CAPÍTULO 2

-En multimedia : Víctor Montero-

15 de Abril de 2015

POV VICTOR

Me duele la cabeza, son las 2:00 de la mañana y aún no he podido pegar ojo, vuelvo a dar otra vuelta en la cama intentado buscar una posición cómoda. Otra vez con este maldito dolor, que no lo había vuelto a sentir desde hace años, cuando ya lo había dado por olvidado.

Tras varias vueltas más buscando una posición cómoda, me levanto de la cama para buscar una aspirina, camino con las manos extendidas con tal de no chocarme con nada, cuando acabo con el dedo meñique del pie incrustado en la silla del escritorio. "Maldición". No recordaba haberla dejado ahí. Lo que me faltaba.

Medio cojeando llego al baño, cojo la aspirina y me la trago vaciando el vaso de agua. Espero que así se me calme este dolor de cabeza. Vuelvo a mi gran cama y me echo sin contemplaciones intentando conciliar sueño.

« ... fue muy bonito me llevó a cenar al Colisium, sabes ese restaurante tan lujoso del que todo el mundo habla, luego de pagar la cena por supuesto, me llevo a la playa, sacó una botella de champan y una manta y nos tumbamos a ver las estrellas y así estuvimos un par de horas llenas de risas y cachondeo...»

Levanto la cabeza de la cama. Esa voz me sonaba..., ah es Carolina, la chica con la que hoy he tenido una cita, pero juraría que la he dejado en su casa, después de la velada y del champan. Pensando en no volver a verla más. Este dolor de cabeza no me deja pensar con claridad. Ya no sé si la he dejado en su casa o está aquí al lado en la habitación de invitados.

« ¿entonces no hubo nada mas? ¡Estuviste con Víctor Montero! No me digas que solo contasteis estrellitas... no me lo creo ¿no hubo sexo?»

Pero bueno, que cotilla que es la amiga... además ¿qué le importa si hubo sexo o no? ¿Y qué hacen aquí?

« ...pues sí, fue muy bonito y sexy...empezó a quitarme la camiseta...»

— Esto es lo que me faltaba— mascullo levantándome enfadado, cruzo el baño compartido por las dos habitaciones, con la intención de echarlas de allí—Carolina, tengo una cita importan... — empiezo a explicar, cuando me doy cuenta de que no había nadie.

La habitación está a oscuras, los butacones blancos vacios, la cama vestida y bien montada, las cortinas medio corridas y toda la habitación limpia y arreglada como Marcos suele dejarlo cuando no tengo visitas o amigas. Parpadeo varias veces. Juraría que escuchaba esas voces en la habitación continua. Si alguien pudiera verme, se estaría descojonando de mi cara. No me lo puedo creer.

Seguramente toda la conversación habrá sido un sueño, cierro la puerta y vuelvo a tirarme a la cama. Tras acomodarme me doy cuenta de que el dolor de cabeza que tenía antes se ha esfumado, cuando parecía mentira que hace un rato me estuviera martilleando la cabeza. Aun estoy asimilando eso cuando empiezo a caer en un profundo sueño.



POV MANDY

Veo a Paula muy ebria bailando animadamente y decido que ya es hora de marcharnos, habíamos salido de fiesta para celebrar el final de los exámenes de Paula y mi marcha a Campillo en unos días. Hemos ido a cenar, y después a la famosa discoteca de la ciudad a bailar. Menos mal que habíamos quedado en que volveríamos en taxi, ninguna de las dos está en condiciones de manejar un coche.

— Paula es tarde, vámonos ya — le pido con la intención de coger el taxi e irme a descansar.

—Vamos Mandy, no fastidies. Es nuestra última fiesta juntas por una temporada. Diviértete— me dice mientras veo que acaba de coger otra copa y consigo quitársela.

— Ya hemos celebrado bastante— replico, intentando salir fuera de la discoteca— además ya he llamado el taxi y esta fuera esperándonos. — Me hace un mohín gracioso.

— Esta bien — dice haciéndome caso y saliendo poco a poco de la discoteca— oye me estás haciendo perder un ligue... ¡que lo sepas!

—El chico bailaba bien ehh, eso no te lo niego— rio, Paula siempre a atraído muchas miradas cuando vamos de fiesta.

— ¿Qué has hecho con el tuyo? — pregunta cayendo en la cuenta que el chico que babeaba por mi no estaba en nuestros alrededores.

— No besaba bien... — digo indiferente, oigo a Paula reírse — es verdad — me defiendo cruzando los brazos. Paula me coge del brazo intentando no caer de la risa. Sabe que siempre acabo rechazando a los tíos empalagosos de las discotecas.

—Prométeme que si te encuentras a Víctor, no vas a ser una estúpida y te vas a cerrar, que ya no sois unos niños... y que si está soltero lo vas a intentar con él, ¡Prométemelo Amanda! ¡Una cita...aunque sea! — niego con la cabeza — ¡un beso por favor!

—Estás muy borracha, no sabes lo que dices, además es Víctor, seguro tiene novia...— evado la respuesta, seguro que no se acordará de esto. Sigo caminando hacia la calle, se que Paula no se va a dar por vencida.

—Mandy, hermanita querida, no seas tonta por favor... Prométemelo— dice haciendo un puchero.

—Está bien, si está soltero lo voy a intentar... aunque no garantizo nada—le prometo— contenta...

—Siiiiiiiiiii— Sonríe Paula— Mira ahí esta nuestro taxi. Vámonos.




21 de Abril de 2015

El coche tose mientras sube por la montaña, no me gusta el ruido que está haciendo, parece como si el motor se ahogara. A mí alrededor empiezan a aparecer pinos cada vez más frondosos y verdes, haciéndome saber que estoy cerca, aunque unas nubes negras de tormenta que asoman por delante impiden que pueda ver Campillo.

Nunca me han gustado las tormentas, siempre ocurren cosas malas, un rayo ilumina el camino, sorprendiéndome, así que subo la radio con la intención de ocultar los amenazantes truenos que se empiezan a escuchar.

Estoy pasando por el parque Natural de Asenjo, cuando recuerdo que hace mas de 10 que no veo a mis amigos, ¿estarán en el pueblo aún o habrán ido a la ciudad? ¿Qué será de sus vidas? ¿Estarán casados, con hijos o solteros? Rebecca, Víctor, Katia y Lucas. "El Club de la Muzzarella", no sabía nada de ellos desde que tenía 16 años, cuando trasladaron a papa a la gran capital. Perdiendo el contacto con ellos.

Un fuerte trueno me saca de mis pensamientos, evitando que me salga en una curva. Me estoy acercando ya al rio Asenjo, no puedo evitar sonreír al ver aquella zona, tantas locuras, fiestas y trastadas había hecho allí, hasta sus primeros coqueteos. Me di cuenta mientras observaba, que nada había cambiado, las mesas, las barbacoas, los columpios, las promesas..., pero porque estoy recordando esa promesa de Víctor? Descarto esa idea rápidamente de mi cabeza, ya que son cosas de niños. Así que nada de amores durante este año, seguro Víctor tendrá novia, y mi promesa con Paula no valdrá y no hará falta hacerla.

De repente Blue, mi Volkswagen escarabajo de color azul, regalo de mis padres, parecía que no quería llegar.

—Vamos blue, no me dejes tirada, ahora no. —le ruego al coche. —Déjame llegar a Campillo, por favor...

Cuando de repente Blue casi me saca de la carretera.

—Pero que te he hecho blue! — exclamé al darme cuenta que había pinchado la rueda.

Salgo del coche enfadada en busca de la rueda de repuesto en el maletero, cuando las primeras gotas empiezan a mojarme. No me gusta nada esta tormenta, y si no me doy prisa me mojaré mucho. Me agacho y tras subir el coche con el gato, empiezo a quitar los tornillos y cambiar la rueda cuando veo que se pone a llover más fuerte.

— ¡Oh venga ya! ¡Y qué más! — rápidamente pongo la rueda y la aprieto. Recojo las herramientas y voy a entrar al coche cuando una voz masculina me estremece.

— ¿Necesita ayuda?

— No, gracias ya he terminado—contesto subiendo al coche rápidamente sin mirarle. Pero a la que giro la llave del contacto del coche, éste no arranca, "mierda, no me puede ir mejor".

— Creo que sí que necesita ayuda — me dice golpeando suavemente la ventanilla, enfocándome con una linterna. Es cuando me doy cuenta de que se trata de un agente de policía, suspiro tranquilamente.

— No sé porque no arranca, agente. Hasta hace un momento iba bien— le indico bajando la ventanilla.

— No se preocupe llamaremos a una grúa para que se lleven el coche al taller y yo le llevo al hotel del pueblo. — me fijo que es joven, debería de tener un par de años más que yo.

— De acuerdo, además se está empapando mucho. Cojo un par de maletas que necesito y voy con usted. Muchas gracias por su ayuda, señor....

—Expósito, Alex Expósito — me contesta el agente, tras decirme eso caigo en la cuenta de que es un año mayor que yo, recordando quien era — El placer es mío.

— Por cierto me llamo Amanda. Y si es posible me puede llevar a mi casa aquí en Campillo, y no al hotel.

—Disculpe señorita, pero conozco a todos los habitantes del pueblo, y usted no es de por aquí.

—Sí que lo soy — le contesto con una enigmática sonrisa — Me puede llevar a la calle Celia por favor, allí tengo mi casa.

—Como usted diga.

Llegamos a la calle unos minutos después y le indico la casa exacta, Alex aparca en el lateral del porche. Ambos bajamos del coche y me ayuda a dejar las maletas en el porche.

—Esta es la casa de la difunta Laura Sánchez, que en paz descanse.

—Si, así es, la acabo de heredar y voy a reformarla. Muchas gracias, señor expósito. — le digo alargando el brazo para estrecharle la mano.

— La grúa dejara el coche en el taller en media hora, está tres calles más arriba a la izquierda, pásese mañana por la mañana y allí le dirán que ocurre, ahora ya es tarde. Cualquier cosa, duda o problema que tenga, no dude en pasarse por comisaria y preguntar por mí.

—Si tengo una pregunta, es tarde y no tengo utensilios de cocina ni la despensa con comida, ¿hay algún sitio cerca de aquí donde pueda cenar algo?

—Si, por supuesto. Allí al final de la calle, unas tres manzanas, esta Mozzarella— sonrío al escuchar ese nombre en un restaurante, creo saber a quién encontraré allí— es el restaurante de mi mujer y hace menús y comidas italianas para llevar y justo al girar aquella esquina tienes el hotel Montero, allí también sirven menús.

—Gracias de nuevo, señor expósito. Buenas noches.

—Es mi deber que los ciudadanos estén bien y felices. –Dice haciendo como una especie de reverencia— Bienvenida a Campillo, señorita Amanda. Que tenga una buena noche.

Subió al coche y se marchó, dejándome sonriendo, y con la sensación de que volvía a estar en casa tras esta bienvenida.

Parecía que nada había cambiado en el pueblo, sólo un par de cambios notables de imagen de algunos edificios, por lo que había podido ver. Pero tras estos 10 años todo seguía igual. Así que me dirigí a Mozzarella con una sonrisa en la cara sabiendo a quien iba a encontrarme allí. 

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