35. El mayordomo

Arrastrando el carrito de la cena, el sujeto entró en silencio y despacio. Se trataba de un hombre entre veintitantos y treinta y pocos años. Su corto cabello era rubio y sus ojos azules. Era muy alto, quizás un metro noventa o poco más. Por los rasgos finos de su rostro afeitado, se parecía a esos galanes de las revistas que Lori y Leni solían leer juntas. La sonrisa que nos obsequiaba era tranquila y relajada, en realidad su expresión lucía indiferente, pero algo tenía que me obligaba a mantenerme alerta, después de todo se trataba de alguien que no conocía, nadie de mis hermanas lo hacía. Su corpulenta apariencia no parecía discreta en el traje formal que llevaba y me recordó a la ropa del abuelo, más semejante a la que usó el primer día que lo conocimos, por la que lo había confundido inicialmente con uno de los criados.

—Buenas tardes señoritas y joven Loud. —Nos saludó con un curioso acento francés.

Paseó su mirada entre todos. A diferencia del abuelo, apenas y me vio como lo hizo con Lily, Lucy y Lisa. Su sonrisa se amplió solo un poco más cuando vio a las gemelas, pero mis alarmas se encendieron cuando noté cómo su vista se detuvo un poco más en Lynn, Luan y especialmente en Leni al final, siendo extraño la forma en que con sus ojos la recorrió de la cabeza a los pies como hizo con mis otras dos hermanas mayores.

—Ah... hola —Leni lo saludó sonrojada. No sabría decir si fue porque el tipo le despertó interés, o sólo la estaba poniendo incómoda por la forma en que la veía sin parpadear—. ¿Quién es usted?

Embobado, el sujeto dejó pasar unos segundos antes de contestarle, esta vez dirigiéndose a todas. No me podía quitar la sensación que yo era invisible para él.

—Mi nombre es Bartolomé Winslow, como mayordomo estoy al servicio de sus abuelos, quienes como su padre se encuentran por el momento indispuestos, por lo que me encargaron fuese yo quien les subiese la cena. ¿Señorita...?

—Le... Leni.

Entonces recordamos lo último que papá nos había contado antes de desaparecer, sobre el mayordomo que los ayudaba a él y al abuelo a esquivar al resto de la servidumbre y a la abuela.

—Muchas gracias, Bart —no pude evitar replicarle de mal modo—. Puedes dejarlo ahí y llevarte las cosas de la comida.

Finalmente se dignó a verme, lo había hecho como si acabara de pisar suciedad de perro.

—Sí, joven Loud. Enseguida —no sé cómo mis hermanas podían soportar su mirada, tampoco parpadeó conmigo cuando me miró de forma desdeñosa. Respiré aliviado cuando dejó de mirarme para dirigirse a las chicas con una amplia sonrisa—. ¿Algo más en lo que pueda asistirlas?

Tan sonrojada como las demás, Luan levantó la mano antes de hablar.

—Ah... Hola, ¿señor Winslow?

—Puede llamarme Bart, señorita Loud. "Todas" pueden hacerlo.

Luan se sonrojó todavía más sin percatarse de la indirecta que me había dado, creo que nadie se dio cuenta de todas maneras.

—Hmm... Bart. Mi nombre es Luan. Hmm... ¡Vaya! Luce muy joven para ser un mayordomo. Siempre me imaginé que todos eran viejos o algo así. Sin ofender.

El aludido se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

—No tengo mucho de haber empezado mis funciones por vez primera, señorita.

Ella se rio como una boba unos momentos antes de cambiar el tema.

—¿Sabes por qué papá no ha venido a vernos? El abuelo no nos ha dicho nada de él cuando viene.

Winslow asintió sin perder su sonrisa. Desearía que parpadeara de vez en cuando.

—Todo lo que sé al respecto, es que el señor Lynn IV ha estado al pendiente de la señora Silence en todo momento desde que tuvo una recaída en su salud. Pero ella se está reponiendo, por lo que imagino sin saber a ciencia cierta, es probable que no demore en venir a verles nuevamente.

Su forma de hablar me recordó a la de Lisa, misma que como Lucy no le quitaba los ojos de encima. Ciertamente mis hermanas se estaban comportando como cuando conocieron a mi tutor en la primaria y eso me desagradó bastante. Lo que estaba por colmarme la paciencia es que incluso Lynn actuaba del mismo modo. No temblaba de miedo como imaginé al inicio, fue por el nerviosismo de conocer a un tipo apuesto. Mi desencanto creció cuando vi a Lily ocultando su cara tras Lola riéndose nerviosa. ¿Es en serio?

—Gracias, Bart. Ya puedes retirarte. Mis hermanas y yo comeremos en el ático.

Su desdeñosa mirada se fijó en mí de nuevo y a pesar del dolor de mi espalda, retrocedí en mi lugar. Fue cosa de un instante, pero pude sentir como si me apuñalara con los ojos deseándome lo peor.

—¡Pero no tienes que irte tan pronto! —exclamó sorpresivamente Lola poniéndose de pie y corriendo hasta quedarse frente a él—. Es correcto hacer las debidas presentaciones si vamos a verte aquí más seguido. ¡Hola! Mi nombre es Lola Loud. Un placer.

Le tendió la mano cual princesa. Bart le dedicó esa sonrisa galante que había ocupado con Leni y Luan, para tomar su mano, inclinarse cuan alto era con facilidad y besarla como lo haría un príncipe a su doncella.

—Encantado de conocerle, señorita Loud.

Con el rostro encendido, mi hermana exclamó sintiendo que flotaba en una nube.

—¡Tú puedes llamarme Lola!

De pronto fue empujada de lado por su gemela para ocupar su lugar.

—¡Y a mí puedes llamarme Lana, amigo!

Bart parpadeó sorprendido, pero recobrando su porte, imitó la acción que hizo con Lola besando su mano, lo que provocó que Lana chillara de emoción, sólo para enseguida ser empujada por Lola molesta por lo que le hizo.

Al quedar expuesta sin saber dónde esconderse, Lily comenzó a reírse un poco más fuerte sin atreverse a decir nada. Bart le hizo una caricia en la cabeza.

—Usted debe de ser la señorita Lily de quien su padre me ha hablado. Mucho gusto. Espero que podamos ser amigos.

Tal vez si no estuviese lastimado, no hubiese podido contener las ganas que tenía de acercarme para que le quitara la mano de encima a mi hermana. Lynn sin mirarme se apartó de mi lado para junto con Lucy dirigirse hacia él.

—Hola. Ella es mi hermana Lucy y yo soy Lynn. ¿Juegas básquetbol o fútbol? Tienes el físico de un mariscal de campo.

Lucy parecía envidiar la forma en que Lynn le hablaba con naturalidad, por lo que no decía nada. Su pálida tez se había tornado rojiza.

—Encantado en conocerlas, señoritas. La verdad es que nunca se me dieron tales deportes, aunque antes solía jugar en un club como capitán en un equipo de Hockey.

Mi hermana lucía extasiada.

—¡Eso suena increíble! Tal vez deberías algún día mostrarme en una auténtica pista de hielo alguna técnica de juego.

Aunque por motivos diferentes, como a mí, al resto de mis hermanas no les hacía gracia el modo en que Lynn estaba acaparando la atención del tipo ese. De pronto como si acabase de ocurrírsele algo, Lisa carraspeó llamando su atención.

—Esa en realidad es una excelente idea. A mí también me gustaría verte jugar, creo que a todas en realidad. ¿Por qué no le pides al abuelo que nos lleve a verte?

Todos elevamos nuestros ánimos al comprender lo que Lisa intentaba. Si bien lo último que quisiera es estar cerca de ese tipo, la idea de finalmente salir más allá de las habitaciones y el ático sonaba bastante atractiva. Tal vez fue por lo que dijo, pero si bien Bart no la miró como lo hacía conmigo, tampoco mostró su despreciable galantería con ella.

—Disculpe, señorita...

—Lisa. Doctora Lisa Loud.

Bart finalmente parpadeó, después de todo sí sabía hacerlo. Quizá pensaba que mi hermana estaba tratando de tomarle el pelo.

—"Doctora" Lisa. Lo lamento. En primera y por una lesión en mi rodilla izquierda, tuve que dejar de jugar hace un par de años —ignoró el gemido de decepción de Lynn como todas—. En segunda, estoy al tanto de su situación y mucho me temo que no cuento con la autoridad para permitirles abandonar estas instalaciones, además dudo que su abuelo lo aprobaría y no soy tan impertinente como para pedirle algo así.

Lisa sonrojada, pero cabizbaja, asintió. Leni trató de animarla tomándola de un hombro. En lo personal, aplaudía el que lo hubiese intentado.

—Fue un placer conocerles a todos. Y aunque me encantaría quedarme por más tiempo —con la vista de forma extraña hizo repaso de cada una de mis hermanas mayores y las gemelas—, lamento decir que debo regresar a mis labores. Es posible que otro día me toque atenderlas.

Lynn seguía mirándolo embobada. No pude resistirlo y como pude me puse de pie poniéndome delante de ella viendo con recelo al bobo ese.

—Gracias, "Bart". Ya puedes irte, estamos bien. Tocaremos una campanilla si necesitamos que nos traigas el té.

Mis hermanas se mostraron enojadas por mi evidente grosería, pero ni siquiera Lynn consiguió intimidarme tanto como lo hizo Bart. Aunque su expresión hacia mí parecía apática, pude sentir en sus ojos como si me deseara lo peor. No pude resistirle la mirada, por lo que la bajé y noté como una de sus manos con prominentes nudillos, por momentos se cerró en un puño amenazante. De pronto sentí miedo cuando creí comprender algo.

—Entonces, con su permiso... joven Lincoln.

—¿Cómo supiste su nombre? —Lana le preguntó inocentemente.

—Lo intuí, señorita Lana.

Seguro el abuelo le habló de mí, el único varón del grupo. De no ser por el miedo que de verdad me estaba provocando, le hubiese dicho algo.

Con un gesto de asentimiento, se despidió de todas tras poner la canasta con los platos de la comida en el carrito y retirarse finalmente.

Lynn de pronto me sorprendió con un zape.

—¡Por qué le hablaste de esa manera, apestoso!

—¡Sí! —Lola la secundo—. Tal vez lo hubiera podido invitar a tomar el té conmigo. ¿Los canadienses toman el té, cierto?

—Esos son los británicos —Lisa le contestó antes de dirigirse hacia mí—. Y lo tuyo fue un ejemplo de la mal conocida descortesía americana.

Ignoré sus reclamos. No podía quitarme cierta idea de la cabeza, por lo que les llamé la atención.

—¿Se fijaron en lo fuerte que parecía y el tamaño de sus manos?

Luan suspiró.

—Yo si lo hice. Todo un adonis.

Lynn parecía emocionada por ello.

—¡Apuesto que podría cargar hasta media tonelada sobre sus hombros!

—¡Llevar a una chica en brazos! —le siguió Luan.

—¡Reparar el motor de un tanque! —Lana exclamó.

Y antes que alguien dijese algo más, agregué.

—O moler a alguien a golpes si se lo pidieran.

Y de esa manera conseguí que todas perdieran la mirada ensoñadora que tenían mostrándose escandalizadas y aterradas por la idea que les había dado, que si bien no podía probarla, no dejaba de pensar que acabábamos de conocer a la persona a quien la abuela le ordenó golpeara a papá para castigarlo. El mayordomo que cuando nos habló de él, mostró desagrado.

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