó su mano sobre el hombro de su gemela—. No te molestes, Bart. Entre nosotras podemos encargarnos. Además, iría mejor en el ático que en la habitación.

El hombre pareció dudoso, pero se encogió de hombros.

—Como gusten, señoritas. Sólo les tengo que pedir tengan cuidado. Los materiales son frágiles y al señor Silence le molestaría saber que el costoso presente que les envió quedó dañado.

Justo cuando estaba por preguntarme por qué el mayordomo nos estaba dando algo así, terminó por despejar mis dudas para generarme otras nuevas.

—¿El abuelo les regaló a las gemelas una casa de muñecas? —Luan le preguntó extrañada—. ¿Por qué?

—Tengo entendido que perteneció a su difunta madre y sólo la tenía desmontada y arrumbada sin ningún uso desde hace años. Supongo que simplemente creyó lo mejor sería que tuviese un uso.

Las gemelas estaban tan perplejas como el resto. Les costaba como a mí relacionar el regalo con el hombre que las había golpeado el primer día. Lola tímidamente se dirigió al mayordomo.

—Dile... dile al abuelo que gracias, Bart.

—Por supuesto, señorita. Aunque supongo podría decírselo usted misma cuando venga mañana a traerles la comida y ver si han comenzado con sus estudios.

—¿Estudios?

Bart hizo un gesto y señaló otro de los paquetes. Lynn fue esta vez quien lo abrió. Había cinco de libros que Lucy y Lisa se apresuraron a tomar. Se trataba de un diccionario de francés e inglés, un libro sobre el uso correcto de la pronunciación francesa, otro sobre las reglas de gramática y ortografía del francés, un compendio de verbos y sustantivos también del idioma y finalmente un libro de ejercicios divididos en varios niveles al respecto.

—El señor Silence me pidió les advirtiera que de tanto en tanto medirá los progresos que tienen en su aprendizaje, algo así como improvisados exámenes sorpresa. Quiere según sus palabras "que hagan algo de mejor provecho a partir de ahora". Por lo que sugeriría comenzaran antes que armar la casa a estudiar los primeros capítulos del libro.

Me quedé sin palabras, esto era más y mucho mejor a lo que había esperado.

—Dile de nuestra parte al abuelo que gracias.

El sujeto me miró inquisitivo antes de asentir sin dirigirme la palabra. Ahora sólo veía un problema, no teníamos ya el diario porque se lo dimos a papá.

Bart se retiró y media hora más tarde nos trajo la comida.

Más tarde, Lisa había acaparado en ese lapso los libros de francés poniéndose a estudiarlos concienzudamente, mientras tanto Lynn subió los paquetes que Bart nos trajo al ático. Lana no tardó con ayuda de una muy entusiasmada Lola a armar la casa desoyendo las recomendaciones del mayordomo. Alegremente Lily hacía lo que podía para ayudarlas entreteniéndose también con los detalles conforme iba descubriéndolos. Leni las sorprendió por su entusiasmo al serles de ayuda para algunos detalles.

Luan y Lucy se pusieron a jugar uno de los nuevos juegos de mesa, así como yo finalmente pude hacer lo mismo con Lynn.

—¡Ja! Te gané de nuevo, apestoso. ¿Quién tiene dos pulgares y es una ganadora? —remató señalándose así misma— ¡Ésta campeona!

Mis hermanas la observaron rodando los ojos. Yo ya me veía venir que actuaría así, por lo que no le di mucha importancia.

—Está bien, Lynn. Eres la mejor.

—Y que no se te olvide. ¿Quieres proponerme una revancha?

En realidad, preferiría hojear los libros, pero Lisa estaba tomando notas con estos abiertos en las primeras páginas en el suelo, donde alternaba entre una lectura y otra, no parecía dispuesta a prestar ninguno a nadie.

—Sí. Saquemos uno de los nuevos juegos yprobémoslo.

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