Después de la tormenta



La zona central Deyecc era de estructura redonda y ocupaba un espacio en el que podrían construirse unos seis establecimientos, considerablemente grandes, paredes de color blanco y puertas de un cristal indestructible.

Era un día importante para el fundador, había alcanzado su deseo más ambicioso y desquiciado con éxito. No obstante, un pequeño y drástico cambio, hizo dar un giro a todas sus aspiraciones. Un defecto complicó sus perfeccionados planes, y su orgullo se había convertido de un momento a otro en decepción, rabia y miedo.

Las puertas de cristal se abrieron dejando ver a una chica, un chico, el fundador, científicos y algunos guardias de seguridad.

La chica era delgada, pero no mucho; de piel pálida, lucía un cabello negro corto hasta la mandíbula, un traje conformado por un pantalón y una camiseta celeste de algodón ajustados. Sus pies se encontraban descalzos, en el frío camino empedrado y su rostro inspiraba ternura a pesar de su consternada y confundida expresión.

El chico era alto y esbelto, tenía la piel algo pálida también y su cabello era rubio cenizo, llevaba el mismo traje que la chica y al igual que ella se encontraba descalzo. Parecía enojado y confundido, como si en su cabeza hubiera una guerra de pensamientos contradictorios.

El fundador, un hombre alto que portaba una presencia imponente y aterradora, usaba una bata blanca, cabellos castaños y una barba creciente.

Este último se acercó a uno de los científicos, otro hombre de igual uniforme y cabello negro, al cual consideraba su fiel compañero y segunda mano.

—Llévatela. —Fue lo que dijo después de haberse acercado lo suficiente como para que sólo el hombre escuchara.

—Ya sabes qué hacer. —susurró en el oído de su colega y este clavó sus penetrantes ojos grises en los profundos círculos jade que tenía en frente, la mirada fue suficiente para entender el mensaje que transmitían.

—¿Estás seguro, Ruben? —preguntó su colega con nerviosismo palpable; Ruben asintió con la cabeza.

El asintió de vuelta, y no muy seguro de lo que hacía , acatando las órdenes de su superior, se alejó para llevarse a la chica junto con otros guardias de seguridad.

Aunque no lo demostraba, Ruben, el fundador de Deyecc, dueño y responsable de lo que estaba pasando, empezaba a ponerse nervioso. Era una responsabilidad tan grande que, si no se encargaba de controlar ahora mismo, el fallo terminaría descarrilándose hasta destruir todo.

De solo pensarlo, tragó fuerte, alejó esos pensamientos, se acomodó su bata blanca, respiró hondo y caminó sigilosamente hacia el chico que se encontraba totalmente desorientado mirando cómo alejaban a la chica de él.

—¿A dónde se la llevan? —cuestionó el joven con aire preocupado, se hallaba tenso por la repentina separación, imaginando situaciones que quizás estaban fuera de contexto y jamás tocarían la realidad.

O tal vez, acertaba en desconfiar.

—No te preocupes, estará bien. Yo mismo me aseguraré de ello.

Como siempre, Ruben se caracterizaba por responder con serenidad en los momentos más tensos.

El fundador posicionó su mano en el hombro del joven rubio y dijo:

—Vamos, te haremos unas últimas pruebas esta tarde, tendrás que quedarte una noche más. —Ofrece el doctor y el chico indeciso, opta por seguirlo hacia la torre izquierda ―. Te enseñaré tu nueva habitación.

—¿Por qué estamos en habitaciones separadas ahora?

Aprovechó para preguntar él, pues ambos solían dormir en una misma habitación en los días posteriores al experimento.

El doctor se aclaró la garganta y esforzándose por sonar tranquilo, respondió:

—Verás, parece ser que el experimento salió bien en cuestiones de objetivos —se detuvo de hablar, pensó un momento cuales serían sus siguientes afirmaciones y al final contestó—, pero hubo ciertos inconvenientes —su expresión era de claro fastidio, pues, al doctor Ruben, le molestaba dar explicaciones y más si se trataban de sus errores—, para que me entiendas mejor, ustedes funcionan tan bien juntos, que debemos separarlos sólo hasta que sea seguro. —Decidió decir, para no ensuciar su imagen.

El muchacho mostró su mejor cara de confusión, aunque por dentro, sabía más o menos qué estaba pasando.

Porque él lo sentía, sentía esa extraña fuerza repelente y una fuerte conexión a la misma vez.

—Podrían colapsar. —Concretó el doctor Ruben. El rubio solo asintió para que se callara, no necesitaba saber más.

Los dos dejaron de mirarse y hablarse para continuar con su camino. Ruben sonriente por una nueva idea que cruzaba por su cabeza, y el joven confuso pensando en el bienestar de la chica.

"Esto no me da buena espina", pensó el muchacho. No entendía por qué debían separarlos, tampoco la razón por la que doctor dio la orden de colocarles un microchip en el pecho, ¿Para qué necesitaba saber su ubicación exacta si luego saldrían de allí, según lo prometido?

Todo le resultaba muy extraño.

Y, si de algo estaba seguro, era de que las cosas andaban mal. Desde el momento en que el chip se quemó, las vibras cambiaron, los científicos se veían apurados y preocupados; sus manos y piernas temblaban erráticas, parecían ya no tener idea de lo que hacían.

El doctor Ruben solo lanzó una mirada sin expresión al chico y ese gesto, por muy pequeño o inofensivo que pareciera, bastó para que el temor y la paranoia creciera en su interior.

Y fue exactamente por eso, por no saber qué era lo que cruzaba los pensamientos del Doctor en ese momento, que el chico desconfió de él, y temió por su vida y la de ella.

Porque eran dos vidas en una.

Él, inseguro, caminaba detrás del hombre por los blancos pasillo, que parecían ser eternos; sentía que cada vez lo separaban más de ella y no eran simples suposiciones, de verdad era así. Sus movimientos se lejanos, casi como un roce. La fuerza repelente y extraña no lo afectaba como antes, el calor de la joven ya no era insoportable y, aunque todas esas cosas de alguna forma le molestaban, se sentía incompleto e incómodo sin éstas.

Más bien, sin ella.

Por otro lado, sus necios pensamientos no dejaban de decirle que todo esto era a propósito; la separación, las habitaciones distintas, pero tal vez el principal problema era estar junto a ella; después de todo, era cierto que cuándo estaban a unos 2 metros de distancia el aire se sentía sofocante y denso.

Quizás, es por eso que los alejaron.

O quizás, no.

Fuese cual fuese la razón de lo que sucedía, no tuvo más opción que seguir al médico, hasta que por fin se detuvo delante de una puerta blanca, la cual tenía una pantalla en el centro.

"Sistema de reconocimiento facial" adivinó, orgulloso de sí mismo.

Tenía conocimiento de algunas cosas de aquel inmenso lugar, pero nada era suficiente, aun había más por conocer.

El hombre se inclinó, ya que su altura no era acorde con la de la pantalla, y colocó su rostro frente a la cámara. Un sensor irradió una luz roja, escaneando cada parte de su rostro, desde sus ojos hasta nariz y de su nariz a su boca. La luz se apagó y en la pantalla se podía ver el semblante del doctor Ruben escaneado y siendo procesado.

La pantalla se puso en blanco y aparecieron tres puntos azules que duraron unos quince segundos para luego, mostrar el logo de la organización Deyecc justo en el centro de la pantalla. Dicho logotipo consistía en dos cuadrados que parecían los ojos de un robot y que se encontraban dentro de un rombo, todo era negro platinado. Por último, la palabra "Aceptado" brilló en verde, cubriendo un poco el escudo.

El hombre le sonrió al chico que estaba más rígido que una roca, se volvió a acomodar la bata, pasó una de sus manos por su largo y perfectamente peinado cabello castaño, y segundos después de eso, la puerta se abrió.

El doctor extendió su mano libre indicándole al chico que entrara en la habitación.

Él entró obediente, sin saber lo que le esperaba. La puerta se cerró detrás haciéndole dar un respingo.

El Doctor Ruben, fue directo a su oficina con la preocupación inundando su cabeza; buscaba una solución para resolver todo lo que estaba sucediendo o lo que estaba por suceder, si no se apresuraba en controlar la situación.

Mientras tanto, el chico se encontró con dos enfermeras en la blanca habitación. Una anciana de cabello platinado y una rubia un poco más joven, una bañera llena de leche e innumerables cables de conexión.

Esto le era muy familiar.

La ira empezó a circular por todo su cuerpo, de modo que pudo sentir cómo sus puños se cerraban y los apretó tanto que sus nudillos tomaron la tonalidad de la habitación.

Ya había presenciado lo que hacían con esa leche y sabía que tenía un nombre, sólo que no podía recordarlo. Lo que sí recordaba con claridad, era la imagen de un chico llamado Nicholas, su mejor amigo, siendo sumergido con violencia y contra su voluntad en una de esas bañeras.

Y eso no fue lo peor.

Lo que a él lo rompió, fue lo que pasó días después.

Fue a verlo, después de varios días sin saber nada de él y al encontrarlo por fin, se sorprendió, enfureció y odió a sí mismo por haber tenido la oportunidad de haberlo ayudar y no hacerlo. Dejarse vencer por el miedo le trajo como consecuencia que su amigo no recordara nada, ni de él, ni de sí mismo.

Su mejor amigo no lo recordaba...

Y, sin embargo, eso no fue lo peor.

Lo más triste era que no solo había olvidado a su amigo, sino también el cómo caminar. Le habían borrado la memoria a tal punto en que olvidó cómo moverse, hablar, pensar...

Estaba en un estado degradante.

Eso lo quebró, lo desconectó del mundo y de las personas.

"Lo induciremos en leche amnésica, ya vio demasiado..."

Recordó las palabras y el nombre que utilizó el hombre para referirse a la leche. Visualizó al hombre que arruinó la vida de su amigo y se prometió que, de llegar a encontrarse con él, no se controlaría. Lo destrozaría y aplastaría, así como hizo con los recuerdos de Nicholas.

Luego del suceso, no volvió a ser el mismo.

Por mucho tiempo dejó de practicar el habla y de salir; o sea, lo poco que permitían. Algunas veces, dejó de moverse, había días oscuros en los que no salía ni de entre sus sábanas.

Hasta que llegó alguien que supo cómo encender la luz, alguien que supo cómo conectarse con el joven deprimido, alguien que lo ayudó a volver al mundo real.

Y ese alguien, era esa chica.

Por eso había aprendido a quererla, a pesar de que algunas veces era terca e incomprensible.

—Ven —habló la anciana, sacándolo de sus pensamientos. La miró como si quisiera tragársela viva—, no te haremos daño —el aludido dio un paso atrás con la expresión dura—, solo será un rápido procedimiento y olvidarás que todo esto sucedió...

"Lo sabía" pensó en automático. La anciana estaba avanzando lentamente, él retrocedió más rápido y volteó para intentar abrir la puerta; pero, al girarse, descubrió que estaba cerrada y no tenía perilla, solo una pantalla a la cual no tendría acceso.

—¡Por supuesto!

"¿No esperabas que fuera tan fácil o sí?"

El chico dejó escapar un gruñido de irritación, volteó y miró con furia a las enfermeras.

—¡Ni se les ocurra tocarme, brujas!

Las dos se sobresaltaron y sus caras expresaron indignación. El joven volteó una segunda vez hacia la puerta intentando buscar una pista o algún detalle para abrirla.

Y lo encontró.

"Puertas de cristal"

Al mirar bien la puerta, notó que estaba en lo cierto, era de un tipo cristal cándido. Entonces, más seguro y fuera de sus cabales, golpeó con puños y codos una y otra vez. Usó toda la fuerza que tenía. La sangre empezó a correr por sus brazos, la puerta y su ropa estaban salpicadas de rojo, pero al rubio no le importó. Siguió golpeándola, aunque se manchara; siguió arremetiendo, aunque le doliera como los mil demonios.

Pronto llegó a una conclusión: El cristal era irrompible.

Un material que un simple ser podría a agrietar. Él no pensó en eso, porque sabía que ya no era un simple ser. Ahora, era un ser vivo modificado por un experimento.

Y eso que muchos veían como una maldición, hoy resultaría en una bendición para él.

La enfermera rubia aprovechó su berrinche (según la anciana), para preparar un calmante en una de las jeringas. Sin embargo, los nervios de ver a ese ser tan descontrolado, lograron que moviera torpemente los medicamentos; por lo cual, el vidrio chocó y provocó un ruido que hizo que el chico se diera cuenta de lo que pasaba.

Y si antes estaba furioso, ¡Oh! ¡Ahora estaba que se prendía en fuego solo!

El muchacho golpeó la puerta insistente y con más fuerza, no estaba controlándose y el aire se sentía cada vez más pesado.

Estaba sobrecalentándose.

Las enfermeras lo miraban atónitas y asustadas, sus venas se estaban empezando a notar y líneas azules brillaban remarcando sus brazos. El pequeño cuarto había subido increíblemente de temperatura y su ojo...

El joven tomó impulso, respiró hondo y lleno de rabia, dio un fuerte, estruendoso y potente golpe.

El cristal se agrietó.

"Solo uno más" pensó decidido.

Con toda la rabia acumulada y más potencia, tomó otro impulso y dio un último golpe, con su puño derecho, justamente en donde se había hecho la grieta. Esta estocada fue la definitiva, pues era un golpe que recargaba todo su poder

El puño se estrelló con el cristal y este se convirtió en brillantes y diminutas migajas que volaron unos microsegundos antes de caer al suelo.

El muchacho se sintió invencible.

Las enfermeras comenzaron a gritar lloriqueando por ayuda.

No perdió el tiempo y salió disparado de allí. Por suerte para él, aquél pasillo estaba solitario; así que, corriendo sin dirección, emprendió la búsqueda de... de algún lugar seguro para esconderse.

Continuó huyendo lo más rápido que pudo y mirando sus alrededores con cautela. Sus nudillos sangraban, al igual que los codos, pero eso no era lo que le preocupaba.

En lo único que podía pensar ese momento, era en la chica.

"¿Qué habrán hecho con ella...? Espero que esté bien... Voy a sacarla de este lugar"

Alarmas empezaron a sonar y luces rojas centellearon en todos los pasillos despertándolo nuevamente de sus pensamientos. Paró en seco, al ver que delante de él se encontraba el hombre de bata blanca con expresión seria.

—¿Adónde crees que vas? —preguntó con falsa amabilidad y en su cara se dibujaba una sonrisa forzada.

Estaba disgustado, odiaba que las cosas se le salgan de control.

El joven frunció el ceño y volteó para devolverse por el camino que llegó; pero, al hacerlo, vio que estaba repleto de guardias de seguridad, apuntando sus armas hacia él. Lo habían jodido, estaba acorralado. El sonido del seguro de un arma lo saco de su pequeño trance, y al girarse en dirección al doctor Ruben, tragó fuerte.

El arma estaba frente a sus ojos, justo entre ellos y el doctor Ruben sonreía, las gotas de sudor frío corrieron por su frente hasta llegar al cuello y la respiración se había agitado.

No podía morir, no ahora y no de esa forma.

—No tengo nada que perder Edan, sabes que no te necesito. Yo no necesito a nadie... ¿Por qué no te comportas y conservas tu vida? ¿No querías libertad? —Al escuchar eso, en lo único que pudo pensar fue en la chica.

Esa promesa, había sido una completa mentira. La esperanza empezaba a desaparecer y los guardias se reían.

Ruben sólo pensaba en lo mucho que deseaba que cediera para continuar con sus cosas y en que le fastidiaba un poco que se rieran de todo lo que decía.

"Como si yo fuera un puto chiste", describió Ruben en su mente.

Mientras tanto Edan luchaba contra una pequeña crisis,

¿Qué debía hacer?, no lo sabía.

Solo se repetía una cosa:

"Esto no puede pasar."

Si no habría esperanza alguna con Ruben, la habría con sí mismo.

Con el corazón latiendo a mil, buscó a su alrededor algo para defenderse o alguna escapatoria. Miró a todos los lados hasta que la vio. A su derecha, había un ventanal rectangular de cristal y estaba abierto.

La única salida.

—No tengo nada que perder, de igual forma, moriré. —escupió, cabreado.

Con una rapidez que nadie vio venir, golpeó el arma hacia la derecha provocando que cayera al suelo y sin pensarlo dos veces se lanzó por la ventana, provocando que ésta se hiciera añicos.

Doble cristal, el Indestructible y el decorativo; frágil e invisible.

Todo parecía correr en cámara lenta, el aire se sentía espeso y el joven podía sentir como la gravedad lo jalaba hacia abajo. Al mismo tiempo, el momento pasó tan rápido, que el muchacho no tuvo tiempo de planear un buen aterrizaje.

—¡Aghh...!

Gimió de dolor cuando sus piernas chocaron contra el suelo con tanta fuerza que sus rodillas se rompieron y tuvo que apretar los dientes para contener el agudo dolor que se estaba formulando alrededor de la zona y en todo su cuerpo. Sentía una especie de corriente eléctrica en cada uno de los tendones y estos estaban demasiado tensos.

Pero, no podía rendirse ahora, había llegado demasiado lejos y no pretendía parar.

Con una fuerza de voluntad memorable, enterró sus manos en el pavimento y se arrastró en dirección a un arbusto cercano. El fragor de varios disparos llegó a sus oídos, lo cual hizo que levantara la mirada asustado.

Las balas caían como una lluvia mortal y provocaban leves temblores en la tierra y salpicaduras de arena por todas partes, incluyendo el rostro del muchacho.

Se trataba de una lluvia infernal que, de no moverse de ahí, lo llevaría a la muerte.

Sus manos viajaron a la cabeza rápida e inconscientemente. Como pudo, se siguió arrastrando si estuviera corriendo con las manos.

Pero, no iba a ser tan fácil.

Una de las balas penetró en la pierna del chico desgarrando los músculos de su interior y causó un fuerte impacto seguido de un agudo dolor, tan y más profundo que el anterior.

—¡Ahg, maldición!

Gritó y volvió a gemir apretando la mandíbula fuertemente. El ardor se apoderó de su pierna y empezó a desangrarse. No quiso arriesgarse a mirar porque sabía lo que vería. Sentía que ya no podía más, pero no quería rendirse. Pensar en lo que pasaría con ella, si llegaba a morir...

No podía permitirse que eso sucediera. Ella era muy importante.

En ese momento y por extraño que pareciera, los recuerdos de los días de preparación invadieron su mente.

Recordó cómo conoció a la chica, sus primeras palabras:

"¿No hablas?"

"¿Cómo te llamas?"

"Entonces... No te gusta hablar..."

Una sonrisa se formó en sus labios, pero no tardó en desaparecer, el sufrimiento se hizo cada vez más intenso, haciéndolo olvidar por completo de sus pensamientos. Intentó ignorarlo lo más que pudo, diciéndose a sí mismo con ímpetu:

"El dolor está en tu mente..."

Recobrando sus fuerzas, dio un respiro y con sus brazos, se arrastró por el cálido y arenoso suelo, hasta que llegó al final de una pared. Él continuó deslizándose hasta cruzarla por completo y ya detrás, estaba a salvo de cualquier disparo.

"Será cuestión de tiempo que me encuentren" pensó acobijado en el "seguro" lugar.

El joven respiraba con dificultad, miró hacia la derecha y notó algo muy interesante. Un escondite. Se trataba de una zanja de agua ocultada debajo de un arbusto. El joven se apresuró a beber del agua antes sumergirse. Después, ya dentro de la zanja se sintió liviano, libre y más tranquilo.

Demasiado calmado.

Se espabiló unos segundos dándose una cachetada e intentó romper un poco su camiseta; fue difícil, pues el material era muy resistente. Aunque estaba muerto del frío, decidió que era mejor cubrir la pierna herida que estar abrigado, de todas formas, su situación no le dejaba muchas opciones y tenía que sobrevivir.

Se quitó la camiseta y la ató a la pierna hasta dejar la herida bien sujetada. Al terminar, se recostó nuevamente en la zanja. Se sentía muy cansado, como si le hubiera pasado un camión por encima, pero se repetía constantemente:

"Tienes que ser fuerte, por ella"

Respiraba hondo.

Poco a poco y sin aviso cerró los ojos dejándose llevar por el hermoso sonido el agua agitándose por el viento; estaba tibia y relajante.

"Eso es, aquí nadie me verá..."

Antes de caer en sueño profundo, dedicó un último pensamiento a la chica.

"Solo espero que esté bien..."

Eso era lo único que deseaba.

"¿Dónde estoy?"

Sus ojos se abrieron de sorpresa al escuchar esa voz, esa linda voz que lo animaba a despertarse cada mañana.

—Te encontra...ré... —balbuceó el muchacho al borde del desmayo y con la intención de que lo escuchara.

La zanja se hizo más honda y el chico pudo sentir cómo poco a poco se hundía, cada vez más.

No obstante, antes de poder hacer cualquier cosa para volver a la superficie sus ojos se cerraron involuntariamente, dejándolo sumido en la profunda y oscura inconsciencia.







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Próximo capítulo ¡MAÑANA!


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NOTA: SI LLEGASTE HASTA AQUÍ ¡GRACIAS Y BIENVENIDO!


NOTA2: El marca página solo se puede apreciar si lees en modo blanco, saaad XD


los tkm

- J A N 🦄


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