Capítulo 4: Un nuevo amigo
Al terminar el examen minucioso, la doctora me llevó a los pasillos nuevamente, esta vez en dirección a mi cubículo.
Yo solo quería encerrarme y esconderme bajo la cama a llorar, pero quizás eso sería sospechoso.
Me despedí de la doctora y ella como buena actriz que era me dijo:
—Debo irme, tengo trabajo que hacer, nos vemos mañana, estaré investigando más sobre ti, adiós y cuídate.
Me dio un abrazo en el cual la apretujé un poco para fines malvados y de actuación. Ella me sonrió.
Supuse que el protocolo era tratar a los pacientes para que se sintieran seguros aquí.
La vi encaminarse al ascensor y al cerrarse las puertas desaparecer dentro.
¿Qué era lo que estaba pasando?
Por todos los cielos.
Todo me había parecido tan lindo hoy y ahora resulta que estoy en un lugar peligroso... No lo entiendo.
Camino hacia mi cubículo shockeada por las palabras de la doctora, aun con la mente en blanco de recuerdos y llena de miedo.
Pero mi vista se fija en un punto en concreto y mi concentración pasa del miedo a la curiosidad extrema.
Ahí estaba, todo lo que debía evitar.
El chico de aquel cuarto, lo miré detallándole mejor, era pálido, cabello largo y liso color chocolate, ojos miel, delgado y no tan corpulento pero tierno, llevaba las manos en los bolsillos, parece estar por irse a su habitación.
Tengo que hablar con él.
No, no puedes hablar con nadie, es peligroso.
No parece peligroso.
Pero tal vez lo sea.
Pero ¿Y si no? Nunca lo sabré si no lo intento.
¿Y si metes la pata? La doctora Hayley se verá afectada.
Pero algo me decía que ese chico no me haría daño, la primera impresión que tuve de él fue temor, él me temía a mí...
Al menos debo saber qué pasa con mis dedos y no creo que la doctora lo sepa ahora mismo.
Necesito respuestas.
Con el corazón en una mano y mis fines malvados en la otra, escondí las manos en mis bolsillos.
Camino en dirección al chico y lo sigo hasta su cubículo, justo en la puerta la indecisión me atacó y entré y salí unas tres veces dando saltos de adentro a afuera.
Como la propia estúpida.
Presioné el botón dentro de mi bolsillo por si acaso.
Al final terminé entrando torpemente y él, debido al sonido de la puerta, ya había notado que algo andaba mal.
Sin embargo, no se percata de que estamos dentro de un mismo cubículo, hasta que se recuesta en su cama con los brazos flexionados detrás del cuello. Al verme abre los ojos sorprendido y se tensa, se incorpora y se mantiene sentado en su camilla mirándome con recelo.
—Hola —Habla notablemente intranquilo.
—Hola, mira no sé quién eres pero creo que tú puedes ayudarme con algo. —respondo rápidamente y le dedico una sonrisa de medio lado, él se mantiene serio, pero puedo ver lo asustado que está, porque no deja de mirar una esquina del cubículo, probablemente la esquina donde se encuentran la cámara de seguridad.
—¿Qué-é quieres? —pregunta tartamudeando de los nervios.
—Quiero saber, sobre tus dedos mágicos. —respondo segura. El pobre chico abre los ojos a más no poder y me sisea.
—No sé de que me hablas. —Empieza a sudar. Ay... por favor.
Rio internamente.
—No te preocupes —saco el botón que le robé a la doctora Hayley de la bata—, con este bebé no pueden vernos ni escucharnos, al menos por un periodo de tiempo, tiempo que necesito aprovechar por cierto. —Enfatizé en lo último.
El soltó todo el aire que estaba conteniendo y se sostuvo el pecho.
—Pudiste haber empezado por decirme eso, casi me matas de un infarto. —se quejó.
Me pareció curiosa esa reacción, digo, se supone que nadie aquí sabe los peligros que corren.
Se supone...
—¿A qué le tienes miedo? —pregunté mirándolo fijamente, él parecía no querer contestar, pero para mi sorpresa luego de bajar la mirada unos segundos, me sostuvo la mirada y me dijo:
—A cada día que paso aquí.
Eso me heló la sangre, pero no podía mostrarme débil ahora, ya había adoptado una posición fuerte, debía mantener las apariencias.
—Tengo aproximadamente media hora, no tengo manera de calcularla, podrías explicarme eso que acabas de decir y lo que haces con los dedos ¿Por favor?
Él me miró desconfiado y pasados unos segundos articuló:
—¿Cómo sé que no irás corriendo a decirle a todos lo que hablemos aquí? ¿Cómo puedo confiar en ti? —espetó con un tono de desprecio.
Creo que este chico no la ha pasado bien aquí.
Tomé aire.
—Porque yo también estoy confiando en ti, ahora mismo, aunque no lo creas... Además, si quisiera perjudicarte volvería a apretar este botón, pero estoy segura de que si lo hago algo malo nos pasará a los dos ¿O crees que no es un riesgo la información que busco? —No sé de dónde salió tanta inteligencia, ah sí, de mí.
Ya estaba acostumbrándome a esto.
Él se lo pensó un momento, dio un suspiro ruidoso y volvió a mirarme.
—Algo me dice que tú no serás igual a los demás y espero que ese algo no se equivoque —confesó y lo que siguió de esa confesión me sorprendió muchísimo.
Me dedicó una sonrisa.
Pasó de asustado a desconfiado y ahora sonreía.
Le sonreí de vuelta, todo parecía indicar que había tomado una buena desición.
—Mi nombre es Ferchoph y mi primer consejo para ti es que lleves ese aparato a todos lados y que no confíes en nadie, aunque ya confiaste en mí, no lo hagas, son muy pocas las personas aquí a las que les puedes dirigir la palabra, todos tienen miedo al igual que yo. —declaró con seriedad, pero sin perder la sonrisa.
—Mi nombre es Lena y... ¿Es así? Pensé que todos vivían felices aquí, parece que soy la más ingenua del lugar. —mordí mi labio inferior.
Él rio bajito.
—Todo aquí es una fachada, no lo olvides. Todos aquí han sufrido un cambio en sus cuerpos, algunos más dolorosos que otros, a mí por ser curioso me tocó más duro. —reconoció cabizbajo.
—Entonces ¿le tienen miedo a...?
—A que los busque un doctor o científico y diga que les toca aguantar diferentes tipos de dolor sin protestar porque sus vidas están prácticamente en sus manos. —completó en tono medio burlón.
—Ahora tiene más sentido, pero ¿Qué si hablo con un paciente? ¿Me matan? —bromeé.
—En realidad, pueden hacer lo que quieran a los dos, a menos que uno delate al otro, así es como aquí se salvan el pellejo.
Sentí los vellos de mi piel erizarse.
—¿En serio? —asintió.
No pude evitar preguntarme que le habrán hecho a este chico y si antes lo han traicionado.
—Odian las conspiraciones o cualquier tipo de manifestación en contra de sus ideales. Para ellos nosotros somos como objetos, sin derecho a nada. —afirmó endureciendo su expresión.
—¿Por qué estás aquí? —me atreví a preguntar.
—Nadie está aquí porque quiere, ya te lo dije, somos pertenencias, no decidimos, deciden por nosotros.
Un silencio inundó la habitación, silencio que debía romper lo antes posible si quería resolver todas mis dudas, antes de que acabase el tiempo.
Pero el chico se encargó de eso.
—Oh, la hora la puedes ver en el techo, solo debes apagar las luces, eso debieron explicártelo para las pruebas. —comentó.
—¿Pruebas? —Había muchas cosas que no sabía.
—Sí, para explotar tus habilidades al límite ¿No te han hecho pruebas?
Negué desconcertada.
—Quizás aun no han hecho nada contigo, suertuda. —Chocó su hombro con el mío tratando de ¿animarme?
Tal vez.
—Estoy segura de que algo hicieron conmigo, solo que, aún no sé qué y eso vengo a averiguar, antes de irme necesito que me digas ¿qué es eso que haces con tus dedos? —reiteré angustiada y nerviosa de que nos encontraran—. Eres mi única opción, ya me habían dicho lo de que no confíe en nadie de este lugar pero yo decidí confiar en ti, espero no haberme equivocado como tu mismo dijiste, estoy desesperada, necesito saber qué es lo que pasa conmigo, con mi nueva yo, porque definitivamente algo cambió en mí... y no saber qué, es... es...
—Entiendo cómo te sientes, también me he sentido así —suelta. Yo lo miro a los ojos y él me sonríe comprensivo—. La palabra que buscas es frustrante, eres muy afortunada de haberte topado con este galanazo. —bromeó, yo me reí.
Luego ambos reímos y finalmente me confirmó.
—Te ayudaré —agradecí internamente no haberme equivocado de persona ¿Cómo estaría ahora mismo?—, sabes, hace mucho que no reía así, me caes bien, en otras circunstancias definitivamente sería tu amigo. —reveló.
Ow, que tierno.
—Podemos ser amigos secretos. —susurré.
—Me parece bien. Amigos secretos entonces. —murmuró.
Nuevamente reímos, pero esta vez bajito, parecíamos estúpidos.
Parecíamos niños.
Pensándolo bien, él también era el primero que me hacía reír, desde que desperté.
Decidí no compartir ese pensamiento y proceder a lo serio.
—¿Cómo hiciste eso? Me refiero a tus dedos. —Las palabras salieron más rápido de lo que esperaba y mi expresión era de total confusión, estaba muy ansiosa por la respuesta, como por un vaso de agua.
—Ven —Él se levantó y yo lo imité, noté que era más alto que yo y luego mi mirada se plasmó en sus ojos claros. Él también me miró y dio un suspiro largo y exagerado—, Dame tus manos, pero antes deja el botón en un lugar seguro, por favor. —Pidió con serenidad.
Puse el botón sobre la mesita, a lado de su cama y cuando ya estuvimos lo suficientemente alejados como para no afectarlo, Ferchoph procedió a tomar mis manos, yo cedí y él las colocó frente a nuestras narices.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté alarmada.
—Ya lo verás. —Me sonrió y tomó mis dos dedos índices intentando juntarlos, pero yo puse resistencia y tiré de ellas hacia atrás para esconderlas.
Ya sabía lo que iba a pasar.
—¡Espera! ¿Va a doler? —pregunté asustada, mientras mis manos acunadas entre sí comenzaban a temblar, ya había experimentado el ser quemada viva y no quería repetir esa escena.
—No, tranquila —dijo riendo, su cuerpo se movía tratando de reprimir una carcajada o esconderla de la peor manera. Fruncí el ceño—. Prometo no hacerte daño —dijo mirándome a los ojos con sinceridad y yo nuevamente cedí mis manos.
Él juntó mis dos dedos índices por segunda vez, y yo cerré fuertemente los ojos esperando el dolor. Ferchoph empezó a frotar mis dos dedos unidos de manera circular y luego los separó, yo apreté los ojos con más fuerza, pero no hubo dolor, no hubo quemaduras internas, ni ardor.
—Ya puedes abrir los ojos, miedosa. —Abrí uno de mis ojos como una niña pequeña, luego abrí el otro y miré por completo, no podía creer lo que había frente a mí.
Un hilo eléctrico salía de mis dos dedos índices, uniéndolos.
Era electricidad ¿En mis manos?
Era blanco como los rayos y muy brillante, no dolía en absoluto y no entendía por qué, pero quizás Ferchoph lo sabría. Me perdí unos minutos en la belleza del pequeño hilo que tenía entre mis dedos, estaba tan fascinada, no sabía las capacidades que tenía o cómo funcionaba, o porqué funcionaba, pero lo que si sabía era que debía haber más funciones, estaba completamente segura, después de todo y analizando mejor las cosas podría decir que fui capaz de dañar una pantalla.
No pudo ser un corto o una falla, yo lo vi con mis propios ojos y sentí algo, debí ser yo.
—Lena —Llamó Ferchoph sacándome de mi embelesamiento, lo miré de inmediato—, debes dejarlo, podrían vernos y no quieres saber qué pasaría si lo hicieran. —Inmediatamente recordé: las cámaras, la vigilancia, el botón, mi tiempo, el peligro... entré en pánico, separé mis dedos rápido y con fuerza esperando que el hilo se rompiera como la última vez pero solo se extendió como un acordeón.
Mi pecho se agitó.
Este era más fuerte.
—¿Estás loca? ¡Vas a hacerte daño! —Ferchoph tomó mis manos, volvió a juntar mis dedos y los frotó como antes.
Al separarlos de golpe el hilo había desaparecido.
¡Ja! ¿Cómo no se me ocurrió antes?
—¡No vuelvas a hacer eso! —gritó bajito, yo asentí apenada.
—Lo siento... Aun no sé cómo funciona esto. —Nuestras respiraciones eran lo más ruidoso de la habitación.
—Creo que necesitas tiempo y práctica, al menos, ya sabes lo que no puedes hacer. —Puntualizó.
—Sí... Tal vez deba irme y dejar la información hasta aquí por hoy. —Me acerqué al botón y lo tomé con sumo cuidado.
Caminé hacia la puerta casi lista para irme.
—Tengo un amigo aquí, creo que él podría ayudarte a resolver más dudas que yo. —mencionó— bueno los dos podríamos. —añadió con amabilidad acompañada de una sonrisa.
—Claro, si es tu amigo, debe ser confiable. Tú conoces este lugar mejor que yo. —acepté, la idea de conocer otra persona me ponía algo emocionada y mucho más si era alguien importante con mucha información valiosa.
Sé que este lugar no es para hacer amiguitos, pero a veces, es necesario tener a alguien que te entienda, y ellos definitivamente entendían la frustración que yo sentía.
De hecho, creo que ellos están más frustrados que yo.
Porque no tienen esperanza alguna de salir de aquí.
Un silencio se hizo presente en la habitación, nuestros ojos se quedaron fijos y no pude evitar soltar una pregunta que me estaba dando vueltas en la cabeza, esta sería la última.
—Fer... puedo saber —articulé nerviosa, tomé aire porque me era difícil decirle lo que estaba pensando, pero recobré la confianza y valentía suficiente para continuar— ¿Qué hicieron contigo?
Ya, lo solté, no hay vuelta atrás.
La mirada que me dio me destruyó el alma por completo. Su mirada decayó horriblemente, en sus ojos se reflejaban el miedo, la desesperanza, también noté por sus expresiones que estaba dudando contarme, eso me daba mucho miedo y me hacía preguntarme constantemente:
¿Qué le habrán hecho?
—¿De verdad quieres saber? —Fue lo que respondió con la mirada pegada al suelo, tal vez recordando por lo que pasó.
—Si te afecta mucho...
—No —interrumpió—. No te preocupes por mí, estoy bien.
—¿Seguro?
—Sí —asintió, no se veía muy seguro, aun así, continuó—. Te contaré que es lo que pasó conmigo, desde el principio.
Asentí esperando por su respuesta, él tomó asiento en su cama, respiró cerrando los ojos un minuto y al abrirlos de nuevo empezó:
—Había una vez, un niño de quince años —Sonreí por su modo de contar su historia, me hacía sentir extrañamente, como una niña pequeña— que vivía con sus padres, este niño era muy feliz, muy feliz... —Sus ojos ensombrecieron más que antes y su mirada bajó al subsuelo, pero casi de inmediato se reincorporó—. Un día como todos, su papá fue al trabajo y su mamá se quedó en casa con él. Su papá nunca llegó ese día, ni el siguiente, ni el siguiente, ya el día cinco la madre estaba enloqueciendo, la comida se estaba acabando y la casa estaban vendiendo para sobrevivir.
» Su mamá tomó una decisión, no podría seguir adelante con un niño de quince años. Así que lo vendió. Lo vendió a una organización de extraños, lo dejó a su suerte en un lugar en el que harían lo que quisieran con el cuerpo de su hijo sin importarle lo que pudiera pasarle, sin importarle en absoluto si llegaba a morir.
» El niño se acostumbró a ser llevado a diferentes habitaciones, a ser sumergido en leche para olvidar y en algún momento fue feliz por olvidarlo todo, pero se sentía vacío al no saber nada de su pasado o de cómo llegó a parar en un lugar tan grande como Deyecc.
» Conoció a muchas personas que lo traicionaron y por las cuales terminó varias veces encerrado o sumergido en leche, pero de tantas personas malas una salió buena, hubo una que sí ayudó, no solo a entender dónde estaba, sino también a recuperar todos sus recuerdos.
» Descubrió que habían utilizado su cuerpo para ser impactado por la radiación. Estuvo al borde de la muerte, él no hubiera sobrevivido si no fuera porque la misma vida tuvo compasión de su alma, si esa mujer no hubiera cambiado la dirección de esa máquina, tal vez la de ese chico no hubiera existido más.
» Ese experimento no fue el único, solo fue el inicio de un montón de pruebas con su cuerpo, como conejillo de indias de sus máquinas. Una de las máquinas alteró su juventud, es por eso que actualmente, con veintidós años de edad, aún posee el rostro de aquel niño de quince años el cual fue abandonado y utilizado.
Quedé boquiabierta. ¡Tiene veintidós! Eso explica el porqué es tan alto. ¿Experimento? ¿Leche?
—Lo siento mucho —dije, intentando sonar calmada—. Si te sirve de consuelo, yo aún no recuerdo nada.
—Pero lo harás, te ayudaré a hacerlo junto a mi amigo. —prometió.
—Gracias —Sonreí agradecida, de todas las dudas que me quedaron luego de su historia, la primera que me dio curiosidad, fue la leche de la que él hablaba, la que lo hacía "olvidar"—. Ferchoph... tú dijiste algo sobre la leche... Esa leche ¿Qué es?
—Es un método que tienen para hacerte olvidar y que hagas lo que ellos quieran —respondió con claro odio.
Por primera vez entendía algo, por primera vez algo tenía sentido, los cables, el sabor de la leche, el aspecto de la habitación.
No era un baño, era un cuarto específicamente para olvidar.
Quizás alguien me estaba viendo salir de la bañera y hacer lo que le hice a la pantalla.
Y tal vez por eso la doctora me encontró.
—¿Has intentado recordar? eso fue lo que yo hice al principio. —Preguntó sacándome de mis pensamientos.
—Mi mente está en blanco, creo que también fui víctima de esa leche—digo con desánimo y la mirada baja—. Es como si... donde deberían ir mis recuerdos hubiera solamente espacios blancos.
—Creo que todos aquí han sido víctimas de la leche —mencionó riendo un poco y luego afirmó—, Sí, es así, ellos borran lo que les conviene.
Bajé la mirada.
¿Qué habrán borrado de mi memoria?
O más bien ¿Qué dejaron? ¿Cómo saberlo?
—Oye... —dice levantando mi mentón con sus dedos—. No pongas esa cara, tal vez sólo debas esperar. —animó dedicándome una sonrisa, su rostro estaba tan cerca que noté que al sonreír sus ojos se achinaban.
—Si, tal vez. —digo más animada, recordando que ahora tendría la ayuda de él.
Un amigo.
—¿Y tú? ¿Qué edad tienes? ¿No te molesta que te pregunte cierto? —pregunta apenado y con el rostro rojo, que tierno.
Me rio de él.
—Eres mi amigo ¿Lo recuerdas? Puedes preguntar lo que sea —aseguré sonriente—. Tengo diecinueve años, según los expedientes.
—Diecinueve eh, estás joven. Yo tengo veintitrés. Otra pregunta ¿Soy tu amigo porque te caigo bien o sólo por responder tus preguntas? —insinúa con una mirada burlona.
Su edad me seguía sorprendiendo, pero me centré en la pregunta.
—Más bien, yo diría que lo eres por sacarme del abismo de dudas en el que me encontraba y por confiarme tu historia, creo que eso es algo muy importante. —aclaré. Él sonrió de lado.
—¿Y qué te gusta hacer? —pregunta.
—Hasta ahora no he hecho nada que me guste. Sabes yo de verdad pensaba que tenías catorce o quince años. —revelé.
—Sí, parezco un niño. —admitió.
Recordé que debía irme.
—Bueno ya debía irme, niño. —me burlé, el aceptó la broma con una sonrisa.
—Nos vemos pronto Lena. —se despidió.
Salí directo a mi cubículo y cuando ya estaba a medio pasillo lejos de la habitación de Ferph, revisé el botón en mi bolsillo, ya empezaba a parpadear muy rápido, así que me dispuse a caminar como si nada, para disimular y presioné el botón antes de que se apagara solo.
La luz dejó de parpadear y yo solo supliqué internamente no haber levantado ninguna sospecha.
. . . . .
Espero les haya gustado, este cap me encanta porque conocemos a mi bebé Ferchoph, lo amo♡
Es el primer amigo de Lena.
Si te está gustando la historia, manifiestate lector☻
¿Qué te pareció está cap? Y ¿Mi bebé Ferph?
Nos leemos, bye🙄
— J A N 🦄
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top