37. En el hueco
—No lo entiendo. ¡Se suponía que debió haber atrapado al ratoncito!
Junto a Lana que me daba la explicación, miraba la gran caja de cartón con agujeros diminutos tirada a un lado junto a la vara donde estaba anteriormente apoyada, de un lado de la misma un cordel estaba amarrado y del otro extremo a este había una pequeña soga húmeda por la fruta que antes estaba. El principio era básico. El ratón debía de tomar la fruta y al hacerlo la caja se suponía que le hubiese caído encima atrapándolo, pero parecía que el ratón la había aventado de lado. Luan que se acercó a ver, comentó.
—Ese sí que era un ratón muy fuerte.
—O era algo más fuerte que un ratón —Lola intervino con un escalofrío recorriéndole—. Estoy segura que esa cosa es una rata.
Lynn se apoyó sobre mi hombro.
—Ya confiesa, apestoso. Te comiste el cebo porque te quedaste sin desayunar.
—No me comí el cebo porque me dejaste sin desayunar —le respondí con indignación, aunque no negaré que esa había sido mi intención cuando fui y descubrí la improvisada trampa tal y como ahora estaba.
Lisa en ese momento subió con el libro de hechizos bajo el brazo. Por la manera en que fruncía el ceño, no parecía estar precisamente de buen humor. Lana fue hasta ella.
—Lisa, ¿podrías hacer una trampa más fuerte para atrapar al ratoncito?
—Supongo que podría reparar una vieja ratonera que encontré por ahí.
—¡No! No quiero matarlo. Sólo capturarlo.
—Veré que hago al respecto, pero más tarde —se dirigió al rincón oscuro—. Lucy, hay algo muy importante que tengo que decirte.
No habíamos notado el momento en que Lucy había subido. En lo personal me imaginé que todavía estaba allá abajo bañándose. Ella silenciosamente salió del oscuro sitio para dirigirse hacia su hermana.
—¿Sucede algo, Lisa?
Con exasperación ella apoyó el libro de hechizos sobre la mesa.
—Este libro es un fraude.
—¿Por qué habla de espiritismo y magia? No me sorprende que lo tengas en ese concepto. Creo que te concedí mucho mérito al pensar que podrías llegar a abrir tu mente más allá del terreno material.
—Es verdad que su contenido es un fraude, pero incluso los supersticiosos que tienen las mismas creencias y se hacen llamar profesionales o versados en el tema, lo considerarían igualmente un fraude.
Más que exasperada, Lisa parecía molesta y Lucy estaba a nada de estarlo. Previendo una discusión entre ambas nos acercamos como mediadores. En un espacio tan pequeño lo último que necesitaríamos sería montar un protocolo de hermanas.
—Lisa, ¿qué es lo que ocurre con ese libro? —Le pregunté.
—Por favor Lincoln, como alguien imparcial quiero que leas esta parte y me digas tu opinión al respecto.
No entendía mucho de las cosas espiritistas de Lucy y estaba por decírselo a Lisa, pero ella no me mostró ningún ritual o conjuro escrito. Abrió la última página del libro, estaba ilustrada con complejos trazos que daban forma a espíritus, ángeles, demonios y extraños animales. Seguía sin entender nada, hasta que me señaló el borde de la ilustración, donde en letras muy pequeñas que hubiese pasado desapercibidas si no me las hubiera señalado, rezaba una leyenda:
"Feria estatal de Manitouwadge de 1947. Casa de recuerdos, curiosidades y repostería Loud & Andrews"
Me llevé una mano a la boca al comprenderlo. Miré a Lucy con preocupación sin atreverme a decírselo.
—¿Qué es lo que sucede con esa ilustración? —preguntó Lucy—. Es sólo una imagen antigua que representaba al mundo de los espíritus con...
—¡Es un tonto libro de feria que vendían a los turistas! —Lisa le respondió exaltada—. ¿Nunca te fijaste lo que venía aquí anotado? No salió de ningún templo, aquelarre o donde sea que haya para estudiar estas cosas. Nació por encargo de una imprenta para venderse como atracción. Seguro la abuela Harriet lo conservó no para hacer hechizos, sino como un recuerdo de la feria donde conoció a su novio. ¡Carece de todo valor esotérico más allá del de atraer la atención de los incautos para venderse!
Sí, básicamente fue lo mismo que pensé, quizá lo mismo que el resto se imaginó cuando leyeron la nota al señalárselas, pues realmente pasaba muy desapercibida. Lucy a paso lento se acercó siendo la última en leer la línea. Aunque su expresión parecía inmutable, conocía lo suficiente a mi hermana para saber que se sentía devastada al comprobar lo que Lisa le había dicho.
—Bueno... tal vez siga siendo valioso —Leni mencionó tratando de reparar el daño—, lo es porque le perteneció a ella, ¿no?
Lucy sin decirle nada a nadie, recogió el libro y se marchó al oscuro rincón de nuevo. Lisa parecía avergonzada, arrepentida de su sobresalto al comprender lo mucho que afectó a nuestra hermana.
—Voy a... voy a ver si consigo fabricar una trampa no violenta para el hipotético ratón con lo que tengo.
Luan cargó a Lily quien confundida se había limitado a mirarnos a todos. Las gemelas se alejaron para jugar. Lynn continuó haciendo barras con la que estaba dentro de un viejo closet bastante resistente. Tras pensármelo un poco me dirigí hacia donde Lucy se encontraba. Podía distinguir su silueta sentada al fondo en la oscuridad, con el libro abierto delante de ella en el suelo.
—¿Realmente puedes leer en la oscuridad? ¿No te dañarás los ojos?
—No estoy leyéndolo. Ya no tiene caso que lo haga. De verdad nunca vi las letras pequeñas.
—Descuida, Lucy. En realidad, casi nadie suele hacerlo. Esa suele ser la trampa.
—Eso explicaría porque nunca funcionaron ninguno de los hechizos que practiqué siguiendo al pie todas las instrucciones de esto.
—Eso no significa que no haya algo de espiritismo genuino. Digo, papá dijo que la bisabuela leía la mano. Quizá era de familia.
—También vender recuerdos y pasteles. En las ferias puede haber mediums reales como charlatanes. Tal vez la bisabuela era una de estos últimos.
—No digas eso. Nada nos consta que realmente no podía ver el futuro de verdad.
—Si de verdad hubiera podido hacerlo, no se hubiera metido en los problemas con los que terminó al enamorarse del bisabuelo Christopher.
Vi imposible refutar eso. Ella se apoyó contra mi brazo y terminé por abrazarla. Así permanecimos casi todo el rato. A pesar de la frialdad con la que mi hermana generalmente actuaba, contra mí me sorprendió la calidez de su cuerpo.
Las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Escuché la alarma de un celular. Mis hermanas desaparecieron y lo siguiente que escuchamos fue el llamado de Luan.
—¡Lincoln, Lucy! ¡No tardan en traer la comida! ¡Hay que bajar!
Con lentitud Lucy se puso de pie, se inclinó y me regaló un beso en la frente en agradecimiento por el consuelo que le di antes de marcharse.
Pensando en lo sucedido, me quedé unos segundos y me levanté. En el camino me crucé con la nueva trampa que Lana había puesto frente al hueco de la pared. Una vez más era la caja con algunos agujeros semi inclinada con la vara, esta vez como el cebo atado a la cuerda que conectaba a la vara, estaba un trozo de huevo estrellado; la otra novedad es que tenía un libro no muy grande encima.
Suspiré y di unos pasos al frente cuando escuché el ruido de algo cayéndose. Al darme la vuelta para mi sorpresa volví a ver la caja volcada con todo y el libro. Aunque el momento fue muy breve, alcancé a ver algo entrar al hueco, algo demasiado grande y gris blancuzco que me hizo pensar que en efecto se trataba de una rata.
Movido por la curiosidad, me tiré al suelo para asomarme al hueco. Fue un segundo, pero juro que vi el fulgor rojizo de unos ojos enormes antes de desaparecer ahí dentro. Me asusté un poco. ¿Realmente así eran las ratas gigantes? Un impulso de idiotez me obligó a hacer algo que hubiese sido más propio de Lana. Metí mi mano en el hueco de forma imprudente.
No estoy seguro de qué pretendía. Si sentía el peludo animal, lo más seguro es que la sacaría de inmediato. Pero sentí el tacto de algo sólido y rectangular. ¿Una caja?
Arrastré eso hacia mí y conseguí sacarlo de ahí dentro. Parecía un libro. ¡No! Era una libreta empastada de solapas de grueso cartón negro ya mugriento, las hojas estaban amarillentas y quebradizas. Se veía mucho más descuidada que el supuesto libro de hechizos de Lucy.
Al darle un vistazo sentado en el suelo, comprobé por el tipo de letra de las anotaciones estaban hechas por la misma persona, abarcando cuatro quintas parte de todas las hojas que hojeé con cuidado de no romperlas por lo frágiles que se veían. No entendía lo que decía ahí, además del inglés, vagamente el segundo idioma que podía más o menos comprender era el español, pero todo eso estaba en lo que parecía ser francés. Al menos entendí las primeras palabras con las que las anotaciones abrían:
"Vendredi 13 août 1948"
Salté hasta el final del libro y si bien no entendí del todo la última frase con la que concluía, me sobresalté al leer los nombres mencionados en la misma.
"Je rêve du jour où je pourrai enfin sortir d'ici libre avec mon petit Albert dans mes bras et mon bien-aimé Christopher à mes côtés."
Volví la hoja para ver cuando se hizo dicha anotación: "Vendredi 30 janvier 1949". Si algo sabía, es que el abuelo había nacido el doce de marzo de ese mismo año.
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¿Tres capítulos cortos de esta historia además de uno largo de otra en una semana? Vaya que me siento en racha. No se acostumbren, je. Nos leemos ya la próxima semana, colegas. Un saludo a todos los que habían correctamente atinado lo que estaba por suceder. ¿Alguno de los Loud entenderá el francés?
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