33. Tiempo libre

La peor parte de la larga semana que tuvimos, fueron aquellas ocasiones en que papá no podía venir a darnos la comida por estar ocupado con la abuela, motivo por el que era nuestro abuelo el que de mala manera venía a traérnosla, justo como ocurría en ese momento con la cena.

—Gracias por la cena, abuelito.

Y como de costumbre, era Leni a diferencia del resto la que desbordaba educación al agradecerle lo que nos traía. Era divertido verlo sonrojarse siempre que Leni hacía eso.

—Sí... de nada, niña.

Miró a Lucy leyendo un libro de aspecto antiguo.

—¿Sacaste eso del ático?

—No —contestó Luan por ella—. Se fue al pueblo más cercano a comprarlo a una librería, con la mesada que le has dado. ¿Entendiste?

Mi hermana tragó saliva por el modo en que el abuelo la miró. Inconscientemente Lola se tocó la mejilla. El moretón había desaparecido ya, al igual que el de Lana, pero el recuerdo del mal carácter que el abuelo tenía seguía muy presente. Lucy se apresuró a intervenir para sacar a Luan del aprieto en el que se metió.

—Es "El rey Liar" de Shakespeare. Es una obra muy interesante, como todo lo que escribía.

El abuelo se olvidó de Luan y satisfecho asintió a Lucy.

—Conozco la historia. El rey que favoreció erróneamente a las hijas incorrectas en lugar de hacerlo con la que obviamente correspondía su afecto de forma más sincera.

Fruncí el ceño ante esto. ¿Estaría pensando en la tía Shirley y papá?

—¿Conoces las obras de Shakespeare?

—Sí, niña. Entre muchas otras —de verdad que nos sorprendía esas raras ocasiones en que nos hablaba de forma apacible—. Pasado mañana los criados vendrán a las ocho de la mañana a asear esta pieza. Les tomará un par de horas, a lo mucho tres, yo mismo me quedaré aquí supervisándolos. Más les vale levantarse temprano y dejar tendidas las camas. Todas sus cosas tanto de aquí como las del baño —me miró a mí con disgusto—, como las de tu cuarto, niño, súbanlas al ático y déjenlas ahí con ustedes. No se les ocurra bajar ni hacer ningún ruido. Quédense en el fondo lo más silenciosamente posible como ratones.

Lisa carraspeó.

—De hecho, los ratones no son silenciosos. Emiten chillidos especialmente agudos cuando...

—No me interesa. Sólo quédense callados y punto. Esa noche quizá les traiga un regalo si lo hacen bien, creo que no tengo que decirles lo que en cambio les daré sí lo hacen mal, ¿entendieron?

Vaya que lo hicimos. Asentimos temerosos recordando cómo quedó la espalda de papá. A diferencia de las gemelas, él aún tenía algunas marcas.

—Sí, lo limpiaremos todo muy bien —contestó Lana con resignación.

—No limpien nada. Sólo recojan sus cosas y ordenen el baño y las habitaciones. Los criados verían muy sospechoso también encontrar limpia la habitación desde la última vez que la asearon.

Como si estuviésemos en un salón de clases, Lynn alzó la mano. El abuelo sorprendido por esto y a sabiendas que ella era la que peor carácter tenía, especialmente contra él, le dio la palabra.

—¿Qué quieres, niña?

—Abuelo, me preguntaba si podíamos bajar... la basura que juntamos del ático. Ya sabes, ¿podríamos sacarla para que los sirvientes se la lleven?

—Por supuesto que no. ¿Qué explicación les daría a ellos de dónde salió? No se creerán que sin que nadie se diera cuenta, me dio a mí por subir y limpiar ahí arriba.

Lynn gimió frustrada al igual que el resto. No es como si no hubiese pensando en lo mismo que el abuelo nos explicó, pero admiré a mi hermana un poco más de lo que ya lo hacía por intentarlo.

Lola con cierto miedo alzó la mano.

—Abuelo, pero ya tenemos aquí una semana. ¿No se supone que para mañana ya deberíamos de bajar a conocer a la abuela?

—Hasta donde sé, su padre no le ha dicho a mi esposa nada de ustedes y no creo que lo haga por estos días. Hubo algunos problemas en una de sus empresas por un fraude corporativo que la tienen más estresada que a mí. No creo que este sea el momento precisamente idóneo que mi hijo busque para contárselo todo.

Lola pegó fuertemente su cara contra la almohada ahogando un grito de rabia. A diferencia del resto que no creía que a la semana exacta saldríamos de este lugar, ella a pies juntillas juraba que para mañana bajaríamos finalmente de aquí. Leni se le acercó y la abrazó buscando reconfortarla.

El abuelo miró su reacción aparentando indiferencia, pero de cierta manera intuía un poco de pena en él. Miró hacia el techo y nos preguntó.

—¿Realmente limpiaron ático?

—No podíamos dejarlo hecho un desastre si íbamos a ponernos a jugar en él —le respondí—. Nos tomó casi toda la semana, pero lo arreglamos lo mejor que pudimos. ¿Quieres subir a verlo?

Pude vislumbrar un atisbo de curiosidad en su mirada, parecía a punto de dar un paso hacia mi habitación, cuando se detuvo y miró el reloj de oro en su muñeca.

—Tengo cosas que hacer —tomó el carrito donde ya llevaba los restos de la comida de en la tarde—. Quedan advertidos.

Y entonces se marchó.

Lynn enseguida tomó la canasta de la cena y la alzó dirigiéndose a mi improvisada habitación.

—Bien, recojámoslo todo y subamos. Acá me siento sofocada.

Sin objeciones, tomé uno de los enormes termos con leche, siendo Leni y Luan quienes me ayudaron con los otros, mientras que Lucy y Lana tomaron los platos y vasos desechables. Lola cargando a Lily nos siguió al final con Lisa detrás de ella.

Arriba nos encontramos con el ático tal y como lo habíamos dejado. Más limpio, más presentable. Si bien todavía estaban algunas cosas arrumbadas, no se sentía tanto el desorden como al principio, además que ya no había polvo ni telarañas. Las cajas estaban perfectamente ordenadas en cuatro pilas pegadas contra una pared al lado de cinco maniquíes con ropa. En otra pared pegamos algunos libreros que encontramos donde pusimos los libros y libretas que había por ahí, al lado de ellos estaban los siete baúles, los cuales llenamos de cachivaches que nos parecieron interesantes y no cupieron en las cajas, también ocupamos algunas estanterías para ello. Las enormes bolsas con basura estaban apiladas en un rincón.

Fue en la mesa más grande de las cinco mesas que encontramos y distribuimos a lo largo de la mitad del ático donde pusimos la comida. Cada quien tomó uno de los viejos cojines que encontramos y dejamos en una pila, para sentarnos en ellos en el suelo y tomar la cena.

El pan era dulce y estaba muy rico, la leche estaba fresca. Luan comentó tras terminar una de las piezas de pan.

—Saben, encontré algunas cuerdas y tablas de madera; con la escalera que Lynn sacó ayer de detrás de los libreros, podríamos poner quizá un columpio en una de las vigas más bajas. Se ven resistentes.

—¿Y exactamente con qué lo pegaríamos contra la misma? —Lisa le preguntó.

Lana amplió su sonrisa.

—Yo encontré hace un par de días una caja de herramientas. Entre lo que tiene está un martillo y una bolsa de clavos.

Leni parecía preocupada.

—¿Y sirven? ¿No están oxidados?

—Sólo un poco, pero tendré cuidado.

—Yo tendré cuidado —le respondí—. Será mejor que Lynn y yo nos ocupemos de eso mañana.

Lola comiendo a disgusto resopló.

—Entonces, si mañana no nos vamos de aquí, ¿cuándo lo haremos?

—Ya escuchaste al abuelo —Lucy le respondió—. Papá no puede hacer nada por ahora.

Tras terminar de beber lo que quedaba de mi vaso con leche, cansado exclamé.

—Pero nosotros, sí. Habrá que presionar un poco a papá para que se apresure en actuar ya. Tampoco quiero quedarme otra semana entera más encerrado aquí arriba.

Mis hermanas asintieron de acuerdo conmigo. La próxima vez que viéramos a papá mañana, comenzaríamos a bombardearlo con comentarios al respecto para que se decidiese de una buena vez. Quizá en las circunstancias en que la abuela se encontraba, esto no le resultaría favorecedor, pero poco nos importaba en estos momentos.

Lucy se levantó al terminar lo suyo.

—Con su permiso, hermanos. Voy a intentar hablar de nuevo con la abuela.

Y con el libro de la bisabuela Harriet que se había llevado de la casa Loud, se marchó hacia un pequeño fuerte en otro de los rincones que se hizo con algunas cajas para tener privacidad. La primera vez que nos contó su proyecto, escépticos, pero algo esperanzados, estuvimos entre que la alentamos y la ignoramos, aunque ahora estábamos cada vez más ansiosos porque su plan resultara y hablara con nuestra bisabuela, quien de seguro podría contarnos más al respecto de lo sucedido en el ático. Lisa sólo volteó los ojos, pues como de costumbre, no creía en nada de esos temas de los que no quería ni saber.

Las gemelas fueron las siguientes. Lana aceptó tomar el té con su gemela junto con Lily y algunos de los viejos peluches que Leni reparó gracias a los hilos y agujas que encontró también, aunque por la falta de ciertas telas, relleno, entre más material, dio resultados cuestionables, pero que dejaron conforme a las chiquillas.

Lisa fue a escoger un libro y de ahí se fue a otra mesa a leer, Luan con el señor Cocos la imitó, pero ella lo que hizo fue ponerse a escribir en una libreta chistes y rutinas cómicas yéndose a una mesita con una lamparita de noche, similar a las que pusimos en cada mesa, todas conectadas a unas viejas extensiones que encontramos arrumbadas en una caja. Más de la mitad no servían hasta que Lisa las reparó.

Parte del suelo se había convertido en una telaraña de extensiones fijadas con cinta aislante para no tropezar con ellas, todas terminando conectadas a cuatro tomacorrientes que encontramos en las paredes. En realidad habían seis, pero dos no funcionaban y con la electricidad circulando, no dejamos que Lisa intentara arreglarlas.

—¿Quieres jugar pelota conmigo, Linc?

Acepté la propuesta de mi hermana y fui con ella a la sección que despejó y donde colocó con la pantalla de una lámpara vieja, un improvisado aro en la pared.

—¡Sólo procuren no pegarle a nadie de nuevo con esa cosa! —Nos advirtió Lola molesta al ver lo que pretendíamos.

Lynn me lanzó con fuerza una pelota de tenis, pero erré al atraparla y esta pegó contra en el agujero en la pared a la altura del suelo.

—Por poco y no entra ahí dentro.

—Hubiera sido un gol de lleno.

—Además que te hubieses quedado sin pelota.

Miramos un momento el hueco. Realmente era grande, demasiado grande para que fuese sólo algo que haría un ratón. Adivinando mis pensamientos, Lynn me puso una mano en el hombro.

—Quizá se trate de una rata muy grande. Lana dijo que se encontró algunos "regalitos" detrás de un mueble mordisqueado.

—Pues esperemos que sólo sea una y ya haya muerto de inanición hace mucho. No me gustaría encontrármela sólo para descubrir que tiene rabia o algo así.

Olvidándonos del roedor, nos pusimos a jugar un poco. Todo esto nos servía para pasar el tiempo rápidamente, incluso cambiábamos de actividades y nos poníamos a hacer otras cosas con los demás, como jugar a la pasarela con Leni, algo que Luan ya estaba haciendo; o repasando algunas lecciones escolares con Lisa turnándonos los pupitres; ayudando a Lana y a Lisa a armar algo con las cosas que nos encontrábamos. No supe en qué momento terminé jugando a las luchitas con Lynn, por supuesto ella sometiéndome contra el suelo.

El ático resultó ser un lugar grandioso, más de lo que hubiésemos admitido en un inicio, pero no por ello dejábamos de anhelar recorrer el resto de la mansión.

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